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RELACIONES HISTÓRICAS
DE
AMÉRICA
PRIAERA MITAD DEL SIGLO XVI
PUBLÍCALAS
LA SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES
MADRID
MCMXVI
RELACIONES HISTÓRICAS DE AMERICA
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in 2010 with funding from
Boston Public Library
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RELACIONES HISTÓRICAS
DE
AMÉRICA
PRI/AERA W1TAD DEL SIGLO XVI
PUBLÍCALAS
LA SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES
MADRID
MCMXVI
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NÚM. 210
ex
Imprenta Ibérica, E. Maestre. Pozas, 12, Madrid. -Teléfono 3.854,
INTRODUCCIÓN
La Sociedad de Bibliófilos españoles, cuyo fin
esencial es reproducir aquellos escritos que yacen inédi-
tos o andan impresos en libros rarísimos, publica ahora
en este volumen unas cuantas narraciones históricas de
varios asuntos, relativas a nuestras antiguas posesiones
americanas inmediatas al Golfo de México, tales como
las provincias de Cartagena y Santa Marta, el Nuevo
Reino de Granada, Honduras y la Nueva España. Todas
ellas pertenecen a la primera mitad del siglo XVI, nues-
tro siglo de oro de conquistas y descubrimientos; em-
presas a las que hoy se va haciendo justicia, a medida
que la publicación de nuevos documentos deshace las
calumnias con que nuestros enemigos quisieron empañar
y ennegrecer las glorias de España. Modelo de tales re-
paraciones, el insigne Lummis, cuyas obras, especial-
mente la consagrada a Los exploradores españoles del
siglo XVI, es un himno admirable, lleno de verdad, en
que se cantan las grandezas de la civilización española
en América. Hemos escogido, para formar este libro, re-
laciones y cartas de materia muy diversa, a fin de que su
lectura resulte más amena: hechos de armas en Cartage-
na, Santa Marta y Nueva Granada; rencillas entre los
conquistadores de Honduras, propias de los primeros
tiempos coloniales, como lo son ciertas fiebres de la in-
VI
fancia; audacísimas exploraciones, como la del volcán
de Masaya por el conquense Juan Sánchez, a quien la
codicia transformaba en hirviente plata las lavas derreti-
das que había en lo más hondo del cráter (1); empresas
marítimas en las costas de la península de California, y
los trabajos, estoicamente sobrellevados, de aquel Ro-
binsón español, maestre Juan, en el tiempo que estuvo,
(i) Juan Sánchez Portero se llama vecino de Huete en un memorial
que presentó en el año 1538 para que se le diese licencia de continuar ex-
plorando el volcán de Masaya, aunque había obtenido un privilegio para
ello el bachiller Juan Alvarez; al mismo tiempo solicitó que por ser pobre
se le costearan los artefactos que necesitaba, y se le dispensara de llevar
a su mujer, que estaba enferma, y teniendo además en cuenta que él no
pensaba establecerse definitivamente en Indias. Lo más curioso de tal pe-
tición es la noticia de haber escrito un libro acerca de dicho volcán, y que
lo deseaba imprimir:
«Otro si, pido y suplico a Vuestra Alteza que el libro que tengo presen-
tado, que habla sobre las cosas admirables del dicho bolean y entrada del,
Vuestra Alteza me mande dar licencia para que yo u otra persona por mi
lo pueda imprimir, con privilegio de diez años, el qual dicho libro
yrá dirigido a quien Vuestra Alteza mandare, en lo qual recibiré muy
señalada merced. — Juan Sánchez.-»
(Archivo de Indias, est. 64, cap. I, leg. 9.)
Gonzalo Fernández de Oviedo visitó el volcán de Masaya y nos dejó una
descripción de este en su Historia general y natural de las Indias, li-
bro XLII, cap. V.
La relación de Juan Sánchez se completa con la mucho más extensa y
detallada que se incluye en la misma obra, libro XLII, caps. VI a X, funda-
da en otra que escribió Fr. Blas del Castillo, dominico, que fué el verda-
dero iniciador de las exploraciones, verificadas en unión de Juan Antón,
Francisco Hernández de Guzmán, Gonzalo Melgarejo, Pedro Ruiz y Tuan
Sánchez Portero. La gloria de bajar el primero correspondió al P. Castillo,
a quien Fernández de Oviedo califica de «mas osado e cobdicioso que sa-
bio, pues muchas veces en su relación quiere dar a entender que aquella
materia que hierve, es oro o plata».
Fr. Bartolomé de las Casas hizo un viaje a este volcán, que describe en
su Apologética Historia de las Indias, cap. CXII (Nueva Biblioteca de auto-
res españoles).
VII
sin más compañía que los lobos marinos y los cuervos,
en la isla Serrana, luchando con heroísmo contra el in-
fortunio (1).
A ser posible, cada una de tales narraciones había de
ir con el ornato y cortejo indispensable de notas, obser-
vaciones y amplios comentarios que los, modernos estu-
dios históricos exigen. Pero, como esta labor exigiría,
cuando menos, dos volúmenes como éste, nos reducimos
a comentar las que atañen a las provincias de Santa Mar-
ta y Cartagena de Indias, con objeto de procurar, en
cuanto lleguen nuestras fuerzas, a esclarecer algo los pri-
meros tiempos de aquellas regiones, o cuando menos, a
poner de relieve, atendida la discrepancia que hay entre
las fuentes históricas de dichos países, las dificultades
con que suele tropezarse para vislumbrar un rayo de ver-
dad en el testimonio humano, falible por esencia, y
cuya escasa luz llega a nosotros filtrada por los cristales
de varios colores de los intereses y los apasionamientos
de quienes fueron coetáneos o autores de los sucesos
que refieren.
Los orígenes coloniales de la provincia de Santa Mar-
ta, claros en apariencia, por los muchísimos datos que
hay en los cronistas, resultan embrollados como pocos,
a nada que nos fijemos en ellos. Dejando a un lado los
historiadores modernos, y aun los relativamente antiguos
que no hicieron sino copiar de los primitivos, examina-
remos rápidamente los escritos de Juan de Castellanos,
de Fernández de Oviedo y de Fr. Pedro Aguado, com-
(i) Acerca de otros naufragios famosos, véase la Historia general y na-
tural de las Indias, por Gonzalo Fernández de Oviedo, libro L, donde re-
fiere los de Alonso de Zuazo, de Cristóbal de Sanabria y otros no menos
dramáticos.
VÍIJ
pulsándolos después con el exiguo número de documen-
tos de carácter narrativo, y no de Cnancillería, conserva-
dos en el Archivo de Indias, tan rico en cosas de otras
colonias, como pobre en lo que atañe a las de Santa
Marta, Cartagena y Nuevo Reino de Granada, pues fuera
de los Cedularios, es muy poco lo que hay de dichas re-
giones en la primera mitad del siglo XVI.
Tres cantos dedicó Juan de Castellanos al gobierno de
Santa Marta por García de Lerma (1), a quien juzga
hombre utópico, distanciado por completo de la reali-
dad, que arribaba con lujo nunca visto en aquellas leja-
nas tierras, y con espléndida comitiva de ilusos chapeto-
nes que provocaban la risa de los baquianos al verlos tan
bizarros de calzas, jubones, plumajes y otras galas, como/
si fuesen a una gran ciudad, y no a una mísera pobla-/
ción de treinta casas, o, por mejor decir, chozas, y don-
de les esperaban el hambre y otras mil privaciones.
El contacto con la realidad no desengañó al nuevo
Gobernador, cuya expedición al valle de Coto, seis le-
guas nada más de Santa Marta, fué un conocido fracaso,
y aun mayor la hecha contra los indios de Pocigueyca,
(i) Juan de Castellanos, aunque es verdad que por flaquearle la memo
ria en la edad avanzada que escribió sus Elegías, se equivocó hasta hechos
que había presenciado, procuró siempre beber en buenas fuentes para sus
narraciones históricas; la principal que tuvo acerca de García de Lerma
fué una relación hecha por Domingo de Aguirre, vizcaíno y soldado vale-
roso:
Soldado principal desta conquista
Y gran descubridor de sus rincones,
Y como quien testigo fué de vista
También en escribir gastó renglones,
Porque de varias cosas hizo lista
Y me dejó cumplidas relaciones
Las cuales tengo yo por escriptura
Tan buena, que contiene verdad pura.
(Elegías, pág. 275.)
IX
de tal modo, que los españoles, acosados por noventa
mil indios, si no hay exageración en el relato de Caste-
llanos, huyeron a Santa Marta, después de una sangrien-
ta batalla, como dice aquél en versos detestables:
Los bárbaros crueles y nocivos
Por escudos y por espadas huellan,
Con las cuales a todos los captivos
Traspasan, hieren, matan y degüellan,
Y a los cristianos muertos y a los vivos
L,as caras con las barbas les desuellan,
Que vista cada cual de paja llena
Espectáculo fué de harta pena.
Más afortunada la entrada que Alonso Martín y Pedro
de Lerma hicieron ai valle de Tairona, en el cual fue-
ron amistosamente recibidos por el cacique Gairacimon-
de, no dio, sin embargo, más resultado que satisfacer
algo la codicia de los soldados, pues lograron rescatar
noventa mil pesos, riqueza que fué de leve cuantía, com-
parada con la que se halló por entonces en los alrededores
de Santa Marta, llenos de ricas sepulturas, en las cuales
estaban enterrados los caciques principales, sentados en
un duho, con sus arcos y flechas en la mano — , compues-
ta y adornada su persona — con joyas de oro, cuentas y
cacona (1). Desdicha grande fué para García de Lerma el
hallazgo de tan codiciados tesoros; ciego por la codicia,
cometió mil abusos que el mismo Castellanos vitupera
(i) Puestos los edificios en su punto,
Aunque no por artífice romano,
En un duho sentaban al difunto
Con sus arcos y flechas en la mano,
Vasos de sus bebidas allí junto
Y bollos y tortillas de su grano,
Compuesta y adornada ia persona
Con joyas de oro, cuentas y cacona.
(Elegías, pág. 376.)
con laudable imparcialidad, pues apropióse las mejores
de aquellas guacas y dio otras a sus criados, lo cual pro-
dujo descontento general, y que se delataran estos hechos
a la Audiencia de Santo Domingo, por cuyo mandato se
hizo larguísimo proceso al Gobernador, que lejos de de-
dicarse a la conquista y pacificación de aquella provincia
encomendó esta empresa a Pedro de Lerma, mozo va-
liente, diestro y animoso, quien manchó su reputación
consintiendo que sus auxiliares los indios de Bonda ajus-
ticiasen bárbaramente a cierto caribe de talla gigantes-
ca que en una guazabara había hecho prodigios de va-
lor, y que rompiendo sus ligaduras en el suplicio murió
matando como bravo león en campo raso:
Poco después falleció García de Lerma, quien gracias
a la muerte se libró de las amarguras que habían de oca-
sionarle aquel proceso larguísimo que tuvo en su poder
Fernández de Oviedo, y la residencia incoada por el
Dr. Infante, y Juan de Castellanos honró la memoria del
difunto en una octava donde compendia las virtudes que
adornaron a éste:
Por ser en sus costumbres tan modesto
Que no supo, con ser un hombre claro,
Decir mala crianza ni denuesto,
Ni quiso de sus bienes ser avaro;
Fácil en perdonar, y demás desto
Los pobres lo tenían por amparo;
Allí tuvo de oro buena suerte,
Pero sin él al tiempo de su muerte (i ).
El benévolo retrato que de García de Lerma hizo Cas-
tellanos, contrasta con las iracundas frases que le dedicó
Fernández de Oviedo, diciendo que procuró de adquirir
oro por todas las vías que él pudo, con justa o injusta
(i) Eltgím, pág. 287.
XI
forma; califícale de notorio e insoportable tirano, de mal
gobernador y de cobarde capitán, de poca conciencia y
de mucha cobdicia; añade que los indios no le tenían en
nada y llamábanle gallina; que sabía mejor menear la
lengua que la lanza; y pareciéndole indigno todo cuanto
hizo García de Lerma, nada refiere de las cosas que acon-
tecieron en Santa Marta durante el breve tiempo que
duró la gobernación de tan discutido personaje (1).
Si comparamos la narración que del gobierno de He-
redia hace el P. Aguado con la de Castellanos, vemos
entre ellas diferencias esenciales en muchos punios (2).
Según aquél, apenas llegado Heredia a Santa Marta,
tomó residencia a Juan de Vadillo, de quien desconoce
el paradero y fin que tuvo, y después de recorrer pacífi-
camente dicha provincia y las circunvecinas, repartió los
indios de aquélla, incluyendo los que moraban en los
valles de Coto, Buritaca, Bondigua y Hermoso (3).
(i) Historia general y natural de las Indias, libro XXVI, cap. VIII,
Fernández de Oviedo funda sus afirmaciones en proceso de más de 1.000
folios contra García de Lerma; proceso que él había examinado y tenido
en su poder.
(2) Istoria que compusso fray Pedro de Aguado, de la horden de San Fran-
cisco de la Observanzia, ministro provincial de la provincia de Sancta Fe
en el Nueuo Reyno de Granada, Indias del mar Océano.
Ms. del siglo xvii. Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Hay
una copia en el Departamento de Mss. de la Biblioteca Nacional, núm. 6.139-
De este manuscrito copiamos los textos que siguen, y no de la siguien-
te edición:
Recopilación historial. Escrita en el siglo XVI por el Padre Fray Pedro
Aguado, y publicada ahora por primera ves. — Bogotá, Imprenta Nacio-
nal, 1906.
Es el vol. V de la Biblioteca de Historia Nacional.
8.°, xn-480 páginas.
(3) «Como en España se tuvo nueba de la muerte del Gouernador Bas-
tidas, el Rey y los de! Consejo Real de Indias proueyeron por Gouernador
XII
Pocas apariencias de verdad tiene el haber entrado pa-
cíficamente Lerma en el valle de Coto, pues sabemos por
Castellanos, mejor informado que el P. Aguado, que tal
de Santa Marta a García de Lerma, persona principal, natural de Burgos.
El qual para ¡as jornadas y descubrimientos que pretendía hazer juntó en
España quatrocientos hombres, con los quales vino a Santa Marta y halló
eñ el gouierno della a Juan de Vadillo, que como se a dicho, estaua descan-
sando de los trabajos passados; al qual tomó residencia y con ella lo em-
bio, unos dicen que a España, en el qual camino perescio ahogado; y otros
que lo embio a Santo Domingo, donde después vivió mucho tiempo, y al
fin murió alli. En este tiempo los naturales indios que auia en la prouin§ia
de Sancta Marta no estauan ni auian sido repartidos, ni encomendados en
ningunas personas, y asi rescebian mas comunmente daño, porque los sol-
dados y gente que en Sancta Marta residian, visto que los indios no tenian
quien boluiese por ellos, ni los defendiese, yvan muchas vezes a sus pue-
blos a tomalles lo que tenian, y a inquietallos; por lo qual, los vezinos de
Sancta Marta rogaron al Gouernador Lerma que los repartiese y encomen-
dase, asi entrellos, como en los que el consigo auia traydo de España; el
qual, para mejor hazer el repartimiento de los indios, salió de Santa Marta
con la gente que le parescio, llevando consigo algunos capitanes y perso-
nas señaladas que estavan ya diestros en la guerra, y entrando por las pro-
vincias circunvezinas a Sancta Marta, hasta el valle de Coto, y viendo que
todos los naturales estavan pacíficos y sin hazer ni dar muestra ni señal de
alboroto, ni rebelión, dio la buelta a Sancta Marta, para hazer su reparti-
miento; y para que fuese hecho a contento de todos, quiso y ordenó que el
cabildo de la cibdad se hallase presente, y que la demás gente de la repú-
blica mandase una persona que asi mismo en su nombre asistiese al hazer
el repartimiento, los quales nombraron a un capitán Juan de Zespedes,
persona entre ellos principal, que después fue de los pobladores y descu-
bridores del Nuevo Reyno; y como del repartimiento que se avia de hazer
avia de redundar el contento, o descontento de muchos, para que mejor
fuesen guiados y encaminados usaron ante todas cosas de lo que como
christianos era razón que hiciesen, invocando el auxilio diuino mediante el
sacrificio de una missa del Spiritu Sancto, que se les dixo, votando y pro-
metiendo acerca dello de hazer lo que debían y en sus consgiengias les pa-
resciesc que era razón; y hecho esto hizieron su repartimiento de los natu-
rales indios que avia en el valle de Coto, y otros pueblos a el comarca-
nos, y valles de Buritaca, Bondigua y valle Hermoso y en otras muchas po-
blaciones que cerca e comarcanas a estos valles avia, dando a cada capitán
y vezino y soldado conforme a lo que meresgia y avia trabajado.»
XIII
expedición fué desastrosa, de tal manera, que los españo-
les volvieron en todo defraudados de su voto, y aunque
Castellanos no tenía al poco afortunado Gobernador, la
inquina de Fernández Oviedo, reconoce el fracaso de
aquella empresa:
Nadie hizo jornada tan baldía
Ni camino de menos importancia.
No menor es una equivocación en la que incurre ei
P. Aguado, al tratar de la jornada que, según él, hicieron
los capitanes Juan Muñoz y Juan de la Feria al valle de
Tairona, que no fué dirigida por aquéllos, sino por Pe-
dro de Lerma y Alonso Martín, de la cual tenía Castella-
nos noticias fidedignas que le había dado Domingo de
Aguirre, soldado vizcaíno que asistió en aquella jornada;
únicamente concuerdan ambos cronistas en que no hubo
necesidad de pelear para que los indios entregasen oro
en cantidad de 80.000 pesos, según el P. Aguado, y de
90.000 según Castellanos (1).
Al referir Aguado la expedición al valle de Pociguey-
ca, viene a decir, en substancia, lo que escribió Castella-
nos del mismo asunto, si bien callando lo del cacique
(i) «Porque quedaua alguna gente sin suerte de indios, embio a des-
cubrir y ver el valle de Tayrona, que es junto a las sierras nevadas de San-
cta Marta; al qual efecto fueron los capitanes, Juan Muñoz y Juan de la Fe-
ria, con dogientos hombres, los quales entraron con tan buena fortuna en
Tayrona, que demás de no moverse los naturales de aquel valle, que es
gente bellicosissima e indómita, con las armas, a defendelles la entrada, les
dieron de presente mas de ochenta mili pesos de oro fino, y sin dexar con-
firmada la paz ni rota la guerra, se tornaron a salir y se boluieron a Sancta
Marta, contentos con sus riquezas. El Governador Lerma, luego que re-
partió y encomendó la tierra a naturales della, para que los encomenderos
y los indios entendiesen lo que avian de hazer, nombro dos personas prin-
cipales, que fueron los capitanes Antonio Ponce, y Juan de Réspedes, a los
quales dio libertad que, por el trabajo que en hazer esto auian de tener, pu-
XIV
Tocuezo; jornada de la que el beneficiado de Tunja tenía
buenas noticias, dadas por uno de los soldados:
Ansí lo cuenta como yo lo escribo
El Antón de Santana, que es hoy vivo.
Como calcada la narración de Castellanos en la hecha
por un protagonista de tan aciaga jornada, ofrece mil
detalles que faltan en la del P. Aguado (1), quien sólo
diesen rescibir y llevar lo que los indios y caciques les quisiesen dar de su
voluntad, que Uamauan yamaigira, como joya o presente, después de auer
cumplido con sus encomenderos, porque luego en la primera visita les
avian de pagar el tributo o demora que por el Comendador les fue señala-
do. Y asi, sin lo que los indios dieron a sus encomenderos, uvieron los do&
capitanes buen pedazo de oro, porque el Ponze ovo de su parte quatro mili
pesos de oro fino, con los quales y con otros dos mili que al Governador
ganó a los naypes, se fue a España, y vive en o§io y quietud en Carrion de
ios Condes. Y Céspedes ovo siete mili pesos de oro fino.>
(i) <Como el Governador Garcia de Lerma auia andado visitando las
prouincias coniunctas a Sancta Marta, y los naturales estauan pacíficos y le
auian salido de paz y ofrescidole muchos presentes, entendió tener el mis-
mo sucesso y fortuna en otros que vivían mas apartados algo, y asi determi-
no de ir a visitar las provincias de Posigueyca y Buritaca, que están hazia
la parte de Cartagena, entre Sancta Marta y el rio Grande de la Magdale-
na, que aun en este tiempo no se avia entrado en el; y tomando consigo
seysgientos hombres y a los capitanes Verrio, Villalobos, Juan Muñoz y
Juan dé Escobar, y por capitán de su guarda a Hernando de la Feria, se
partió la buelta de Buritaca, llevando consigo toda su recamara y servigio
de palacio, como si su caminar y jornada íuera por tierra muy asentada y
reposada y de muy cordiales amigos, y entrado que fue en el valle del Bu-
ritaca, los primeros indios del lo rescibieron amigablemente, y le dieron de
presente quarenta libras de oro fino, y le dixeron que no curase de pasar
de allí, antes se boluiese a salir con breuedad, porque los naturales y mo-
radores de aquellas prouingias era gente muy bellicosa y guerrera, y que
usaban de muy ponzoñosa y fina hierua en las flechas, los quales se anda-
ban convocando y juntando para tomar las armas en las manos y resistilles
la entrada, y aun rebatilles si pudiesen; pero Garcia de Lerma, como lleva-
ba consigo tanta y tan luzida compañía de soldados, no hizo caso del aviso
que los indios le davan, antes los amenazo, diciendo que el traya tanta y
tan buena gente que bastaban a domallos y suiectallos por muchos y muy
belicosos que fuesen, a los quales si con obstinación tomasen las armas
XV
parece haber copiado del primero lo de haber dejado
Lerma en poder de los indios su rica vajilla y su cama de
campo:
Y sin sacar provecho, dalles uso
A bárbaras naciones de vajilla,
Quedando juntamente por rehenes
Cama de campo y otros muchos bienes,
En lo que atañe a la entrada de Pedro de Lerma hasta
contra el y su gente, castigaría tan áspera y cruelmente que por entero
quedasen castigados de su atreuimiento y domados de su sobervia; y lue-
go otro dia embio al capitán Verrio con §ien hombres, a que viese gierta
parte de aquella prouincia, y reconosciese las poblaciones y gente que en
ellas auia, pero no auiendose apartado Verrio dos leguas de donde el Go-
uernador Lerma estava, salieron a el mucha quantidad de naturales a pun-
to de guerra, según su vsanza, y dando en los españoles, no solo les impi-
dieron y estorvaron el pasar adelante, pero fueron rebatidos con daño y
perdida de algunos soldados que los indios les mataron, y sin hazer ningún
effecto se bolvieron a donde el Gouernador estava muy confiado en la gen-
talla que consigo tenia. El qual, lleno de colera del mal subcesso que Ve-
rrio auia auido, hizo luego aper§ebir do§ientos hombres para que con el ca-
pitán Muñoz fuesen otro dia siguiente a castigar la desvergüenza y atreui-
miento de aquellos barbaros que con tanta osadia avian el dia antes ahu-
yentado a Verrio y a los que con el ivan. Pero los indios, que con la victo-
ria passada no perdieron punto de tiempo, se avian juntado con gran quan-
tidad para dar sobre el aloxamiento del Gouernador, y estando ya para
salir del aloxamiento el capitán Muñoz y los que con el auian de ir, hallá-
ronse §ercados de los naturales, los quales arremetiendo con furia y brio de
animosa gente, comenzaron a herir en los nuestros de suerte que los hecha-
ron de su aloxamiento, y mataron setenta o ochenta hombres, sin otros
muchos que quedaron heridos, y fue forzado el Governador a rretirarse con
toda presteza y a salirse de aquel valle e prouincia, porque le avian herido
los indios en la primera arremetida, y asi se bolvio a Sancta Marta con per
dida de mucha gente y de toda su recamara, en que avia tapicería de paños
de corte, reposteros, camas de campo, baxilla de plata, y generalmente to-
das las cosas del servigio de su casa, que era muy de señor, sin escapar
cosa alguna, y desde aqui no curo mas el Governador García de Lerma
salir a descubrimientos, mas estándose en Sancta Marta gouernando la tie-
rra en ociosa quietud, hizo por mano de un sobrino suyo, llamado Pedro
de Lerma, diversas entradas y descubrimientos. >
XVI
el río Magdalena, y a las reñidas peleas que sostuvo con
los indios de Bongay y Chinila, y con los Caribes, añade
Aguado el cómico episodio del Obispo Ortiz, defensor
de los indios, que puesto en el peligro azuzaba a los sol-
dados españoles contra los bárbaros; pasa, en cambio,
por alto, el suplicio dado al gigante caribe cuyo valor en-
salza Castellanos, y modifica en no pocos detalles el iti-
nerario y vicisitudes de tan cruenta y penosa jorna-
da (1). '
La jornada de Pedro de Lerma por la Ramada y el va-
lle de Upar hasta llegar a las riberas del Magdalena, es
referida poco más o menos igualmente en el P. Aguado
(i) «Fue Pedro de Lerma, con obra de dogientos hombres, en descubri-
miento del rio grande de la Magdalena, por tierra; con el qual iba el Obis-
po de Sancta Marta, llamado Don Juan Ortiz, para estorvar e impedir con
zelo pastoral que a los indios no se les hiziese algunas demasías, ni fuerzas,
ni malos tratamientos, sino que por bien y con regalo fuesen traydos a la
amistad y servidumbre de los españoles; pero este su buen propósito no le
tuvo mucho tiempo aunque avian sido bien persuadidos a ello por el los es-
pañoles, porque como fuesen entrando por gente de guerra que por su fe-
rocidad acostumbran a comer carne humana, por lo qual son llamados co-
munmente caribes, y llegasen a un pueblo cuyos moradores se avian ausen-
tado y escondido de primera faz, después vinieron con sus armas, que son
arcos y flechas, y comenzaron a flechar de suerte quel señor Obispo estuvo
en riesgo y a ventura de ser mal herido de sus propias ovejas a quien de-
fendía e por quien bolvia, por lo qual mudó de improviso pareger, y comen-
zó a inducir e degir a los soldados que hiriesen en ellos y los persiguiesen
y suiectassen con las armas, que el los absolvería; ¡tanto puede el temor
de la muerte!; y prosiguiendo su descubrimiento llegaron a un pueblo de
indios, que por poseer y tener sus moradores muchas argollas de oro, fue
dicho el pueblo de las Argollas, en el qual dieron de noche y robaron y
ranchearon todo lo que pudieron, y captivaron todos los mas de los mora-
dores del; y algunos que escaparon huyendo, juntándose vinieron otro dia
con sus armas en las manos a dar sobre los españoles, pero como eran po-
cos y amedrentados, fueron fácilmente rebatidos y arruynados; y pasando
adelante con su descubrimiento, llegaron a vista de otro pueblo que por su
grandeza y buen parescer fue llamado Sevilla, cuyos moradores estavan con
XVII
que en Castellanos, fuera de algunos detalles, como el
número de soldados, que el primero fija en doscientos, y
duplica el segundo. Jornada en la que no estuvo el obis-
po Ortiz, pues había determinado volver a España
Con buenos granos de veneros finos,
Donde por apartarse de consejas
No quiso más volver a sus ovejas (i):
"Dende pocos dias que Pedro de Lerma ovo descan-
sado, intentó hacer otra jornada y nuebo descubrimien-
to a las espaldas de las sierras de Sancta Marta, porque
como en algunas prouingias de las de la gente de Sancta
Marta se ouiesen hallado algunas piedras esmeraldas, da-
ban por noticia los yndios que las tenian que auian ba-
las armas en las manos, esperando a los nuestros, para resistilles la entra-
da, lo qual hizieron animosamente, porque por defender a los nuestros que
no entrasen en su tierra, les mataron quinze españoles y quatro caballos, y
les hirieron otros soldados; pero al fin fueles entrado el pueblo por fuerza,
y saqueado, y ellos ahuyentados del; y de allí passo al pueblo llamado
Chimila, donde no ubo ninguna resistencia, ni pendencia con los natura-
les; y de después de auer el capitán Lerma descubierto la prouin§ia de los
caribes y de la gente blanca, y el rio Grande, y parecelle que toda era gen-
te probé, y de poco oro, ni prouecho, y que de andar entre ella no se po-
día adquirir sino las muertes de algunos soldados, dio la buelta a Sancta
Marta; y este fue el primer descubrimiento de Chimila y los Caribes y gen-
te blanca, y por tierra el rio Grande de la Magdalena. Es, como se a dicho,
toda la gente destas prouincias de los caribes y gente blanca, gente que co-
men carne humana, y pensaban que asimismo la comían los españoles; por
lo qual, como en un pueblo por fuerza de armas constriñesen los soldados
a los yndios a que se retruxesen en sus casas, con el temor que tenian, se
subían en unas barvacoas y lechos altos que dentro en los techos de sus
casas tenian, y de allí arrojaban a los que entraban a buscar, sus propios
hijos para que los comiesen; aunque otros digen que aviendoseles acabado
las armas los tiraban a los españoles, desde lo alto, para ofendellos y de-
fenderse dellos, y era tan grande la fiereza destos barbaros, que faltándoles
las armas para pelear, sus mugeres les arrojaban y tiraban a los enemigos
las criaturas y niños hijos propios que a los pechos tenian, para ofendellos
y defenderse.»
(i) Elegías, pág. 283.
B
XVIII
xado de ciertas gentes que habitaban muy apartadas de
su región, hazia la parte del Sur de aquella prouingia.
Era esta tierra de a do se trayan estas esmeraldas, lo que
agora llaman el Nuebo Reyno de Granada. El capitán
Pedro de Lerma, auida licengia y comission del Gouerna-
dor Garcia de Lerma, se partió de Sancta Marta con
docientos hombres, y entre ellos los capitanes Lebrixa y
Sanct Martin, Zespedes y Juan Tafur y Juan Muñoz, y
caminando la buelta de la Ramada y rio de la Hacha
fueron a dar al valle de Hupar, y de alli por el rio de
pesare a las riberas del rio Grande de la Magdalena, por
cuyas riberas caminaron con excesiuos trauajos, hasta
llegar al rio que dixeron de Lebrixa, donde les empezó a
estorvar el camino la aspereza y maleza de la tierra, que
era la más arcabuca, y de raras poblaciones, y demás
desto entraba el invierno, que les causaba ser los travajos
doblados, porque como los soldados y aun capitanes no
tenian indios que les sintiesen, eran ellos mismos forza-
dos a hazer lo que auian menester, y a seruirse a si y a
sus caballos, cogendoles la hierva y que avian de coi.ier,
por lo qual fueron constreñidos a dexar la demanda que
llevaban e yvan a descubrir, y dar la buelta a Sancta
Marta, donde se hallaron, dentro de pocos meses que
dieron la buelta, con quantidad de oro que los indios del
rio Grande y de otras prouingias por do auian passado,
les auian dado de presente, y alguna parte dello que
auian tomado y ranchado en algunos pueblos.,,
El P. Aguado añade algunos episodios omitidos por
Castellanos, cuales son las expediciones, desgraciadas
casi todas ellas, contra los indios de Mairona, valle de
Coto, Targuaco y Tairona, cuyos indios se obstinaban
en rebelarse a cada instante y en negar el tributo:
XIX
"Llegados a Sancta Marta hallaron que algunas po-
blaciones de indios se avian rebellado y algado, como
fueron los de Marona y valle de Coto y valle Hermoso,
y no querian acudir con el feudo y tributos a sus enco-
menderos; por lo qual le fue encargado al capitán Pedro
de Lerma que los fuese a pacificar y traellos a la subie-
ron y seruidumbre que antes tenían. El qual, tomando
consigo giento y veynte hombres, se fue a la buelta de
Marona, con cuyos naturales tuvieron gierta refriega y
guazabara bien reñida, y sin podellos traher a confedera-
ción y amistad dieron la buelta hazia la mar, a dar al
valle que dicen de Coronado, y de alli se vinieron a
Sancta Marta; y prosiguiendo su castigo y pacificación
fueron al valle de Coto, y llegando a un pueblo grande y
de muchos moradores, halláronlos puestos en arma para
se defender, y acometiéndoles, fueron dellos resistidos
algún tiempo, aunque les hizieron A fin desamparar el
pueblo, pero con daño de los nuestros, porque les mata-
ron treynía españoles y hirieron otros algunos, pero los
indios no dexaron de rescebir harto daño en sus perso-
nas, demás que les quemaron el pueblo, y pretendiendo
aver entera venganza de los españoles que les auian
muerto, quisieron los nuestros pasar a quemar un pueblo
de mas de quatrocientas casas, que estava de la otra van-
da del rio de Coto. E iendo marchando con este propo-
sito, al pasar el rio les salieron al encuentro los indios
con las armas en las manos, y nó solo les estorvaron el
paso, pero les tomaron a manos dos esquadras llamadas
Bartholome Garcia y García de Titiel, con otros españo-
les, y les mataron y hirieron otros muchos, y los hizie-
ron retirar al pueblo que avian quemado, donde hallaron
obra de quinientos yndios que los estavan esperando a
XX
punto de guerra, de los quales asimismo fueron acome-
tidos y constreñidos a rretirarse a Taruaco, pueblo de in-
dios amigos, y de allí se bolvieron a Sancta Marta con
perdida de hartos españoles que fueron muertos en el
conflicto de las guazabaras o renquentros, sin los que
los indios llevaron vivos en su poder, a los quales dieron
mas crueles y prolixas muertes. Viendo los indios del
valle Hermoso las victorias que avian ávido los de Coto,
acordaron rebelarse y no obedescer, como antes solían,
a los españoles, por lo qual el Governador Lerma embio
a que los castigasen a los capitanes Zespedes y Escobar
y Bueno con docjentos hombres, los quales dividieron
la gente entre si para dar en tres pueblos principales que
en aquel valle avia, y quemallos y arruynallos. Los dos
capitanes Escobar y Bueno quemaron y arruynaron los
dos pueblos que en suerte les cupieron, y el capitán Zes-
pedes no quemó el que en suerte le cupo, por averse ido
la gente del y desamparadolo, y recogiéndose a vn alto
para de allí ofender y defender de quien les pretendiese
damnificar, y como el capitán Zespedes con su gente
quisiese subir al cerro donde los indios estauan hechos
fuertes, pareseiole que era temeridad dexar solo un peli-
groso paso que a las espaldas tenia, el qual si los indios
le tomaran, peligrara el y su gente,yboluiendo con pres-
teza a reformar y guardar con su gente aquel paso, se es-
tubo en el hasta que los otros dos capitanes Escobar y Bue-
no llegaron alli, y quedando en guarda de aquel peligro-
so paso, el capitán Zespedes subió con sus soldados, y
resistiendo valerosamente la furia de los barbaros les
gano el alto y aloxamiento donde estavan, y dando en
ellos fueron muertos muchos, y los demás ahuyentados,
y hecho este castigo se bolvieron a Sancta Marta; y den-
XXI
de a pocos dias el Governador Lerma, quiriendo ver si
la gente y naturales del valle de Tayrona estaban domes-
ticos, y si los podían atraher a su amistad, embio terce-
ra vez gente a ellos, yendo por capitanes su sobrino Pe-
dro de Lerma, y Alonso Martin, y con ellos mas de do-
zientos hombres, los quales llegando al paraxe donde an-
tes avia llegado el capitán Villalobos, fueron acometidos
de los indios y toreados a rretirarse con perdida de algu-
nos españoles y daño de sus propias personas, porque a
entrambos capitanes hirieron los indios; y asi, sin ningún
buen effecto se bolvieron a Sancta Marta.,,
A medida que avanzan los sucesos es cada vez más
honda la discrepancia que hay entre el P. Aguado y Juan
de Castellanos. Ambos coinciden en que García de Ler-
ma, viendo que su gente se le iba al Perú, dispuso una
jornada por el Magdalena. Fueron nombrados capitanes
de ella Juan de Céspedes y Juan de San Martín; jefe de
los macheteros, Santos de Saavedra,
Mancebo generoso de Sevilla,
Mas no tan corregido ni modesto
Que rehusase siempre la rencilla.
Tres barcos ligeros subieron por el Magdalena, a fin de
pasar al otro lado cuando fuese conveniente, pues había
noticia que entre dicho río y el Cauca había tierras de
grandes pueblos y muy ricas de oro. El clérigo Viana,
provisor del nuevo obispo D. Alonso de Robles, a quien
le picaba la curiosidad de ver tierras nuevas, fué nom-
brado teniente. Los que iban por tierra, no sin sufrir los
trabajos del hambre, se juntaron con los demás a orillas
del Magdalena. La muerte del bachiller Viana, delicado
varón, y sin usanza de padecer trabajo tan austero, plan-
teó un grave problema: la sucesión en el cargo de tenien-
XXII
te; Céspedes y San Martín alegaban las últimas disposi-
ciones del difunto, dándoles a ellos tal cargo; Santos de
Saavedra propuso a fray Pedro Zarco, pues tanto capi-
tán, tanto tronido, no pueden llevar campo bien regido.
Los capitanes dieron treguas a la solución del caso, y de
acuerdo con Alonso Martín, resolvieron apoderarse de
Saavedra con procedimiento innoble y traidor, invitándo-
le Rodrigo de Liaño a un convite, en el que, apresado y
sometido a un sumarísimo proceso, murió a manos del
verdugo, que le dio garrote.
El P. Aguado cuenta las cosas de muy distinto modo,
por lo que transcribimos casi íntegro el capítulo décimo,
donde refiere cómo el Gobernador Lerma, por temor de
que la gente que en Sancta Marta tenía no se le fuese a
Pyra, con la fama de las riquezas que en ella se avian
descubierto, hizo hazer la jornada y descubrimiento del
Zenu:
"En este tiempo, que seria por el año de treynta y vno,
vino a Sancta Marta la nueba del descubrimiento del
Pyru, y de sus riquezas, por lo qual fueron muchos solda-
dos promovidos a dexar la vivienda de Sancta Marta, e ir
a participar de las riquezas nuebamente descubiertas
El Governador Lerma, pretendiendo amplificar su gover-
nacjon y entretener la gente que no se le fuese, determi-
nó que se hiziese vna jornada en descubrimiento del Zenu ,
de quien en aquellos tiempos avia gran notigia de muchas
e infinitas riquezas de oro sobre la tierra, e esta noticia y
provincia de la otra banda del rio Grande de la Magdale-
na, hazia la parte de Cartagena, entre el mismo rio Gran-
de y el rio de Cauca, que nasge en la governacjon de Po-
payan; y demás desto, en la propia sazón avia hombres en
Sancta Marta que por tener algún conoscjmiento de la
XXIII
cosmographia y astrologia certificaban al Governador que
por coniecturas alcanzaban a saber e conoscer que el rio
Grande, arriba, de la vna y otra parte del, avia tierras ri-
quissimas y muy pobladas. Con estas cosas fue algún tan-
to sosegado el animo de los soldados para dexar de ir a
Pyru y seguir el nuebo descubrimiento que el rio Grande
arriba queria hazer, y asi fueron juntos docientos hom-
bres, y nombrados por capitanes y administradores de
todo lo crimina] los capitanes Zespedes y Juan de San
Martin, y por teniente general y superior de todos estos
un licenciado, o bachiller, Torres, canónigo de Sancta
Marta, clérigo y sacerdote de missa; y por capitán de
gastadores, que son macheteros y azadoneros, a vn San-
ctos de Sayauedra, natural de Caceres. Todos los quales
juntos salieron de Sancta Marta la buelta de los caribes
y gente blanca, para por alli arrimarse al rio Grande y
proseguir su viaje, como lo hizieron. En estas poblacio-
nes de los caribes y gente blanca dio cierta enfermedad
al canónigo y licenciado Torres, de que murió luego.
Los capitanes Zespedes y Sanct Martin se hicjeron publi-
car y obedescer por tenientes de Governador iguales en
iurisdicion, y como eran personas de notable esplendor
y virtud, nunca se desconformaron en el mandar, regir y
governar, antes con toda afabilidad y modestia llevaron
sus compañías pacificamente, sin subcedelles cosa pros-
pera ni adversa hasta el pueblo e prouincia llamada de
Sompallon, que es mas arriba de donde agora esta po-
blado el pueblo e cibdad de Tamalameque, en la ribera
del rio Grande, a la parte de Sancta Marta. Este Som-
pallon es de donde antiguamente estubo poblado vn pue-
blo de españoles llamado Sanctiago de Sompallon. En
esta prouincia estuuieron estos dos capitanes esperando
XXIV
ciertos bergantines que por el rio avian de subir, para que
los pasasen de la otra parte. Porque pasó desta manera:
que al tiempo que el licenciado Torres y los capitanes
Zespedes y Sanct Martin con la demás gente salieron de
Sancta Marta, el Gouernador Lerma hizo aderecar cier-
tos bergantines, en los quales yvan por capitanes Luys
de Manjarrez, y Alonso Martínez, natural de Guelba, y
los embio con cien hombres para que entrasen por la
boca del rio Grande y fuesen en seguimiento de los que
iban por tierra. Salidos de Sancta Marta, al tiempo del
embocar por el rio Grande, les sobrevino un poco de
tormenta que fué causa que el bergantín e fragata en que
iva Manjarrez se hundiese y toda la gente del pereciese,
sin escapar mas de solo el capitán Manjarrez, que por
ser diestro y animoso nadador pudo soportar el Ímpetu
de la tormenta, y siendo fauorescjdo de su buena fortuna
fue recogido en vno de los otros bergantines, los quales
nauegaron el rio arriba, y dende a poco tiempo, no sin
falta de trabajos, a causa de las grandes corrientes del
rio y algunos acometimientos que los indios en canoas
les hazian por el agua, con que no dexaban de damnifi-
calles, llegaron a Sompallon, donde la demás gente es-
taua esperando, y alli se regocijaron de uerse los vnos a
los otros. El capitán Sanctos de Sayauedra, siendo algo
bullicioso y de animo mal reposado, mediante la pujan-
za de amigos que con su cargo avia cobrado, entretenía-
se con libre desenboltura en mas negogios de los que le
eran permitidos, dando a entender que no debia de obe-
desger a los capitanes Sanct Martin y Zespedes, como
ellos pretendían ser obedescidos, los quales se temieron,
por insignias que vieron, que se les avia de algar o amo-
tinar algún día con parte de la gente, y esta presunción
XXV
confirmó el capitán Sayauedra con que al tiempo que los
bergantines llegaron a Sompallon, de su propia auctori-
dad, con algunos amigos suyos se metió en uno dellos y
hecho fuera al que los traya a cargo, y sin decir nada a
los tenientes y capitanes comenzó a pasar de la otra van-
da del rio a los que tenia por amigos. Pero dissimulando
con esta dessemboltura los capitanes Zespedes y Sanct
Martin, fingiendo no hazer caso dello, ni auello visto,
con alegre demonstraron fingieron cierto combite y re-
creación otro dia, para por el rio, entre los tenientes y ca-
pitanes que en los bergantines avian venido y otras per-
sonas principales del campo, y combidando entre los de-
mas al capitán Sayauedra, y lo hizieron confessar y le
dieron garrote en vn vason del bergantín, y con esto se
sosegaron los bullicios que entre la gente que llevaban
se ivan leuantando. Muerto Sayauedra, los tenientes aca-
baron de pasar toda su gente de la otra parte del rio, y
como tenian por tan gierta su noticia, despidieron los
bergantines y bolvieronse a Sancta Marta, y metiéndose
ellos la tierra adentro comenzaron a dar en algunas po-
blaciones de indios que agora sirven a la villa de Mon-
pox, no muy abundantes de riquezas, ni ellas en tanta
quantidad como los españoles quisieran. Las quales pasa-
das, luego dieron en grandes arcabucos y manglares des-
poblados y muy trabajosos de caminar, los quales rom-
pieron e anduvieron hasta llegar a las riberas del rio Cau-
ca, en los quales aunque avia algunas poblaciones, no
se trataban ni caminaban por agua, y asi, demás de ser
trabajoso el buscallas y descubrillas, hazianlas tan escu-
ras las espesuras de las montañas y manglares, que nin-
gún trabajo de hombres era tolerable para descubrillas.
Visto esto y que la gente empezaba a enfermar, acorda-
XXVI
ron dar la buelta sobre el rio Grande, y en pocos dias
volvieron al propio puerto do avian desembarcado, don-
de no menos trabajo pasaron, por no tener bergantines
en que bolver a pasar el rio, que les fue forzoso ir a bus-
car por los pueblos comarcanos canoas en que pasar, en
las quales con harto trabajo pasaron, y con mucho ries-
go de sus personas, asi por la grandeza e Ímpetu del rio,
como por no saber los españoles gouernar, ni navegar
aquel genero de navios pequeños... Pasada la gente de
la otra parte del rio, hazia la vanda de Sompallon, halla-
ron toda la gente anegada, porque era ya entrado el in-
vierno y avian cargado las aguas muy de golpe, y parti-
dos de Sompallon se arrimaron todo lo que pudieron a
la tierra, hasta llegar al paraxe de un pueblo llamado So-
pati, donde los dos tenientes se dividieron y partieron
entre si la gente para ir por differentes caminos, o a dif fe-
rentes effectos, porque el capitán Sanct Martin pretendía
ir a dar en el pueblo y poblaciones de Tamalameque,
para aver algún oro. El capitán Zespedes pretendía ir a
dar en cierto buyo o sanctuario que tenia fama de muy
grande y rico, por tener en el demonio sus particula-
res y familiares colloquios con los indios de algunas
poblaciones del valle de Hupar; y asi, cada qual tomo su
camino y derrota con la gente que le cupo.,,
Después de referir Castellanos el fallecimiento de Gar-
cía de Lerma, a quien compone honroso epitafio, dice
que cuando volvían a Santa Marta los capitanes Juan de
San Martín y Juan de Céspedes, fueron invitados por un
indio ladino, morador, en otro tiempo, de Tamalameque,
a entrar, si querían víveres, en un pueblo cercano, llamado
Sopatín. Céspedes entró por el valle que en un principio
recibió el nombre del Diablo, y después de San Barto-
XXVII
lomé; su compañero llego a Sopatín, rodeado de ciéna-
gas, y cuyos habitantes, a poco de entrar los españoles,
huyeron, dejando a éstos cercados de agua y faltos de co-
mida. Queriéndose remediar en esta necesidad, envió
San Martín cuatro jóvenes a una población inmediata,
los cuales fueron acometidos por los indios que navega-
ban en canoas, y muerto el uno de ellos; a fin de soco-
rrer a los otros fueron en una canoa dos soldados, pero
tuvieron que salvarse a nado. El capitán Céspedes llegó
poco después, muy oportunamente, y el cacique de So-
patín, echando la culpa de lo sucedido a los indios de
Tamalameque, se reconcilió con los españoles, quienes,
al regresar a Santa Marta, supieron en el Dorsino cómo
había fallecido García de Lerma.
El P. Aguado refiere estos sucesos de manera muy di-
ferente, por lo que copiamos casi íntegro el capítulo
once, donde trata de cómo el capitán Sant Martin, yendo
en la demanda de Tamalameque, fué desbaratado de los
indios y le mataron machos españoles:
"El capitán Sanct Martin, aunque toda la tierra que
caya hagia la parte de Tamalameque estava cubierta de
agua, con la mucha cobdicia que en el reynaba no le pá-
resela cosa dificultosa el atravesar los lagos que por de-
lante tenia, y asi, con algunas canoas que alli obo passó
con su gente al pueblo de Sopatin, que estava todo cer-
cado de agua, aunque no era mucha la distancia que de
la tierra firme o enjuta avia; y de alli, como estava obs-
tinado en aquel proposito de no irse sin ver a Tamala-
meque, propuso y determinó por entero de pasar adelan-
te con su gente, la qual opinión le fue contradicha por el
capitán Juan Tafur y por otros capitanes y personas prin-
cipales, poniéndole por delante la gran temeridad que
XXVIII
quería hazer en llevar la gente suya caminando por agua,
donde fácilmente, podían ser damnificados de los natura-
les de aquellas provincias que con canoas los podían cer-
car y soiuzgallos muy fácilmente. Porque el capitán Sanct
Martin, no considerando bien los daños que le podían
sobrevenir, pretendía pasar en las canoas vn golfo pe-
queño y muy hondable que por delante tenia hasta lle-
gar a la tierra, que de verano suele estar enxuta y descu-
bierta, que eran unas largas campiñas y cabanas, y allí
hechar su gente, y pasar los caballos a nado hasta este
propio lugar, y después de tenello todo pasado, irse ca-
minando por el agua a pie y en los caballos hasta Tama-
lameque. Pero aunque Sanct Martin avia dicho a algu-
nas personas que no se metería en aquel peligro tan evi-
dente, todavía lo obo de effectuar para daño suyo y muer-
te de muchos españoles que por su loca y atrevida obs-
tinación le mataron; y fue asi, que metiendo todo el ca-
rruaxe que tenia, en las canoas, con los demás españoles
se pasó de la otra vanda del lago a lo menos hondable,
que como he dicho, de verano suele estar descubierto, y
los soldados tomaron las sillas de los caballos y apartá-
ronse con ellas a ponellas encima de algunos arboles.
Algunos españoles, buenos nadadores, que en Sopati
avian quedado para pasar a nado los caballos, jamas los
pudieron hazer nauegar por el agua, sino que entrando,
luego se bolvian a salir, y asi nunca los pudieron pasar
a donde Sanct Martin estava con los demás españoles
conuertidos en pescadores, porque es cierto que estavan
en el agua hasta los sobacos, y todo lo que avian de ca-
minar era de la propia hondura. Los indios de Sopatin
que no se descuydaban punto en atalayar y mirar como
podían damnificar a los nuestros, hallaron la ocasión
XXIX
como la desseaban, y viniendo con gran quantidad de
canoas llenas de indios armados con gran quantidad de
flechas, dieron en el capitán Sanct Martin y en los que
con el estavan, y hiriendo de la primera arremetida a
muchos, los constriñeron a desamparar, con gran daño y
perdida de los propios españoles, las canoas que tenían,
y arrojándose al agua eran muchos ahogados, por no sa-
ber nadar, y otros con las heridas que tenían, bañando o
tiñendo el agua con su sangre, se les entraba la frialdad
en el cuerpo, de que asi mesmo se quedaban muertos en
el agua. Algunos fueron socorridos yendo caminando
por el agua, como fue el propio Sanct Martin y Juan Ta-
fur y otros, en una canoa que el capitán Cardoso, que
avia quedado en el pueblo de Sopatin, les embio, y es-
tos mas escaparon por negligencia de los indios, que no
por la mucha diligencia que ellos pudieron poner en de-
fender ni guarescer sus personas. Porque estos barbaros
en la hora que vieron que los españoles desampararon
las canoas, dieronse a rrobar y tomar lo que en ellas
avia, y dexaron de seguir la entera victoria que de los
españoles podían aver; pero con todo eso les quedo la
laguna o ciénaga bien teñida en sangre y acompañada de
cuerpos de españoles, y convertido aquel lago en un
triste espectáculo para los demás españoles que desde el
pueblo de Sopatin los estavan mirando. Los indios luego
se fueron derechos en sus canoas, y como el pueblo donde
los que vivos avian quedado se recogieron, estava cerca-
do de agua, cercáronlos ellos de tal suerte que no podían
pasar a la tierra firme, y en este cerco los tuvieron cier-
tos días en gran riesgo de acavallos de matar y consu-
mir a todos, porque ninguno genero de comida tenían,
salvo cierta frutilla de la tierra, amarilla, que parescia,
XXX
ciruelas, y no les quedava ya que comer si no eran los
caballos. Entre estos españoles avian quedado algunos
soldados animosos y buenos nadadores, los quales, para
remedio de los demás, determinaron de hecharse de no-
che al agua y salir nadando a la tierra firme e ir a llamar
al capitán Zespedes, que pocos dias antes se avia apar-
tado de Sanct Martin, como arriba se dixo, los quales lo
hizieron tan bien que sin recebir daño, ni ser sentidos de
los indios, pasaron el agua, y caminaron tan apresura-
damente que alcangaron al capitán Zespedes, el qual,
como supiese la aflicion y cerco en que Sanct Martin y
los demás estavan, dio la buelta al pueblo de Sopatin, y
mediante su llegada se apartaron los indios del cerco, y
tuvieron lugar de pasar los españoles que aislados y cer-
cados estavan, a la parte de tierra firme, y de alli se fue-
ron todos juntos la buelta del valle de Hupar, y del valle
de Hupar a la Ramada y costa de la mar, y de alli a
Sancta Marta, después de aver veynte meses que avian
salido de Santa Marta, donde hallaron que gobernava el
Doctor Infante, Oydor de Sancto Domingo, porque en
el ínterin que esta gente andaba en la jornada y descu-
brimiento dicho, murió el Governador García de Lerma
de cjerta enfermedad que le dio, y el Audiencia de San-
cto Domingo, por su fin y muerte proucyó en el govierno
de Sancta Marta al Doctor Infante, aunque otros dicen
que antes que Lerma muriese, avia venido Infante a to-
malle residencia, y que estándola dando, murió.,,
Con las amargas censuras que Fernández de Oviedo
lanzó contra García de Lerma, contrastan las alabanzas
que a éste se prodigan en una carta del Cabildo y regi-
dores de Santa Marta, fechada en esta ciudad a 20 de
Agosto de 1533, en la que, después de suplicar a Su Ma-
XXXI
jestad que les hiciese algunas mercedes que le habían su-
plicado por medio de Juan de San Martín y de Juan Té-
llez, a la sazón en España, refieren la pacificación de los
indios de la Ramada, levantiscos como pocos, y a quie-
nes García de Lerma, con suavidad y no por la violen-
cia de las armas, antes con dádivas y benigno trato, ha-
bía conseguido que volviesen de los montes donde esta-
ban refugiados, y sin recelo de los españoles, regresaran
a sus aldeas; añadían que deseando García de Lerma evi-
tar los daños que podían seguirse de continuar mucho
tiempo los soldados españoles en aquella provincia, los
envió a recorrer las de Aupare y Pacabuey, nunca visita-
das de cristianos, de donde salieron al río Magdalena, y
aun se habría cosechado más fruto con estas expedicio-
nes a no haber pasado cerca de allí algunos conquistado-
res de Venezuela que con su indisciplina y rapiña soli-
viantaban a los indios.
Elogiábase también el celo que mostró el Gobernador
en llevar pobladores, a lo que contribuyó no poco Nofro
de Sagredo, quien llevó en una caravela doscientos hom-
bres, muchos de éstos con sus mujeres e hijos, a los cua-
les había mantenido García de Lerma, y después de en-
carecer los bienes que se seguirían con la llegada del Li-
cenciado Torres, obispodeaquella nueva diócesis y protec-
tor de los indios, y las muchas riquezas que se esperaba
encontrar en las tierras bañadas por el Magdalena, encare-
cen la situación ventajosa de una grandísima ciénaga pró-
xima a Santa Marta, y que según, se decía, estaba en co-
municación con dicho río, y llena de grandes poblacio-
nes en sus orillas, de tal modo, que se podría cómoda-
mente seguir aquella vía para el comercio con las regio-
nes del interior:
XXXII
"Con Juan de Sant Martin, vecino desta cibdad, escre-
vimos a Vuestra Magestad a veynte e dos dias del mes
de junio del año pasado, dando quenta a Vuestra Real
Magestad de algunas cosas que por entonces se ofrescie-
ron, suplicando a Vuestra Magestad hiziese algunas mer-
cedes a esta cibdad, que particularmente le suplicauamos
con el dicho Sant Martin; e porque algunas cosas que a
esta cibdad e a los vecinos e pobladores desta tierra con-
bienen, acordamos de las enbiar a suplicar agora nueva-
mente a Vuestra Magestad por unos capitulos que envia-
mos con el capitán Juan Tellez, vecino de la cibdad de
León de Nicaragua, que es persona honrrada e hará ver-
dadera rrelacion a Vuestra Magestad, vmilmente le su-
plicamos conceda los capitulos que el dicho Joan Telles,
en nombre desta cibdad pidiere, los quales van firmados
de nuestros nombres, porque por ser el dicho Juan Te-
lles, como dicho es, persona que ynformara a Vuestra
Magestad de lo demás que a esta ciudad convenga y a su
rreal servicio, le rrogamos e encargamos tomase este ne-
goscio a cargo; e porque demás de lo quel dirá a Vues-
tra Magestad sera rrazon ynformar a Vuestra Magestad
de lo que se ofresce e a ofrescido después que la ultima
vez escreuimos, diremos en esta las cosas que mas se nos
ocurrieren a la memoria y de que es rrazon que Vuestra
Magestad sea sabidor. Ya Vuestra Magestad avra sabido
como la prouincia que se dize de la Ramaaa estouo alca-
da, y los yndios desnaturados e fuera de sus pueblos, la
qual prouincia sera y es la cosa mas rrica e donde mas
seruicio Vuestra Magestad rrescibe de toda esta gouerna-
cion, e cierto a no se aver tornado a poblar e rreduzir
oviera sydo cavsa que toda esta tierra se oviera despo-
blado; e visto por el Gouernador que convenia su yda a
XXXIII
la dicha prouincia de la Ramada, lo puso por obra e fue
en persona a poner el rremedio en ello, e con el fue la
mayor parte de la gente desta cibdad, dexando en ella el
rrecabdo de gente e artillería e otras cosas nescesarias
que conbenian para la guarda desta cibdad e fortaleza
que en ella tiene hecha, e segund sabemos e avernos
sydo ynformados, que después quel dicho Gouernador e
la gente llego a la dicha prouincia de la Ramada la ha-
llaron asolada e despoblada totalmente, sin hallar en ella
yndios, porque se abian ydo e alexado donde no pudie
sen saber delíos los christianos, por manera que puso la
gente en tanta confusión que estouieron todos determina-
dos de se boluer, porque creyeron e touieron por cierto
que era ymposible tornar a pacificar la tierra e bolver los
yndios a sus casas y pueblos, e conosciendo esto el Go-
uernador procuro que fuesen mantenimientos por mar e
por tierra, desta cibdad, e otras cosas nescesarias para
dar a los yndios, y estuvo el Gouernador quatro meses
en persona en la dicha provincia hasta tanto que con da-
divas e rregalos e otras buenas hobras e tratamiento que
les hizo, e con ynterpretes que se ovieron, que les en-
viaba, los atruxo a que se boluiesen, como se boluie-
ron a sus pueblos e casas e al servicio de Vuestra Ma-
gestad, e venidos e asegurados, después de los aver mu-
cho contentado, dieron oro, como lo suelen facer otras
veces, e demás desto ovo algunos pueblos que dieron
oro, que nunca antes lo avian dado, ni llegado christia-
nos a sus casas, y estando el Gouernador en la dicha
prouincia, después que le parescio que tenia comencada
a enhibir la pacificación de la dicha prouincia, e que la
demasiada gente d' españoles, que antes haria daño que
no prouecho, porque gastarian a los yndios sus comidas
c
XXXIV
e mantenimientos, enbio parte de la dicha gente que con
el estaua a las prouincias de Aupare e Pacabuey, la qual
dicha gente anduvo mucha tierra e muchas poblaziones
muy buenas que nunca avian sydo vistas de christianos,
hasta que fueron a dar sobre el rrio grande de la Mada-
lena, de donde la dicha gente vino aprovechada, y bi-
nieranlo mucho mas, syno que tuvieron noticia que la
gente española, la.que esta en la prouincia de Venecuela,
avia pasado por toda aquella tierra pocos dias avia, la
qual dicha gente dezian los yndios que les habian rroba-
do e asolado e lleuado quanto tenían; e después de aver
dexado el Gouernador la dicha prouincia de la Ramada,
pacifica, e la gente en sus casas e pueblos, vino a esta
cibdad, e como la prencipal cosa de que esta tierra ovie-
se nescesidad para la pacificación e conquista della era
gente, e que todos lo deseavamos e plañíamos por
ella, segund a parescido por la obra, el Gouernador te-
nia proueido de traer alguna gente para el rremedio de la
tierra, e segund la buena maña que paresce que a ello se
dio, avra dos meses que llego a esta cibdad Nofro de Sa-
gredo, factor de Vuestra Magestad, con el qual e con
otra caravela que antes avia enviado metió en esta cibdad
e prouincia docientos honbres, entre los quales venían
algunos con sus mugeres e hijos, lo qual vemos quefaze
e a hecho el gouernador a su costa; la qual gente, se-
gund hemos visto, viene muy bien proueida e fornecida
e tratada de todas las cosas que les convenían para su
mantenimiento, y llegaron a esta prouincia e cibdad en
tiempo de ynvierno, que lo es en esta tierra estos dos
messes pasados e los dos por venir, e por cavsa de las
aguas e rrios muy grandes no an podido salir a entrar,
porque si lo ovieran hecho ovieranse muerto muchos por
XXXV
ser nuevamente venidos e no les aver prouado la tierra, e
a esta cavsa a sido toreado el Gouernador les aya soste-
nido e mantenido, como lo ha hecho e haze; e demás
desto hazemos saber a Vuestra Magestad quel Gouerna-
dor siempre procura e tiene especial cuydado de aver
para la tierra todos los pasageros que aqui llegan en na-
vios que ban encaminados para otros puertos, e ponién-
dolo por obra hemos visto como ha hecho quedar a... (1)
los quales paga los fletes a los maestros que los traen,
e demás desto les da de comer hasta que lo ban a ganar.
E en el mismo navio en que vino la gente que traxo No-
fro de Sagredo llego a esta ciudad el licenciado Torres,
obispo e protetor, e por ser la persona que nos a pares-
cido que es besamos los rreales pies e manos de Vuestra
Magestad por lo aver enviado, porque con su dotrina e
buena vida sera mucha parte para que Vuestra Magestad
sea mas seruido, e los que acá estamos tengamos quien
nos alumbre e dotrine en las cosas del servicio de Dios
nuestro Señor e de Vuestra Magestad; ansy mismo haze-
mos saber a Vuestra Real Magestad que como el Gouer-
nador e todos los que en esta prouincia bivimos tenemos
muy cierta esperanea en Dios nuestro Señor que el rrio
grande de la Madalena a de ser cosa tan rrica de que
Vuestra Magestad a de ser muy servido, e todos los ve-
zinos e pobladores muy aprouechados, e para ver e saber
esto el Gouernador vemos que a puesto por obra de ser-
uir a Vuestra Magestad en gastar mucha cantidad de ha-
zienda, mas de la que a nuestro parescer el tiene, en ha-
zer una armada de caravelas e vergantines que ya esta
haziendo, y están acabados dos tan buenos como se pu-
(i) Roto el ms.
XXXVI
dieran hazer en Malaga, y están prencipiandose a hazer
los demás, que an de ser otros dos o tres, e las carave-
las que tiene son dos e muy buenas, e para ello tiene
muy buena artillería e munición e marineros e todo lo
demás que es necesario, e porque a cinco íeguas desta
cibdad esta vna ciénega de agua muy grande que comen-
ca desde junto a la mar y entra la tierra adentro, en la
qual tenemos noticia que ay muchas poblazones e muy
grandes, e segund se cree e se a sabido de algunos yn-
dios, por la dicha ciénega e por el agua ay contratación
e subida al rrio grande de la Madalena, e por esto el Go-
uernador tiene determinado de acabados estos verganti-
nes, muy brevemente se entrar con los dichos vergantines
por la boca de la ciénega, para ver e saber el secreto e
pacificar los pueblos de la mesma ciénega, de que se tie-
ne noticia que son muchos e rricos; e crea Vuestra Real
Magestad que si por la ciénega ay desaguadero al dicho
rrio grande porque puedan entrar ios vergantines en el
rrio, que creemos e tenemos por cierto que sera una de
las rricas e señaladas cosas que ávido en estas partes,
porque segund opinión de pilotos, por el mesmo rrio e
por aquel rumbo se a de yr a topar la mar del Sur e la
tierra del Perú; plega a Nuestro Señor de lo encaminar
como sea su seruicio,, (1).
Las cartas de García de Lerma completan la narración,
amena a trechos, pero farragosa las más veces, de Juan
Castellanos, y así vemos por una fechada en Santa Marta
a 7 de Enero de 1531, que había hecho una expedición
(i) Carta fechada en Santa Marta a 20 de Agosto de 1533 y suscrita
por Francisco de Arbolancha, García Manuel de Carvajal, Juan de Barrio,
Luis de Mayer y Juan de San Martín (Archivo de Indias. Est. 72, caj. 4>
leg. 35)-
XXXVII
al pueblo Grande, poblado de indios belicosos, llegando
a tierras donde nunca habían estado los cristianos, y que
después estuvo parte de su gente en la Ramada, en cuyo
país deseaba edificar una fortaleza para sujetar aquellos
bárbaros (1).
El sistema de colonización que proponía era construir
fuertes de veinte en veinte leguas, o a menos distancia, y
poner en cada uno de treinta a cincuenta hombres que
viviesen de rescatar pacíficamente con los indígenas; en
cada uno de aquéllos habría dos religiosos de buena con-
ciencia que propagasen el Evangelio entre los naturales
y defendiesen a éstos de posibles tropelías: sistema pare-
cido al de Fernández Oviedo, cuando pidió cien hábitos
de Santiago para otros tantos colonos que llevaría como
civilizadores pacíficos, que, bien elegidos, no se dejarían
arrastrar por los groseros impulsos de la soldadesca:
"A los veinte del mes de Noviembre del año pasado
escreui largo a Vuestra Magestad. Después no se ofrece
cossa de mucha sustancia que le hazer saber, de duplicar
lo mismo, para que mas conste a Vuestra Magestad lo
que a subcedido en esta tierra después que yo a ella vine,
y la mucha ynstancia que he hecho y hago por atraer y
rreducir a seruicio y obediencia de Vuestra Magestad es-
tos yndios del pueblo Grande, que perseuerando siempre
en su rrebelion, dureza y pertinacia, están endurecidos y
permanecen en su maldad, como otras vezes lo he escrito
a Vuestra Magestad.
Estos yndios son belicosos y tienen por oficio la gue-
rra, y mucho ejercicio en ella, mas que otros yndios de
toda la tierra, y alteran y llevannos los yndios de paz
(i) Archivo de Indias, est. 72, caj. 4, leg. 18.
XXXVIII
nuestros amigos, y desasosiegannos toda la tierra, y por
esta causa me a seido forcoso yr en persona al dicho pue-
blo Grande con el mas rrecabdo de gente de cavallo y de
pie que he podido, para procurar de trabajar con ellos
de pacificar y atraerlos a servicio de Vuestra Magestad, y
asi lo continuaré hasta que,plaziendo a Dios, lo acabe con
ellos por las mejores vias y maneras que pudiere, porque
nos tienen los pasos de la tierra, y voluiendo la ultima
vez que alia fuy a esta cibdad, descubri un pedaco de
buena tierra que hasta alli no estuvieron en el los cristia-
nos, y luego probeí y enbié gente alia para saber la cali-
dad de la tierra, los quales aunque no entraron mucho
por falta de lenguas con que con los yndios se entendie-
sen, hallaron pueblos de que truxieron algund oro, el
qual se rrepartio entre la gente que alia fue, pagando pri-
meramente los derechos que a Vuestra Magestad perte-
nescian.
Después desto luego prcvey en enbiar gente a vna pro-
vincia que se llama la Ramada, la qual fue por ella visi-
tada y la dexaron buena y de paz, y dieronles oro, lo
qual se rrepartio segund de suso dicho es, y porque en-
tonces comentaron las agoas en esta tierra y el año pasa-
do fue de muchas y an durado y duran mucho sin cessar
y los temporales an seydo rrezios, no he podido poblar
alia vn pueblo de chrislianos; agora, plaziendo a Dios,
proveeré en ello, de que se seguirá mucho servicio a Dios
nuestro señor e a Vuestra Magestad, y se asegurará la
tierra.
Yo he estado dias ha para tornar otra vez con buen
golpe de gente de pie y de cavallo a la misma tierra que
descubri veniendo del dicho pueblo Grande, por ver y
saber el secreto della, y también querría poblar en ella
XXXIX
otro pueblo de christianos si hallase buena dispusicion y
manera para ello, y si no me faltare gente, de que acá ay
mucha necesidad, lo qual no he podido poner poi obra
hasta agora, por ser, como he dicho, el año pasado de
tantas agoas sin cesar, y rezios tienpos, que a mucho
tienpo que no hemos podido salir desta cibdad, por lo
qual la gente ha estado muy alcancada.
Yo sienpre he hecho y haré por ella todo lo que pue-
do, socorriéndolos de mi hazienda propria, ea tanto que
ella durare, porque no perezcan ni se vayan, que de otra
manera se yrian y perderían, porque no tienen otros pro-
uechos si las entradas, no; que los yndios de paz de que
podrian ser aprouechados, son pocos y no bastan para
dar de comer a veynte o treynta onbres que sostengan
esta ciudad, y con la necesidad que padecen, y como
también están en costumbre de no pagar derechos a
Vuestra Magestad, forgado me ha seydo castigar a algu-
nos dellos porque escarmienten, y porque por ello los he
desterrado y afrontado hanse ydo con muchas quexas al
Avdiencia Real de Santo Domingo con muy falssas y
mentirosas e siniestras rrelaciones e ynformaciones, y han
dicho de mi algunas cosas que por ventura avran llegado
a oydos de Vuestra Magestad, y porque ello es muy al
contrario de la verdad, suplico a Vuestra Magestad no
mande dar crédito a cosa nenguna hasta que Vuestra Ma-
gestad me mande oyr, porque es de la manera que lo
digo.
Como por otras mias tengo escripto a Vuestra Mages-
tad, yo tengo hecha y acabada esta casa que Vuestra
Magestad me mando, que es muy buena y prouechosa
para aqui; suplico a Vuestra Magestad me mande pagar
el salario della; alia enbio la fee de como esta hecha,
XL
También escreui a Vuestra Magestad como los dia
pasados los oydores de Santo Domingo me enbiaron a
mandar que no llevase los derechos de Capitán general;
yo asi lo he cumplido, que mas a de año y medio que no
llevo quinto ni otra parte alguna, hasta ver y saber la
voluntad de Vuestra Magestad, ni lo llevare; suplico a
Vuestra Magestad, porque el salario que me manda dar
no basta para substenerme, y porque estoy muy adevda-
do y enfermo, me enbie brevemente a mandar sobre ello
lo que Vuestra Magestad fuere seruido que devo hazer.
Asy mesmo he escripto por diuersas vezes a Vuestra
Magestad que lo que conviene para el descargo de su
rreal conciencia y para la población desta tierra y para
la pacificación y conservación de los yndios della y para
que los christianos hagan lo que deven, es que se hagan
fortalezas la tierra adentro, de veynte en veynte leguas, o
de doze en doze, como mas pareciere que convenga, y
en cada fortaleza se ponga vna persona cavallero o hi-
dalgo de confianza, al qual se le den treynta o quarenta
onbres o cinquenta, segund la dispusicion de la tierra o
prouincia donde se hiziere la tal fortaleza, y el y la gente
que con el estuviere an de vivir del rrescate que tuvieren
con estos yndios, y no de otra manera, y avia de aver en
cada fortaleza dos rreligiosos de buena vida y letras que
predicasen y convertiesen los yndios de la tal prouincia,
y no consentiesen al tal alcayde o capitán hazer otra
cosa mas de la que Vuestra Magestad manda que se haga
con los yndios, y estos tales rreligiosos no avrian de que-
rer obispar, ni querer otro fruto de la tierra sino el que
Dios dio a sus apostóles, y desía manera se harían mu-
chas fortalezas, por tienpo, metidas la tierra adentro, y
conversarían los christianos con los yndios, sin les hacer
XLI
mal ni daño, y podrían yr hasta la mar del Sur y mas
adelante, sin costas de Vuestra Magestad, por tienpo.
Escriptolo he también al Presidente de Santo Domingo,
y hasta agora no me ha rrespondido. Estoy determinado
de comentar la población desta tierra por el camino que
he dicho, si mis fuercas y hacienda para ello bastaren,
porque a la de Vuestra Magestad no oso tocar, que no
tengo comisión para ello, ni tocare sin licencia y facultad
de Vuestra Magestad, y desta manera la tierra se poblara,
y los que a ella venieren se arraygaran, y no estaremos
en un pueblo como este, que parece estar en frontera. Su-
plico a Vuestra Magestad me mande rresponder lo que
sera seruido que se haga sobre esto, que aun yo no estoy
satisfecho destas entradas, aunque en ellas no se haze
daño ninguno a los yndios, ecebto en el del pueblo Gran-
de, que fue necessario, porque crea Vuestra Magestad
que la gente de aquella prouincia biben por la guerra y
su oficio es matar christianos,, (1).
Tan falta de detalles, y al mismo tiempo tan amañada
(i) En la misma carta se dan algunas noticias relativas a la Hacienda
de S. M.
«Yo he tenido bien que averigoar los pleytos del thesorero Pedro
d' Espinosa, y aun no he podido concluyr las tranpas y mal rrecavdo que ha
ávido en la hazienda de Vuestra Magestad; alia yra la rrelacion de todo
como pasa para que Vuestra Magestad lo mande ver y proveer lo que sea
seruido.
Asi mismo, el contador Ciff ontes dexo mala cuenta en lo de su cargo; yo
procurare de rremediar todo lo que pudiere que se haga, como mas conven-
ga a seruicio de Vuestra Magestad.
Por falta de navios no envió a Vuestra Magestad buen golpe de oro que
esta junto, porque los que esperaba de abaxo ya son pasados sin tocar aqui,
ni de Castilla ha arribado ninguno, y porque no seria bien confiarlo en estas
caravelas y pataches pequeños que corren a algunos puertos de la Española
con mucho rriesgo y peligro por los tienpos rrezios que haze, en que aun los
XLII
como todas las suyas, es otra carta de García de Lerma,
enderezada al Monarca desde Santa Marta a 26 de Oc-
tubre del mismo año, en que refiere la expedición que
encomendó a su sobrino Pedro de Heredia, motivada
principalmente por dar de comer a los españoles que, ha-
biendo llegado con esperanzas de hallar pronto Tequísi-
mos tesoros, se veían acongojados por el hambre (1):
"Porque con todos los navios que deste puerto an sa-
lido he escripto a Vuestra Magestad haziendo larga rre-
lacion de las cosas destas provincias, en esta no me que-
da que hazer saber a Vuestra Magestad sino lo subcedi-
do después acá.
Ya escrebi a Vuestra Magestad como abia ydo a la pro-
vincia de la Ramada, la qual halle muy pacifica y muy
en servicio de Vuestra Magestad, y porque la gente espa-
ñola que en esta provincia están está necesitada, embie
toda la mayor parte della con vn sobrino mió que fue a
mercaderes no osan fiar ni enbiar su hazienda, porque como digo, con mu-
cha dificultad pueden tomar la Española.
En asosegando y asentándose mas los tienpos y aviendo navios conve-
nientes en que pueda yr seguro, enviar lo he a rrecaudo lo mas brevemente
que ser pudiere.
Y porque Antonio Ponce que va por procurador desta cibdad para supli-
car a Vuestra Magestad algunas cosas que le convienen, que ha visto y ha
seydo presente y sabe todo lo de acá que Vuestra Magestad mas quisiere
saber, del qual se podra mandar ynfonnar particularmente dello, yo no
digo mas de rremiiirme a su rrelacion.
Ya plugo a Dios que se partió la gente buen golpe della de cavallo y de
pie, a la entrada la tierra abaxo que yo descubii, de que he dicho en esta
carta, y he escripto por otra a Vuestra Magestad; confio en Dios que volve-
rán buenos y sabrán algunos avisos e secretos de la tierra.»
(i) En este punto coincide con García de Lerma, Juan de Castellanos,
cuando escribe que la soldadesca deseaba conquistas porque, andando ran-
cheando, todavía— hallaba sin dineros alimentos; — de suerte que la gente
más granada — deseaba hacer alguna entrada.
XLIII
ver y descubrir la tierra que desde alli hazia el Sur avia,
el qual se partió de mi con cuarenta de cavallo e ciento
e cinquenta peones, a ocho de Junio deste año; yo me
vine a esta cibdad con algunos vecinos della, para sos-
tenerla, porque los yndios desta provincia, viendo la fla-
queza de los cristianos ser pocos, no se atrebiesen a ha-
cerles daño y venirles a quemar y destruir el pueblo ; como
suelen, y plugo a Dios que desde donde yo dexe la gente»
hasta aqui, que ay cuarenta leguas, poco mas o menos,
no hubo yndio rebelde ninguno, ni que tomase armas
para contra nosotros, sino antes nos dieron de muy buena
voluntad comida y todo lo demás que les pedíamos, y
ansi a estado y esta esta cibdad y sus alrrededores y los
indios comarcanos, en paz y en servicio de Su Magestad.
Lo que de la entrada subcedio deste sobrino mió con
toda la gente, es que ellos corrieron desde ocho de Junio
hasta quince de Otubre, al Sur, quatro meses y ocho dias;
descubrieron mucha tierra; quieren decir que anduvieron
dozientas e cinquenta leguas; hallaron muchos pueblos y
muy buenos, mucha diversidad de gentes y costumbres,
especial algunos que bibian contra natura, y otros que
tenían guerras con ellos los vnos y los otros; todos reci-
bieron muy bien a los cristianos y les dieron de lo que
tenían, y fue tanta la paz que entre los cristianos y ellos
hubo, que no murió cristiano ni yndio en toda la jorna-
da. Los yndios dieron a los cristianos treze mili e tre-
zientos pesos de oro, de caricuries y oregeras, y dos mili
e quinientos pesos de oro fino, e mili e cien pesos de
todo oro de rescates. Vuestra Magestad puede creer y te-
ner por cierto que esta tierra que an hallado que es la
mas rica que en estas partes ay, y de que mas servicio
Vuestra Magestad puede rrecebyr, y renta; que sino fue-
XLIV
ra porque la gente azerto a yr en tiempo mojado, porque
en aquellas partes es el tiempo quando lluebe, que truxe-
ran mucha suma de oro, y que descubrieran muy gran-
des secretos, porque toparon con un rrío muy grande,
que ansi se llama en estas partes rio Grande, que por esta
parte desta cibdad al Sueste, estara de aqui cuarenta le-
guas por tierra, a donde rribera del es mucho el oro que
ay, todo fino y muy bueno; no pueden entrar en el na-
bios porque la furia del es tan grande que no los deja
subir, por manera que puede Vuestra Magestad saber que
estos que fueron en esta entrada se vinieron a juntar con
vn camino que avia hecho en la otra entrada que a Vues-
tra Magestad escribí, a vna jornada del.
Descubriéronse en esta entrada muchas minas y muy
buenas; hase sabido el secreto de como losyndios cogen
el oro, que es queman la tierra en cierta manera; y por
no ser prolixo ni importuno a Vuestra Magestad no escri-
bo todas las particularydades que demás que las que arri-
ba digo ha ávido.,,
Referida con tamaño laconismo la expedición de Pe-
dro de Lerma, como si temiese dar más detalles, que
después de todo serían luego sabidos en la Corte, pasa
el Gobernador a enumerar las dificultades que ofrecía la
conquista y colonización de aquella provincia, donde te-
nía por todo ejército unos cincuenta jinetes y doscientos
de a pie, con la circunstancia agravante de que los cha-
petones, los recién llegados, enfermaban y morían, en su
mayor parte, o se iban a otras regiones, por lo que con-
venía estimular la inmigración concediendo mercedes a
los que se estableciesen allí, mayormente si llevaban sus
mujeres e hijos, para convertirse de hecho en vecinos y
pobladores de asiento:
XLV
"Lo que agora me pareció hazer saber a Vuestra Ma-
gestad que cumplia a su real servicio y al descargo de
su conciencia real, es que Vuestra Magestad sabrá que
en esta provincia puede aver cuarenta e cinco o cincuen-
ta hombres de cavallo, y dozientos hombres de pie, poco
mas o menos, y es muy poca gente, que quando he pa-
cificado con ella vna provincia y la dexo muy de paz y
en servicio de Vuestra Magestad, y buelbo a otra, no ten-
go gente que dejar en aquella ninguna, y quando quiero
tornar otra vez, es menester tornarla a conquistar de nue-
bo, y es muy gran trabajo, no se haze fruto en los yndios,
ni tampoco los cristianos tienen reposo, y porque el tra-
bajo es demasiado la gente se muere cada dia, ansi en la
guerra, que los yndios nos yeren, como en la paz en en-
fermedades grandes que de los trabajos de las entradas
les subceden, como de los malos rremedios de físicos y
zurujanos y medecinas que en la tierra ay; ya escrevi a
Vuestra Magestad el remedio que esto tenia, como hom-
bre que lo he esperimentado y visto, que es que Vuestra
Magestad mande embiar gente que sea de las yslas de
Canaria, o de las que andan en estas tierras de por acá,
porque de los que de alia vienen, de ciento mueren los
ochenta; y venida esta gente, en conquistándose una pro-
vincia se devia mandar hazer vna fortaleza e vn pueblo,
de que rredundarya muy gran renta a Vuestra Magestad,
y lo que mejor es que los yndios rezebirian mucha con-
versación con los cristianos e se convertirian a nuestra
santa fee católica; muy largo le tengo escripto a Vuestra
Magestad la horden que en esto se devria tener, y como
los cristianos avian de bebir; nunca ha abido respuesta,
mas de que supe que Vuestra Magestad mandaba escre-
vir a sus oficiales que aqui residen que embien su pare-
XLVI
cer sobre esto; no se si lo an embiado; yo bien sospecho
que no, porque conmigo nunca lo an comunicado, y creo
que el menor cuydado que tienen es este, y aunque los
oficiales son personas que en sus oficios deven saber toda
cosa, en este caso tienen poca ciencia y esperiencia; y
que la tubiesen, se dezir a Vuestra Magestad que tienen
tanta pasión y cobdicia que per un maravedi de interese
escriviran o dirán cosas que ni lleven pies ni cabeza; ya
sobre esto tengo escripto largo a Vuestra Magestad; no
tengo mas que dezir.
Lo otro, hago saber a Vuestra Magestad que los cava-
llos se desminuyen también como los hombres, y se
mueren de la mesma manera; que esta jornada se queda-
ron treynta cavallos de silla y carga, y zertifico a Vues-
tra Magestad que la gente vino tan destrozada y cansada
que no se como podra comprar otros, ni encavalgarse
para tornar a servir a Vuestra Magestad, porque como
no muryeron en la guerra no se los pagan de monto, y los
que los an perdido tienen arto trabajo, porque cuesta
aqui vn cavallo de pasaje veynte pesos de buen oro, y
vale ordinariamente vn cavallo de silla ciento o ciento e
veynte pesos. Yo no les quise llevar desta entrada parte,
ni joya, ni otra cosa, sino darles de lo mió, por ver su
necesidad.
Visto este daño y temiéndome yo del, he embiado por
estas yslas comarcanas por gente y cavallos a mi costa;
que en la hazienda de Vuestra Magestad no he hosado
tocar, porque para ello no tengo licencia. Cavallos an
traydo ya algunos y espero cada dia vernán mas, y gente
muy poca, porque los oydores y gobernadores de las
otras yslas no los dejan sacar. Vuestra Magestad, si fuere
servido, mandará remediar esto; que se hagan algunas
XLVII
mercedes a los vezinos que aqui an residido y servido,
para que se animen a serbir adelante, y otros se perpe-
túen y arrayguen en la tierra, que lo que en mi mano
es yo haré todo lo que alcangare y supiere y mis fuer-
cas bastaren.
Cosa muy necesaria seria tener cinco o seys vergan-
tines para este rrio que arriba digo, los quales se an de
llebar en piezas por tierra; por muy cierto y averiguado
tengo se traeria mucha cantidad de oro con ellos; yo
embio por vn par dellos, porque mi hazienda no basta
para mas; plega a Dios que se acierte a traer como son
menester, porque con ellos se hará la espiriencia del ser-
vicio y renta que a Vuestra Magestad se le acrecienta. „
Cualquiera que sea el juicio que deba formarse del go-
bierno de García de Lerma, es indudable que las dificul-
tades inherentes a los primeros años coloniales eran esco-
llos donde el piloto más hábil tropezaba sin poderlo
remediar; escaso de mantenimientos el país, a menos de
arrebatárselos a los indios; no comenzadas las labores
agrícolas por los conquistadores, ni multiplicados los ani-
males domésticos importados; rodeada la ciudad de tri-
bus bárbaras a quienes las leyes mandaban tratar con una
serie de respetos y de consideraciones que en la actual
guerra europea no guardan entre sí los pueblos más cul-
tos; aun no robustecido el poder de los gobernantes, cu-
yos subditos eran soldados que gustaban de campar a sus
anchas, y habían ido a tan lejanos países con el pensa-
miento de enriquecerse en pocos años y volver a España
cargados de oro; continuas las competencias y los con-
flictos entre las autoridades seculares y eclesiásticas, que
pretendían guiar los asuntos con arreglo, a principios aus-
terísimos, unas veces, y otras conforme a sus intereses; si
XLVIII
consideramos todas estas circunstancias, nada más justo
que ser indulgentes con aquellos hombres que cual Gar-
cía de Lerma incurrieron en desaciertos, pero que al fin
y al cabo, echaron los cimientos de futuros pueblos, no
destruyendo las razas que domeñaban, sino incorporán-
dolas espiritual y materialmente a la civilización y al pue-
blo de España con un género de asimilación no igualado
ni siquiera de lejos por ninguna de las naciones moder-
nas, Inglaterra una de ellas, que han puesto bajo su
yugo a naciones bárbaras y fundado en ellas colonias.
Continuando García de Lerma su epístola, expone las
dificultades que hallaba para conquistar y poblar aquella
provincia con el exiguo número que tenía de soldados y
colonos, a quienes había de atraer concediéndoles tierras
y otras mercedes:
"Ya escrebi a Vuestra Magestad como en la gente que
aqui ay no se puede hazer mas de sustentar este pueblo
y otro que tengo comentado a hazer en la Ramada, y
si no ay mas gente, el fruto que desto se sacara sera que
rrobaranesta tierra, que esta pacifica, y esquilmarla an
de tal manera que muy presto se acabara, como en las otras
yslas y tierras comarcanas an hecho, y no basta seso de
hombre humano para resistirlo, porque la mayor parte
de la gente que acá está en esta provincia tienen sus
mugeres e hijos allá en España, y de fuerga an de querer
bolver a su naturaleza y a lo que sonó bligados. El rre-
medio desto ya lo escrevi a Vuestra Magestad otra vez;
mas aunque sea ymportuno, por lo que toca a la rreal
conciencia de Vuestra Magestad torno a ymportunar y a
suplicar a Vuestra Magestad que mande que se les hagan
tantas mercedes y tan perpetuas que los animen y atray-
gan a que se arrayguen y perpetúen en esta tierra, y que
XLIX
no solamente ellos, pero que trayan acá sus mugeres e
hijos, deudos y amigos e vezinos, y esto dándoles peda-
zos grandes de tierra con todo io que en ellas hubiere de
yndios, en vasallaje por suyoSj y esto en tanta cantidad
que cada uno presumiese de ser acá mas y acrezentarse
mas que era en España, reservando Vuestra Magestad en
si sus rentas reales y la juredicion, y desta manera po-
blarse yan estas tierras muy presto, y crezerian las rren-
tas de Vuestra Magestad mucho, y seria cosa posible to-
par con muy grandes secretos de oro, plata y otros me-
tales, y d' especeria, y a lo que yo alcanco saber es, y
dello tengo grandes señales, que por esta parte toparía-
mos antes con la especiería que por otra ninguna de lo
descubierto.
Digo que si Vuestra Magestad fuere serbido de hazer
mercedes a los vezinos desta provincia que bien y leal-
mente an servido a Vuestra Magestad, que yo embiare
la relación de las personas, como testigo de vista, en
que cabrán muy bien y que teman posibilidad y perso-
nas para hefetuar qualquier cosa que de parte de Su Ma-
gestad les fuere mandado. Yo escrivo lo que se y alcan-
zo; Vuestra Magestad mandara proveer lo que mas fuere
servido.
En vn navio que partió de aqui a veinte e cinco de
Abril deste año embie a Vuestra Magestad mili e dozien-
tos pesos de oro fino, e quatro mili e ochocientos e se-
tenta e quatro pesos e quatro tomines de oro de águilas;
agora embio en este navio de la Pazaran, vizcayno, cin-
co mili e docientos e ochenta e nueve pesos de oro de
águilas, y quatrocientos e noventa e tres pesos de oro
de quilates, fino; en el primer navio enbiare otro partido.
Suplico a Vuestra Magestad mande que escriban a los
D
oficiales de Sevilla que me escriban como sera bien que
se enbie el oro: fundido, o como lo embiamos, y como
sera rrs servido Vuestra Magestad y sus reales rentas
mas guardadas, porque hasta oy de ningún oro que de
aqui he embiado no he ávido respuesta, ni avn savido
sy lo an rrezebido.
También enbie a suplicar a Vuestra Magestad manda-
se a los oficiales de la Contratación contratasen con al-
gunos mercaderes que nos truxesen aqui mantenimientos,
porque nos los traen de las yslas comarcanas, y son tan
caros que no nos basta a los vezinos todo quanto de la
tierra se saca para alimentarnos, y si los navios de Cas-
tilla viniesen aqui derechos, pues es tan cerca la derrota
como para las otras yslas, abria muchos provechos y a
Vuestra Magestad escriviriamos cada dia y le haríamos
relación de las cosas de la tierra, y mas breve seriamos
remediados y la renta de Vuestra Magestad no se deter-
nia acá vn ora, que muchas veces esta empedida por fal-
ta de navios, y los vezinos pasarlo yan mejor y podríanse
mejor sufrir, y vernia mas gente á la tierra.
Esto y otras muchas cosas que los vezinos desta cib-
dad ternian nescesidad de suplicar á Vuestra Magestad
les hiziese merced, se dexa de hazer por defeto de los
regidores del pueblo y oficiales de Vuestra Magestad,
que como son hombres de poca espiriencia y bulliciosos
y ganosos de mandar, hazen corrillos y buscan parciali-
dades y quexanse de mi porque hago justicia, y por con-
tradezir qualquier cosa que yo les diga y mando, ansy
del servicio de Vuestra Magestad como del bien desta
cibdad y de les vezinos della; no hazen cosa que com-
benga al seruicio de Vuestra Magestad, ni al bien de los
pobladores pobres vezinos desta cibdad que syrven y
Lí
pueblan en ella y son los que dan la rrenta a Vuestra
Magostad, y estos otros los que la llevan y gastan; por lo
que debo al servicio de Vuestra Magestad y al descargo
de mi conciencia del car^o que Vuestra Magestad en esta
provincia me tiene, le suplico lo mande remediar hazien-
do mercedes a los que le syrben, y proveyéndoles de los
oficios de Vuestra Magestad que en la tierra vacaren, y
otras mercedes, según cada vno lo sirviere y mereciere.,,
Si hubiésemos de dar crédito a la verdad oficial, los
comienzos del viaje emprendido por los capitanes Juan
de Céspedes y Juan de San Martín, en nombre de García
de Lerma, con objeto de descubrir las tierras que baña
el caudaloso río Magdalena, fueron meaos difíciles de lo
que generalmente se pensaba y no hubo en él incidentes
desagradables. Tal escribieron los oficiales Lope de Idia-
quez, Francisco de Orduña y Luis de Mayor, en una carta
dirigida a S. M. y fechada en Santa Marta a 23 de Junio
del año 1532, añadiendo que los indígenas habían reci-
bido sin hostilidad a los españoles, a quienes espontánea-
mente regalaron algunos pedazos de oro:
"En el galeón escrevimos a Vuestra Magestad, y en-
biamos tres mili y quinientos y tres pesos de oro d' agui-
llas, y trezientos y quatorze pesos de oro fino, y fizirnos
a Vuestra Magestad saber como el Gouernador armó a
su costa una armada de dos navios y vn vergantin y mu-
chas barcas, con alguna copia de gente y artillería y ar-
mas, para descubrir el rio grande llamado de la Mada-
lena, y como en opinión de todos se tuvo que la dicha
armada se perdería por la dificultad de la entrada en el,
como se presumió y pensó que lo hera, porque se tarda-
ron algo mas de lo que se pensaua; y lo que ha resultado
della es que después desto venyeron todos buenos y sa-
LII
nos, sin perder honbre, y entraron bien en el dicho río
y subieron por el mas de treynta legoas, en que d'anbas
partes del rio hallaron y descubrieron muy mucha pobla-
ción de yndios sin numero, la qual allanaron y pacifica-
ron y dexaron quieta y de paz y obedientes a seruicio y
obediencia de Vuestra Magestad, por bien, sin hazerles
mal ni daño alguno, amigablemente, y ellos de su propia
voluntad les dieron algund oro, de que se recibió el no-
veno dello que a Vuestra Magestad pertenecía, y truxie-
ron algunos yndios domésticos, consigo, en señal de paz
y amistad, y por faltarles tiempo dizen que no subieron
mas, por lo qual les pareció boluerse a dar nuevas de sy
y de lo que les avino. Es tan buena nueva para esta tie-
rra, que no puede ser mas, porque la grandeza y riqueza
del dicho rio siempre se tuvo en mucho, mas no osó na-
die enprehender hasta aqui la entrada en el. Confiamos
en nuestro Señor que del y de otros muchos secretos y
riquezas que en el se descubrirán se hará mucho seruicio
a Vuestra Magestad, e se acrecentaran sus derechos y
rentas reales, y que sera mucho remedio para esta tierra.
ElGovernador se aderecay apareja para ir alia, de muchos
navios y bastimentos para seys meses, y el yra con la gen-
te de cavallo e de pie, desta cibdad, por tierra, en su se-
guimiento y favor. Plege a Dios le subceda prospero, que
ya no falta en esta tierra syno gente, para el bien e des-
canso della, y para poblar algunos pueblos de christianos
la tierra adentro para la pazificacion della y seguridad de
los yndios,, (1).
Esta seca y afectada relación se halla desmentida por
(i) Carta acerca de discubrimientos en el río Magdalena. — Santa Marta,
2¿ de Juuio de 1532. — Original. Aichivo de Indias. Est. 72, caj. 4, leg. 39.
Lili
el testimonio de Castellanos, quien la completa con mu-
chísimos detalles, y afirma que, lejos los indios de reci-
bir afablemente a los españoles, se refugiaron en unas
islas, de tal modo que los españoles pasaron hartos tra-
bajos por falta de víveres, hasta que entre ellos y los na-
turales hubo relaciones más pacíficas:
Los indios de la tierra, como vieron
Gentes de quien ignoran pensamientos,
En las islas que tienen se metieron
Con hijos y mujeres y alimentos;
Desta causa los nuestros padecieron
Aquello que padecen los hambrientos;
Dióse orden en que de paz se trate,
Y ansí dieron comida por rescate (i).
Pero el hecho más culminante que callan los buenos
oficiales en su carta al Rey es el suplicio de Santos de
Saavedra, mozo levantisco, por los capitanes Céspedes y
Alonso de San Martín, apoderándose de éi traidoramente
y poniéndole en collera, las manos apretadas con esposas.
Cuatro años llevaba en su gobierno García de Lerma,
y no obstante lo mucho que esperaba de la exploración
del río Grande, ésta no avanzaba como era de desear; en
la primavera del año 1532 envió una nueva armada, que
sólo recorrió unas veinte leguas, no obstante que, en
opinión de todos, aquel río era navegable hasta muy
adentro, y que los indios ribereños, lejos de mostrarse
hostiles, habían dado cierta suma de oro, repartida luego
equitativamente entre los expedicionarios, una vez saca-
dos los derechos de Su Majestad:
"En el galeón escrevi a Vuestra Magestad y le enbie tres
mili y quinientos y tres pesos de oro de águilas, y tres-
cientos y catorce de oro fino. Lo que después ha subce-
(l) Elegías, pág. 285.
LIV
dido es que el armada que escrevi a Vuestra Magestad
que enbie al rrio Grande, fue, y aunque en opinión de
todos parescia ser imposible hazerse cosa buena con ella,
por ser tan dificultosa la entrada, plugo a Dios de hazer-
lo mejor, porque los navios entraron el mesmo dia que
de aqui partieron, por el rrio, y hallaron la mejor tierra
y mejor dispusicion y todas los cosas nescesarias que
nunca se a visto en estas partes; los yndios muy domes-
ticos y de paz; subieron por el rrio arriba mas de veinte
legoas, donde los yndios les dieron cierta cantidad de
oro, la qual, después de pagados los derechos a Vuestra
Magestad, se rrepartio segund la costumbre desta tierra.
Un yndio muy principal, con su muger, se metió en las
caravelas e dixo que queria venir a verme, del qual he
sabido muchas cosas que por evitar prolixidad no las es-
crivo a Vuestra Magestad, y también porque no se deue
dar entero crédito a cosas de yndios; mas después de
averme bien informado de todos los que alia fueron, casi
todos, y el mesmo yndio, dizen y afirman que se puede
navegar por el rrio cinco meses con los navios, lo qual
si asi es, sera muy grande servicio y muy notable para
Vuestra Magestad, porque por aquel camino se descu-
brirían muy grandes secretos y mucha tierra donde se
presume avra muchos metales e aun otras cosas de mu-
cha ymportancia; el oro que de alia tiuxeron es muy
bueno y de diez e nueve e veynte quilates la mayor par-
te; los navios que envié no osaron estar alia mas, porque
les mande que después de haber entrado y vista la ma-
nera de la navegación del rrio se volbiesen, y ellos lo
hizicron asi; también el tienpo era de agoas y las corrien-
tes heran tan grandes, por manera que era dificultoso
navegar con tales tiempos; yo he acordado de hazer una
LV
armada en que aya quatro o cinco caravelas y dos o tres
vergantines e otros bateles, y darles los aparejos dobla-
dos y tresdoblados y bastecidos por seys meses de todas
las cosas necesarias, asi de mantenimientos como de
armas e artillería y munición, y enviar siete o ocho o
diez cavallos dentro; también he enviado por ciento cin-
quenta hombres de los que andan por acá perdidos en
estas yslas, a mi costa, porque en esta prouincia ay tan-
ta falta de gente que no seria rrázon dexar esta tierra tan-
to tiempo sola, ni tampoco ay gente en ella para poder
ynviar en los navios; si Vuestra Magestad fuere servido
que se comience a poblar aquella tierra, yo lo haré; mas
deseo que lo hiziese por otra orden y manera que se ha
hecho en estas partes, y especialmente en esta tierra; y
por lo que al descargo de la conciencia rreal de Vuestra
Magestad toca, quiero decirla verdad, como honbre que
lo ha visto muchos años ha: que los pobladores que acá
bienen y están, algunos de ellos, o la mayor parte, se po-
drían mejor llamar rrobadores, porque el intento que tie-
nen no es de seruir a Dios e a Vuestra Magestad, sino rro-
bar y deshollar estos yndios, e asy rrobados yrse y desam-
parar la tierra; y crea Vuestra Magestad que la intincion
es que dure lo que durare; paresceme que es bien que
Vuestra Magestad lo sepa, porque lo mande rremediar
como mas sea seruido, que yo en lo que puedo lo hago,
y en verdad que pienso que en esta prouincia se haze
menos mal que en todas las otras, aunque no dexare de
decir que en queriendo yo castigar cualquier cosa des-
tas, o sacarlos de sus apetitos, o no dexarles meter las
manos en todo lo que quieren, luego proponen capítulos
y hacen munipuiios y levantanme dozientos mil falsos
testimonios, lo qual si Vuestra Magestad no manda cas-
LVI
tigar sera cavsa que ninguno acierte de los que le serui-
raos, y que todos se atrevan; yo ya lo oviera castigado si
no fuera en cavsa mia propia, porque quiero mas que
Vuestra Magestad se sirva de mi de sufrido, que no de
acelerado, hasta hacer relación de la verdad; suplico a
Vuestra Magestad me mande escreuir lo que será servido
que yo haga, asy en lo del armada que escrivo que haré,
como en lo de adelante, porque todo esto hago a mi
costa sin tocar en cosa alguna de la hazienda de Vuestra
Magestad, y lo que he hecho hasta aqui, lo mesmo.
También tuve nueva aqui que avia perlas mas cerca
del cabo de la Vela, entre Seturma y la Ramada, que pue-
de aver de aqui alia quarenta legoas o cinquenta; por
seruir a Vuestra Magestad envié una caravela armada de
todo lo necesario a descubrirlas; no es buelta; tengo por
nueva cierta que las traerán, porque aqui he tenido mues-
tra dellas.
El cacique Bonda, de Vuestra Magestad, me a prome-
tido darme oro de su propia voluntad, porque le e atraí-
do a ello con dadivas y buenas obras; pienso que Vues-
tra Magestad será bien servido de el, y hasta aqui no lo
ha hecho porque el tiempo no ha dado lugar, porque
era rrazon de conservarle en amistad de los christianos,
porque cada dia tenemos rrecuentros con los de la sie-
rra, y este cacique es el mayor señor desta tierra y tiene
un paso el mas principal delia.
Muchas vezes tengo escripto a Vuestra Magestad la es-
trema nescesidad que ay de gente en esta tierra, y por falta
della se dexan de facer muchos servicios a Vuestra Mages-
tad, y sus rreales rrentas no acrescentadas; suplico a Vues-
tra Magestad que lo mande proveer como sea mas servido.
Porque pasan por aqui de tarde en tarde navios, y no pue-
LVII
do hazer saber a Vuestra Magestad lo que conviene a su
rreal servicio para el bien desta tierra, tan a menudo como
querria, acorde de enviar esta caravela mia que es una
de las que entraron en el rrio Grande, y en ella envió el
mesmo piloto que metió en el los navios, con otras per-
sonas que vieron toda la tierra, e asy mesmo otro de los
que fueron por tierra, para que por Vuestra Magestad
visto e ynformado dellos, mande lo que sea seruido.
Acá he sabido como Vuestra Magestad manda yr a
rresgatar o poblar a Cartagena, y esta tierra del rrio Gran-
de por la otra banda del rrio confina con ella, y nunca se
podría hazer cosa buena, porque los yndios se alborota-
rían o alterarían como lo hazen y han fecho, y solamen-
te los navios que pasan por allí que van de Santo Do-
mingo y del Nombre de Dios de la Tierra Firme y de
otras partes, van por via de rrescate y rrobanlos y ma-
tanlos, suplico a Vuestra Magestad que fasta que vea el
seruicio que rrescibe del rrio Grande, y la orden que ay
en el, y mande suspender qualquiera licencia que aya
dado para rrescatar o poblar, porque muy brevemente
pienso yo que Vuestra Magestad sabrá lo que pasa muy
particularmente, tengo creido qu' este rrio Grande ha de
ser una cosa tan notable que en todo lo descubierto no
se aya visto otra semejante. Vuestra Magestad mande
con breuedad se despache esta caravela porque venga
aqui para diziembre; si Dios quisiere me ha de traer mu-
chas cosas necesarias para el armada, porque entonces
comienga el verano, para subir por el rrio arriba, que sue-
le durar acá seys meses este verano, y aunque la carave-
la no viniese a tiempo no dexare de hazer el armada,
puesto que en ello se hará gran costa, porque no se pase
el tiempo. „
LVIII
Como en otras ocasiones, García de Lerma se preocu-
pa de la colonización de aquella provincia, donde el nú-
mero de españoles era escaso, y más dados a enriquecer-
se, para luego abandonar el país, que a vivir pacífica-
mente de su trabajo, de tal modo, que el Gobernador los
moteja de robadores e indisciplinados, enemigos de todas
leyes y autoridades, contra las que apelaban a conspira-
ciones y calumnias; quejas en las que, probablemente,
había un fondo de verdad, pues en los comienzos de nues-
tras colonias, y antes de que éstas se convirtiesen en cen-
tros económicos, ei núcleo de la población lo constituían
aventureros reñidos con la obediencia, para quienes las In-
dias eran un ancho campo donde podían vivir a su gusto.
Más importancia que las cartas anteriores ofrece otra,
escrita el mismo año en Santa Marta, de donde García
de Lerma salía todo lo menos posible, ya fuese por evi-
tar conspiraciones en su ausencia, ya por las causas que
le reprochaba el cronista Fernández de Oviedo. Insistien-
do nuevamente en la poca gente que había para dominar
aquella región, manifiesta su propósito de fundar cuatro
pueblos: uno en la Ramada, si bien los indios de aquella
tierra se habían alzado por una fechoría que cometieron
dos españoles; otro en Buritaca, donde había minas de
oro; el tercero en la boca del río Grande, por el cual se
podría subir nada menos que hasta el Perú, y comuni-
carse fácilmente con el mar del Sur; inexactitud geográ-
fica muy disculpable en los comienzos de la conquista,
cuando apenas los españoles conocían otra cosa que el
curso inferior del Magdalena. Para todo ello eran menes-
ter lo menos quinientos nuevos pobladores, no gente bal-
día, sino labradores, albañiles, con algunos hidalgos a
quienes respetasen y obedeciesen, y a los que se debía su-
LIX
ministrar algún tiempo los víveres necesarios. Todo esto
unido a una conducta pacífica y equitativa con los in-
dios, muy susceptibles y vengativos, serían la mejor base
para fundar allí una provincia rica y que daría gran pro-
vecho a Su Majestad, al mismo tiempo que facilitaría las
comunicaciones con el Perú:
"En vna caravela mia que partió de aqui a los veynte
e ocho de junio escrevi a Vuestra Magestad haziendole
saber lo que avia subcedido hasta entonces en esta tierra;
yo embie la caravela para que en ella Vuestra Magestad
me enviase a mandar lo que fuere servido que se hiziese
en lo del rrio grande de la Madalena, de donde ella aca-
baba de venir, y entretanto yo estoy adregando las cara-
velas y vergantines que se pudieren aver para tornar a
enbiar alia basteciéndolas de los mantenimientos e apa-
rejos nescesarios, deseo mucho ver lo que Vuestra Ma-
gestad manda cerca dello, porque haziendose lo que
Vuestra Magestad manda, no se podra herrar; ya escrevi
a Vuestra Magestad como avia venido un yndio princi-
pal a verme, y traxo a su muger y sus hijos, el qual yo
trate lo mejor que pude y lo enbie con diez de cavallo,
el qual me dijo muchas cosas y secretos de aquella tierra,
que por ser cosas de yndios no les do tanto crédito que
lo ose escreuir a Vuestra Magestad; su venida a verme
aprouechó mucho, porque hizo de paz toda la tierra por
do passó, y la que confina con el; plega a Dios que no
lo dañe la gente que me dizen que va a la provincia de
Cartagena, que confina con ellos, y estos yndios saben
las nuevas de cinquenta e de cient legoas.
Ya escreui a Vuestra Magestad y le he escrito muchas
veces la mucha falta de gente que en esta tierra ay, que
ninguna cosa buena se puede hazer syn ella, y cada dia
LX
se desminuye mas, y los yndios conoscen nuestra flaque-
za, de donde procede que conosciendo que somos pocos
y que no somos poderosos para en las sierras, todos se
van a ellas, por manera que aun los cristianos que acá
quedan, por pocos que son, no tienen con que se susten-
tar en lo llano; yo tengo acordado, como a Vuestra Ma-
gestad he escrito, de hazer quatro pueblos con quatro
fortalezas: el uno en la Ramada, el qual se comenco a ha-
zer quando yo estuve alli, y se dexo porque los yndios se
fatigavan mucho de vernos allá tan cerca de sus casas, y
se quedan alear a la syerra, y como yo vi esto, para so-
segallos tome por medio que nos viniésemos a esta cib-
dad, y concerté con los yndios que me viniesen a ver, los
quales asy lo hizieron y cumplieron conmigo, y el mes
de mayo pasado envió un pueblo que sirve a Vuestra
Magestad particularmente, dos capitanes suyos con vn
presente pequeño de oro, el qual se dio a los oficiales de
Vuestra Magestad, y los capitanes e yndios que vinieron
fueron aposentados aqui en esta casa, y vistiéronse los
capitanes e ynbie de vestir al cacique principal, e yn-
bieles muchas cosas de las quellos me ynviaron a pedir,
y visto lo que con estos yndios se hizo vinieron luego los
de vn vecino y truxeronme otro poco de oro, y a la sazón
que ellos avian de partir yo sali desta cibdad con toda la
gente della hazia el pueblo Grande, y los yndios se fue-
ron su camino de la Ramada; paresce que algunos chris-
tianos, especialmente he sabido que dos, se disfracaron
y desfiguraron y fueron tras los mesmos yndios que lle-
vavan algund oro e otras cosas, y rrobaron los yndios de
todo lo que llevavan, y aun quieren dezir que mataron
algunos dellos por tomarles lo que llevavan, y como yo
andava fuera no pude tan en breve probeer sobre ello,
LXI
y un alcalde mayor que aqui dexe anduvo tras ellos y
prendió al vno, el qual ha conffessado el rrobo que hizo,
aunque no la muerte de losyndios; fue tanto el daño que
estos dos christianos hizieron, que los yndios que se es-
caparon de sus manos fueron por las sierras y montes, e
yban diciendo tanto mal de los christianos, que los otros
por donde yban se algavan, y llegaron a la Ramada desta
manera, la qual se alboroto, y a la sazón venia la cara-
vela que avia enviado a descubrir las perlas, por alli; ten-
go nueva de un yndio de alia, que ha venido, que los
yndios han muerto tres o quatro christianos de los que en
ella venían, y fasta agora la caravela no a venido acá; yo
he enbiado a sustituirla con otra caravela, y voy por
tierra a apaciguar los yndios y a saber lo que passa, y
llevo todo rrecabdo para hazer una fortaleza para la
guarda de aquella tierra; crea Vuestra Magestad que este
atrevimiento destos christianos ha hecho mucho dapno,
aunque espero en Dios que con mi yda se tornaran a
apaziguar, porque estavan vien conmigo, que les he
hecho muy buen tratamiento y muchos rregalos; sepa
Vuestra Magestad que con estos yndios estava un chris-
tiano solo con ellos, y dos y tres, los que yo mandava,
medio año y vn año, y todo lo que querian, como si es-
tuvieran los christianos en sus mesmas casas, y estos yn-
dios les davan rracion como se hiciera entre christianos,
y quando acaescia venian a se holgar conmigo y con los
christianos y comían de todo lo que nosotros, y de la
mesma manera que christianos; son de mas rrazon de
ningunos de quantos yo he visto en estas partes; son mu-
chos y muy belicosos; es la tierra llana, por donde pode-
mos andar a cavallo, y seremos parte para que no nos
hagan mal, con el ayuda de Dios, y para atraerlos al ser-
LXII
vicio de Dios y de Vuestra Magestad; yo estoy de cami-
no; con el ayuda de Dios, espero desde alia hazer saber
a Vuestra Magestad lo que ouiere subcedido. El otro
pueblo ha de ser en vna prouincia que se dice Buritaca,
que yo descubrí, donde ay minas de oro de que yo envié
a Vuestra Magestad la muestra para que la viese; este es
mucho menester para enbiar los onbres que andan vaga-
mundos, porque no hurten ni rroben, para que labren y
crien y saquen oro, que es tierra aparejada para ello.
Otro pueblo se ha dé hazer, con el ayuda de Dios, en la
boca del rrio grande de la Magdalena, con una fortaleza
para que defienda el puerto y la entrada, porque aquel
rrio es de mucha importancia, y tengo creido que Vues-
tra Magestad se ha de servir del mas que de todas las
Yndias juntas, porque como ya a Vuestra Magestad ten-
go escripto, según lo que alcanzamos y he visto créese
que podran subir los navios y vergantines muy arriba,
tanto que espero que se hallara cosas muy rricas, porque
subiendo ciento y cincuenta legoasTpor el rrio arriba se
ponen debaxo de la linea y están en el mesmo paraje que
esta agora Picarro en el Perú, y corriendo siempre al Sur
ponense en la mejorti erra de mas rricas cosas que ay en
lo descubierto, y desviase mucho de Picarro, y estando
alli el pueblo fecho en la voca del rrio, podranse alli re-
coger los mantenimientos y hazer los navios y proveerse
todo muy bien, y pueden yr por la tierra y por la mar en
dos días de aqui alia; esta todo muy a la mano. Ya es-
creui a Vuestra Magestad como en una entrada que se
hizo llegaron a cien legoas, y hallaron quel rrio hera muy
navegable y que tenia cinco bragas; todos los pilotos y
los que entraron por el rrio en las caravelas tienen que
esto ha de ser vna cosa muy notable; yo trabajare de en-
LXIII
biar bastecida el armada para seis meses, porque suban
y descubran todo lo mas que pudieren, y haré lo mas
que yo pudiere porque las caravelas puedan ser de rre-
mos, como los vergantines, porque quando les faltare
tiempo puedan subir al rremo; también trabajo de hazer
unos vergantines cubiertos que no demanden sino un pal-
mo de agua, para algunas ciénagas que ay cerca del rrio,
donde ay muy grandes poblazones, y en las caravelas
hago unas planchas para que hechen en tierra a donde se
ofresciere que lo ayan menester, dos de cavalío, e envia-
re hasta diez cavallos o doze en ellas; también he envia-
do por ochenta o cient onbres de la mar para que sepan
bogar y navegar y rremar, y también por no sacar la gen-
te desta tierra, que es mucho menester; todo esto, por
seruir a Vuestra Magestad, trabajare de hazer a mi costa,
aunque mi hazienda no lo basta; empeñarme he a mi e a
todos mis devdos e amigos para ello, por el gran servicio
que en ello pienso Vuestra Magestad a de rrecebir; deseo
antes quel armada de aqui parta saber lo que Vuestra
Magestad manda; suplico a Vuestra Magestad mande
proueer de artillería y polbora y artilleros para las forta-
lezas que se han de hazer, de pura nescesidad, porque
esta que yo aqui tengo hecha por mandado de Vuestra
Magestad, yo la he proueydo a mi costa de toda el arti-
llería que tengo, y polbora y munición; que hasta oy, de
la hazienda de Vuestra Magestad no se a tocado en vn
maravedí para ello, y no es tanta que pueda proveerse
otra fortaleza mas della. A Santo Domingo he enviado
por algunas cosas que me faltan, por proueerlas con mas
breuedad y no esperar a que vengan de Casulla; no se sy
las hallaran, e ya que las hallen, sy las dexaran sacar los
oydores, porque hasta oy el menor socorro para las nes-
LXIV
cesidades desta tierra no he podido aver de alli. También
he sabido que Vuestra Magestad manda que yo traya a
esta tierra trescientos onbres; hago saber a Vuestra Ma-
gestad que yo he metido en vezes mas de dozientos, sin
los por que agora envió, y que son menester quinientos
o seiscientos oíros, por io menos, y que la gente sea de
trabajo, en que aya ballesteros y escoperos y albañies y
labradores y artilleros, y entrellos algunos onbres hidal-
gos para mandar a los otros, y estos es menester que
trayan mantenimientos por lo menos para seys meses,
después de llegados, de vizcocho y vino y harina, por-
que carne yo trabajare de tenerla acá; con esta gente se
harán muy bien los quatro pueblos, estaran bien pobla-
dos y podran yr hasta la mar del Sur, aviendo cavallos,
los quales yo pienso con el ayuda de Dios de traer; y la
manera que en la población del rrio Grande se ha de te-
ner a Vuestra Magestad lo he escripto, que es que los
christianos vayan por su rrescate tomando lo que los yn-
dios dieren de su propria voluntad, no haziendoles fuer-
za, ni agrauio, ni dapno, y desta manera se sojuzgara
todo este mundo de acá, y crea Vuestra Magestad que
aunque estos yndios son bestiales, que sienten bien el
bien o el mal que se les haze; tampoco no an de yr tan
descuidados los christianos que sy los yndios quisieren
ser vellacos, se lo consientan, y por esto han de yr a
buen rrecabdo, porque syendo la yntincion de los chris-
tianos buena, lleuen con que defenderse; yo deseo mu-
cho, si Dios fuere servido y Vuestra Magestad, que esto
que yo descubri se poblase de otra manera que se ha po-
blado lo de hasta aqui, porque no se acabase esto como
se acaba todo lo otro; suplico a Vuestra Magestad lo
mande ver y proveer como mas sea servido, que yo ten-
LXV
go esperanza en Dios que sy esta gente que arriba digo
viene a esta tierra, que un año después de venida a ella
sera mucho el acrescenta miento de las rrentas rreales de
Vuestra Magestad, en gran cantidad, y perpetuarse a esta
tierra y la del rrio Grande para siempre; la costa es muy
grande para traer estos onbres armados y bastecidos
como es menester; no pienso que bastare yo para tanta
cantidad sy no fuere con el favor y merced que Vuestra
Magestad me mandare hazer.,,
A las angustias en que se hallaba desde hacía tiempo
el bueno de Lerma, quien más que de otra cosa pecó, y
en esto lleva razón Fernández de Oviedo, de apático,
poco hábil y nada inclinado a cosas de la guerra, se le
juntó en el año 1534 el revuelo causado por la conquista
del Perú, pues muchos soldados, ambicionando medros
que allí no esperaban conseguir, se fueron con Hernan-
do Pizarro; el mismo Pedro de Lerma, con ser, como se
decía, sobrino del Gobernador, abandonó también aque-
lla provincia. Cada vez más en desgracia García de Ler-
ma, vio cómo arreciaba en sus informaciones y procesos
la Audiencia de Santo Domingo, pidiéndole primeramen-
te 20.000 pesos de fianza, luego le mandaron ejecutar
bienes por valor de 100.000 y le retuvieron su quitación
o sueldo. El Gobernador de la provincia vecina, Pedro
de Heredia, le sacaba cuanta gente podía; de modo que
entre la mala voluntad de los oidores, y las insolencias,
cada vez mayores, de los indios, Lerma se veía condena-
do al aislamiento, a la pobreza y a la impotencia:
"Ya escreví a Vuestra Magestad de la venida del obis-
po a esta tierra, y asimismo de Sagredo y de los docien-
tos onbres que traxo, y asimismo le escreui de lo que
asta alli avia suzedido en esta tierra; y de lo que después
E
LXVI
ay que hazer, a Vuestra Magestad, es que a cavsa de be-
nir la gente nuevamente d' España, y no ser de las yslas,
todos adolecieron; la mayor parte dellos a estado enfer-
ma, bien seys o siete meses, los quales he sostenido e
dado de comer a mi costa, porque la tierra no es de dis-
pusicion para poder hazer otra cosa, porque en ella no
ay mantenimientos, sino vienen d' España o de las yslas;
entre tanto que la gente conbalecia yo hize tres verganti-
nes y vna fusta, a mi costa, para ynbiar a rio Grande y
descubrir los secretos del; y echos, yo enbie ciento e
quarenta onbres en los verganíines y mas vna carabela,
asy mismo mia, sin otra que dexe aqui para prober el
pueblo de las yslas, porque a causa de ser el oro tan baxo
que ay en esta tierra, los nabios de las yslas no bienen
aqui a nos traer mantenimientos; y echo esto y enbiada
esta gente por el rio en los vergantines y carabela, yo
ynbie por tierra otros ciento e cincuenta onbres de pie y
de cauallo para el socorro de los vergantines, y para que
asy los vnos como los otros fuesen en demanda del Perú
y mar del Sur, y para mejor lo azertar yo estaba deter-
minado de yr en presona con ellos syno fuera por el en-
conbeniente en que me pusieron que no dexase esta cib-
dad, porque sabiendo los yndios que yo no estaba aqui
se podrian atrever hazer algún daño a los vezinos que
aqui quedasen; e asy para prober el armada de la tierra,
como del rio, ynbie a Jamaica mis carabelas por mante-
nimientos para ello, todo a mi costa, demás de hazer los
vergantines en esta cibdad y puerto, asy mismo a mi cos-
ta. Estando despachando esta armada llego aqui el capi-
tán Mena, que traxo la nueva del Perú, el qual puso mu-
cho desasosiego en la gente desta tierra; e asy mismo
dende a pocos dias llegó aqui Hernando Pizarro, el qual
LXVII
levantó del todo toda la gente, y aun se fueron con el es-
condidamente muchos en su navio, y quede con dema-
siado trabajo en los hazer yr a la entrada, que todos se
querian yr al Perú, especialmente con toda la gente Pe-
dro de Lerma, vn sobrino mió a quien yo he criado, que
con ser mi sobrino y mi teniente de capitán general, le
movió mas la codicia del Perú que lo que debia al servi-
cio de Vuestra Magestad y lo que me debia a mi por le
a ver criado, y por quitar escándalos y asegurar la tierra,
biendo su mal proposito y que muchos le querian seguir,
le meti solo en vn nabio y ie ynbie a Vuestra Magestad
para que le mandase castigar; que mas quise usar desto
con mi sobrino, que no que despoblase y alborotase la
tierra, y asy parecerá por probanca bastante que sobre
ello se hizo, con el ynbié, avnque aqui e tenido nueba
que se fue a Santo Domingo, porque piensa aliar alli mas
fabor de lo que el querrá pedir, avnque es en arto desser-
vicio de Vuestra Magestad, que no estoy esperando sino
quando vendrá aqui con algún nabio para sacar la gente
que aqui a quedado y llevarla al Perú, y hazeme pen-
sar esto los muchos fabores que en el Audiencia Real
dan a todos quantos de aqui ban a quexarse de mi, que
no basta las quexas que de mi dan, sino tomanles por
testigos contra mi, y con las probangas y procesos que
con estos azen me ynbian aqui cada dia mili probisiones
con que la gente se altera, e desta ocasión está la tierra
en estado que plega a Dios que se pueda sufrir sostener
y conserbar, porque mas necesidad ay oy, con las nue-
vas del Perú, de faborecer al que aqui gobierna, que no
de los disfabores que yo recibo, con que cada dia se ba
disminuyendo esta gobernación, porque, en verdad, a
poco tiempo que yo tenia grande esperanca deila, y oy
LXVIII
me falta, a causa de lo que a Vuestra Magestad escribo;
de aber gastado aqui mi salud y azienda, ninguna pena
tengo, por ser en servicio de Vuestra Magestad, y la
mayor que me queda es ver el desservicio que los
oydores de Santo Domingo an echo y hazen a Vues-
tra Magestad, porque so color de poner cobro en su ha-
zienda Real la destruyen, por infamarme de pecados que
si en ellos yo obiere caydo tendré por gran bien y mer-
ced que Vuestra Magestad me castigue, porque entonzes
sera sin pasión y conoceré yo que mis culpas lo an me-
recido; y de lo demás que a Vuestra Magestad escribo
en esta carta ynbio probancas, las quales a Vuestra Ma-
gestad suplico mande que se bean con brebedad, porque
desto yo recibiré muy gran merced y esta tierra demasia-
do probecho, porque no se dilate el remedio della si al-
guno obiere de tener, y con todo esto no dexo ni dexaré
de traer toda la gente que pudiere a esta tierra para la
conservación della, que demás de los docientos hon-
bres que Sagredo traxo, he traydo y metido en la tierra
mas de otros cinquenta, y pagados los fletes por ellos y
sostenido los demás de los que antes destos avia traydo
a mi costa, que son mas de otros docientos, como pare-
cera por verdad, y porque a Vuestra Magestad le coste
del trabajo que yo en sostener esta tierra paso, sabrá que
ynbiado yo los vergantines para el rio Grande, les man-
de, por noticia que dello tenia, que probasen a entrar pol-
la boca de vna ciénaga que en esta tierra ay, porque por
alli me abian dicho que podrían entrar al rio Grande,
por ebitar el peligro que en la boca del dicho rio ay para
entrar con los nabios y vergantines y gente; entraron en
la ciénega en demanda de la entrada del rio, y porque
en la ciénega ay gente muy belicosa y no hiziesen algún
LXIX
daño en la gente de los vergantines, fue necesario que
yo fuese por tierra para les hazer espaldas y dalles fabor,
y asi me parti desta cibdad para lo hazer, y salido daqui,
dexando el mejor recado que yo pude en esta cibdad, al-
gunas personas de dañada intención juntaron mas de se-
senta honbres, y todos juntos a prima noche tomaron
vna carabela que yo tenia en este puerto para traer co-
mida, y se alearon con ella, de lo qual yo fui avisado y
biue con gran diligencia a lo remediar, y plugo a Dios
que llegue a tiempo que se andaban enbarcando, y bisto
que yo llegue, estaban enbarcados asta doze honbres, y
cortaron las amarras y se fueron con la carabela, y los
demás quedaron en la playa, y de alli se acogieron al
monesterio de Nuestra Señora de la Merced, adonde tube
por bien de los perdonar, y ni a ellos ni a ninguno de
los que abian dado ocasión dello no di ninguna pena,
por la necesidad que ay, antes de perdonallos y animar-
los para que estén en esta tierra, que no castigallos; y
crea Vuestra Magestad que si su intención obiera efeto,
que hera muy gran daño desta tierra y despoblación
della; y con dichos destos y de otros perdonados por mi
de delitos que an cometido grandes, los oydores les yn-
bian probisiones para salir de la tierra, y el treslado de
algunas dellas ynbio a Vuestra Magestad para que de-
mas de mandallo ver y remediar, se conosca la intención
y voluntad que los oydores tienen de servir a Vuestra
Magestad en sostener esta tierra; y no solo por esta bia
me sacan la gente de aqui, pero avn ynbiando a que lle-
ven a Santo Domingo, en muchas vezes, de sey en seys
los vezinos de aqui, para ser testigos contra mi, y por-
que los mismos que ynbian a llamar buscan maneras
para se yr, y es esta vna dellas; vea Vuestra Magestad
LXX
que trabajo basta, quando los que merecen la orea por
alborotadores y por otros delitos, que los dexe yo sin pe-
nas por lo que he dicho, y los oydores los saquen de la
tierra y la despueblen y los tomen por testigos contra mi;
y demás desto an benido aqui nabios que pasaban ade-
lante, que trayan probision del Avdiencia que no descar-
gasen aqui cosa mas de lo que para aqui beniese derigi-
do; y asi, se acertó a venir en vn nabio dellos el comen-
dador Rodrigo de Graxeda y otras personas que trayan
mercadería, y me requerieron que mandase al maestre
que les descargase aqui su hazienda y cauallos, porque
querian quedar aqui y pagalles sus fletes, y el maestre
mostró la probision dicha, por donde no se pudieron
quedar; ni yo, aunque abia necesidad en esta tierra de
lo que nos querian dexar, no pude hazerlo dexar, por
conplir la probision; de manera que por vna parte me
llevan la gente y por otra quitan los mantenimientos, sa-
biendo que no los ay en esta tierra mas de los que los
nabios nos trayan; y demás desto, biendo mis vezinos y
comarcanos el mucho disfabor que los oydores me dan,
se atreven a venirme a sacar, con nabios, de noche, mi
gente, y es desta manera: que los dias pasados, Pedro de
Heredia ynbio a un puerto que esta vna legua de aqui
vna fusta suya para me sacar la gente, y me llebo ciertos
honbres y vna lengua la mejor que abia en esta tierra;
bien creo que el no se afrebien a lo azer si no fuera por
lo dicho y por el mucho fabor que especialmente le da
el licenciado Vadillo, oydor de Santo Domingo, por la
conpania y trato que con el tiene echa, y enemistad que
me tiene; y con todo el probiniiento que tengo de arti-
llería y munición, como Vuestra Magestad lo puede sa-
ber, para guarda y defensión desta cibdad y fortaleza y
LXXI
puerto, no me basta, porque me vienen de noche con
nabios vna legua o dos de aqui a llebar la gente, porque
saben que a estos tales no solo no les dan pena los oy-
dores, mas antes les faborecen, pues de verdad que creo
yo que si yo lo hiziese en otra gobernación, que la ab-
diencia de Santo Domingo no me lo perdonada. El li-
cenciado Tobes, eleto, que Vuestra Magestad aqui ynbio,
fue Dios seruido de le llebar desta presente vida ante de
Pascua de Nabidad, cinco o seys dias, porque después
que a esta cibdad llego siempre estubo enfermo. Sabrá
Vuestra Magestad que estando yo los dias pasados en la
Ramada, en la pacificación della, los oydores de Santo
Domingo ynbiaron aqui vna probision por la qual me
mandaron depositar veynte mili pesos a pedimiento del
tesorero Antonio Tellez, y como yo no los tubiese, obede-
cila y soplique para ante Vuestra Magestad de semejante
agrabio, y la razón dello ynbie ante Vuestra Magestad y
su Consejo; y demás desto, los oydores tornaron a ynbiar
otra probision con sobre carta para que todabia deposi-
tase los dichos veynte mili pesos, y como tanpoeo enton-
zes me hallase con ellos, porque lo poco que tenia, Nufro
de Sagredo me lo abia gastado en la armada y jeníe y
bastimentos que aqui trajo de Castilla, yze llano todos
mis bienes para en cumplimiento de la probision, agra-
biandome todabia para ante Vuestra Magestad; y los oy-
dores, no contentos con esto, y dando crédito a testigos
falsos, y buscando ocasiones para ello, estando yo para
me partir para la Ramada a visitar la tierra y a pacificar-
la y alargarla mas, y con pensamiento de juntarme al rio
Grande con la otra gente que ynbie delante, y de hazer
un pueblo donde me pareciese, y estando la gente a pun-
to para partir, llego aqui vna carabela de Santo Domingo
LXXII
en la qual me ynbiaron los oydores vn executor para que
me executase en cantidad de cien mili pesos, que en ver-
dad toda la gobernación no creo que los a valido, ni vale,
y que no me dexasen otro seruicio ni bienes mas d' aque-
llos que para la guerra obiese menester, y para esto tru-
xeron vna probision y vna instruycion para h~zer pesqui-
sas contra mi, que el daño que desto ha suzedido en la
tierra y en la gente es mas de lo que yo aqui puedo de-
zir a Vuestra Magestad, y el executor que bino para ello
es vn criado del Presidente, y traxo tanto salario que
para el no basta mi hazienda, el qual me limitó y tasó
todo lo de mi casa y mantenimientos, que en verdad con
ellos yo no pudiese sostener casa de vn pobre capellán,
quanto mas de vn governador puesto por Vuestra Mages-
tad; y demás desto me embargaron todo el salario que
Vuestra Magestad me manda dar en esta tierra, no sola-
mente lo que se me debia, sino tanbien lo que esta por
benir, sin me dexar vn peso de oro para comer, que no
han hallado mejor manera para quitarme la vida que
quitarme el mantenimiento, que por otra bia no an ha-
llado manera para me la quitar justamente; no creo yo
que en esta vida con tanta mengua y afrenta sean secres-
tados vienes de ningún herege ni traydor, y lo que yo a
todo esto hize fue obedecer y conplir la probision del
Avdiencia y requerirles a la ora que llego el executor
que vsascn de su probision y instruycion; yo les hize la
casa llana y llamé en su presencia todo el cabildo y pren-
cipales desta cibdad y oficiales de Vuestra Magestad, y
les mande de parte de Vuestra Magestad que les diesen
todo el fabor e ayuda que para ello pediesen, y mande a
los oficiales de Vuestra Magestad que les mostrasen los
libros de la hazienda real para que en ellos viesen y se
LXXIII
auisasen de todo lo que mas quisiesen hazer; como lo
ynbio a Vuestra Magestad probado, y para que se bea si
queda otro disfabor ni castigo que se me haga, mandaron
por la probision que me tomase el executor juramento
que no me fuese ni ineviese a Francia, ni a Portogal, ni
a otra parte; y de tan grande e semejante agrabio como
este me quexo a Vuestra Magestad, porque confiándose
de mi esta gobernación yo no se que causa les mobio a
tal cosa; y demás desto me mandaron que jurase todo lo
que tenia en todo el mundo; yo lo jure, y por mi jura-
mento y por el de otras muchas personas que sobre ello
tomaron sabrá Vuestra Magestad lo que tengo; de mane-
ra que lo que con mucho trabajo de mi presona y derra-
mamiento de mi sangre en esta tierra he adquirido, en
ella propia lo he gastado por sostenella, y avn todo lo
de mi patrimonio, lo qual doy por muy bien gastado por
ser en seruicio de tan gran principe como Vuestra Ma-
gestad, al qual omillmente suplico me haga justicia de
tan grandes y manifiestos agrabios como he receuido y
recibo y espero recebir hasta que Vuestra Magestad lo
probea. Acabado el executor de hazer sus diligencias y
pregones seguiré el biaje que tenia pensado, con el ayu-
da de Dios, del qual y de la gente que es ida delante es-
pero que Vuestra Magestad sera muy scruido, porque se
tiene por muy averiguado que por este rio grande de la
Madalena se descubrirá camino para la mar del Sur, y
para el Perú, de donde espero en Dios que redundara el
mayor seruicio a Vuestra Magestad que se le aya echo
gran tienpo ha en estas partes» (1).
Idénticas lamentaciones repitió García de Lerma en
(I) Archivo de Indias. Est. 72, caj. 4.
LXXIV
otra carta escrita a 23 de Agosto de 1534, donde se que-
ja del odio que le profesaban los oidores de Santo Do-
mingo, y de una probanza que contra él había hecho el
difunto obispo Tobes, informándose de los mayores ene-
migos que aquél tenía; documento que, después de correr
singulares peripecias, había sido enviado a la Audiencia.
"Por falta de navios hace vn año que no escrevi a Vues-
tra Magestad el estado desta tierra y de las alteraciones
que en ella ávido a cavsa de la nueva del Perú, y también
de lo que los oydores que rresiden en la cibdad de Sancto
Domingo, aqui proveen; después acá escreui a Vuestra
Magestad la gente que enviaba en demanda de la mar
del Sur, la qual gente no es venida, ni espero que verná
hasta en fin deste año; tengo esperanca en Dios que se a
de descubrir por aqui lo mas rrico del mundo, e aun
tengo nueva por la via de Cartagena, e por la gente de
Venecuela, que la gente que desta provincia salió, es la
que lleva el camino derecho de topar la mar del Sur y el
Perú; dexé de yr con la gente porque este pueblo se aleo
y bolvi del camino para sosegarle; también se alearon
todos los yndios comarcanos, con la salida de la gente, y
el cacique Bonda, de Vuestra Magestad, y con todo esto
tornava a yr alcanzar la gente, sosegado ya el pueblo.
Los oydores de Sancto Domingo enviaron un executor
sobre mi e me executaron mis bienes, y no contentos con
esto cada dia me envían executores y escrivanos, que un
día no me dexan descansar para seruir a Vuestra Mages-
tad como devo; demás de que me han dicho y escripto
que han hecho procesos contra mi y an dado sentencias
tan rrezias como las darían contra un traydor, todo con
testigos falsos y ynduzimiento de Antonio Tellez de Guz-
man; e ansy mismo, demás desto cada dia me enbian
LXXV
prolusiones para sacar la gente, diziendo que son menes-
ter para ynformacion de las prouancas que hazian contra
mi, e despueblan esta tierra, y de tal manera han prouei-
do y proveen, que la gente no me obedece, ni yo puedo
hazer justicia, por manera que la tierra se va a perder e
se despuebla; por lo que devo e soy obligado lo hago
saber a Vuestra Magestad, y cierto los oydores están apa-
sionados conmigo, porque quando Vuestra Magestad me
mando venir aqui ellos tenían proueido a un Pedro de
Badillo, devdo e amigo de alguno dellos, y porque yo le
envié presso a Vuestra Magestad y supe lo que entre al-
gunos de los oydores y el pasa va, dende el dia que aqui
entré hasta hoy no me han dexado gouernar, sino siem-
pre me han traydo en pleytos e procesos, escriuiendo
cada dia a los vezinos cartas con que los mismos vezinos
se animan para estar mal conmigo, e de aqui el licencia-
do Toves, eleto, que Vuestra Magestad aqui envió con
cierta comisión que de Vuestra Magestad truxo para aver
aqui información del estado de la tierra, tovieron tal ma-
nera en el tomar de los testigos que buscaron los mas
odiossos que contra mi pudieron aver, y estos juraron
contra mi, e después desto tomaron la provanca que el
licenciado Toves, eleto, avia fecho, y estando malo el
dicho licenciado Toves tomaron la provanca escondida -
mente e anduvo de casa en casa en este pueblo; hallá-
ronla enterrada en un muladar en casa de un muy gran-
de intimo amigo de Antonio Tellez, e de su parcialidad,
e sin fianca del dicho obispo, ni de scrivano; plugo a
Dios que el obispo murió y algunos de los testigos mu-
rieron y llegaron a punto de muerte e descargaron sus
conciencias y dixeron la berdad, por donde vera Vuestra
Magestad claramente la falsedad que cometieron, y quien
LXXVI
fueron cavsa dello; los oydores an enbiado por esta pro-
vanga e alia se la llevan con todos los descargos de los
testigos que al tiempo de su muerte dixeron la verdad;
plega a Dios que la envien al Consejo de Vuestra Mages-
tad, porque alli syn passion se vera la maldad que en
esto ávido, y cierto a mi me paresce que ellos ansy lo
devian de hazer, pues del Consejo de Vuestra Magestad
vino la comisyon, y dado caso que ellos lo pudiesen ha-
zer, por avellos yo rrecusado y tenido por sospechosos
lo devian rremitir al Consejo de Vuestra Magestad; plega
a Dios que ansy lo hagan, y que juntamente con la dicha
provanga envien las relaciones de los escrivanos e tes-
tigos que en ella depusyeron, e otras muchas escriptu-
ras que, para que Vuestra Magestad sea ynformado de la
verdad, y los del su Consejo, son menester, y no lo uno
sin lo otro, de lo qual yo me temo, segund lo que he
visto hasta aqui; por lo qual todo y por otras muchas co-
sas de que espero hazer relación a Vuestra Magestad,
con que sera muy servido, suplico a Vuestra Magestad
me haga merced de darme licencia para que yo baya a
ello, y que Vuestra Magestad mande enbiar un juez para
que sepa la verdad de todo, y no sea de los mismos
oydores, por las rrazones que arriba digo, y porque aun-
que no fuesen los que tengo rrecusados, avran sido en ha-
zer los processos contra mi, y en dar las sentencias, y
siempre querrán hazer por sus amigos; y viniendo el juez
de Vuestra Magestad, podra saber y averiguar la verdad;
lo mas brevemente que ser pudiesse su venida, seria me-
jor, porque se rremediaria mas presto la tierra y Vuestra
Magestad seria mas servido, e yo rrescibiria mas merced
por salir mas presto deste trabajo, aunque no de servir a
Vuestra Magestad; ansy mismo suplico a Vuestra Mages-
LXXVII
tad mande alearme el secresto que me tienen fecho los
oydores, y juramento que me hizieron tomar, porque yo
pueda vivir para servir a Vuestra Magestad y yrle a hazer
rrelacion, porque como al presente estoy no podre vibir
en el mundo, porque ando pidiendo prestado y fiado
para el sostenimiento de mi persona e casa e de los ve-
zinos que aqui quedaron en guarda desta cibdad conmi-
go, hasta que Dios lo rremedie e Vuestra Magestad (1).
(i) Archivo de Indias, est. 72, caj. 4.
Herrera, Década IV, libro V, cap. XI, y libro VII, cap. VII, refiere
por este orden los sucesos de Santa Marta en tiempo de García de Lerma:
tormento que el factor Grajeda dio a Pedro de Vadillo por no haber acu-
dido al Rey con el quinto del oro; conducta más benévola de Lerma; nau-
fragio de Grajeda cerca de Arenas Gordas; jornadas de Lerma a Ronda,
Buritaca, Pocigueica y valle de Coto; la de Arbolancha a la Ramada, y la
de Gaspar Gallego, Alonso y Juan de San Martín, a pacificar la tierra; el
repartimiento de los indios hecho por García de Lerma; la expedición
de Pedro de Lerma al valle de Tairona y la de aquél a Pocigueica, donde
es vencido por los indios; otra del sobrino del Gobernador al valle de
Eupari y Zazari; la de Muñoz y Escobar a la Ciénaga; la de Pedro de Lerma
a los Caraybes; acaba el capítulo refiriendo el incendio de la ciudad de
Santa Marta; un alzamiento de negros y dos pequeñas jornadas de Céspe-
des a Gayra, y de Cardoso a Buritaca.
En la Década IV, libro VII, cap. VII, prosigue Lerma la guerra con los
indios de Pocigueica, ayudado por el cacique de Bonda que dio seiscientos
flecheros, y no obstante, volvieron derrotados los españoles; nuevo de-
sastre de Cardoso y Muñoz en el valle de Coto, donde tampoco hacen nada
de provecho en otra jornada; expedición del capitán Villalobos al valle de
Eupari y a Tamalameque, donde viéndose perdidos en la laguna, el capitán
Cardoso se echó al agua con su caballo y obligó a los indios a que diesen
canoas; disensiones entre los indios de Tamalameque y de Zipuacá. En el
capítulo IX añade que Lerma sonsacó algunos soldados a Francisco Piza-
rro, diciéndoles que no fuesen a tierras en que sólo había que comer cu-
lebras, perros y lagartos. En el cap. VII del libro X de la misma Década,
se refiere lo descontentos que estaban los soldados con García de Lerma,
y la entrada de Juan de Céspedes y el capitán San Martín al río Grande; la
navegación por éste de Jerónimo de Meló, y la muerte de Antonio Jusarte
por los indios de Seturma. En el cap. VIII trata del gobierno de Santa
Marta por el doctor Infante.
LXXVIII
Si como a piedra de toque para comprobar las afirma-
ciones hechas por Castellanos y el P. Aguado, acudimos
a las Reales cédulas tocantes a la provincia de Santa
Marta, vemos que es cierto, como dice el segundo de los
mencionados cronistas, haber hecho García de Lerma un
repartimiento de caciques e indios, pues así lo consigna
una cédula dada en Madrid a 4 de Febrero de 1530, por
la cual se reservan para Su Majestad los caciques de Bon-
da y de Gaira, y otra, expedida en Ocaña a 25 de Enero
de 1531, mandando que se envíe relación de los indios
que había sin repartir. Otra (Madrid, 28 de Noviembre de
1532) adjudica a la provincia de Santa Marta las islas del
río Grande, que servía de límite con la de Cartagena;
otras dos (Madrid, 10 de Diciembre de 1532 y 16 de Fe-
brero de 1533) consienten al Gobernador y al Obispo Li-
cenciado Tobes, sucesor de Fr. Tomás Ortiz, declarar la
guerra a los indios del pueblo Grande, de Betonia, del
valle de Coto y de la Ramada; dos firmadas en Madrid a
30 de Diciembre del mismo año, tratan de la expedición
hecha al río ^e la Magdalena y de los servicios que en
ella prestó Rodrigo Liaño; que García de Lerma llevó
doscientos hombres, consta por dos cédulas de 15 de
Octubre de 1532; de excesos cometidos contra los indios
no habla más que una cédula, según la cual el capitán
Berrio había robado y muerto inicuamente a unos indios,
cuyo delito se mandó a García de Lerma que lo castigase
cual merecía, y otra por la que se manda poner en liber-
tad a unos seiscientos indios, los más de ellos niños, cau-
tivados por Pedro de Vadillo en una entrada que hizo
(Madrid, 5 de Abril de 1532); en cambio hay otras expe-
didas en favor de los indígenas; ejemplos de ellas, la de
5 de Abril de 1530, para que los españoles no segasen
LXXIX
los maizales de los indios, y la de 4 de Abril de 1531,
encargando se haga una descripción del país y de los po-
bladores, a fin de que el tributo impuesto a los naturales
no resultara pesado a éstos; en obsequio a la prosperidad
económica de la nueva provincia, se dieron la de 2 de
Diciembre de 1532, eximiendo de almojarifazgo, por seis
años, a los vecinos de Santa Marta; la de 2 de Noviem-
bre del mismo año para que éstos no pagasen, durante
cuatro años, más que el diezmo del oro de las minas; la
de 12 de Marzo, relativa a la cría de ganados, que pro-
curaba facilitar el monarca, y otras análogas; otras, como
la de 28 de Enero de 1533, por la que se manda poner
curas en las iglesias, se refieren al bien espiritual de los
indios y al de los nuevos pobladores; de cuando en cuan-
do se dan órdenes a García de Lerina, tal vez fundadas
en abusos, como dos de 25 de Enero de 1531, para que
otorgase las apelaciones y dejase hacer las probanzas de
servicios, y la de 28 de Enero de 1533, para que fuesen
cumplidos los mandamientos de los oidores de Santo Do-
mingo; la expedida en Toledo a 18 de Abril de 1534 da
instrucciones para tomar residencia a García de Ler-
ma(l).
Si de la provincia de Santa Marta pasamos a la de
Cartagena en el primer gobierno de Pedro de Heredia,
hallaremos también notables discrepancias entre los his-
toriadores que, como Castellanos, Fernández de Oviedo
y el P. Aguado, si bien no fueron testigos presenciales,
procuraron beber en legítimas fuentes, en relaciones de
los conquistadores y en otros documentos más o menos
(i) Ctdulario de las provincias de Santa Marta y Cartagena de Indias
(siglo XVI). Tomo primero. Años IJ2Q a ijfj. Madrid, 191 3.
LXXX
fidedignos. Juan de Castellanos, cuya autoridad como
cronista rebajó demasiado el insigne D. Marcos Jiménez
de la Espada (1), cuando, realmente, aquél no se equi-
vocó más que Gomara, Fernández de Oviedo u otro his-
toriador de Indias en el siglo XVI, escribió con honrada
diligencia lo que atañe a la provincia de Cartagena en
tiempo de Pedro de Heredia, utilizando escritos de tes-
tigos oculares y fidedignos.
Como fuente general de dichos sucesos utilizó Castella-
nos las relaciones que le había dado Gonzalo Fernández:
Y Gonzalo Fernández, cuyo marte
Fué de las guerras todas buen testigo,
Y ansí destos discursos me dio parte
Como quien me tenía por amigo;
Los cuales por escrito los reparte
De la misma manera que los digo,
Y es tanta su bondad, que me asegura
Ser todo lo que dice verdad pura (2).
Tanto crédito daba Castellanos a estas relaciones, que
si bien tenía otra de Juan de Cuevas, relativa a la jorna-
da que a Zamba y otros pueblos hizo Pedro de Heredia,
prefirió seguir aquéllas:
Aunque, según las relaciones nuevas
Que de la villa de Mopox me envía
El antiguo soldado Juan de Cuevas,
No fué poco sangrienta la porfía,
Pues antes de la paz hicieron pruebas
De lo que cada cual parte podía;
Mas Gonzalo Fernández no da cuenta
Sino de lo que aquí se representa (3).
(i) En su estudio rotulado Juan de Castellanos y su Historia del Nuevo
Reino de Granada, que publicó en la Revista contemporánea, y de la que hay
edición aparte.
(2) Elegías, pág. 366.
(3) Elegías, pág. 374.
LXXXI
Siguió, no obstante, Castellanos el testimonio de Juan
de Cuevas en algunos hechos, y así al referir los tratos
que hubo con el cacique Cipacua, el combate con Tuba-
rá y la prisión de Morotoava y su sobrino Haré, dice:
Añadiremos una cosa nueva,
Y es decir Juan de Cuevas, que primero
Que con Cipacua fuesen los conciertos,
Hubo con Tubará recuentro fiero
A la subida de sus altos puertos;
Murió don Juan de Vega Caballero
Después que por él fueron muchos muertos (i).
La misma fuente usó Castellanos para describir los
nuevos tesoros que en aquella región descubrieron los
españoles:
Hallaron templo donde se adoraba
Con gran veneración un puerco espino,
Que por romana vieron que pesaba
Cinco arrobas y media de oro fino,
El cual puerco hallaron en Cipacua,
Y otro templo también en Cornapacua.
En el cual (estos hombres insensatos)
Eran por dioses suyos adorados
Con grandes ceremonias ocho patos
Que pesaron noventa mil ducados,
Donde tuvieron bien para zapatos
Este gobernador y sus soldados (2).
Para la jornada de Pedro de Heredia ai Cenú, y para
describir las riquezas allí acumuladas por los medios,
aprovechóse Castellanos de las noticias que le dio Juan
de Orozco:
Juan de Orozco fué de los que digo,
Capitán de valor bien conocido.
El cual tenía voto de testigo
Que pudo deponer de lo que vido,
(i) Elegías ■, pág. 376.
(2) Elegías, pág. 376.
LXXXII
E yo lo tuve siempre por amigo
En aquesta ciudad donde resido.
Hizo libro de peregrinaciones
Hechas en el discurso de su vida,
Y también escribió destas regiones
Alguna parte no tan extendida
En su libro llamado Peregrino,
Cuanto yo podré dar deste camino (i).
Juan de Castellanos, en sus Elegías, después de re-
ferirnos la juventud borrascosa de Heredia, quien per-
dió gran parte de la nariz en una contienda y hubieron
los médicos de rehacérsela (2), emplea bastantes octa-
vas en narrar el viaje de aquél desde España hasta la villa
de Azúa, en Santo Domingo, y en mencionar a los
principales de sus compañeros; mas luego es brevísimo
en la continuación hasta desembarcar en las playas de
Calamar, donde calla la tempestad que sufrieron los expe-
dicionarios al navegar desde el puerto de Gaira:
Año de treinta y tres era llegado
Del parto de li Virgen soberana,
Cuando para viaje deseado
Al manso viento dieron la mesana,
Por no lo ser entonces destemplado,
Antes hallaron siempre la mar llana;
Y a trece días ya del mes de Enero,
Vieron a Calamar, pueblo frontero.
(!) Elegías, pág. 379.
(2) Médicos de Madrid o de Toledo,
O de más largas y prolijas vías,
Narices le sacaron del molledo
Porque las otras se hallaron frías,
Y sin se menear estuvo quedo
Por más espacio de sesenta días,
Hasta que carnes de diversas partes
Pudieron adunar médicas artes.
{Elegías, pág. 365.)
LXXXIII
En esta parte, lo mismo que en otras, las relaciones de
Castellanos y del P. Aguado se completan, y, como en
la mayor parte de los sucesos, la de aquél es más rica y
más detallada. Como la obra del P. Aguado, en esta par-
te, se halla todavía inédita (1), copiaré los pasajes prin-
cipales, dando ligerísima idea de lo que escribió Caste-
llanos, cuyo texto puede cualquiera consultar. He aquí
la manera con que el P. Aguado narra los comienzos
del gobierno de Heredia en Cartagena:
"Pedro de Heredia se dio alli [en Santa Marta] tan
buena maña, que alcanco y adquirió gran cantidad de
oro, con el qual se fué á España, y con el oro que llevo
y con amigos y deudos que tuvo personas principales en
Madrid, hubo del Emperador, el año treynta y dos, por
gobernación, desde el rio de Santa Marta, que agora es
llamado la Magdalena, hasta el rio del Darien, todo lo de
la tierra adentro que debajo destos dos limites pudiese
poblar (2), y aunque el era hombre diligente y solicito,
por causa del poco posible que tenia, porque el oro que
(i) No ha mucho tiempo, resolvió publicarla nuestra Real Academia de
la Historia, y según mis noticias, está ya en prensa. Es de suponer que la
edición será crítica, y que las afirmaciones del P. Aguado aparecerán cote-
jadas con las noticias contenidas en los ricos Cedularios de aquel tiempo
que se conservan en el Archivo de Indias, fuente la más legítima de todas.
(2) De los documentos que he publicado en el Cedulario de las provin-
cias de Santa Alaría y Cartagena de Indias {siglo XVI), tomo primero (Ma-
drid, 1913), se deduce que a i.° de Julio de 1532 estaba ya acordado el nom-
bramiento de gobernador de Cartagena, a favor de Pedro de Heredia,
aunque las capitulaciones no fueron firmadas hasta 5 de Agosto; los límites
asignados eran «desdel rio Grande qu' está entre la provincia de Santa
Marta e Cartagena, asta el rio Grande qu' está en el golfo de Uraba, que
serán asta LXX leguas de costa, con las ysletas que confinan con la dicha
tierra> .A 4 de Julio se habían expedido cédulas para que Heredia tuviese
la justicia, pudiese edificar una fortaleza, y sacar de las islas de Canaria gen-
te y bastimentos; el día 15 otra para que la Casa de la Contratación le die-
LXXXIV
de Santa Marta llevo se le acabo presto, no pudo juntar
mas de hasta quarenta hombres, con los quales se em-
barco en Sevilla en una caravela y una fusta, año de
treinta y tres, pasado lo mas del año, con lo qual se vino
a la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española, don-
de se detuvo algunos días procurando gente y soldados,
porque le parecia ser pocos los que tenia, por respeto de
la mucha y belicosa gente que en la costa y pueblos de
su governacion decian que avia; pero con toda la dili-
gencia que puso, no pudo juntar mas de otros diez o
doze soldados, con los quales y con los que de España
avia traido salió del puerto y rio de Santo Domingo por
prencipios del año de treynta y quatro, llevando por su
teniente de gobernador a Francisco Cesar, natural de la
tierra de Cordova, que avia sido, en la conquista del rio
de la Plata, capitán de Gavoto. Era este Cesar hombre
famoso, de gran temeridad y loco atrevimiento, que con
solos diez compañeros españoles se metió la tierra aden-
tro de las riberas del rio de la Plata y paso por muchas
poblazones de gente muy belicosa y guerrera, y no solo
se paro ni se detuvo, ni los naturales della fueran parte,
con ser ynumerables, para hacelles daño ninguno, pero
nunca quiso volver las espaldas, ni tornarse a salir hasta
se algunas cosas fiadas; el 28 del mismo mes fué nombrado Alonso de Saa-
vedra tesorero de aquella provincia.
Ya Castellanos describió con exactitud los límites de la provincia de
Santa Marta:
El despacho se dio que pretendía
De la gobernación de Cartagena,
Y el término de tierra se extendía
Desde el gran río d¿ la Magdalena
Hasta el de Darien y su bahía,
Y por la tierra adentro fué muy llena.
{Elegías, pág. 366.)
LXXXV
llegar a reconocer la cordillera de Piru y tierra de los
Andes... Vino Pedro de Heredia de Santo Domingo a
tomar tierra en términos de Santa Marta, en un puerto
qu' es llamado Gaira, por estar junto a el un pueblo de
yndios deste propio nombre, y aunque estuvo surto en
este puerto, reconociendo ser de Santa Marta y estar
desoirá parte del rio Grande, fuera de los mojones de su
gobernación, se hizo a la vela de noche, la via de Carta-
gena, por donde avian de atravesar las corrientes y boca
del rio Grande, que son de gran peligro y riesgo, y ansi,
obieran de perecer en él todos los españoles y gente que
en la caraveía y fusta yban, a causa de ser los pilotos
chapetones o visónos en aquella navegación y no tener
ningún conocimiento de aquella costa, porque como se
metiesen en las corrientes y canal del rio donde las aguas
por el movimiento recio de los vientos se movían con
demasiada elación, fué la fusta puesta en muy grande pe-
ligro, y remedió su naufragio con que acertó á ser de cu-
bierta entera, cuyo escotillón taparon y brearon, y ansi,
aunque los olages del agua pasaban por encima de la
fusta y la bañaban y mojaban a todos los que en ella
yban, quiriendolo Dios asi no pereció ninguna persona
della. La caraveía, como era de mayor través, daba la
mar mayores combates en ella, y asi estaba en mayor
peligro la gente que dentro yba, y acrecentósele otro
mayor trabajo y peligro, y fue que con los combates del
agua se le quebró de noche los hierros y argollas del ti-
món, por lo qual anduvo sin gobierno por donde el agua
y el viento la quería llevar, desde quatro o cinco horas
antes que amaneciese, hasta bien tarde del día siguiente,
sin que entre los mareantes que dentro yban se diese
ningún remedio para que pudiese gobernar la caraveía.
LXXXVI
y al fin vino a dar uno de los que mas habían seguido la
corte y el palacio, de suerte que la caravela pudo nave-
gar y entró en el puerto de Calamar juntamente con la
fusta, donde desembarco el gobernador Pedro de Here-
dia, y con la gente que llevaba de a pié y de a caballo
dio en la población de Cañamar, cuyos moradores toma-
ron las armas para defender y resistir la entrada á los es-
pañoles, y pelearon buen rato los unos con los otros, y
aunque los yndios eran muchos y muy buenos flecheros y
diestros y muy certeros, y que las flechas que tiraban yban
untadas con ponzoñosa yerba, con todas estas condiciones
y otras que no digo, no pudiendo sufrir el ympetu de los
españoles desampararon el pueblo, y bolviendo las espal-
das, se dieron á huir con toda la priesa que podian. En el
saco del pueblo ovieron poco provecho los soldados,
porque como otras muchas vezes habían aportado espa-
ñoles a rescatar y aun a ranchear a este puerto y pueblo,
todo el oro y otras cosas que para su ornato y servicio
tenían, le tenían puesto a recado en partes ocultas, que
por los españoles no pudo ser hallado cosa alguna por
entonces, más alojáronse en el propio pueblo, y alli hizo
el governador Pedro de Heredia poner todo lo que en la
caravela y fusta traia.„
Como se ve, Fr. Pedro Aguado pasa por alto la pri-
sión, en Calamar, del indio Corinche, y la intervención
en aquellos sucesos de la india Catalina, llevada como
intérprete de los españoles. A más de esto, anticipa la
fundación de Cartagena que, según Castellanos, no se ve-
verificó hasta después de la jornada contra Turvaco (1):
(i) El nombre de este pueblo aparece en los cronistas con varias for-
mas: Tarvaco, Turvaco \ Tar guaco, Taragoaco.
LXXXVII
"Para perpetuidad de su gobernación, Pedro de Here-
dia determinó luego de poblar donde estaba, un pueblo,
para desde alli hacer algunas salidas y entradas la tierra
adentro, y poniéndolo por obra, en el propio pueblo
donde estaba aloxado hizo su poblagon y fundación, por
parecelle sitio y lugar acomodado para ello, y nombran-
do alcaldes y regidores y los demás oficiales necesarios a
ia república, y haciendo otras cerimonias que en semejan-
tes fundaciones se suelen hacer, puso al pueblo por nom-
bre la ciudad de Calamar, y al puerto, por tener, como
he dicho, tanta similitud con el puerto de Caríaxena en
España, se le puso Cartaxena.,,
La campaña contra los indios de Turvaco es referida
por el P. Aguado en términos que coinciden bastante
con la narración de Castellanos:
"Después de pasados algunos dias de como Pedro de
Heredia fundó esta ciudad, acudió gente a ella de otras
partes, y demás desto estaba en camino pasajero que los
que yban y venían a Piru, pasaban por este puerto. En
pocos dias se reformo de muchos españoles con que He=
redia tubo lugar de usar a su placer de su juridicion, y
ansi tomo consigo quarenta hombres de a pie y de a ca-
ballo, y con ellos se metió ia tierra adentro y fue a dar a
un pueblo de yndios de mucho caserio e yndios y mora-
dores, llamado Turbaco, qu' estada apartado de Calamar
o Cartagena cinco leguas. Luego que los yndios y mora-
dores deste pueblo tuvieron noticia de la ida de los espa-
ñoles, como gente que ya otra vez habían habido Vitoria
de españoles, porque en el avian muerto a Juan de la
Cosa, como luego diré, tomaron las armas en las manos
y con grandes muestras de alegria esperaron a que el Go-
bernador y los que con él yban los acometiesen. Llega-
LXXXVIII
ron los españoles y su gobernador Heredia a las ocho o
nueve del dia, y como hallaron a los yndios puestos en
arma, los unos por entrar, y los otros por defender sus
casas, fué entre ellos trabada la guazabara o pelea, en la
qual d' entrambas partes pelearon tan briosamente que
sin que Vitoria se declarase, ni fortuna se mostrase favo-
rable a ninguna de las partes, el trabajo grande que en el
pelear avian los unos y los otros padecido los forco que
de conformidad se apartasen los unos de los otros a des-
cansar y a comer, que les fatigaba tanto el trabajo como la
hambre. Pasadas dos horas, los yndios se levantaron don-
de estaban, y revolviendo sus armas contra los nuestros,
les torearon hacer lo mesmo, y tornando á pelear con el
mesmo vigor que de antes, aunque la pelea duró un buen
rato, los yndios comenzaron primero a perder el ánimo y
desmayar y pelear floxamente, lo qual reconocido de los
españoles aprovechándose y usando de la ocasión que la
fortuna les ofrecía, cerraron con los yndios tan briosamen-
te que les forcaron a volver las espaldas y a desamparar el
pueblo, en el qual se metieron luego los españoles y sa-
quearon todo lo que en él avia que saquear; pero no se de-
tuvieron en el a dormir aquella noche, porque los yndios
no se juntasen y diesen sobre ellos y los desbaratasen, y
asi se bolvieron la propia noche la viade Cartagena.,,
El descubrimiento de los ricos tesoros del Cenú y las
guazábaras que hubo antes con los indios, son referidos
con mucha variedad en los cronistas. Juan de Castella-
nos pone antes la salida de los españoles, en número de
doscientos cincuenta, en un bergantín y una chalupa; su
viaje por tierra a través de los cacicatos de Corex y de
Carón; la embajada de éste al indio Dulio, quien, al fin,
se une a los conquistadores; el favorable recibimiento que
LXXXIX
los nuestros hallaron en Zamba y la paz que se celebró
con los indios de Cipacua.
Una rica mucura cubierta de chaguala de oro, hallada
por un negro (1), y la llegada a un templo donde había
no pocos ídolos cubiertos de áureas láminas (2) y árbo-
les, de los que pendían campanillas de oro (3), fueron los
comienzos de tan espléndido hallazgo, que se completó
(i) A fin de ranchear algún alhaja
Un negro del Heredia muy ladino,
Que con favor del amo se aventaja
A visitar las casas del vecino,
Una mucura vio como tinaja
Cubierta con chaguala de oro fino,
La cual a su señor puso en las manos
Y pesó cuatrocientos castellanos.
(Elegías, pág. 378.)
(2) ídolos veinte y cuatro vieron altos
Todos como grandísimos gigantes,
De madera labrada lo intestino
Y lo de fuera hoja de oro fino.
Tenía cada cual puesta tiara
O mitra de oro puro bien tallada;
De dos en dos tenían una vara
Sobre sus anchos hombros travesada,
Cuyas posturas son cara con cara
Y una hamaca del bastón colgad»,
En las cuales hamacas recebían
El oro que los indios ofrecían.
(Elegías, pág 378,)
(3) Había muchos árbores afuera
Pegados con el dicho santuario,
Colgadas de los ramos en hilera
Campanas de oro no de talle vario,
Mas en tamaños, formas y manera,
Según un almirez de boticario.
(Elegías, pág. 378,)
xc
al saber los tesoros que había debajo de los montículos
y de los corpulentos árboles que crecían sobre muchas
de las sepulturas, que describe Castellanos con lujo de
noticias muy provechosas para los arqueólogos.
El P. Aguado sigue otra versión y cuenta el episodio
de aquel indio que ofreció a los españoles un niño, cre-
yendo que comían carne humana, y luego les mostró los
codiciados tesoros del Cenú:
"Pasados algunos dias de como el gobernador Pedro
de Heredia obo desbaratado al cazique e yndios de Tur-
vaco, se hallo con mas copia de españoles de los que
cada dia yban dejando algunos navios que tocaban en
Cartaxena; y asi, con mas numero de soldados que antes
salió a correr la tierca comarcana a Cartaxena y pacificar
los naturales que en ella abia poblados, entre las quales
poblacones desfa vez anduvo dos meses con sus solda-
dos, y como la gente desta prouincia generalmente es be-
licosa, muchas vezes en diversos pueblos tomaron las ar-
mas contra los españoles y procuraron desbaratallos y
echallos fuera de la tierra; pero ninguna cosa les presto,
porque Pedro de Heredia era hombre bien afortunado en
guerra de yndios, y los soldados que llevaba eran los
mas dellos hombres antiguos en las Yndiasy que en otras
partes se avian ya visto en peleas de yndios, á los quales
llaman caquiamos o ysleños; y asi dieron todos muestras
de buenos soldados en las Vitorias que contra los yndios
esta vez ovieron, y ansi Pedro de Heredia, sin recibir casi
daño ninguno, constriño y forQÓ muchos pueblos de yn-
dios a que recibiesen y admitiesen su amistad y confede-
ración, lo qual fue hecho y efectuado por ellos, y le fue
guardada con toda fidelidad y verdad por el gobernador
y sus soldados, que fue muy gran causa de que otros mu-
XCI
chos pueblos de yndios hiciesen lo mismo y se ynclina-
sen abrazar la paz y amistad de los españoles, porque
Pedro de Heredia, demás de que hacia conservar la paz
y amistad a los yndios, tenia especial cuidado en mirar
por su buen tratamiento, y no consentia que se les hicie-
se ningún daño, ni demasías, ni otras violencias y fuer-
gas que algunos ynconsideradamente les solian hacer, y
aun hoy les harian si las muchas justicias que el Rey tie-
ne puesta[s] para remediar estos escesos, no les fuesen a
las manos con rigurosos castigos. Volvióse después al
tiempo dicho a la ciudad de Cartaxena el Gobernador y
sus soldados, y alió aíli al capitán Mena y al capitán
Losa, que venían de Piru e yban a dar aviso al Empera-
dor del suceso y descubrimiento de Piru hecho por Fran-
cisco Picarro, el qual en batalla avia preso a Guaynaca-
pa, rey de aquella tierra, y desbaratado con una compa-
ñía de españoles las ynnumerables gentes qu' este bárba-
ro avia juntado para dar batalla a los españoles y echa-
líos de su tierra; pero favoresciendo Dios ynmortal a los
de Francisco Pigarro, les dio una Vitoria de la qual que-
dará perpetua memoria en el mundo; y ansi se detuvie-
ron en este puerto poco ios dos capitanes prosiguiendo
su derrota y viaje. El gobernador Heredia se determinó,
después que se vido con alguna copia de gente, de ha-
cer un descubrimiento y jornada la tierra adentro para el
verano del año venidero de treynta y cinco, y porque ha-
bía de quedar poca guarnición de gente en el pueblo,
hizo el gobernador que se hiciese un cercado de tapias o
palenque de tierra, á manera de fuerte, en que la gente
se recogiese si fuese necesario y estubiesen seguros de
las asechanzas y fuerca de los yndios. Hizose el fuerte en-
tre el propio pueblo de Cartagena y la ribera y costa del
XCII
mar que cae a barlovento, en pocos dias, porque todos
los soldados, por principales que fuesen, trabajaban y
ayudaban a ella, no solo con sus pareceres y presencia,
pero actualmente con sus propias manos y haciendo lo
que en semejantes trabajos y labores suelen hacer los co-
munes trabajadores y jornaleros; y lo que mas de loar es,
que el mismo gobernador, no despreciándose de lo que
le era tan desigual, hacia lo mesmo que los otros solda-
dos, poniendo por su persona y trabajo todo calor en la
fabricación del fuerte, el qual fué hecho en bien pocos
dias; y puestas todas las cosas en orden y concierto, asi
para lo que avia de quedar en Cartaxena como lo que
avia de llevar consigo, salió de Cartaxena después de la
fiesta de los Reyes, con casi ciento y cinquenta hombres,
entre los quaies yban señalados y diputados para las ne-
cesidades que en el camino se ofreciesen, veinte soldados
macheteros y azadoneros, qu' estos llevaban a su cargo
machetes y azadones, que para abrir el camino o cami-
nos y aderezar pasos por aquella espesura de la monta-
ña y fragosidad de las sierras, requerian yr apercibidos
desta manera. Ansi mismo yban en la compañia treynta
hombres a caballo, que son la fuerza principal para la
guerra y amparo de los españoles, porqu' es ya cosa
muy averiguada en las Yndias que á donde no se llevan
caballos para la guerra de los yndios, no puede dexar de
haber gran riesgo y peligro y trabajo demasiado para los
españoles.
Toda la otra gente eran rodeleros y ballesteros. Metió-
se la tierra adentro tomando por derrota la via de Po-
niente, y llagando a diversas poblacones tuvo muchas
guazabaras con los yndios y moradores de los pueblos
do llegaba, en las quaies le mataron algunos españoles
xcm
y le hirieron muchos; especialmente le pusieron en aprie-
to en un muy gran pueblo que casi todo un dia y una
noche tuvo la pelea, donde pusieron en grande tribula-
ción y cuidado a los españoles; tomáronles un soldado a
manos y llevaronselo vivo, y allá le dieron la mas cruel
muerte que pudieron, y mataron otro en la pelea, y hi-
rieron otros, asi de a pie, como de a caballo. De los gi-
netes salieron heridos en esta guazabara Alonso Monta-
ñés, sobrino del gobernador, y Ponce, alguacil mayor,
y Martin Yañez Tafur, que se quisieron señalar mas que
otros en la pelea, y aunque salieron mal heridos y estu-
vieron de las heridas en peligro de muerte, no murió nin-
guno de los tres, pero quedo Tafur medio ciego de un
flechazo que le dieron en una ceja; pero con todo este
trabajo ovieron vitoria de los enemigos, y pasando ade-
lante, nunca les falto guerra de yndios que habia pobla-
dos junto al camino que llevaban. Caminando un dia los
españoles y su gobernador por un arroyo seco y muy
falto de agua, por lo qual y por el gran calor yban los
soldados muy fatigados de sed, hallaron en las barrancas
deste arroyo un poblecuelo de yndios cuyos moradores
de él huyeron, y ellos con su cacique o principal se hi-
cieron fuertes en un buhyo, y alli procuraron defender
sus personas obstinadamente. El gobernador, por evitar
el daño del cacique e yndios que dentro del buhyo esta-
ban, procuró con los ynterpretes y lenguas que tenia lla-
mar de paz al bárbaro y a sus yndios, que pretendían
con sus rusticas armas permanecer en una casa de paja,
y tal que con sola una centella de fuego que sobre ella
cayera, perescieran y fueran abrasados todos los que den-
tro estaban, en lo qual el gobernador puso tanta diligen-
cia y calor que casi mitigo en alguna manera la furia de
XCIV
los bárbaros, porque á las voces que el gobernador daba
por medio de los ynterpretes, diciendo a losyndios y ca-
cique que en el buhyo estaban encerrados, que no ovie-
sen temor ninguno, sino que saliesen fuera, que él los
recibiría en su amistad, el cacique sacó las manos fuera
del buhyo, por la puerta, que era pequeña, y en ellas
una criatura de hasta siete u ocho meses, y viendo el go-
bernador aquella novedad é ynvencion de aquel bárbaro,
le pregunto que ¿para que efeto sacaba aquella criatura?;
á lo que respondió que se la daba para que comiese.
Admirado Heredia de la bestialidad del bárbaro, le dixo
que él y los que en su compañia venían no comían mu-
chachos, ni yndios ningunos, ni tal era su pretensión. A
lo que replicó el yndio, interrogando, que le digesen de
que se sustentaban aquellos hombres cuyos aspetos y se-
mejables a ellos jamas el no habia visto. El gobernador
le dijo que su mantenimiento era carne de puerco y de
venado, y oro. Entendido esto por el cacique, al momen-
to arrojó fuera del buhyo una chaguala de oro fino que
pesaba ocho libras, y le dijo: Toma, cómete ese oro, que
mientras eso comieres estaremos seguros yo y mis yndios
de que no nos comerás tu ni tus compañeros. El goberna-
dor se alegro con el manjar, y haciendo nuevos alagos
a los yndios y al cacique, los hizo salir fuera del buhyo
y se llegaron donde el estaba; a los quales pregunto
quien le habia dado aquella chaguala, o donde la habia
habido. El qual le dijo que su mayor el cacique del Senu
le abia dado aquella chagualeja, y que si querían mas
oro, que los llevaría al propio Cenu, donde auia mucho.
Pedro de Heredia, que no era menos cudicioso que las
otras gentes, antes mas que algunos de los que en su
compañia yban, se holgó en gran manera de oir la bue-
xcv
na nueva y rogo al cacique con grande ahinco que lo
llevase con brevedad a tan feliz lugar, haciendo de nue-
vo ynterrogaciones y preguntas sobre la grandeza del
oro al mismo cacique, y si el Cenu donde le decia que
avia aquel oro, estaba lejos o cerca, y que cantidad de
oro podrían haber del; y fuele respondido que era gran-
de la suma de oro que en poder de aquel cacique y sus
yndios habia, asi en las sepulturas de los muertos y en-
tierros, como sobre la tierra; pero que aunque el camino
era corto, que el no se aírevia andallo por su cargada
vejez; mas que para guia le daba un hijo suyo mucha-
cho, que le llevaría por via derecha donde tanto desea-
ba. Temióse el gobernador no fuese alguna burla o cela-
da que el cacique quisiera armar o hacer, y declarándo-
le su pecho, dixo que temia no fuese engaño fabuloso el
que le pretendía hacer, y que por esto no pensaba
sino llevallo a el propio cacique por guia, y no a su hijo.
Rescibio grande alteración este principal, asi de la poca
confianza e crédito que en el se tenia, como por la vio-
lencia que se le quería hacer en llevallo fuera de su pue-
blo y naturaleza a pasar trabajos en el remate de sus días,
y comengó de nuevo a certificar al gobernador que no
se le hacia ningún engaño, sino que sinceramente seria
encaminado y llevado por su hijo a donde el decia. Hi-
zose lo que pretendía y quedo con esto contento. Y dan-
do a Pedro de Heredia el muchacho que lo abia de guiar,
se partieron otro dia siguiente, y en la primera jornada
llegaron a un pobleguelo de pocos yndios, y esos amon-
tados y puestos en lugares seguros, porque como antes
avian tenido noticia de como los españoles se les acerca-
ban, no curaron de esperallos, por no tener con ellos da-
res ni tomares. Durmieron allí aquella noche, y el si-
XCVI
guíente día marcharon con buen concierto, según lo te-
nían de costumbre, y fueron a dar a unas largas y rasas
campiñas e savanas de mas de quince leguas en contor-
no, en las quales, obra de tres leguas metido en lo raso,
estaba el pueblo del Cenu, donde tenían los yndios sus se-
pulturas hechas sobre la tierra de suerte que desde lejos
se parecían y devisaban, en tal manera, que una muy se-
ñalada sepultura que los yndios tenían hechi a honra de
su simulacro, que fue por los españoles llamada la se-
pultura del diablo, se parecía y divisaba, por su gran al-
tura, desde una extendida legua de distancia. Los espa-
ñoles fueron sentidos por los yndios deste pueblo antes
que llegasen a el, y asi, desamparándolo de repente, se
dieron a huir casi a vista de los soldados, los quales no
fueron nada perezosos en seguir el alcance, y mediante
su buena diligencia prendieron al cacique de aquel pue-
blo y a su muger, que era la natural señora de aquel
pueblo y era llamada Latoto. Dieronse luego los solda-
dos a buscar lo qu' en las sepulturas y casas avia, y ha-
llaron en el buhyo ó sepultura del diablo mas de qua-
renta mili pesos de fino oro, sin otra mucha cantidad que
por las casas y sepulturas se sacaron.,,
No obstante haberse valido Castellanos de legíti-
mas fuentes históricas, y de la preciosa descripción ar-
queológica que nos dejó de las ricas esculturas halladas
en el Cenú, es más importante, en especial desde el pun-
to de vista geográfico, la que hizo el P. Aguado, quien
distinguió claramente el Cenú, del Fincenú y del Pan-
cenú:
"Antes que pasemos adelante, sera bien dar noticia en
este lugar, del Cenú, que tan nombrado ha sido en estos
nuestros tiempos, y codiciado de muchos, por lo que los
XCVII
principales deste Cenú donde Don Pedro de Heredia es-
tuvo, dixeron a los españoles, y por este paraje de Car-
tajena, entre el rio grande de la Magdalena y el rio de
Darien y el de Cauca, están estos señores hacia el Ponien-
te, los quales son tres Cenues: el primero es este donde
Don Pedro de Heredia llego, que por sus naturales es
llamado Fincenu. Está quatro o seis leguas apartado del
rio de Darien, que también es llamado del Cenu, por
donde subió antiguamente el capitán Ojeda después que
le mataron a Juan de la Cosa su compañero. En este Fin-
cenu no se sacaba oro, más por respeto de ser los mora-
dores del todos plateros y artífices de labrar oro, acudían
a ellos de los otros dos Cenues donde se sacaba el oro,
y pagábanles su trabajo por algunas joyas y obras de oro
que les hacían, y ansí habían venido a ser muy ricos y a
poseher tanto oro como los españoles en el hallaron, y
también por otros respetos que luego se dirán. El otro
Cenu se decia Cenufana, que también fue descubierto por
españoles que de la gobernación de Cartaxena salieron,
del qual también se tratara adelante. El tercero se dice
Panzenu; este es el que hoy esta vez fue descubierto, en-
tre el rio grande de la Magdalena y el rio Cauca. En es-
tos tres Cenues decían los yndios deste Fincenu que avia
tres diablos por señores, y que el diablo mayor está en
el Pancenu, y en este Fincenu esta una hermana del dia-
blo mayor, a quien el propio diablo amaba y quería mu-
cho, por cuyo respeto muchos yndios principales del
Panzenu se mandaban llevar a enterrar al Fincenu con
sus riquezas, y el qu' esto no hacia, enviaba a que le se-
ñalasen y diesen sepultura en este Fincenu, y en ella
mandaba enterrar la mitad del oro que tenia, y desta
abusión y supresticion diabólica que entre estos barba-
G
XCVIII
ros habia, vino a estar el Fincenu tan poblado de ricas
sepulturas hechas de mogotes muy altos, y otros no tan-
to, menos y mas, según la calidad del yndio que se en-
terraba; y tanto quanto el edificio o túmulo de sobre la
tierra era de alto, tanto tenia de hondo la sepultura, y
asi obo y se sacaron ricas sepulturas de a treynta mili pe-
sos, de a veynte mili, y de onze mili, y seis y siete mili
pesos, y a menos, y a más. Ubo mucha cantidad de se-
pulturas que no tenian mogote ni señal encima de la tie-
rra, y a estas descubrían dando fuego a la sabana, y des-
pués de quemada la paja cavaban y daban catas en la
haz de la tierra, y donde hallaban dos dedos de tierra
negra y luego una arenilla blanca, era sepultura, y con
esta señal seguían hasta llegar a donde estaba el difunto
o el oro, y en hallándolo no curaban de pasar de alli.
Obo gran cantidad de sepulturas que tuvieron a quinien-
tos y seiscientos pesos, y pocas de aqui para abajo, y
ninguna que en ella no se hallase oro. Todo el oro que
en estas sepulturas tenian estaba puesto al lado del cora-
zón, y aun en el propio corazón de los muertos, lo qual
conocieron bien en breve los españoles, y después que
dello tuvieron conocimiento no hacían mas de en descu-
briendo la sepultura, volver el rostro al sol y cavar a la
parte siniestra de la sepultura, y asi hallaban con menos
trabajo lo que avia dentro, porque como en aquella
parte del corazón no oviese oro, no curaban de buscallo,
porque tenian ya entendido que avia de ser su trabajo en
vano. La sepultura del diablo, para ver los españoles lo
que en ella avia, gastaron mas de mili y quinientos pe-
sos, y con todo este trabajo no pudieron derribar de lo
que sobre la tierra avia edificado mas de la mitad; y
como ya tenian conocimiento los soldados de la parte
XCIX
donde avian de hallar el oro, y hallaron lo que he referi-
do, no curaron de echar mas peones, porque les pareció
que era cosa perdida. Halláronse ansimismo en esta se-
pultura gran cantidad de maneras de vino convertido en
agua, y mas de cinquenta piedras de moler, de hechura
de las de nuestra España. Al rededor de esta sepultura,
en contorno de treynta pies, estaban doze sepulturas
iguales; el altar de cada una tenia siete estados, y en
cada una destas se hallaron de once mili pesos para arri-
ba, y asi fue grandísima la suma de oro que deste poble-
zuelo se sacó, el qual no tenia mas de veinte casas prin-
cipales en que los yndios vivían; y cada casa destas tenia
a la redonda de si otras tres u quatro para sus haciendas
y servicios extraordinarios, las quales eran todas grandes,
de pared alta, casi de la forma y hechura que los espa-
ñoles las hazen para su vivienda. Preciábanse de tenerlas
limpias y barridas, y para el efeto tenían unas escobas
largas, de la forma que las tienen en los monasterios, para
no abajarse. Durmian, o tenían por camas para dormir,
hamacas. La señora deste pueblo era de gran gravedad y
muy respetada de sus subditos. Por grandeza acostum-
braba que de un lado y otro de su hamaca durmiesen en
el suelo dos yndias mozas, gentiles mugeres, los rostros
vueltos a la tierra, para quando se levantase o sentase en
la hamaca, poner sobre ellas los pies. Era de muy pocos
moradores este pueblo, que en el no habia a la sazón
cien yndios, y parecía por sus ruynas y vestigios aver
sido en tiempo antiguo de mucha vecindad. Pregúntese-
les a los yndios como eran tan pocos, y si avian sido en
otro tiempo más. Respondieron que después que mataron
allí muchos españoles, se avian ydo siempre apocando
y muriendo hasta el estado en que estaban... Hallaron
los españoles de Pedro de Heredia, por los buhyosy po-
blaciones deste Fincenu, muchas armas de corazas y es-
padas y otros muchos géneros de armas de hierro. El mu-
chacho que Don Pedro de Heredia avia llevado por guia,
señaló alli en aquella campiña cierta sepultura y entierro
de oro que el avia visto hacer, y dijo que la cavasen y
sacarian oro. El gobernador mando luego a los acadone-
ros y macheteros que cavasen luego y travajasen en des-
enterrar aquel muerto. Hizose lo que Pedro de Heredia
mandó, y con poco trabajo y en menos tiempo sacaron
desta sepultura nueve mili y quinientos pesos de oro fino.
Procuró el gobernador ynquirir y saber donde avia mas
oro. El caziquey su muger se hallaron presentes a esta
ynterrogacion, y le digeron en su lengua que ¿para que
querían mas oro del que en aquella sepultura de aquella
campiña avia y podia sacar? Heredia les respondió que
mas quedan y mas buscaban y mas le avian de dar. Res-
pondiéronle, vista su codicia, que fuese al Pancenu, que
estaba treynta jornadas la tierra adentro, y que de lo que
en los buhyos avia se podrían cargar todos los que con
el yban y sus caballos, y no lo podrían traher, y esto sin
lo que en las sepulturas, asi del diablo, como de los par-
ticulares y plebeyos avia, que era ynfínito, porque en
aquella tierra lo sacaban de las minas y lo traían a aquel
lugar; pero púsole por ympedimento y estorbo ser pocos
los españoles que yban con el governador para aver de
pelear con los yndios del Pancenu. El gobernador, como
oyó tan buenas y alegres nuevas, tomándose entre los de-
dos de las manos las narices, comento a cantar:
Quando yo sea gañan
Joanica me lleve el pan.
Regocijáronse aquel dia, y el siguiente aceleróse el go-
CI
bernador por leve ocasión que le sobrevino, con unos sol-
dados de los de Santa Marta que llevaba en su compa-
ñía, contra los cuales contengo á decir que a la vuelta
los avia de dejar a todos, antes de entrar en Cartaxena,
ahorcados. Parecióles mal esta sobervia y demasia de Pe-
dro de Heredia a muchos soldados y comentaron a pro-
nosticar que si no se reportaba y media, que seria infeliz
el suceso y fin que dende en adelante oviese aquella jor-
nada, porque los soldados de Santa Marta contra quien se
avia airado, eran por sus personas estimados y favorecidos
de amigos, que suelen ser causas estas con que muy con-
munmente en las Yndias se abajan las sinrazones y elacio-
nes de los gobernadores, si no mudan condición y propo-
sito y disimulan mas de lo que querrían, como en alguna
manera lo hizo en esta jornada el gobernador Heredia.,,
El viaje que Pedro de Heredia y los suyos hicieron
más alia del Cenú, se halla descrito en Castellanos con
sequedad suma y falta de detalles, como si de aquel su-
ceso no tuviera más que pocas y confusas noticias:
Pusieron en efecto la partida
Por grandes asperezas de caminos:
Hallan la tierra falta de comida
Por la tener alzada los vecinos;
Sobrevino gran lluvia y avenida,
Terribles y espantables torbellinos,
E ya por los poblados, ya por yermos,
Los más de los soldados van enfermos.
El hambre y los trabajos que padecieron los españoles
en su regreso al Cenú, son descritos por Castellanos en
prolijas octavas, y añade que
Hallaron los sepulcros ya menguantes
De muchos que sacaron naturales;
Y según otros, dieron el tesoro,
Debieron de sacar un millón de oro.
cu
Pasa Castellanos a referir el requerimiento que se hizo
a Heredia para poblar en el Cenú, y el reparto del oro
hallado, entre los soldados, quienes
Luego se mejoraron en los trajes,
Según uso del tiempo los pedía,
Cadenas de oro, gorras con plumajes,
Ricas medallas con su pedrería.
La relación que de estos sucesos hay en el P. Aguado
es más copiosa en datos, y parece verídica en casi todos
sus pormenores, llenando así la laguna que se nota en la
obra de Castellanos:
"Estuvieron los españoles en este pueblo del Fincenu
descansando y sacando oro ocho o diez dias, después de
los quales el gobernador, por ver si podría satisfacer su
apetito, determino pasar adelante en demanda del Pan-
cenu por ver si podría gozar de aquellas ynnumerables
riquezas que el cazique de Fincenu afirmaba haber en el.
Pidió Pedro de Heredia guias que le llevasen, y fuele
respondido que bastaba el mochacho que le avia traído
y guiado antes, para Ilevallo al Pancenu, por aver esta-
do en aquella tierra diversas vezes. Satisfizose desto el
gobernador, y asi, dejando pacifico y en su pueblo al
cazique y cazica del Fincenu, marcho la tierra adentro
por la via que el muchacho le guiaba, y por algunas tra-
bajosas jornadas llegaron a la falda de unas sierras que
necesariamente se avian de travesar para llegar al Pance-
nu. Al principio destas faldas vieron dos caminos que se
apartaban y dividían el uno del otro, y según la guia
dixo, entrambos yban al Pancenu, pero declaró que el
mejor y mas acomodado y por donde el cazique de Fin-
cenu le avia mandado llevar y guiar a los españoles, era
el que se ynclinaba a la mano izquierda, y que por alli
CIII
quería guiar, y que no osaría hazer otra cosa, ni mentir
o engañar a los españoles, porque su cazique le avia
amenazado que por el mesmo caso lo mataría. El gober-
nador Heredia, presumiendo o sospechando no fuese al-
gún engaño o ardid con el qual aquel bárbaro del Fince-
nu pretendiese metelle donde el y su gente pereciesen y
se perdiesen, como muchas vezes en las Yndias ha suce-
dido, dixo que no quería yr por el camino que la guia le-
señalaba, sino por el contrario que daba la vuelta al Sur.
Los soldados y gente principal contradixeron este propo-
sito al gobernador, poniendo por delante la perdida de
algunos capitanes que por querer seguir con obstinación
su propio parescer, y desechar y menospreciar ynconsi-
deradamente lo que las guias y naturales de las propias
tierras les daban y aconsejaban, les avian venido conse-
cuencias que avian sido causa de su propia muerte y de
los españoles que consigo llevaban, metiéndolos por tie-
rras ignotas y despobladas, llenas de cien mili géneros
de animales yndomitos, y feroces serpientes o culebras
ponzoñosas, y que no menos apta parecía la dispusicion
de aquella serranía que por delante tenían, para estar
despoblada de gentes y poblada destos animales, donde
avian sido perdidos y muertos algunos capitanes que allí
se le nombraron; y con esto se le dixeron otras cosas y
persuasiones al gobernador para apartarlo de aquel su
obstinado proposito; pero ninguna cosa prestaron ni apro-
vecharon, y asi, les fue necesario seguir la voluntad de su
capitán, que a opinión de todos tan fuera de camino se-
guro yba, porque demás de lo que he dicho, la propia
guia se negaba, por el trabajo y maleza de aquel camino
quel gobernador quería seguir, diciendoles, que demás
de ser grande la serranía que se avia de travesar, y muy
CIV
asperísima y fragosa, era de pocas poblazones y de poca
comida, y que avian de atravesar unos cerros o cordi-
lleras de grandísima frialdad, donde avia evidente peli-
gro de ser todos muertos de frió. Con todo esto, se desi-
mulo, y prosiguiendo el camino que el gobernador que-
ría, anduvieron muchos dias por sierras muy malas e pe-
ligrosas, y arcabucos, y de grandísimo trabajo para los
españoles, por ser las cordilleras muy angostas y empi-
nadas con gran altura. La víspera de Nuestra Señora de
la Encarnación comentaron los españoles a subir la mas
alta y encumbrada de todas las sierras, que es una que
agora se dice la Sierra de Abrevay, a causa de un valle
que esta al pie della, nombrado deste nombre, donde hay
gran cantidad de algodonales y es poblado de buena
gente, aunque poca, los quales del algodón hacen muy
buena y fina ropa que llevan a vender y contratar por
aquellas sierras a los pueblos que en ellas hay pobla-
dos. Ya que los españoles estaban muy cercanos a la
cumbre y alto desta sierra, sobre tarde les vino una
borrasca de agua y viento y nieve, acompañada de es-
tremada frialdad, que constriño y foreo al gobernador
y a todos los que le seguían, dar la vuelta hacia abajo
con mas presteza y apresuracion de la que se pensó,
de tal suerte, que muchos admadeados e desatinados
con el rigor del frió y nieve y agua que caía y vien-
to que corría, se metían en chaparrales y montes cer-
canos, y allí, con la demasiada turbación que tenían,
perecían sin ser socorridos de persona ninguna, por-
que ni avia hombre que favoreciese a hombre, ni her-
mano a hermano, ni soldado a su capitán, pero cada
qual se procuraba remediar y huir de la tormenta en que
estaban, a lo abrigado. Murieron y perecieron con este
cv
temporal aquella propia tarde que les dio, la propia guia
que llevaban y arriba de quince españoles, y entre ellos
Pedro de Alcázar, sobrino de Francisco del Alcázar, de
Seuilla; y demás destos murió y pereció todo el servicio,
aunque poco, de yndios e yndias que los españoles lle-
vaban consigo. Asi, constreñidos desta calamidad, se ba-
jaron al reparo del valle de Abreva, donde estuvieron
descansando y reformándose algunos dias, en los quales
les vinieron a visitar, aunque con las armas en las manos,
mucha cantidad de yndios de la otra banda de la cordi-
llera de Abreva, gente muy lucida y crescida. Dieron de
repente en el alojamiento de los españoles, pero no hi-
cieron ningún daño, mas antes llevaron la peor parte de
la pelea, siendo en ella muertos algunos yndios. Y aun-
que se retiraron y apartaron de pelear los yndios, no por
eso se fueron a su tierra, mas antes estuvieron a la mira
de los españoles, de suerte que el gobernador tuvo lugar
de llamallos y trahellos de paz y a su amistad, mediante
su buena diligencia; y fueles muy útil la paz destos yn-
dios a los españoles, porque con ellos bajaron de las
montañas muy gruesos maderos para hacer una puente
en un rio furioso y caudaloso que les era forgado pasar,
porque con la repentina vuelta que avian hecho, avian
tomado casi diferente camino del que a la ida llevaron,
por lo qual se le opuso la pasada deste rio de Abreva.
Hicieronse las puentes y por ellas pasaron los españoles;
echáronse los caballos por el agua para que pasasen na-
dando, y con la gran corriente y malas salidas que el rio
hacia se les ahogaron los mas de los caballos, que des-
pués les hicieron mucha falta. Traían todos estos yndios
muchas joyas de oro y otros aderezos para el ornato de
sus personas, las quales rescataban y contrataban con los
CVI
españoles. Dábanles ricos y gruesos caracoles y pedagos
de oro por cosas de poco precio y de poco provecho, y
quedaban muy contentos los yndios con ello, y los espa-
ñoles mucho mas con el oro, que era muy fino y muy
bueno. Prosiguieron su tornavuelta con harto trabajo y
necesidad y falta de comida que avian tenido, y algu-
nas guagabaras de yndios. Llegaron al Fincenu, donde el
cacique y su mujer les aguardo de paz con mas de siete
mili pesos que dio de presente al gobernador en un can-
tarillo, los quales dixo que avian sacado de una de las
sepulturas que los españoles avian cavado, y por no aver
sabido buscar el oro, se avían dexado allí aquel poco.
Los soldados estavan muy bien con aquella tierra del
Fincenu, por el mucho oro que de sepulturas avian sa-
cado y por lo que pretendian sacar, y por este respeto
rogaron con grande ahinco al gobernador que se detu-
viese e hiciese asiento en aquel pueblo para sacar algún
oro de las sepulturas, ofreciéndose de sustentar al pueblo
de comidas de la comarca, y que harian un bergantin en
el rio del Cenu, en el qual fuesen a dar mandado y aviso
a Cartagena, que por aquella via estaba cerca, para que
proveyesen de lo necesario. Comengo a decir que no lo
quería hacer por el desabrimiento que con algunos sol-
dados tenia, y en el permanesció tan obstinadamente,
que con ruegos ni requerimientos ni por otra via ningu-
na no le pudieron sacar del, de que se maravillaron mu-
cho los soldados, a causa de ser Pedro de Heredia de no-
ble condición y que no permanecía en el enojo mucho
tiempo. Finalmente, se hizo y cumplió su voluntad con-
tra la de todos sus soldados, y prosiguiendo su camino a
Cartaxena entraron en ella quatro o cinco dias antes de
San Juan de Junio del propio año, donde hallaron mu-
CVII
cha gente española que allí avia quedado y se avian
juntado y cada dia se yban juntando.,,
Prosiguiendo el hilo de su narración el P. Aguado se
aparta en no pocas cosas dé lo consignado por Castella-
nos, quien al historiar la expedición de Alonso de Here-
dia al Cenú, en el año 1534, dice que llevó en su com-
pañía al capitán César y doscientos diez soldados; des-
pués de invernar allí, fué César a tierras de Tulú, cuyos
indios, después de vencidos, entregaron unos diez mil
pesos, y como el Gobernador pidiese éstos en préstamo
para pagar a la gente que acababa de llegar con el con-
tador Duran, hubo tamañas cuestiones que puso en pri-
siones a César y a López de Ayala, y aun los quiso con-
denar a muerte. Resolvióse el conflicto económico gra-
cias al oro que Alonso de Heredia sacaba del Cenú, cu-
yos panteones vuelve Castellanos a describir:
Estas eran cuadradas sepulturas
Y tenían riquísimos caudales,
Tanto que nos afirman escrituras
Que pesaban el oro por quintales;
Piezas de diversísimas figuras
Y de todas maneras de animales,
Acuáticos, terrestres, aves, hasta
Los más menudos y de baja casta.
A la noticia de tan magnas riquezas acudieron los sol-
dados de Duran, y con ellos emprendió Alonso de He-
redia, en el año 1535, una expedición al río que llamaron
Brazo de San Jorge, donde los indios del cacique Yapel
armaron una emboscada; vencedores los españoles, lle-
gan a una población bien puesta y extendida, junto a cu-
yas casas había gran copia de huertas de frutales — ma-
ravillosamente cultivadas, grandísimas labranzas de
yucales—y otras raíces dellos estimadas. En aquel pue-
CVIII
blo, de donde habían huido sus moradores, recogieron
unos seis mil pesos de oro,
Quedando con disgustos y querella
Por se les escapar toda la pella.
Sin detenerse a excavar las muchas sepulturas de for-
ma piramidal que había por aquellos campos, y pasando
por un poblado en que hallaron mucho pescado en bar-
bacoas, llegan al río Cauca; entran en un pueblo edifica-
do en una isla, incendiado por sus habitantes al huir, y
al regresar padecen hambre sin cuento:
Todos a más andar se consumían,
Y eso me da mancebo que más viejo,
Y en el cansado cuerpo no tenían
Sino los huesos solos y el pellejo.
De nada sirvió matar algunos caballos, de los que se
aprovechaba todo, pues
Entraron en las tierras circunstantes
Del Cenú, rotos, flacos y amarillos.
Idos a Tolú, repararon allí sus fuerzas, no sin que al-
gunos pagasen la pena de su voracidad, que los llevó al
sepulcro:
La siguiente narración que de los mismos hechos hay
en la obra del P. Aguado, difiere no poco de la consig-
nada por Castellanos:
"Hallo el gobernador Heredia en Cartaxena a Alonso
de Heredia, su hermano, que avia llegado o venido de
Nicaragua con algunos soldados a hallarse en compañía
del gobernador su hermano. Holgóse mucho Pedro de
Heredia de hallar allí a Alonso de Heredia, y luego de-
termino de dalle gente con que entrase la tierra adentro
en demanda del Pancenu. Diole ducientos hombres de
a pie y de a caballo, y entre ellos muchos de los
CIX
que con el propio gobernador se avian hallado en la
jornada que de suso he contado. Salió Alonso de He-
redia con esta gente de Cartaxena por el mes de Agos-
to siguiente del propio año, y como ya los soldados se
sabían el camino, tuvieron menos trabajo en andallo
que pasaron los primeros que lo descubrieron; y asi,
por sus jornadas contadas, casi sin tener guerras con
los yndios, llegaron al Fincenu, donde hallaron cavadas
mas de trecientas sepulturas que los propios naturales
las avia abierto y sacado el oro dellas. Quejábanse
los soldados de Pedro de Heredia porque por su causa
no avian ellos sacado el oro de aquellas sepulturas,
que presumían ser gran cantidad, y no perdiendo la es-
peranza de avello, procuraron ynquirir y saber de algu-
nos yndios donde lo avia escondido el cacique, pero no
les aprovecho nada su diligencia y deseo. Solamente su-
pieron y alcanzaron que ia primera vez que el goberna-
dor Heredia dio en este pueblo, lo tenían escondido en
una asperísima montaña que llamaban la montaña de Fa-
raquie, por estar en ella un pueblo de yndios deste nom-
bre, y apartado deste Fincenu ocho leguas y más, en la
qual montaña el principal avia hecho un buhyo en lugar
de templo, en servicio del demonio, cuya era la sepultura
mayor y principal de aquel pueblo, en el qual ofrecieron
todo el oro que como he dicho sacaron de las sepulturas,
y el que los propios yndios poseían; pero con todo esto no
perdieron los soldados punto de su codicia, ni dexaron de
hacer allí sus diligencias para sacar oro de las sepulturas
que quedaban por sacar, para el qual efeto se concertaron
e hicieron compañía entre todos que unos cavasen, y otros
fuesen a buscar comidas y sustentasen los cavadores de
lo necesario, y que después se partiese lo que se sacase.
ex
En esta compañía no quiso entrar el capitán Alonso de
Heredia, porque pretendía sacar mas el solo con la gente
que tenia, que lo que de la compañía le pudiese caver
de parte; y con aver los yndios sacado gran cantidad de
oro, y Pedro de Heredia quando estuvo en este lugar,
asi mesmo saco mucho, todavía quedo oro que sacaron
los que agora fueron, pero no lo estimaban ni tenían en
tanto como en este tiempo se tiene, aunque siempre tuvo
valor. Aflojaron los soldados y aun el capitán Alonso de
Heredia, en la pasada al Pancenu, por algunas ocasiones
que se les ofrecieron, y por parecelles tan trabajoso como
dificultoso el camino y descubrimiento de aquella rica
noticia, por lo qual el capitán Alonso de Heredia envió
al Francisco de Cesar, su theniente general, a la costa
que cae sobre el Darien, con parte de la gente que tenia,
a que viese y descubriese lo que por aquella parte oviese
que ver. Cesar hizo lo que se le encargo, y con la gente
que llevo, descubrió la provincia que llamó de las Valsi-
llas, que agora es llamada Tolu, y el mismo puerto don-
de esta poblado, el pueblo de Tolu. Parecióle bien a
Cesar aquella tierra para que en ella permaneciesen es-
pañoles, y entendiendo quan cerca estaba de Cartaxena
procuró dar aviso al gobernador Pedro de Heredia, y por-
que no tenia bergantín ni otra cosa con que navegar, hizo
hacer una balsa de maderos, la mas recia que pudo ser, y
en ella se metió Alonso Lope de Ayala, persona princi-
pal y de quien se hacia y hoy se hace mucha cuenta en
Cartagena, donde reside, y con el otros quatro soldados
buenos nadadores, pusiéronse a gran peligro, asi de mar,
como de yndios de tierra, y fué Dios servido que sin que
peligrase o muriese ninguno aportaron a Cartagena, don-
de dieron relación al Gobernador Heredia de lo que avia
CXI
y pasaba, asi sobre las sepulturas del Fincenu y esta-
do en que quedaban, como de la nueva tierra que avian
descubierto. Recibió gran contento el gobernador de todo
lo que se le dixo, y singularmente de la esperanza que le
daban de que todavía se sacaba oro en las sepulturas del
Fincenu, porque la cudicia deste gobernador era tan yn-
saciable como la de otros muchos que con cargos y sin
ellos han pasado a las Yndias; y asi, no avia para el
nueva de mas contento ni alegría que dezille que avia
oro, ó que sacaban oro y que le darían oro, y aunque el
gobernador era adornado de otras muchas y buenas par-
tes, esta era en el tan estimada que descomponía y afea-
ba las demás, por no ser en su mano el dexar de dar
muestras dello. Envió luego socorro a Francisco de Ce-
sar, que lo esperaba en Tolu, y de la gente que a la sazón
se hallo en Cartaxena metió en unas caravelas hasta cien-
to y veynte hombres de los que a la fama del Piru cada
día venían de España, y juntamente con este socorro yn-
vio a decir a su hermano y a los demás soldados y capi-
tanes que le ynviasen todo el oro que entre todos se
oviese sacado de las sepulturas y ávido de otros rancheos.
Los soldados que con Cesar estavan sintieron mucho el
ynvialles a pedir su oro el gobernador, y como cosa que
tan caro les avia costado, lo procuraron conservar y no
dallo, y asi le ynviaron a dezir al gobernador que por
entonces perdonase, porque no se podia cumplir su man-
damiento, a causa de que entre todos avia hecha compa-
ñía, y hasta que lo repartiesen, ninguno era señor de lo
que tenia para podello dar ni disponer dello; y con esto
se metieron ia tierra adentro y se volvieron al Cenu, don-
de el capitán Alonso de Heredia avia quedado, por apar-
tarse de la vecindad del gobernador, congeíurando que
CXIJ
por no llevalle el oro que pedia, avia luego de venir a
dar sobre ellos y tomárselo por fuerca o de grado... Lue-
go que el gobernador Heredia recibió la respuesta de los
soldados de Cesar, y no el oro, se ayró y enojó demasia-
damente; y dexandose vencer de su cólera, que era mu-
cha, determinó de salir luego tras el capitán Cesar y los
que con el estaban, y castigallos rigurosamente por yn-
obedientes a su mandado. Juntó con presteza casi quatro-
cientos soldados, todos chapetones, que los mas dellos se
avian hallado en Bolonia en la coronación del Empera-
dor, y unos en el saco de Roma, y embarcándose con
ellos la noche de Navidad tomó la via de las Balsillas o
Tulu, y íue en seguimiento de Cesar y de su hermano
Alonso de Heredia, que asi mesmo, temiendo su yda y
aun su ira, se metió la tierra adentro en demanda del
Panzenu, después de averse juntado con el Francisco
de Cesar y los demás que avian subido de la costa en
su compañía y socorro, de los quales tuvo noticia de
como el gobernador avia ynviado a pedir el oro que te-
nían, de donde presumieron lo que avia de hacer. En
este tiempo que Cieza llego al Fincenu obo ciertas oca-
sión por donde, según todos decían, lo prendió el capi-
tán Alonso de Heredia a él y a otros cinco o seis solda-
dos principales, y sin justa, ni aun razonable causa, los
condeno a muerte, pero no obo quien osase executar la
sentencia, por no quedar obligados a dar cuenta de la
ynjusticia que en matar a quien no lo merecía se hacia,
y asi quedaron salvos y con las vidas. Siguió con toda la
gente su derrota y demanda del Pancenu el capitán Alon-
so de Heredia, engolfóse la tierra adentro, faltáronle las
guias al mejor tiempo, por lo qual, caminando ciega-
mente, torció la via que avia de llevar, y fue a parar a la
cxm
provincia de Mompoa, dos o tres jornadas apartado del
pueblo principal, y porque ya a este tiempo le avia ai-
caneado un capitán con cierta gente que el gobernador
en su seguimiento avia ynviado, dio la vuelta al Fincenu,
y dende a pocos dias se encontró en las sabanas del bra-
qo de San Jorge con el gobernador su hermano, que to-
davía yba en su seguimiento. Después de juntos, quiso el
gobernador proceder contra los que no le avian querido
dar el oro, y castigallos; pero oyólos y ellos dieron tan
buenos descargos, que toda la ira se mitigo, y se confor-
maron. Todos juntos y muy conformes dieron la vuelta
al Fincenu, donde después de llegados, y visto el poco
recurso de comida que en toda aquella comarca avia, por
ser los labradores pocos y los comedores muchos, envió
el gobernador al capitán Alonso de Caceres con trecien-
tos soldados que se fuese la vuelta del rio Grande, que
era tierra mas fértil y mas entera, y por sus riberas gasta-
sen el tiempo sustentándose y comiendo, o se volviesen
por aquella via a Cartaxena. Iban casi todos estos solda-
dos, o los mas, muy debilitados por la falta que de comi-
da avian tenido, y por averse dado a comer cierta fru-
ta llamada guacuna, con que se avian estreñido; y meti-
dos de esta suerte en un camino tan largo y malo, co-
mentaron a irse quedando por los caminos arrimados a
arboles, perecidos de hambre, contando de los regalos
que en Italia avian tenido quando se saciaron en ella;
y asi, de los trecientos soldados o mas que el capitán Ca-
ceres sacó del Cenu, no metió en Cartaxena mas de no-
venta, que todos los demás perecieron y murieron de
hambre en el camino. El gobernador ynvio luego que
Cesar se aparto del, al capitán Alonso de Heredia su her-
mano, con ciento y tantos hombres, a poblar a Uraba, y
H
CXIV
desta vez entro en ella Alonso de Heredia y pobló el pue-
blo que llamó Sant Sebastian de la Buena Vista, y estú-
vose con su jente haciendo de paz los naturales, sin resce-
bir ningún daño, hasta que al cabo de seis meses salió
hacer una jornadilla algo apartado del pueblo, donde le
mataron nueve españoles. Recogióse con tiempo y diose a
pacificar los naturales, y asi hizo algunos pueblos de paz.„
Las turbulencias que amargaron a Pedro de Heredia
su primer gobierno , son referidas por Castellanos de
modo muy distinto que el P. Aguado. Escribe aquél que
los españoles llegados a Tolú renegaban de su Goberna-
dor, y de acuerdo con Alonso de Cáceres, marcharon a
Cartagena rancheando los pueblos y lagares — que confi-
naban con aquellos mares; Pedro de Heredia, queriendo
evitar los desmanes que temía, llevo para aplacarlos el
oro que tenia — de piezas cudiciosas por extremo, y aun-
que no fué, ni mucho menos, pródigo en donativos, ali-
vióse el estado de los ánimos con fundar Alonso de Here-
dia el pueblo de Tolú, o Tulú, en la vega del río Catarapa,
donde los tratantes vendían sus géneros a precios tan al-
tos que se vendían los canarios quesos —a treinta y cinco
y a cuarenta pesos. La fundación de Tolú trajo una pelea
con los indios, que salieron vencidos, y desde entonces
hubo paz en dicha villa:
El P. Aguado narra de este modo los mismos hechos:
"El gobernador Heredia se estuvo algunos dias en el
Fincenu cavando sepulturas y sacando el oro dellas, y des-
pués que se enfadó de estar en aquella tierra se volvió a
Cartaxena, donde le ovieran de matar hombres naturales
de su propia tierra, asi por averse mostrado muy pertinaz
y avia retenido en si todo el oro que de las sepulturas se
avia sacado, como por odios particulares nacidos de an-
cxv
tiguas enemistades que desde España avia tenido con un
Lureña, hermano de otro Lurena que a la sazón estaba
en Cartaxena, con el qual, Pedro de Heredia tuvo muy
reñidas pendencias y pasiones; y como este Lurena que
en Cartagena estaba tenia alli otros amigos y conocidos y
aun parientes, los quales aborrecian al gobernador Pedro
de Heredia porque no hacia dellos la cuenta que era ra-
zón, juntóse con esto el propio y particular ynterés de
su trabajo que el gobernador les tenia usurpado, porque
todo el oro que en la primera y segunda vez se avia ávi-
do del Cenu y de otras partes, todo lo avia recogido el
gobernador y sacado por diversos modos del poder de
los soldados, y se avia quedado con ello sin quererles
acudir con ninguna parte dello, antes se presumía y aun
se tenia asi por cierto, que lo avia enterrado y escon-
dido todo en la isla de Carex, que esta una legua de
Cartagena, y que el propio Gobernador y dos criados
suyos avian por romana pesado el oro que avia junta-
do, y avia hallado en ello pasado de trecientos mili pe-
sos, que son treynta quintales de oro; pues como la ne-
cesidad que todos los demás principales del pueblo te-
nían del oro que de sus partes les pertenecía, era mucha,
y muy grande y vil la tiranía que en todo usaba el go-
bernador con ellos, juntáronse una noche los mas agra-
viados, con animo de matar al gobernador, y juntándose
con otros del pueblo a quien no dieron parte de su cons-
piración, se fueron a donde el gobernador estaba algo
temeroso del suceso, y llegados a el los conspiradores,
comentaron a ultrajallo y a poner las manos en él. El
gobernador, que era hombre de animo y que por ningu-
na via sufría ultrajes, procuro por armas satisfacer lo que
con el cargo no podia, pero como los de la liga eran
CXVI
muchos y él uno solo, y que de su bando no tenia mas
de a Suer de Nava que con el se avia hallado, tratáron-
le mal con las lanzas, con las que le dieron dos o tres bo-
tes sobre un jubón estofado que tenia, con que le hicie-
ron arrodillar, y asiendo con las manos la una de las lan-
gas, se levanto sacando solo una mano herida. Ayudóle
mucho al gobernador la compañia de Suer de Nava, por-
que entrambos se defendieron muy bien de los del motin,
que eran muchos; y de los propios que en su compañia
yban, que no sabian de la conspiración, se pasaron lue-
go al lado del gobernador y le ayudaron a defender su
parte, de suerte que los contrarios no tuvieron lugar de
matallo como pretendian. Suer de Nava, que era hombre
de estimación y afable, tomó la mano por la mejor via que
pudo en apaciguar este fuego, de suerte que el goberna-
dor Heredia tuvo lugar de salirse de Cartaxena aquella
propia noche y meterse con algunos criados suyos en un
bergantín en la mar y hacerse a lo largo apartándose de
tierra, porque la turba de los del motin no le ofendiesen,
y apartándose del paraje de Cartaxena echo mas adelan-
te en tierra un criado suyo llamado Ferrer, para que fue-
se a llamar los yndios comarcanos a Cartaxena, con de-
sinio de pegar fuego al pueblo y quemallo y arruinallo
y con esto tomar venganza de lo que le avian ofendido,
abrasándolos o matándolos por mano de los yndios; pero
el Suer de Nava, que ya se avia juntado en el bergan-
tín con el gobernador, lo vino a entender y lo remedio
de suerte que se aparto el gobernador de su mal propo-
sito y se estuvo dos o tres dias en el bergantín en la mar,
donde muchos de los de Cartaxena se le desculparon de
no aver sido participes de aquella traición, ni ser en
ninguna manera culpantes en ella, diciendo que los de
CXVII
Madrid, autores de la traición, y sus criados, eran mas
de treynta hombres, y aprovechándose de la escuridad de
la noche, avian ido a yntentar aquel tan malvado nego-
cio de que ellos no eran parte; pero por entonces se pa-
cifico todo y quedaron todos confederados y amigos con
el gobernador, ecepto los agresores principales, que con
estos nunca tuvo fija amistad.,,
Vencidas las turbulencias ocasionadas por Alonso de
Saavedra y los nueve de Madrid, que parecen distintas
de las atribuidas a los hermanos Lureña por el P. Agua-
do, hubo un grave conflicto entre Alonso de Heredia y
Francisco de Barrionuevo, gobernador de Panamá, quien
había poblado en el ancón de la Ensenada no mirando
que éste correspondía a la provincia de Cartagena; su te-
niente, Julián Gutiérrez, estaba casado con una hermana
del cacique de Urabá, llamada Isabel Corral, y esto daba
mucha fuerza a Francisco de Barrionuevo. A fin de evitar
futuras usurpaciones, Alonso de Heredia, en Mayo de
1535, se dispuso a poblar en Urabá, y marchó con dos-
cientos hombres en tres navios, y aunque César y otros se
fugaron a la villa de Acia con Julián Gutiérrez, después
de pelear con los indios de Urabá, fundó en un alto el
pueblo de San Sebastián de Buena Vista, señalando lugar
para castillo— y pusieron también horca y cuchillo. Cuan-
do ya estaban a punto de romperse las hostilidades entre
Alonso de Heredia y Julián Gutiérrez, desembarcaron en
Cartagena nueve madrileños, de nobles familias, dos de
ellos Diego Lujan y Juan de Guevara. Hospedados por
Alonso de Saavedra, mortal enemigo del Gobernador,
comienzan a levantar pendencias, a quitar estos hidalgos
las espadas — a mozos que pasaban por su puerta— so co-
lor de pedillas emprestadas. Enojado de tales abusos Pe-
CXVIII
dro de Heredia fué con Salcedo a casa del tesorero, don-
de no halló a los madrileños, y después de reprender a
Saavedra, le dio tal coscorrón con la partesana que cayó
al suelo. Los amigos de Saavedra, queriéndole vengar,
acometen, pasado algún tiempo, a Heredia, quien defen-
dióse a la desesperada sin más auxilio que el de su
teniente Pedro Romero y el de Juan de Orozco, y fué
milagro que no cayese muerto en tan desigual y rudo
combate. Apenas Heredia se vio libre de tanto peli-
gro, se embarcó en un bergantín, y yendo al pueblo
de Carex, y reuniendo un ejército de indios, entró con
ellos en Cartagena; la mediación de Juan de Oroz-
co evitó una lucha fratricida, y los nueve de Madrid
pusieron luego pies en polvorosa — huyendo por la mar a
Santa Marta. Mientras esto acontecía en Cartagena,
Alonso de Heredia venció a Julián Gutiérrez en batalla
que refieren con bastante analogía Castellanos y el Padre
Aguado; perdonó a César y a Isabel Corral, y reunido
con su hermano Pedro en Urabá, se celebró el triunfo con
juego de cañas que pudiera— parecer en Jerez de la
Frontera, y después ya en Cartagena, Pedro de Heredia
castigó, poniéndolos en grillos, a Nufio de Castro y
Ayala, y dio libertad a Julián Gutiérrez. Hechos que re-
fiere así el P. Aguado, más conforme en ellos que en
otros episodios, con Juan de Castellanos:
"En este mismo tiempo el gobernador Barrionuevo que
tenia a su cargo la gobernación de Castilla de Oro, par-
te de la qual es lo que agora llaman Nombre de Dios,
tuvo noticia de como Alonso de Heredia avia poblado a
San Sebastian de Buena Vista, que tenia por términos de
su gobernación, la qual decia llegar hasta el cabo de la
Vela. Recibió enojo dello y determino ynviar gente de
CXIX
armada que se apoderasen del pueblo y de lo que en el
avia, o lo despoblasen, pero pasosele presto el enojo y
estaba ya quitado de aquel proposito si Julián Gutiérrez
no le persuadiera de nuevo a ello por su propio y parti-
cular ynterés, porque según paresce, era este Julián Gu-
tiérrez casado con una yndia sobrina del Señor de Urava,
donde estaba poblado San Sebastian, y mediante esta
afinidad Julián Gutiérrez, desde Acia, donde era vecino,
entraba con gente por toda la tierra de la costa a resca-
tar oro, y donde mejores rescates hacia y mas oro saca-
ba era en esta provincia de Uraba, y parecióle que con
estar poblado en ella, Alonso de Heredia no tendria lugar
de entrar con la libertad que solia a rescatar oro y a con-
tratar con los yndios; y por estas causas, como he dicho,
persuadía al Gobernador Barrionuevo que echase los es-
pañoles de Cartagena, de la tierra de Uraba, y sobre ello
hizo tanto que el gobernador Barrionuevo le ovo de en-
cargar a el propio Julián Gutiérrez la empresa, y dalle
gente con que fuese a verse con Alonso de Heredia y
con la gente que con el estaba, a echallos del pueblo y
de la tierra, y para este efecto se embarco con la gente
que pudo juntar el Julián Gutiérrez, y vino sobre la cos-
ta y tierra de Uraba, en la qual hecho su gente apartado
de donde Alonso de Heredia estava, quatro leguas, con
desinio de no ponerse en ventura de batalla, sino poblar
un pueblo en aquella parte, y después, mediante el pa-
rentesco que su muger, la quíí traia alli consigo, tenia con
el cazique de Uraba, juntar a si toda la tierra y hacer que
los yndios no sirvieran a Heredia, lo qual pudiera muy
bien hacer y lo puso por obra, mas turóle poco tiempo,
porque luego que Alonso de Heredia supo como Julián
Gutiérrez estaba en tierra de Uraba y lo que pretendía y
cxx
aun avia empezado a hacer, envió a Caríaxena por gen-
te española que fuese en su ayuda y favor, para por tuer-
ca o como pudiese, echar de la tierra a la gente del go-
bernador Barrionuevo. Llego el mensaje de Alonso de
Heredia a tiempo que se acababan de mitigar las sedi-
ciones de entre el gobernador Heredia y los de Madrid,
por lo qual le convino al gobernador Heredia allanarse
mas para juntar y atraer a si mas gente é yr en socorro
de su hermano y de su pueblo. Y mitigado todo, juntó y
tomó los soldados que pudo y metióse con ellos en dos
bergantines y otros barcos y fuese la vuelta de Uraba,
donde hallo a su hermano ocupado en hacer requeri-
mientos a Julián Gutiérrez que se saliese de la tierra y
que no le alboratase ni ynquieíase la gente y naturales
de su jurisdición, y otras cosas que entre ellos avian
pasado, mas tocantes a la pluma que a la langa. Llegado
el gobernador Heredia a Uraba y junta la gente que lle-
vaba con la que su hermano estaba, sacó cien hombres
de a pié y de a cauallo por tierra, y los bergantines por
mar, y se fué a ver con Julián Gutiérrez, qu' estaba alo-
jado junto a la mar y a la rivera de un rio caudaloso que
por alli cerca pasaba; alojóse el gobernador Heredia con
su gente en la parte y ribera contraria del rio, de suerte
qu' estaban a vista los unos de los otros. El gobernador
Heredia tomó el termino de su hermano, y comenco a
hacer requerimientos a Julián Gutiérrez, el qual asi mes-
mo repicaba por papeles, aunque mezclados con muchas
pelotas de algunos versos que consigo tenia, pero no ha-
dan ningún daño con ellas en el alojamiento de Heredia,
por estar situado en lugar bajo e yr a esta causa por alto
las pelotas; y demás desto, estaban reparados con cierta
montaña o arcabuco que los defendía. Obo tratos de paz,
CXXI
de suerte que los soldados de un capitán y del otro se
juntaron y hablaron, pero no se efetuo cosa ninguna de
lo que se pretendía, y de todas partes avia alguna per-
plexidád en los capitanes, de suerte que casi no sed eter-
minaban de venir sobre esto a las manos, ni lo que ha-
rían, pero pronosticando Quevedo, natural de Hamusco,
soldado del capitán Julián Gutiérrez, que avia juntado -
se con el capitán Heredia para los medios y conciertos,
lo que avia de suceder, dixo hablando con Martin Ya-
flez Tafur: atragante amigo, porque yo veo estos negó-
cios de suerte y en términos que han de podras en las ma-
nos, y por ventura haciendo yo el deber habré de morir
el primero; lo qual paso a la letra, como luego se dirá,
Avia sido este Quevedo, antes de estas revueltas, sol-
dado de Heredia muchos dias antes, y aviendose parti-
do el y otros soldados con el capitán Cesar para el Piru,
encontraron con este Julián Gutiérrez, que les prometió
grandes aprovechamientos de oro en aquella tierra, por
que lo siguiesen, y ellos hicieronlo asi y hallábanse obli-
gados a pelear en favor de Julián Gutiérrez contra sus
amigos y conocidos, y asi lo hicieron. El gobernador
Heredia, viendo que los requirimientos eran de ninguna
utilidad y que por ellos no hacia cosa alguna, comenco
a divulgar que se avia de volver a Cartaxena y de alli
yrse a España a dar cuenta de lo que pasaba, al Rei,
para que le amparase en la gobernación que le avia
dado, y asi lo dio a entender de suerte que lo entendie-
sen en el alojamiento de Julián Gutiérrez, para con esta-
ynvencion descuidallos algo del aviso que tenían. El pro-
pio día en la noche que estas cosas avian pasado, el
gobernador Heredia juntó hasta veinte soldados de los
principales de su compañía para tentar y ver lo que en
CXXII
ellos tenia, y les dixo, rindiéndoles las gracias del servi-
cio que le avian hecho en seguille hasta alli con mues-
tras de tan entera voluntad, que el no pretendia ni que-
ría por ynteres de toda la gobernación aventurar la vida
de un solo soldado, ni poner su justicia en manos de la
ortuna, que tanto consistía en la lealtad de muchos sol-
dados de los que consigo traía, cuya fe el tenia por du-
dosa y doblada, como en el buen hado del capitán; que
su yntento era dexallo todo y retirarse a Cartaxena, y que
los que quisiesen volver al Zenu con el capitán Alonso
de Heredia su hermano, lo hiciesen, y cada qual siguie-
se su libertad; porque demás de que, como avia dicho,
que quería yr a dar noticia al Reí de lo que pasaba, pre-
tendia principalmente volver a vengarse a Cartaxena de
los de Madrid que lo avian querido matar; y ciertamen-
te estaba temeroso el Gobernador Heredia de sus solda-
dos, por su gran avaricia y escaseza con que avia rete-
nido en si todo el oro que de las sepulturas del Cenu se
avia sacado. Los soldados con quien el gobernador tra-
taba estas cosas eran, como he dicho, los mas principa-
les del campo, y asi tenían gran presunción de hacer co-
sas que ygualasen con su honor, por lo qual le respon-
dieron que ¿a que avia sido su venida de Cartaxena a
Uraba?; y como el gobernador les dixese que a echar de
su gobernación a Julián Gutiérrez y a los que fuesen de
su opinión, le replicaron todos de conformidad que no
volviese con su pretensión atrás, sino que diese en ella
la orden que le pareciese y mas saludable les fuese, por-
que ellos y los demás soldados que debaxo de su bande-
ra estaban, perderían el dia siguiente las vidas en el cam-
po hechos pedamos, o se quedaba por señor de aquella
tierra como lo era. Tubo en mucho el gobernador este
CXXIII
ofrecimiento destos soldados y rindióles muy particula-
res gracias por ello, y luego comenco a dar orden en lo
que avia de hacer para amanescer otro dia sobre el alo-
jamiento de Julián Gutiérrez y representalle batalla...
Viendo el gobernador Heredia la voluntad que los
soldados que con el estaban hablando mostraban de que-
rer poner por su servicio las vidas, pareciendole que to-
dos eran hombres de suerte que cumplirían enteramente
lo que prometían y proponían, luego allí les dio parte de
la orden que en acometer a su enemigo pensaba tener,
diciendoles que el propio dia en la noche, con hasta
veynte y cinco hombres se metería al trocar del quarto
de la prima, en un bergantín, y yria a tomar una punta o
promontorio que hacía la tierra en la mar, de la otra
banda del alojamiento del Julián Gutiérrez, para de allí
dar por las espaldas en los enemigos, quando el capitán
Alonso de Heredia, que con la demás gente avia la pro-
pia noche de pasar el rio por cierto vado que pocos sa-
bían, estuviesen revueltos con ellos y anduviesen pelean-
do. Los soldados con quien el gobernador Heredia tra-
taba estas cosas le rogaron luego aili que no buscase ni
escogiese otros para llevar en su compañía, porque ellos
querían ser los que con él se hallasen y morir a su lado de-
fendiendo su persona. Acepto su ofrecimiento y se lo
agradescio, y después de llegada la hora señalada, dando
orden en todas las cosas que se avian de hacer, asi por
mano del capitán Alonso de Heredia su hermano, como
de los demás de la compañía, se metió en el bergantín
con sus veynte y cinco soldados, y navegando la via del
promontorio señalado, aunque se apartaron bien de tie-
rra por no ser sentidos de los navios de Julián Gutiérrez,
que estaban surtos casi en el propio camino, las corrien-
CXXIV
tes del rio Darien eran tan grandes que los hicieron des-
caer tanto que pudieron ser sentidos de la gente de los
navios, los quales para dar aviso a los de su parcialidad
qu' estaban en tierra alojados, soltaron un tiro de artille-
ría, de suerte que ya no podia ser oculta la pasada é yda
del gobernador al lugar donde yba, que era muy señala-
do, y asi tenia en el puestos treynta hombres, y dos ver-
sos Julián Gutiérrez, temiéndose que por alli le avian de
entrar los enemigos. El bergantín en que el gobernador
yba, aunque sintió que avia de tener resistencia al sal-
tar en tierra, no por eso dio la vuelta, porque los solda-
dos y capitán que en el yban no se les avía enflaqueci-
do punto el animo y brio con que avian salido de su
aloxamiento, y asi con gran temeridad se fueron acercan-
do a tierra, donde los estaban esperando los soldados de
Julián Gutiérrez. Ya que amanescia y se podían ver y re-
conocer los unos a los otros, los de tierra asestaron sus
tiros contra el bergantín, y disparando el uno sin les ha-
cer mas daño con el de llevarles una bandera de la Con-
cepción que llevaban tendida en el bergantín, no les pu-
sieron ningún temor, y segundando con el otro segundo
verso, solo le llevaron el asta de la propia bandera, y con
esto abordo el gobernador con su bergantín en tierra, y
aunque les tiraron algunos otros, y saetas, no por eso les
hicieron daño con ellas mas de herir a Hernán Gómez
Cerezo, que gobernaba el bergantín, en el pecho. El go-
bernador, aunque llevaba algunos arcabuzes, no consin-
tió disparar ninguno hasta que saltaron en tierra, donde
travando la pelea los unos con los otros, fue tanta la for-
tuna del gobernador, que antes que a estos treynta sol-
dados les llegase socorro del aloxamiento de Julián Gu-
tiérrez, qu' estaba apartado quinientos pasos, los desba
cxxv
rato y rindió y despojo de las armas que tenían, con poco
daño, y sin detenerse alli mas tiempo paso adelante cre-
yendo que ya su hermano con la demás gente oviese pa-
sado el rio y anduviese revuelto con Julián Gutiérrez;
pero ello no fue asi, porque tardandose el capitán Alon-
so de Heredia mas de lo que convenia en pasar el rio,
tuvo lugar el Julián Gutiérrez de sacar su gente de su alo-
xamiento y con ella yr la via del promontorio, donde el
gobernador avia saltado. Topáronse en el camino los
unos y los otros, e yba la compañia de Julián Gutiérrez
puesta en una ordenanga y paso de atamboi, no como
hombre que yba a combatir con su enemigo, sino que
urbanamente iba hacer obstentacion y muestra o reseña
ed sus soldados; pero como dellos se adelantase Queve-
do, de quien atrás ha hecho memoria, qne iba sobre un
caballo con una lanca y una adarga y su persona vestida
galanamente de rasso amarillo, puso las piernas a su ca-
ballo e arrostrando contra el gobernador Heredia, que
en la delantera de sus soldados a pie yba, le tiro el
Quevedo un bote de lanca con el qual le dio sobre
ciertas armas de algodón que llevaba vestidas, por lo
qual no tuvo lugar de hacelle daño ninguno. Junto al
gobernador iban el Comendador Viílacáceres, de la Or-
den de San Juan, y Juan de Céspedes, que murió en
Tunja, que llevaban cada uno su lanca, y al tiempo que
Quevedo paso junto a ellos e hizo su lance en el gober-
nador, los dos, el Comendador y Céspedes, emplearon
sus langas en el Quevedo, que iba desarmado, y le hirie-
ron de suerte que cayendo del caballo sin hablar palabra,
murió alli a los pies de sus amigos y compañeros. El go-
bernador, viendo tan buen pronostico, cobro gran brío,
aunque era mucho el que el y sus compañeros tenian, y
CXXVI
haciendo señal de arremeter, nombrando el nombre del
apóstol Santiago a quien los españoles generalmente y
con muy justas causas tienen por su patrón, el y los su-
yos con gran presteza se metieron entre la gente de Ju-
lián Gutiérrez, que con saber que sus compañeros que
en guarda de la costa estaban, avian sido rendidos y
desbaratados, trayan ya muy amedrentados los ánimos;
y peleando los unos como vencedores, y los otros como
vencidos, aunque en desigual numero, ovieron en poco
tiempo entera Vitoria los del gobernador de los de Julián
Gutiérrez y su capitán, matándoles en la pelea veynte
hombres, y prendiendo al propio Julián Gutiérrez antes
que el capitán Alonso de Heredia pasase el rio y fuese
con su gente de ninguna utilidad. De los soldados del
gobernador no murió ninguno, aunque recibieron algunas
heridas Tenía allí consigo Julián Gutiérrez a su pro-
pia muger, la qual luego que vio que la Vitoria se ynclina-
ba a la parte de Heredia, huyo del aloxamiento con quin-
ce o veynte españoles qu' estaban en su guarda, y metió-
se la tierra adentro a las poblacones del cazique de aque-
lla tierra, que era su deudo y pariente; y Julián Gutiérrez,
viéndose preso, por haber libertad, y el gobernador He-
redia por volverse con brevedad a Cartaxena por tomar
venganca por sus propias manos de los de Madrid que
le avian querido matar, fueron confederados por mano
de personas bien yntencionadas que en ello trataron, con
que el Julián Gutiérrez y los que le quisiesen seguir, se sa-
liesen de todos los términos de la gobernación de Carta-
xena y tierra de Uraba, y sobre ello obo sus escripturas y
vínculos de firmeza; pero con todo esto se detuvieron allí
algunos dias, porque saliese la muger de Julián Gutiérrez
y los españoles que con ella se avian metido la tierra
CXXVII
adentro; fuelos a sacar Martin Yañez Tafur que deseaba
mucho la concordia, poniéndose a gran peligro de per-
der la vida, porque necesariamente se avian de meter en-
tre los pueblos y chusma de los yndios, que quando tie-
nen algún acidental enojo, pocas vezes escuchan ni quie-
ren oyr palabras ni buenas razones... Dioseles noticia a
los españoles retirados y a Isabel Corral del concierto
que tenian hecho y de la clemencia que con todos usaba
el gobernador Heredia, y asi se salieron todos de en-
tre los yndios y se fueren a la costa donde los capitanes
estaban. Julián Gutiérrez y toda su gente se embarcaron
en sus navios y se fueron a Acia.,,
El cronista Herrera, que dedicó solamente dos capítu-
los a la conquista de la provincia de Cartagena por Pe-
dro de Heredia, después de referir concisamente el viaje
de éste desde España a la villa de Azúa, donde llegó con
cien hombres, y de cómo aportó luego a la isla de Co-
dego, añade que entró, no sin lucha, en el pueblo de Ca-
lamar, y peleando más adelante con los indios de Cana-
pote, que usaban flechas envenenadas, regresó a Carta-
gena, de donde conducido por un guía indio marchó a la
ciénaga de Tesca, y después a Tarvaco, donde sostuvo
recia pelea con los indígenas; más adelante hizo Heredia
otras expediciones a Zamba y al Cenú, cuyas riquezas
describe. Más conciso aún es al referir la fundación de
San Sebastián de Buena Vista, hecha en Urabá por Alon-
so de Heredia, hermano del Gobernador, y acaba el se-
gundo de los capítulos consagrados a estos sucesos con
una relación de las costumbres e ideas religiosas de los
indios del Cenú (1).
(I) Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra
firme del mar Océano, escrita por Antonio de Herrera, Madrid, 1728.
CXXVIII
Inútil juzgamos detenernos en examinar lo que acerca
de Pedro de Heredia escribió el P. Simón, pues éste no
hizo más que seguir las huellas del P. Aguado, y más
aún de Castellanos, a quien casi copia literalmente en
ocasiones, cual es al referir las contiendas que Heredia
tuvo con los nueve madrileños y el golpe de partesana
que dio al tesorero Alonso de Saavedra (1),
Si a fin de comprobar lo que hay de cierto en versio
nes tan diferentes como ofrecen los cronistas que acaba-
(l) Noticia historial de las conquistas de Tierra Firme, por Fr. Pedro Si-
món. Publicada en la Continuación del Almacén de frutos literarios, t. V, pá-
ginas 34 a 144 , y t. VI, 106 a 186.
En las páginas 69 a 144 se trata del primer gobierno de Pedro de Here-
dia en Cartagena de Indias.
El editor no copió al pie de la letra el texto del P. Simón, por parecerle
defectuoso el estilo, que modificó, y no poco.
Gonzalo Fernández de Oviedo, en su Historia délas Indias, libro XXVII,
consagró cinco capítulos al gobierno de Cartagena por Heredia hasta que
llegó el licenciado Vadillo, y trata: en el V. Del subcesso de la gobernación
de Cartagena, e como la cesárea Magestad hizo merced de aquel car^o a Pedro
de Heredia. su capitán general de aquella provincia, e de una batalla que ovo
con los indios de un pueblo llamado Taragoaco. En el VI, Como el goberna-
dor Pedro de Heredia, después de la batalla de Taragoaco, por la falta del
agua, e por buscarla y poblar donde la oviese, tornó a entrar la tierra aden-
tro, e quales fuerofi los primeros pueblos que hizo de paz en esta gobernación,
e otras cosas notables. En el capítulo VII, Como el gobernador Pedro de He-
redia, llegado al río Grande que está entre Cartagena e Santa Marta, hizo
quemar el pueblo de Metamoa, e de los pueblos que en este camino hizo de pa-
ces, e de los qtie castigó por inobedientes, e de otras cosas al propósito de la
historia, e notables. En el capítulo VIII, De otros pueblos que hizo de paces el
gobernador Pedro de Heredia, demás e allende de los que se dixo en el capitu-
lo precedente, e de otras cosas de las costumbres de los indios, convinientes al
discurso de la historia. En el IX, De las quexas que vinieron a esta Audien-
cia Real que en esta cibdad de S anclo Domingo rende, contra el gobernador
Pedro de Heredia, de los agravios que a muchos hacía, e como por mandado
de Su Magestad fue el licenciado Vadillo a conoscer de sus culpas e tener en
justicia aquella provincia, e de las sepulturas ricas de los indios, e otras cosas.
CXXIX
mos de estudiar, acudimos a los documentos del Archi-
vo de Indias, nos encontramos con que hay pocos rela-
tivos a Pedro de Heredia y a sus descubrimientos y con-
quistas en la provincia de Cartagena. Fuera de las cortas
relaciones incluidas en este volumen, sólo pude hallar
una de relativo interés histórico, fechada en Cartagena a
25 de Noviembre de 1535, en la que después de halagar
al monarca con la perspectiva de un buen golpe de oro
en castellanos que le enviaba, se lamenta, lo mismo que
García de Lerma en las suyas, de los mil apuros con
que tropezaban los españoles para vivir cuando la na-
ciente colonia tenía que depender de España en la cues-
tión de víveres, que alcanzaban precios fabulosos; de
cómo los soldados, noticiosos de las riquezas inmensas
del Perú, se marchaban a la desbandada; de la indiscipli-
na, que impedía un gobierno tranquilo, y de las enemis-
tades que esto le acarreaba, principalmente de aquellos
que habían ido con el único pensamiento, que les salía
fallido, de volver pronto a España cargados de oro; y
acaba ponderando lo mucho que debía esperarse de las
sepulturas del Cenú, y de cómo sus adversarios le acu-
saban falsamente de haberse apropiado grandes cantida-
des extraídas de aquellas áureas guacas, manzana de dis-
cordia entre los conquistadores y tentación grandísima
para quienes hallaban al pie de vetustas ceibas, tesoros
junto a los cuales resultaban pobrísimos aquellos de po-
mas áureas custodiados en el jardín de las Hespérides por
el dragón que mató Jasón; carta que dice así:
"Pedro de Heredia, governador por Vuestra Mages-
tad, desta provincia de Cartagena, dize que los dias pa-
sados escriuio a Vuestra Magestad con Alvaro de Torres
todo lo sucedido en la tierra hasta el dia quel se partió,
I
cxxx
el qual llevava para Vuestra Magestad diez e seis mili
castellanos, los quales creo estaran ya en España si Dios
dello a sido servido; quedan aqui en la caxa de Vuestra
Magestad veynte e tantos mili castellanos, los quales yo
quisiera que en estos navios se enviaran; e en un capitu-
lo de las ynstruciones que los oficiales de Vuestra Ma-
gestad traen, dize que ellos enbien el oro a Vuestra Ma-
gestad, e como lo an de enbiar; los quales dicen que han
scripto a Vuestra Magestad sobre el ynbiar del oro, e
hasta que ayan rrespuesta de allá no lo envian, e tam-
bién por ser la fuerca del ynvierno agora, aunque para
esto les dezia yo que enviasen en cada navio de los que
pasavan, cinco mil castellanos; con todo esto, si en todo
este mes de diziembre que entra no viene rrespuesta de
Vuestra Magestad, yo trabajare que se lleve luego todo.
Lo después sucedido en la tierra es como con estas
nuevas del Perú cargó tanta gente que nos hallamos aqui
en esta prouincia de ochocientos honbres arriba, e esta
tierra de acá de las Yndias, aunque ella sea muy fértil,
ochocientos honbres de guerra no se pueden sustentar,
pues que como Vuestra Magestad sabe, en el rreyno de
Toledo no se podrían sustentar, quanto mas en la prouin-
cia de Uraba e del Cenu, que es donde se ha descubier-
to el oro que en esta prouincia a ávido, porque es muy
estéril de comidas, y en ellas los honbres no se pueden
sustentar sy no es a mucha costa e trabajo, de donde su-
cedió tanta variedad en la gente que se hicieron muchos
ecesos, ansy entre los cristianos como en la de los yn-
dios, sin se poder rremediar ni entender unos a otros, e
pusieron las cosas en tan ecesibos precios que valia un
cavallo quinientos castellanos, e aqui ordinariamente vale
ochenta; e vn negro otros quinientos, e vn queso cin-
CXXXI
quenta, e vn pemil otros tantos, e todas las otras cosas
desta manera; e como conpravan las cosas a estos pre-
cios no ubo ninguno que no se abdeudase en mucha can-
tidad, de manera que quando bolvimos a esta cibdad, e
como aqui tanta gente avia e no nos podíamos sustentar,
sucedió que ciertos cavalleros que vinieron aqui de la
villa de Madrid me hizieron cierta rresistencia debaxo
de colores, como digo, de onbres que venían con pen-
samiento que cada vno avia de llevar quarenta o cin-
quenta mili pesos en llegando, a los quales yo quise
prender e no pude, que se me salieron de la tierra junta-
mente con otros, los quales fueron a la ysla Española a
hazer rrelaciones no verdaderas, no enbargante que aqui
se hizo proceso contra ellos, de la verdad, e se envió a la
dicha ysla Española, donde creo proveerán lo que con-
venga al servicio de Vuestra Magestad; también e sabi-
do que las ynformaciones que en la ysla Española se hi-
zieron an enbiado a Vuestra Magestad, e también supe
como proueyeron juez de rresidencia para aquí, el qual
veniendo por la mar quiso Dios que se perdiese el navio
en que venia e se ahogase, de que me a pesado; a Vues-
tra Magestad suplico mande proveer en ello lo que sea
servido, porque en la verdad, si el llegara aqui, la tierra
toda se perdiera, porque agora esta en términos de des-
cubrirse lo bueno que ay en ella, e yo sabiendo que me
enviaban a pedir quenta estava determinado de no salir
desta cibdad a ningund cabo, fasta darla, porque me pa-
rescia rrecia cosa andar yo trabajando en la tierra e des-
cubriéndola, e que se hiziesen cosas contra mi e los ca-
bildos desta cibdad e de Sant Sevastian de Uraba, que
yo tengo hechos, e la gente del común de ambas partes
me rrequirieron que fuese en seguimiento del descubrí-
CXXXII
miento que tenia empegado, protestándome todos los da-
ños que a la hazienda de Vuestra Magestad le viniese
por no ir, porque yo tengo dos exercitos de gente la tie-
rra adentro, de cada cient honbres de pie y de cavallo,
qu' es lo que al presente es menester en esta tierra, e no
mas: el uno está en las provincias de Uraba, e el otro en
las prouincias del Cenu, como por el rrequerimiento que
me hizieron Vuestra Magestad vera,, que va junto con
este despacho. Yo estoy de camino para yr, porque ago-
ra es el tiempo del verano acá; la nueva que de la tierra
ay es grande, si Dios dello es servido que hallemos por
donde pasar, porque por dos partes que tenemos noticia
del camino vamos acometer, y a esta cavsa están divi-
didos los dos exercitos, qu' es por donde entrambos es-
tan; sobre la provincia de Uraba avernos tenido diferen-
cias con los de la gouernacion de Tierra Firme, porque
Vuestra Magestad a sido servido de dar-ciertas cédulas
contra la capitulación que conmigo esta asentada; lo
qu' esta gouernacion tiene bueno es lo de Cenu e Uraba,
qu' es todo vna cosa; si Vuestra Magestad es servido de
quitarlo desta gouernacion, después de hazerseme a mi
injusticia, esta gouernacion no podra estar mas poblada
de quanto lo quiten; y esto digolo porque si Vuestra Ma-
gestad fuere servido de dar lo vno, se ha de dar todo jun-
to, porque no ay gouernacion en todas estas Yndias mas
señalada ni mas limitada que esta, de un rrio a otro, sin
poder tener con nadie, aunque queramos, en que enten-
der, porque si no es pasando con navios los rrios, no po-
demos pasar alia, ni ellos acá. Las cédulas que Vuestra
Magestad a dado, yo e suplicado dellas en quanto digo;
en la ysla Española esta el proceso de lo que sobre ello
a pasado, porque la gente de vn cabo e de otro emos es-
CXXXIÍI
tado juntos sobrello; no se si de alli lo rremediaran; tam-
bién yo lo he enviado a ese Real Consejo a presentallo
en grado de suplicación; no se si se han fecho las dili-
gencias; sy no se han fecho, yo digo que por esta me pre-
sento ante Vuestra Magestad e le suplico lo rremedie
conforme a su real consejo (1).
De esta carta se deduce con claridad que el estableci-
miento de Julián Gutiérrez en Urabá, como teniente del
Gobernador Barrionuevo, no fué una intrusión, como
aseguran Castellanos y el P. Aguado, sino acto justifica-
do, ya que S. M. había concedido dicha región a la pro-
vincia de Castilla del Oro, si bien contra las capitulacio-
nes celebradas con Heredia, en las que se especificaban
de manera precisa los límites de la provincia de Carta-
gena, formados por los ríos Magdalena y Atrato.
Como uno de los principales cargos que se hacían a
Pedro de Heredia era la mala cuenta que, en opinión de
muchos, había dado del oro sacado en el Cenú, procura
disculparse de ello en la misma carta:
«Los dias pasados, en la carta que a Vuestra Magestad
escreui con Alvaro de Torres, escreui como yo avia saca-
do cierta cantidad de oro de las sepulturas del Cenu,
qu' es de donde me achacan el Presidente e oydores de
la ysla Española a probeer lo que an proveído, diciendo
qu' es en mucha cantidad; lo que yo e sacado a mi costa
e con mis esclavos son treynta e tantos mili castellanos
de todos oros, pagados los derechos a Vuestra Magestad,
los quales o la mayor parte dellos yo he gastado en su
rreal servicio, en dar socorro a la gente e prestalles dine-
(i) Archivo de Indias; Audiencia de Santa Fe; cartas y expedientes del
Gobernador de Cartagena. Est. 72, caj. 4, leg. 6.
CXXXIV
ros, e en tres pueblos que tengo poblados en esta gover-
nacion, e en dos vergantines que he hecho e sustento, con
que e descubierto el rrio del Cenu e pienso de entrar a
descubrir los otros rrios; e lo que yo e sacado parecerá
por los libros de Vuestra Magestad ser lo que yo digo,
e no mas, e de aqui digo que si agora o en algund tien-
pose hallare otra cosa mas con verdad de lo que digo,
Vuestra Magestad me mande cortar la cabeza por tray-
dor, porque dende aqui yo me condeno a ello como
onbre que miente a su rrey e señor, e para esto a Vues-
tro Magestad suplico haga guardar esta carta, asy para
esto como para sy Vuestra Magestad fuere seruido de di-
vidir la governacion e provincia de Uraba desta, confor-
me a la capitulación que conmigo esta asentada, si la
governacion se despoblare a mi no me ponga Vuestra
Magestad culpa ni cargo. En todo suplico a Vuestra Ma-
gestad que con brevedad probea lo que a su rreal servi-
cio convenga; son tantas las variedades que ay en la gen-
te de Yndias, e lo que osan proponer e decir, que mien-
tras mas acá estamos menos entendemos dellas, porque
ninguna cosa piensan que no la dizen e la ponen por
obra; de manera que los que a Vuestra Magestad servi-
mos es menester que Dios influya gracia en nosotros
para podernos conservar, e como nosotros no seamos
merecedores no lo permite, de donde procede aver las
variedades que ay; plega a Dios por los méritos de su
pasión lo encamine como todos acertemos a servir a el e
a Vuestra Magestad.,,
Antes de esto, apenas había descubierto Heredia las
riquísimas sepulturas del Cenú, a fin de comprobar sus
méritos y salir al paso de los detractores que le había oca-
sionado la repartición de los tesoros hallados en tan
cxxxv
asombrosa necrópolis, demandó que se hiciera una infor-
mación de sus servicios, que resultó de las más insulsas
y pobres que se conservan en el Archivo de Indias (1).
Pidióla en nombre de aquel su hijo Antonio de Heredia,
a 1.° de Junio de 1534, diciendo en ella que desde año
y medio, poco más o menos, frase que indica suma incu-
ria en puntualizar hechos recientes y públicos, su padre
había trabajado en la conquista y pacificación de la
Nueva Lombardía, nombre dado a la provincia de Car-
tagena; cronología que se conforma con la dada por
Juan de Castellanos cuanda afirma que Heredia llegó a
Calamar el 13 de Enero de 1533 (2) y salió para la re-
gión Cenú en Enero del siguiente.
Si grande fué la admiración de los españoles cuando,
en México, rompiendo un tabique, descubrieron los in-
mensos tesoros que había escondido Moctezuma, y des-
pués al contemplar las riquezas que allegó el soberano
azteca para sus aborrecidos huéspedes, mayor aún debió
de ser el asombro de Heredia y de sus compañeros al es-
cavar la necrópolis del Cenú, la más abundante en oro
(i) Hízose esta información en Cartagena, en Junio de 1534, ante el al-
calde ordinario Diego de Viana. Declararon Alonso López de Ayala, el
veedor Tuan de Villoría, Luis de Montemayor, Gómez Becerra, Francisco
de Logroño y Alonso Cortés.
(2) Año de treinta y tres era llegado
Del parto de la Virgen soberana
Y a trece dias ya del mes de enero
Vieron a Calamar, pueblo frontero.
Año de treinta y cuatro por enero
Iba corriendo, cuando hizo lista
Del práctico peón y caballero
Para continuar esta conquista.
(Elegías, págs. 367 y 377.)
CXXXVI
que en encontró en Indias. Pero hay la fundada presun-
ción de que Heredia, al encaminar sus pasos con rumbo
al Cenú, sabía muy bien las riquezas que contenían aque-
llas vastas necrópolis, exploradas ya, si bien de manera
deficiente. Consta con certeza que años antes, en el de
1529, eran conocidas tan ricas sepulturas, pues Carlos V,
por una Real cédula dada en Barcelona a 18 de Julio,
añadiendo una espléndida merced a las muchas que lle-
vaba hechas a su secretario Francisco de los Cobos, con-
cedió a éste, por veinte años, el privilegio del oro que
se hallase en el Cenú, sin más que pagar a Su Majestad
los derechos de costumbre (1).
De la citada información de servicios hecha por Pedro
de Heredia, copiamos solamente el interrogatorio, dejan-
do a un lado las contestaciones de los testigos, que, como
en la mayor parte de los casos análogos, son afirmativas
y uniformes, sin añadir detalles que amplíen las noticias
contenidas en las preguntas:
"I. — Lo primero sy conocen a mi el dicho Pedro de
Heredia e de que tiempo a esta parte.
II. — Iten sy saben & que avra año e medio, poco mas o
menos tiempo, que yo el dicho Pedro de Heredia vine a
estas provincias de Cartagena con navios cargados de
gente e cavallos e bastimentos, para la conquistar e pa-
cificar, y en ella hize un pueblo de cristianos que se lla-
ma la cibdad de Cartagena, e en ella una fortaleza, e sy
saben que en poblar y tener de paz este puerto de Carta-
gena Su Magestad a sido muy servido, porque antes los
navios que pasavan por esta costa no osavan entrar en los
(i) Publicada en el Cedulario de las provincias de Santa Marta y Carta-
gena de Indias (siglo XVI). Tomo I Años 1529 a 1535. Págs. I a 5.
CXXXVII
puertos della porque los yndios les benian a flechar a los
navios, por lo qual muchos navios se perdían e padecían
muchos trabajos de hanbre e sed e de tiempos contrarios,
no pudiendo hazer menos; e si saben que después que la
poblé, en todos los puertos desta costa surgen los navios,
e los yndios les dan agua e mayz e lo que han menester.
III. — Iten, si saben & que con mucho trabajo de mi
persona e costa de mi hazienda he conquistado e pacifi-
cado muchos e grandes pueblos en esta dicha provincia,
de gente muy belicosa, frecheros, e que traen yerva en
las flechas, donde me han muerto muchos e muy buenos
cavallos, e trayéndose como se trayan de las yslas, valen
aqui e me cuestan muchos dineros.
IV. — Yten, si saben & que avra cinco meses que yo
sali desta dicha cibdad para yr en descubrimiento y bus-
ca de las provincias del Cenú con mucha gente de pie e
de cavallo, donde padecí muchos e muy grandes traba-
jos yo y la gente que llevava conmigo, y llevé diez ne-
gros para que fuesen abriendo caminos por donde fuése-
mos, e muchos cavallos, de los quales por rrazon de los
muchos trabajos se me murieron tres cavallos e dos ne-
gros, e dexe abierto camino para poder yr a donde se
hará mucho servicio a Su Magestad, y sus rreales rrentas
serán acrescentadas; cerca desta pregunta los testigos di-
gan e declaren todos los trabajos, ansi de aguas e de sie-
rras, que en el camino pasé.
V. — Yten, si saben que a los maestres de los navios
que a estas provincias vienen les pago los fletes de la
gente e bastimentos e cavallos que traen, e les hago so-
corros de dineros con que vuelvan a cargar, porque los
españoles que en ella rresiden sean mas bastecidos e a
menos costa.
CXXXVIII
VI. — Yten, si saben que yo bibo en esta tierra con mu-
cha costa, ansi por ser los mantenyinientos todos tray-
dos por la mar, como por estar esta dicha cibdad en co-
marca que todos los navios que pasan para Perú e Ni-
caragua e Guatimala, como de los que vuelven para yr
a España, pasan por aqui, e tengo costa con ellos, como
con la gente que aqui tengo e de my servicio.
VII. — Yten, si saben que de año e medio a esta parte
que estoy en estas dichas provincias he hecho mucho
servicio a Su Magestad, tanto que en ninguna parte de
las descubiertas, en mucho mas tiempo no se a hecho.
VIII. — Yten, si saben, creen, vieron, oyeron dezir que
en esta costa, en los pueblos que yo he hecho de paz, an
muerto los yndios tres o quatro capitanes con muchos es-
pañoles que a ella an venido, en que serian mas de sete-
cientos honbres.„
De no mayor importancia es otra información que se
hizo a petición de Heredia, en Diciembre de 1534, justi-
ficando el haber mandado llevar desde Acia la india
llamada Isabel Corral, intérprete de la lengua de Urabá,
casada con Julián Gutiérrez, y sin cuyo concurso afirma-
ba aquél que no podría hacer expedición alguna al inte-
rior, donde se hablaba generalmente dicho idioma; in-
formación de la que basta, como de casi todas ellas, para
dar una idea de su contenido, copiar las preguntas más
esenciales del interrogatorio, que dicen así:
"1. Si saben que en la capitulación que Su Magestad
fizo conmygo, nonbrava la provicion, de Urava hasta el
Rio grande del Darien.
2. Yten, sy saben que abra cinco meses, poco mas o
menos, que yo enbie vn capitán la tierra dentro con com-
pañía de gente e cavallos, e que por falta de lengua se
CXXXIX
estuvieron quedos y enbiaron por lengua a esta cibdad,
e se detuvieron a donde toparon la lengua de Uravá, qu'
es por donde avian de ir.
3. Yten, sy saben quel camino por donde esta gover-
nacion e tierra se a de conquistar e descubrir, es por allí,
por la lengua de Urava.
4. Yten, sy saben que yo no tengo ninguna lengua
de alli de Urava, e que e enbiado por lengua a Acia e al
Nonbre de Dios, con provicion de Su Magestad que para
ello tengo, e dineros para ellas, y vna ves que enbie a
Acia me enbiaron vna yndia que me vendieron, e no sa-
bia la lengua, y otra ves del Nonbre de Dios me truxe-
ron otra que no valia nada, de que fue cabsa que la gen-
te que yo enbie a la tierra dentro se bolvieron acerca
desta cibdad hasta que les enbie lengua, a cabsa que la
que avian llevado no lo hera.
5. Yten, sy saben que yo enbie vn bergantin con
cierta gente a vesytar la conquista desta governacion, e
si aliaron a Julián Gutierres, e a Ysabel Corral, yndia
natural desta governacion en Urava, qu' es la lengua que
yo les enbie a rogar que me diesen, la qual por dineros
ny syn dineros no me la quysieron dar, a cabsa de se
aprovechar ella de la tierra desta my governacion donde
ella es natural.
6. Yten, si saben que la conquista e pacificación de
esta tierra no se a de fazer syn la dicha Ysabel Corral, a
cabsa de ser lengua de Hura va, e no aver otra, por que
todas las otras que me an dado e ay, no son lenguas, ny
lo an sydo, de que a venydo desservicio a Su Magestad.
7. Yten, sy saben que como yo supe quel dicho Ju-
lián Gutierres e la dicha Ysabel Corral estavan en esta
my governacion, e por la mucha necesidad que della te-
CXL
nia e tengo, enbie luego a donde quiera que la hallasen
e pudiesen ser ávidos ella e el dicho Julián Gutierres, e
los truxesen con todo el oro que tuviesen e oviesen ávi-
do en esta dicha governacion, porque ya eran ydos, e
los tomo en Acia e los traxeron aqui a ellos e al dicho
oro, syn le fazer estruycion ny mal nynguno a ellos, ny
a ningún vezino de la cibdad de Acia.
8. Yten, sy saben que llegados que fueron a esta cib-
dad, el que yo enbie se presento ante my e ante los ofi-
ciales de Su Magestad, con el dicho Julián Gutierres e
Ysabel Corral, e con el dicho oro que los dichos avian
ávido en la governacion, e yo lo mande quitar e se qui-
to e se metió en el arca de Su Magestad, por ser oro des-
ta governacion, e lo demás se deposyto en poder de per-
sona que dello dará buena quenta, e esta a buen recabdo
syn faltar dello nada.
9. Yten, sy saben quel dicho Julián Gutierres está
aquy en esta cibdad, y la dicha Ysabel Corral, y se tra-
tan con el ciertos pleytos sobre ciertos delitos e quebran-
tamyentos que a hecho en esta governacion.
10. Yten, sy saben que saliendo yo con tanta copia
de jente e caballos que tengo para llevar a la conquysta
e pacificación desta tierra, e fuese syn la dicha Ysabel
Corral, syendo tan buena lengua como es, seria muy
gran desservicio de Su Magestad,, (1).
Compárese lo que Pedro de Heredia quiere probar
acerca de Julián Gutiérrez y de Isabel Corral, con lo que
refieren Castellanos y Aguado, quienes aunque varían en
detalles, como decir el primero que Isabel era hermana,
(rt El original de esta información, lo mismo que el de la anterior, se
hallan en el Archivo de Indias, Audiencia de Santa Fe, est. 72, caj. 4.
CXLI
y el segundo prima, del cacique de Urabá, coinciden
en lo sustancial, y se notará que el Gobernador de Car-
tagena pretendía ocultar en sus probanzas algunos hechos
que no le convenían, él sabría muy bien por qué motivos,
y también lo extraño de la insistencia con que deseaba
tener a su lado la india Isabel, que decía ser tan impor-
tante en la conquista de Urabá como sabemos lo fué doña
Marina en la de México (1).
(i) En la Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, con-
quista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Ocea-
nía, se publicaron los siguientes, que tratan de la provincia de Santa Marta:
Carta del Gobernador de Santa Marta, Garcia de Lerma, /ablando (sic) del
descubry miento de antiguas sepulturas. — Santa Marta, io de Abril de 1529.
Tomo XL, págs. 455 a 458.
Carta a Su Magestad, de Rodtigo de Granada, Rexidor de la Provyncia de
Santa Marta, quexandose de Rodrigo Alvarez Palomino e de Pedro de Vadi-
llo, Gobernadores que disce quysieron nombrarse en . aquella Provyncia, por
insultos, vexaciones e muertes que se fysáeron. — Santo Domingo, 15 de Julio
de 1529.
Tomo XLI, págs. 284 a 288.
El nombre de Rodrigo de Granada es uno de los muchísimos disparates
que hay en esta Colección. Llamábase Rodrigo de Grajeda.
Carta e relación de Garcia de Lerma, Gobernador de Santa Marta, al Obis-
po de Santo Domingo, sobre las cosas de aquella tierra. — Santa Marta, 16 de
Enero de 1530.
Op. cit, págs. 293 a 314.
Refiere García de Lerma una entrada que hizo al Pueblo Grande, donde
halló numerosas poblaciones indias, y con laudable imparcialidad da noti-
cias de algunos combates en que sus tropas no salieron bien libradas y él
mismo estuvo a punto de perecer :
«Los yndios volvieron en quatro escuadras, por cuatro partes, a donde
yo estaba con treze o catorce de caballo e seis peones, e acometiéron-
me tan bravamente, que llegaron cerca de mi e de los otros, e yo e los de
caballo pudimos revolver sobrellos e aunque la tierra era ruin escramu-
zamos con ellos, e murieron algunos dellos; desta manera estuvimos dos
horas grandes revueltos con ellos, fasta que se retiraron a unos buyos
questaban cerca; alli pensamos ya que los teníamos de vencida e anduvi-
CXLII
Con esto acabamos de reseñar las principales contra-
dicciones que hay entre los historiadores primitivos de
las provincias de Santa Marta y Cartagena, y que de-
muestran la necesidad de publicarlo más esencial, cuan-
do menos, de los documentos que todavía se conservan
inéditos en el Archivo de Indias, especialmente de los
Cedularios y de los juicios de residencia formados a los
conquistadores y a otros personajes. Verdad es que mu-
chos de los juicios de residencia son para asustar al más
valiente, por su enorme extensión, que suele llenar al-
mos por sacarlos, llegándonos a los buyos do ellos salían a flechar: matá-
ronnos quatro caballos de los que conmigo estaban e hyrieronme el
mió: e visto el estrago que facian en los caballos, pareciónos bien e que seria
aceptado, volvernos al real. E entretanto que nosotros facíamos esto,
los yndios fueron a buscar los xpianos questaban guardando el paso: e
los xpianos que vieron los yndios, antes que les acometiesen, lo des-
ampararon e huyeron porquestaban sin Capitán , quera ydo a sacar
algunos dolientes, segund dezian: los yndios apoderáronse tan brava-
mente del paso, que ningún ombre pasaba de pie ni de caballo que no le
mataban, porque abian cobrado allí lanzas e otras armas de algunos xpia-
nos que las abian dexado, que iban huyendo: e en esto llegó un xpiano a
mi que iba a pasar, e dieronle una lanzada en la cara, e volvióse donde
yo andaba escaramuzeando con los yndios con nueve de caballo, que ya no
eran mas los que conmigo estaban, porque los demás eran salidos por de-
fecto de sus caballos que ge los abian muerto, e aun saliéndose se mata-
ron dos dellos. E visto el peligro del paso, parecióme yr a socorrer los
xpianos e dexé quatro de caballo e quatro peones en la retaguardia porque
los yndios con quien andábamos escaramuzeando, no nos persyguiesen por
las espaldas; e allí llegué yo al rio del paso e un criado mío iba en un muy
buen caballo mío e quísose adelantar, por me fazer honrra a pasar prime-
ro que yo, e fueron tantos los flechazos que le tiraron, que le ficieron des-
atinar al caballo, e cayendo, dio consigo en el rio, e el que iba encima se
tuvo de unas ramas: e llegue yo a tiempo a socorrerle, e plugo a Nuestra
Señora que nos fizo merced a mi e a los que conmigo iban que lo pudimos
socorrer e fué muy gran milagro; e socorrido este e puesto en su caballo,
tuvimos algunas dyferencias sobre si acometeríamos los del paso, o nó, e
a mi me pareció acometerlos: e en medio del paso estaban muertos dos ca-
CXLIII
gunos legajos; por lo difícil de su escritura, procesal, en
casi todos ellos, y aun de la encadenada más desespe-
rante, y por lo contradictorias que suelen ser las decla-
raciones de los testigos; pero estos obstáculos no deben
arredrar a les investigadores que traten de iluminar, en
cuanto cabe, la historia de la conquista y de la coloniza-
ción de América, gloria inmarcesible de España, madre
fecunda de naciones y portavoz del Evangelio en aque-
llos remotos países que incorporó a la civilización y al
Cristianismo.
M. Serrano y Sanz.
Sigüenza, Agosto de 1916.
ballos mios de carga con todo lo que llevábamos e esta érala cabsa que los
que a caballo conmigo estaban rehusaban el paso.»
Sigue refiriendo cómo el resultado del combate fué desastroso para los
españoles.
Carta de Garda de Lerma, Gobernador de Santa Marta, a Su Magestad,
partyeipandole la quema e destrucción de toda ¿a cibdad. — Santa Marta, 19 de
Abril de 1531.
Op. cit., págs. 329 a 337.
La relación que Juan Sánchez Portero escribió de lo que hizo en el vol-
cán de Masaya, fué publicada con el siguiente título :
La entrada y descubrimiento del famoso, grande y admirable volcan de Ma-
saya, que está en la provincia de Nicaragua... historiado y fecho por Juan
Sánchez Portero, natural de la áudad de Cuenca y vecino de la ciudad de
Huete.
Almacén de fi utos literarios, tomo V.
I
PEDRO DE HEREDIA
RELACIÓN DE SUS PRIMEROS HECHOS DE ARMAS EN LA
PROVINCIA DE CARTAGENA DE INDIAS
Año 1533.
{Archivo de Indias, est. 72, caj. 4, leg. ó.)
Sacra Católica Cesárea Magestad:
Pedro de Heredia, gouernador desta prouincia de Car-
tagena por Vuestra Magestad, haziendo relación de lo su-
cedido en la tierra, dize que el entró en esta provincia de
Cartagena a catorce dias de Enero (1) convna nao y dos
caravelas e vna fusta, en que meteria ciento e cinquenta
honbres de guerra, y veynte e dos cavallos, no embar-
gante que en la isla Española envarcó cuarenta y syete,
y los demás se murieron en el camino, de los quales ca-
vallos, el dia que se desembarcaron, que fue dentro desta
baya de Cartagena, uno de ellos, como salió de la mar,
(i) Juan de Castellanos (Eligías, parte III, canto I), dice que fué el
trece:
Año de treinta y tres era llegado
del parto de la Virgen soberana
y a trece días ya del mes de Enero
vieron a Calamar, pueblo frontero.
_ 2 —
se desmando, que como andávamos desembarcando ios
otros no miramos en ello; quando le fuimos a buscar ha-
llamos por el rrasíro que le llevavan yndios; yo, como
lo vi, acorde de yr en seguimiento dellos y fui con dos
cavallos y quinze peones, porque al presente no nos ha-
llamos mas fuera de los navios, y como el rrastro yba
fresco yo crey que los alcanzáramos; luego fuym.os en
rrastro dellos hasta vna legua, poco mas, por la costa de
la mar, y yendo que ybamos topamos con vn esqua-
dron de yndios que a nuestro parecer seria numero de
ciento, poco mas o menos, los quales venian hazia don-
de nosotros yvamos, y en descubriéndonos se pusieron
en arma y nos comengaron a frechar; arremetimos a
ellos; volviéronnos las espaldas; alcanzárnoslos con los
cavallos luego; no consenti yo que se matase ninguno,
antes los rodeamos y tomamos uno dellos para saber len-
gua de la tierra, el qual después de tomado nos llevo a
su pueblo; quando llegamos no hallamos nadie dentro,
syno los buhios cerrados; no consenti yo que se les en-
trase ninguna casa, ni se les tomase nada, antes nos vol-
vimos con aquel yndio que tomamos, al real, donde yo
le hize entender al yndio con la lengua, como nosotros
no venyamos a hazerles mal, syno a tenerlos por amigos
y a contratar con ellos y a darles hachas, cuchillos y
otras cosas, y le hize dar una hacha y peines y cuchillos
y anzuelos, y le dixe que se fuese y que lo dixese en su
pueblo y bolviese a hablarnos, el qual dixo que bolvena
otro dia, y esperamos tres dias y no bolvio, después de
los quales yo acorde tornar a yr al pueblo, y quando
fuimos no hallamos a nadie, como primero; acordamos
de asentar en el mismo pueblo, porque hallamos mejor
agua que la que teníamos adonde estavamos, porque en
— 3 —
toda esta baya no se a podido hallar agua que corra,
syno de pogos, y poca, por la qual causa yo envié vna
de las caravelas que trayamos, arriba de donde estava-
mos, y la otra a abaxo, a que mirase los términos que
Vuestra Magestad me dio de governacion, para ver do
podriamos hallar mejor asiento; la caravela que fue ha-
zia arriba a la parte de Santa Marta, hallo un puerto que
dizenZanba, que es seis o siete leguas del rrio Grande,
el qual le pareció buen puerto y que estava en el mejor
termino de todos para poblar para lo que convenia al
servicio de Vuestra Magestad; yo acorde partirme para
alia por tierra con cinquenta peones y veynte de cavailo,
porque la gente demás yba en los navios; en comencando
a caminar hasta vna legua del pueblo donde estavamos,
que dizen Calamar (1), hallamos otro pueblo pequeño
en el qual tanpoco los yndios nos quisieron esperar aun-
que estaban en el pueblo quando llegamos; hize que les
tomásemos honze o doce yndias, a las quales les hizimos
entender lo mismo que en el otro pueblo, y las soltamos
una a vna para que fuesen a llamar a los yndios, ha-
ziendoles todo el buen tratamiento que podíamos; tan-
poco nunca volvió ninguna; tornamos a seguir nuestro
camino con vn yndio que tomamos por guia, el qual nos
llevo por un camino de donde vimos a vn cabo y a otro
del camino quedar pueblos, porque crea Vuestra Ma-
gestad que lo que de la tierra hemos visto es la mas po-
blada y mas abundosa de comidas que nunca en estas
partes se ha visto; plega a Dios por su ynfinita bondad
que todo lo demás sea ansi; llevónos por aquel camino
porque dixo que por alli aviamos de yr a Zanba, a do
(i) Nombre primitivo de Cartagena.
.— 4 —
queríamos yr, y aviendo andado hasta tres leguas dimos
en vn pueblo y entramos por el procurando de apaci-
guar la gente, porque estava toda dentro; segund lo que
pareció, no sabían de nosotros, o si sabían, con ser el
pueblo tan grande no se les dava n3da; ellos se comen-
taron a rehazer y a pelear con nosotros; nosotros ubimos
de hazer lo mismo; hera el pueblo tal que azia dos oras
que andavamos peleando con ellos, y no aviamos llega-
do a la mitad del pueblo, de donde yo acorde tornar a
recoger la gente y rrecogernos hazia el vn cabo del pue-
blo, y creyendo ponerles temor hizeles poner fuego, y
mientras el pueblo ardia nos rretiramos a unas labrancas
a rrehazernos, a donde estando que estavamos vienen
los yndios a dar en nosotros; tornamos allí a pelear con
ellos; como los tomamos fuera de la merca del pueblo,
desbaratárnoslos; luego íornamonos recoger para rreha-
zernos otra vez, y todos juntos acordamos de yr a dar
otra vez en el pueblo; quando fuymos no hallamos ya a
nadie, porque todos heran ydos huyendo; tomárnosles
hasta en cantidad de treynta o quarenta yndias, las quales
yo le solté la mayor parte dellas vna a vna, haziendoles
entender como nosotros no veníamos a hazerles mal, y
si alguno les aviamos hecho hera porque ellos nos avian
comencado a frechar a nosotros, rrogandoles que fuesen
nuestros amigos; tanpoco nunca quisieran venir. Obro
Dios en este dia con nosotros uno de los misterios que
el haze quando es serbido, que no nos hirieron mas de
dos honbres, de los quales murió el vno, y seis cava-
ilos, de los quales murieron los tres, y porque los seis ca-
vallos que nos hirieron heran los mejores acordamos de
tornarnos al pueblo de donde salimos, a curarlos, y tam-
bién viendo la grosedad de la tierra, por enviar por so-
— 5 —
corro de cavallos, para lo qual luego despachamos una
caravela para Jamaica; creo, plaziendo a te voluntad de
Dios, si nos rrehazemos de los cavallos que hemos me-
nester en esta tierra, se hará muy gran servicio a Dios y a
Vuestra Magestad. Supimos de vn yndio que tomamos
del misino pueblo (1) que dos leguas de alíi está otro
pueblo mayor que aquel; dize que la tierra es muy rrica,
y en lo que nosotros della hemos visto ansy parece, por-
que el oro que en ella hemos visto es fino; la abundan-
cia que en este pueblo se hallo de comidas fue en mu-
cha cantidad y muchas, y es de manera que si lo mucho
que esta por ver rresponde con lo poco que hemos vis-
to, aunque anden mil de cavallos en la tierra, serán me-
nester; hemos sabido de otro camino por la costa de la
mar para yr a Zanba, donde queremos yr a asentar, que
nos dizen los yndios que los pueblos que ay en el ca-
mino son pequeños; estamos de partida para alia; mués-
trase la gente desta tierra ser belicosa y tener guerras
vnos con otros, porque en este pueblo donde nosotros
estamos, que es un pueblo de calidad, y el otro grande,
los hallamos todos cercados la mayor parte dellos de ca-
becas de muertos puestas en palos; lo que dello hemos
podido alcangar es que son de sus enemigos. Salimos
del pueblo de Calamar para yr a Zanba; Dios nuestro se-
ñor que quiso encaminar para que lo que en esta tierra
(i) Juan de Castellanos (Elegías, parte III, canto I), dice que este indio
se llamaba Corinche:
bárbaro ya cano
que no pudo huir de muy anciano.
Añade que le hablaron por medio de una india de Zamba, llamada Ca-
talina, que llevaban de Santo Domingo:
La cual desde esta costa llevó presa
siendo muchacha, Diego de Nicuesa.
— 6 —
estaba encubierto se supiese, nos encaminó, que el dia
que salimos de alli hallamos un yndio pescando a la ori-
lla de la mar y le tomamos para que nos guiase el cami-
no para Zanba; en tomándole yo le hize dezir con la
lengua que no uviese miedo, y el me dixo que no avia
miedo, que amygo hera de los cristianos; yo le dixe que
pues que hera nuestro amigo, que hiziese que lo fuesen
todos, y el dixo que asy lo hada, y ansy lo hizo, que
sienpre le enbie delante a los pueblos y yva y sacaba los
yndios que nos saliesen a rrecibir; ansy que truximos
toda la tierra de paz hasta que llegamos a Zanba, la qual
yo anduve toda a buscar sy avia asyento, y no halle dis-
pusycion para pueblo principal, porque el puerto es baxo
a la entrada, que no tiene mas de braca y media, aunque
es la mas fértil tierra que ay en el mundo, y mas pobla-
da; ay buena dispusysion para hazer un pueblo; y de
aqui acordamos que seria bien yr a ver el rrio Gran-
de, pues estavamos tan cerca del que estaña diez le-
guas, y por ver la tierra que cosa hera; de aqui se vol-
vió el yndio que trayamos por guia; yo tomé de aqui
otras guias que nos llevaron; y vamos catorze de cavallo
y hasta setenta peones; el dia que salimos de Zanba sa-
lieron con nosotros, a nuestro parecer, bien diez mili
honbres, y fueron con nosotros vna jornada y de alli se
bolvieron; seguimos nuestro camino hasta el rrio; halla-
mos a cada legua o a cada dos leguas pueblos muy
grandes, muy gran muestra de oro en ellos, porque no
víamos yndios que nos truxesen oro en cantidad; fuimos
al rrio; andaríamos por el haziendo entradas y salidas,
porque el arriba no se puede andar, obra de veinte le-
guas; hallamos tantos pueblos que en ninguna tierra
d' Espaíia, ni de ningund cabo la ay tan poblada; todos
los mas pueblos quando llegavamos nos tenían apareja-
da tanta comida que aunque fuéramos mili honbres nos
pudiera sobrar; pediamosles oro y davannoslo en cada
pueblo lo que ellos quedan, porque como heramos poca
gente no haziamos mas de lo que ellos querían; estuvi-
mos en esta entrada hasta bolver a este puerto de Zanba
veynte e dos días; truximos diez mili castellanos de oro
fino, y baxo, poco mas o menos; quando bolvimos a este
puerto de Zanba hallárnosla caravela que yo avia envia-
do al rrio del Cenu a ver si avia buena dispusicion
para poblar, que hera venida; dize que ay buena dispu-
sicion alli para poblar, y hemos acordado, porque el in-
vierno se entra, de recogernos a Calamar, que es en el
puerto de Cartagena, a donde primero estavamos, para
rrehazernos alli este ynvierno de cavallos y gente, por-
que yo he enviado a cargar dos navios de cavallos a las
yslas, para de allí salir el verano a vello y a hazer pueblo
de asyento. Este pueblo de Calamar donde nos ymos a
ynvernar, es para poca gente; buen asiento y muy sygu-
ro; Vuestra Magestad crea que si lo demás de la tierra
rresponde como lo que hemos visto, ansi de abundancia
de comidas como de rriqueza de oro, que en todo lo
descubierto no ay otro tal; si nosotros con tan poca gen-
te pudimos andar lo que anduvimos, fue que en lo que
anduvimos se hallaron seis diferencias de lenguas, y no
ay pueblo ninguno que no tenga guerra con otro, que
como los pueblos son grandes tienen grandes divisiones
vnos con otros, porque en allegando que llegamos a
pueblo luego nos rogavan que les fuésemos a ayudar, di-
ziendo que tenían guerra con otros en algunos pueblos;
no se ha dexado de castigar algunas cosas, sin que se aya
perdido; ¡bendito el nombre de nuestro Señor!, onbre,
— 8 —
syno el que nos mataron en la primera guacavara, aunque
se han hecho castigos en otros pueblos, tan rrezios, por-
que hallamos una provincia que se comian vnos a otros,
adonde yo ahorqué ciertos que tenían por oficio de car-
niceros de honbres para comer. Otra cosa al presente no
ay que hazer saber a Vuestra Magestad, mas de quedar
rrogando a Dios nuestro señor por la vida de Vuestra
Magestad, con acrescentamiento de mayores estados, en
ensalzamiento de nuestra santa fee catholica.
De Vuestra Sacra Catholica Cesárea Magestad, el me-
nor vasallo,
Pedro de Heredia.
II
ANÓNIMA
RELACIÓN DE LAS CAMPAÑAS DE PEDRO DE HEREDIA
EN CARTAGENA DE INDIAS
(Archivo de Indias, est. i, caj. i, Ug. )
¿y
En el año de DXXX llegó a estos reynos cP España
don Pedro de Heredia, que fue teniente de governador
en la governacion de Santa Marta, y pidió que Su Ma-
gestad le hiziese merced de le dar la conquista de Carta -
jena, qu' es vna tierra de las mas ricas de Yndias, avnque
de yndios; es vna de las mas belicosas, y diole por limi-
tes de la governacion desdel rio grande la Madalena hasta
el rio grande del Dañen, que qualquier del es mayor
que todos juntos los d' España, y por la tierra adentro
hasta la linya quynicial, y salió d' España con esta mer-
ced que Su Magestad le hizo, en fin del año de DXXXII
años con vn galeón y vna caravela y vna fusta con hasta
cien hombres, y llego á la ysla Española de Santo Do-
myngo con buen tiempo, y de ally se fue á la villa de
Azua, ques en la mysma ysla, adonde el tiene vn enge-
nio de azúcar, de cavallos, y ally se proveyó de carne y
cavallos, y porque alli recoxó mas jente tomo otra cara-
vela mas y salió con prospero tiempo para yr a su descu^
— 10 —
brimyento, y llego el dia de San Sebastian a vn puerto a
manera del de Cartajena de Castilla, y por ser tal le puso
Cartajena, que antes por lengua de yndios se dezia Cala-
mar, y desembarco su jeníe y cavallosen la playa y hi-
zieron sus ranchos, donde se alvergaron algunos dias, y
después que los cavallos estavan descansados salieron a
descubrir y fueron á dar en el pueblo de Calamar y ha-
llaron algunos yndios y pelearon con ellos, y viendo que
los yndios yvan vencidos retruxeronse al pueblo, qu' es-
tava cercado de vnos arboles muy gruesos y espinosos, y
tomaron algunos dellos y fueron en el alcance y dieron
en otro pueblo que se llama Canapote, y pelearon con
ellos y desbaratáronlos; las armas que ellos trayan son
arcos y flechas enerboladas, y macanas á manera d' es-
padas, que de vn golpe hazen pedacos una rodela; el
traxe dellos es como sus madres los parió, machos y
hembras; sirvense de un pueblo a otro de llevar ellos
acuestas las cargas, por que entrellos no ay bestias; ay
mugeres que van a ganar de vn pueblo a otro por sus
personas, y ansimesmo avia yndios que servian de mu-
geres para todo, y avia otras mugeres que no conocian
varón, que andavan con sus arcos y flechas y yban á la
guerra y tenian mugeres que les sirviesen en casa. De
Canapote tornaron a Cartajena, que de antes se decia Ca-
lamar, con algunos yndios, y viendo vn yndio que avian
tomado que eran pocos, y que mas de trezientos hon-
bres que Ogeda y Juan de la Cosa avian traydo, se los
avian muerto la tierra adentro en vn pueblo muy grande
que se dezia Taruaco, determynó, pescudando el gover-
nador por pueblos grandes, de los llebar alli para que
los matasen, y con esto salieron de Cartajena y pasaron
por vna ciénega muy grande que se dice de Tesca, que
— 11 —
tiene mas de tres leguas de agua, donde andan muchas
canoas de yndios y muchos pescados de muchos géneros,
y entrellos caymanes que se comen á los honbres, y pa-
sáronla con el ayuda de Dios y dieron en vn arcabuco,
que se dize en nuestra lengua montaña, y fueron a dar
en vnas labrancas de los yndios, donde la guía que tle-
bavan enpecava a llorar, diziendo que todos eran muer-
tos, y procuro de huyrles y no pudo, y ansi fueron alle-
dose al pueblo y saliéronles al camyno los yndios y die-
ganronles vna guazavara con gran grita y alando, qu' es
cosa temerosa para los que nunca lo an visto, y enpega-
ron á flechar, y ansi anduvieron peleando vn rato, y
como los yndios no traen armas mataron muchos dellos,
y otros se hirieron y reíruxeron al pueblo, que tenia dos
ó tres cercas de arboles, y entraron en el pueblo casi
todos juntos y metíanse algunos dellos en sus buhios,
que en nuestra lengua llamamos casas; son de paja, y
tienen a dos puertas, y allega la paja hasta el suelo; y a
la grita acudían muchos yndios de las labrancas, y tor-
naron á dar otra guazavara adonde se perdió el governa-
dor yendo en seguy miento de algunos yndios en el pue-
blo, y viendo que era vno solo, avnque yba a cavallo car-
garon muchos sobre el y flechándole de suerte que le
tenían hecho vn San Sebastian a el y a su cavallo, y en
esto acudió vn soldado por do el estaba y arremetió a
vno que le quería flechar y cortóle el cuerpo por medio, y
arremetió á otro y cortóle la cuerda del arco, y viendo
estos dos golpes y los que avia herido el governador,
huyeron, y ansi se juntaron, y pensava el Governador
que ya eran todos muertos, y pescudolo al soldado y di-
xole que todos estaban buenos con deseo de verle, y
ansi se fue adonde estava la mas jente, y recogeronse to-
— 12 —
dos para Ver si faltaba alguno y no hallaron que obiesen
herido de muerte sino fue á vn Villafaña, el qual murió,
y hirieron otros y matáronles algunos cavallos, y tornaron
á dar otro guazavara y tanbien los desvarataron, y ansi
desanpararon el pueblo y lo robaron los españoles,
adonde hallaron algún oro y chaquira y hamacas en
que dormir, y volviéronse a Cartajena con Vitoria, y da-
lli adelante los yndios comarcanos los temyan viendo
que avian desbaratado y muerto los del pueblo grande
de Taruaco, y determinaron los yndios de Taruaco de
quemar su pueblo, y ansi lo pusieron por obra, adonde
avia muchos géneros de arboles de frutas de la tierra. La
jente es diferente de la de la costa, porque andan atapa-
das sus vergüenzas; es jente muy dispuesta y que todos
los comarcanos los temyan; y ansi se tornaron a Cartaje-
na, adonde tenya los navios, y determyno de yr a descu-
brir mas tierra y salió por la orilla de la mar y fue a dar en
vna tierra muy rica y muy poblada de jente; no ovo gua-
zavara con los yndios (1); fue por la orilla del rio grande
de la Madalena y dieronle mucho oro los yndios, y bol-
bio con ello a los navios, que se los avia dexado en vna
playa que dize el valle de Zamba, y desde alli se fueron
a Cartajena los españoles con los cavallos, por tierra, y
los navios por la mar, adonde hallo otro navio con algu-
na jente que le estava aguardando, y con tres lenguas,
dos yndios y vna yndia, de diversos pueblos, para poder
hablar con los yndios, con los quales ansi el Governador
( i) Juan de Castellanos (Eligías, parte III, canto II), cita, pero sin darle
crédito, otra versión de este suceso:
Aunque según las relaciones nuevas
Que de la villa ie Mopox me envía
El antiguo soldado Juan de Cuevas,
No fué poco sangrienta la porfía.
— 13 —
como los demás se holgaron mucho, y de allí en adelante
quedavan algunos en el pueblo y los demás yvan a des-
cubrir cerca de alli, adonde toparon grandes pueblos y
muy poblados de jente de muy diversas lenguas que los
de antes; andan cubiertas sus vergüenzas las yndias; ay
mugeres que no conocen Varón; estas tales salen á la
guerra con los yndios, y en las borracheras que nosotros
dezimos vanquetes, entran ellas con sus arcos y flechas
y las tienen consigo, y no entra otro ningund yndio con
armas. Ay honbres que sirven de lo que sirven las muge-
res; estos tales traen el cabello como las mugeres, y ban
a ganar de vn pueblo á otro como hazen algunas yndias;
y dende algunos dias, pasado el dia de los Reyes, a IX
del mes de Henero de DXXXIIII, salió el Governador
con ciento y tantos honbres y ciento y tantos caballos y
fue a descubrir, y fue a dar en vn pueblo muy grande
qu' estaba todo arcado, y ovo en el quatro dias a reo
guazavara; matáronle algunos españoles y cavallos; mu-
rioron muchos yndios, y al fin sujetamos el pueblo; pasa-
mos adelante y topamos otros pueblos grandes donde
ansimismo ovimos guazavaras con los yndios, y al cabo
de aver pasado grandes arcabucos y ciénegas fuymos á
dar en vn pueblo que se dezía el £enu, adonde se tomo
vn yndio que tenya cargo del oro del cacique, y pidién-
dole que nos diese oro amostrónos en el arcabuco dos
habas de oro que nosotros llamamos caxas,. en las qua-
les hallamos más de XX mil pesos de oro fino, sin mas
de XV mil pesos que hallamos en vn buhio que ternya
mas de cien pasos en largo, que era de tres naves, que
Uamavan los yndios el buhio del diablo, adonde estava
vna hamaca muy labrada, colgada de vn palo qu' estaba
atravesado, el qual sostenian en los honbros quatro bul.
— 14 —
tos de personas, dos de henbras y dos machos, y encima
de la hamaca donde dezian que se venya a echar el dia-
blo, estavan las dichas havas, y en este buhio avia sus
guardas para que no entraran todos los yndios en el, y
verdaderamente hablan los yndios con el diablo, y por
ello ay en los pueblos buhios para ello y yndios que se
llaman piaches, para hablar con ellos. Pidiendo mas oro
al yndio, dixonos que cabasemos en vn montón de tierra
que era sepoltura dellos, dé las quales avia gran canti-
dad, y sacamos del mas de X mil pesos de oro fino, y
dezianos el yndio que cabasemos y que sacariamos mas;
y de alli pasamos mas adelante, donde fuymos á dar en
grandes montañas y muy ásperas, y caminando por ellas
dionos vn dia grandísima agua, y viendo que no podía-
mos pasar tornamos la buelta de la mar, y de alli nos
tornamos a Cartajena, adonde hallamos algunos españo-
les que avian venido, con los quales nos holgamos y re-
partimos nuestro oro, y dende a pocos dias vino vn capi-
tán que enbio Su Magestad con treze honbres, y después
fue a descubrir, adonde topo pueblos que de que crecen
los rios an menester subirse casi enzima del huhio por
no nadar en el agua, que se dize las provincias de Xer-
gua y Tagua, adonde se pobló vn pueblo que se dize la
villa de Santa Cruz de ivlonpox; es pueblo rico y mejor,
a donde hallamos vnas puentes que pasan el rio, de be-
jucos, que podemos dezir de cordeles, por do pasan yn-
finitos yndios, y son de mas de ziento y cinquenta bra-
gas en largo; dimos en grandes mynas de oro, y adonde
ay estas mynas comen carne humana; no es bien poblada
a esta cavsa; tienen algunos de los yndios que he dicho
a cien mugeres y dende arriba y dende abaxo, con que
se echan; estos son los caciques, y los otros las mas que
— 15 —
pueden. A la costa de la mar se pobló vna cibdad que
se dize la cibdad de San Sebastian de Buena Vista, de
donde salimos para descubrir estas mynas que e dicho,
y quarenta leguas desta cibdad poblamos otra que se
dize la cibdad de Nori; es tierra áspera y sierras peladas;
ay muchas, frutas de diversas maneras y muy sabrosas;
es tierra frutifera, aunque falta de comydas; es muy rica
de mynas. Bolvimos a Cartajena; poblóse otro pueblo
que se dize la villa de Tolu, donde se dan todas las co-
sas d' España; es á tres leguas de la mar; de alli salieron
para poblar otro pueblo, el qual se pobló a la orilla del
rio grande de la Madalerta, qu' es la provincia que se
dize de Maria.
III
MAESTRE JUAN
RELACIÓN DE SU NAUFRAGIO Y DE LOS TRABAJOS QUE
PASÓ EN LOS OCHO AÑOS QUE ESTUVO EN LA ISLA
DE LA SERRANA.
Señor:
Por hazer lo que buestra merced me mando me dispu-
se a darle quenta de mi perdición, y si acaso no fuere
tan bueno el estilo como mi voluntad para servir a bues-
tra merced, esta supla, y la falta que tengo de leer y es-
cribir.
Sali de Santo Domingo, sábado, bispera de Ramos
del año de mili y quinientos y veinte y ocho años, en la
nao de Pedro de Cifuentes, de que era maestro e piloto
vn fulano por sobrenombre Portogalete; seguiamos nues-
tro viaje para el pueblo de Higuey, a cargar de bastimen-
tos para la fortaleza de la Margarita, porque la nao en
que yva llevaua tiros y poluora y municiones para la di-
cha fortaleza. Tocamos en la ysla de San Juan en el Puer-
to Rico, y alli estuvimos cinco dias, y de alli tornamos a
proseguir nuestra derrota, y en el dia siguiente tomamos
otro puerto en la ysla de Sancta Cruz, para bastecernos
de agua; alli salieron a nosotros dos canoas de guerra,
— 17 —
con sesenta yndios, pocos mas o menos, en cada una de
las canoas, con sus arcos y flechas, y por respeto que
aquellos yndios tienen muy poncoñosa yerua, nos hizi-
mos a la buelta de la mar y ellos vinieron a nuestro se-
guimiento dos leguas, y ansi los dejamos y tornamos a
seguir nuestro viajé. Los vientos fueronnos muy escasos;
a cabo de cinco dias llegamos a la ysla de Piritu (1), que
esta treinta leguas a sotavento de las Perlas, y nuestro
piloto no pudo reconocer la tierra y hizonos correr a la
buelta del Oeste, costeando la Tierra Firme, y ansi lle-
gamos a la ysla de Guaimacaran, porque la falta del
agua nos fatigaba; no la hallamos en esta ysla y torna-
mos a tomar la Tierra Firme en un puerto en que estaba
un pueblo de yndios de guerra, y estauamos metidos en
un ascondon, do estuvimos toda una noche, y otro dia
en amaneciendo salieron a nosotros onze canoas de gue-
rra con sus arcos y flechas enervadas, y abordaron con
el navio pidiéndonos hachas, y un honbre de nosotros
que se llamaba Bautista, genoves, pensando que eran de
paz, se metió en una canoa, y ellos, visto el dicho Bau-
tista en sus canoas, se desabordaron e se hizieron brebe-
mente a lo largo de nosotros hazia la tierra, e yo tome un
arcabuz y le henchi de pedernales e tireles un tiro, des-
pués de ellos abemos tirado muchas flechas, y maté al
principal de los yndios y otros dos, y ellos con el temor
del tiro se echaron al agua mucha parte de ellos, y los
unos nadando y los otros en las canoas, en poco espacio
fueron en tierra, y hasta oy del dicho Bautista no se a sa-
bido nada. De allí nos partimos y fuimos a un puerto
despoblado, y hizimos nuestra aguada a la boca de un
(i) Al O. de Barcelona, en Venezuela.
- 18 -
rio de allí. Visto quel piloto no se entendía, ni tenia co-
nocimiento de donde estaba, acordamos de nos tornar
para Santo Domingo, de donde aviamos salido, y fuimos
a dar en la ysla de Aruba (1), que es del factor de Santo
Domingo, y alli se salió el piloto e maestro, que todo lo
era el dicho Portogalete, y se nos huyo por ver el mal
aparejo que de bastimento abia en el navio, y la mala
cuenta que de si avia dado; y nosotros, visto que no po-
díamos aver al dicho piloto, nos fuimos la via de Santo
Domingo sin ningún remedio de persona que nos pudie-
se bien encaminar, porque todos eramos novicios en el
arte de la mar. En el medio del golfo, un sábado en la
noche, a media noche, dionos un tenporal que nos llevo
ambos los mástiles de la nao con todas las velas, a la
mar, y el navio se abrió de manera que mucha agua en-
trava en el; corrimos a popa, para donde los vientos y la
mar nosllevaua, y a cabo de seis dias, miércoles, en la
noche, dimos en el bajo de la Serrana (2), sin hasta enton-
ces aver abonangado aquella tempestad, y no víamos la
ysla por serían chica, y estando ansí el navio haziendo-
se pedacos en el baxo, vimos blanquear el arena. Tuve
acuerdo de tomar un cuerno de pólvora que en mi capa
tenia, y un eslavon en la voca, y ansi me eche a la mar
y nadé hasta llegar a la ysla, y puesta la pólvora y esla-
von en tierra, torné al navio a ver si podría mi socorro
aprovechar a alguno, y de que llegue al navio, qu' estaba
echo quatro pedacos, y toda la gente en el un pedaco,
{ij Situada al O. de la isla de Curagao. El factor a que se refiere Maestre
Juan, lo fué Juan de Ampies, a quien encomendó dicha isla D. Diego Colón.
(2) Los islotes o cayos de la Serrana, que son tres, están en el mar Ca-
ribe, entre jamaica y la costa de Nicaragua, no muy lejos del 14o de la-
titud N.
- 19 -
tome los cabos que halle de las amarras, y atados uno
en otro hize un cabo largo, y con el me vine a tierra,
y por el dicho cabo binieron todos a tierra, y con la
creciente de la noche llevo la mar el navio de suerte
que otro dia en amaneciendo no le vimos. Del navio
no se pudo sacar sino la pólvora que digo, y el esla-
von, y por falta de pedernal, que no le pude sacar, co-
mimos casi dos meses carne cruda, y bebimos sangre
de lobos marinos y cuervos que a la ysla venian. Visto
por algunos que aquella vida era estéril, qual vuestra
merced aqui vera, aunque no como ella lo era, determi-
naron de hazer una balsa, y la hizimos todos de algunos
maderos que la mar avia traido a la ysla, y atados con
cueros de lobos y cuerdas de los dichos lobos, se metie-
ron tres de ellos en la balsa y quedamos tres, dos onbres
y un mogo; a cabo de quatro dias que los de la balsa se
partieron, el uno de los tres que quedamos, que se lla-
maba Moreno, de Malaga, visto no aber agua, ni lun-
bre, y era por el mes de Agosto, que hasta entonces nos
abiamos detenido en lo que arriba digo, se enpeco a co-
mer por los bracos, y de algunos bocados que se dio mu-
rio como rabiando. Yo, viendo que los conpañeros eran
partidos, y el otro muerto, y que solo el mochacho me
quedaba por compañero, acorde de buscar algún reme-
dio como pudiese sustentarme, y comencé con huesos de
tortugas cabar en algunas partes de la ysla viendo si
abria agua, y por ser la tierra poca, y en medio del gol-
fo, en todas partes la hallava tan salada como el agua de
la mar; y esta agua, mezclada algunas veces con la san-
gre de los lobos, la bebia, y en este tiempo no llovió ja-
mas, para que del agua del cielo me pudiese aprovechar;
acorde para si lloviese hazer aigunos hoyos en la arena,
— 20 —
y tome muchas pieles de lobos y aforré aquellos hoyos,
y quando fue Dios servido que lloviese, que fue por el
mes de Otubre, cogia en aquellos hoyos alguna agua, y
en algunos caracoles de los de la mar, que alli llamamos
cuvos; el agua de los hoyos duraba muy poco porque se
consumia en el arena; quando llovió, con el deseo que
tenia de beber, metime de calidad en el agua y artava-
me de tal suerte que me tullía de piernas y bracos, y el
remedio que le hallaua era mesclalla con la sangre. Des-
de entrado en la ysla estuve dos meses sin fuego, y visto
quel ynvierno venia y que no pudiera sustentarme sin
fuego, acorde de hazer una balsa, no mayor que para
que me pudiese sostener, y fui adonde el navio estava
perdido, digo donde perdiera, y hize una ancla de una
piedra para atar la balsa en braca y media de agua de
hondura, y capuzándome algunas veces halle un gijarro
con el qual hize fuego, y estava ya tal que la misericor-
dia de Dios y el fuego me restituyo la vida, y el mocha-
cho que conmigo estaba, estava tal que yo de temor que
se me muriese, y el de verme tal, estavamos harto teme-
rosos de perder el uno a el otro, porque en esto estava
cierta la muerte del que quedase bibo. Después que tuve
lunbre, todas las noches hazia fuegos, por que si por alli
fuese algún navio nos pudiese ver por las lumbres, y en
una ysla muy pequeña, que es en la que yo estava, a dos
leguas de mi a balrrobento, qu' estavan dos onbres de
otro navio que se avia perdido, los quales viendo las lum-
bres se vinieron en una balsa a donde yo estava, los qua-
les estuvieron conmigo cinco años; en este tienpo acor-
damos de hazer un barco con algunos maderos que la
mar traia. y a nado tomavamos los maderos, y hizimos
nuestro barco desta manera: yo hize con los conpañeros
— 21 —
una fragua, y los fuelles de pieles de lobos, y en la parte
donde el navio se perdió hize una sierra con algunas co-
sas de hierro que lleuauamos para la yglesia de Cubagua,
de las quales hizimos clauos, y hecho nuestro barco con
sus belas de cueros de lobos curadas lo mejor que pudi-
mos, nos enbarcamos los dichos mis conpañeros e yo y el
mochacho, y nos partimos pensando poder pasar a la
ysla de Jamaica; e yo, como en la mar me vi, y que este
barco era de pedagos y sin brea, sino untado con untos
de lobos tiznado de carbón, pense luego que era imposi-
ble salvarnos en el, y hize que arribasen a tierra, y sali-
mos vnos de los conpañeros de la otra ysla, e yo, y el
otro y el mochacho que comigo estava se fueron, los qua-
les hasta oy no se a sabido nueva dellos, e los tienpos les
fueron adversos; de que ansi mi conpañero e yo nos vi-
mos hizimos algunos barquillos de cueros de lobos, y
con ellos corrimos todo aquel baxo, que son doze leguas
de largo y todo de muy gran baxio, cuanto el en lo mas
hondo no ay mas de una braga de agua; en estos baxos
ay diez y siete yslas pequeñas que la mar las baña, si no
son en cinco dellas; desto e yo dado aviso en Sevilla al
piloto mayor de Su Magestad, porque es muy necesario
para la guarda de las naos, e a Francisco Gutiérrez, que
hace las cartas de marear, ele mostrado como podran
pasar si acaso con fortuna se hallasen entre estas yslas,
porque ay tres pasos por donde pasen, en los quales ay
ya cinco bragas, porque desde nuestros barcos de cueros
tomamos el fondo por todo, de ysla en ysla, por ver si
halláramos algunos pedagos de navios perdidos, y nunca
hallamos nada. Comiamos de aquellos huebos de tortu-
gas que hallavamos por aquellas 3'slas, y lobos marinos,
que era el mesmo manjar de la nuestra. Nuestro dormir
— 22 —
vestidos era en los mismos cueros; algunas veces nos es-
tovarnos un mes y mas por esotras yslillas sin venir a la
nuestra. En esto acordamos mi conpañero e yo de hazer
dos torrehones, uno a la vanda del Sul y otro a la del
Norte, de piedra seca, sin otro betumen, quetenian cada
uno dellos diez y seis bragas en torno e quatro de alto,
con sus escaleras, y de alli nos sobiamos a devisar la
mar; en la una poniamos leña y otras cosas para hazer
humada para que fuésemos vistos de algún navio si aca-
so pasase. Hezimos un estanque de veinte y dos bragas
de pared, para tomar pescado, y esta piedra de que se
hizo este estanque la sacábamos de la mar, porque en
la ysla no havia sino arena; tanbien sacamos piedra, de
la qual haziamos cal; hezimos una casa cubierta de cue-
ro, donde nos acojiamos, y nuestro vestido y ropa para
dormir, era de cueros de lobos, e en los cinco meses
del año sacavamos del arena, junto a la mar, huevos de
tortugas, los quales secauamos y aderecauamos de ma-
nera que los comíamos; en estos hallavamos buen basti-
mento para el ynvierno; algunas vezes comiamos de los
cuervos que venían alli, y quando no, otras cosas no las
avia sino unas raices de una yerva que parecía casi ver-
dulaga. A cabo de tres años que los otros se fueron, que
eran ya ocho de nuestra bibienda alli, permitió Dios que
su misericordia nos socorriese, y un día, bispera del se-
ñor San Mateo, a ora de medio día, vimos venir una
nao a la vela, y hezimos una humada en uno de nues-
tros torreones, muy grande, y como los de la nao nos
vieron echaron el batel fuera y saltó el maestro y marine-
ros en tierra, y tomó con su escribano por testimonio lo
que vido. Este maestro, que se llama Juan Bautista, gi-
novcs, era bezino de Triana. De alli venimos a la Hava-
- 23 —
na, donde quiso Nuestro Señor que estuviese el adelan-
tado don Pedro de Alvarado, mi señor, el qual vio nues-
tra manera de atavio, y luego del maestre fue ynformado
de nuestra vida, el qual nos recibió por suyos y nos pro-
veyó de lo necesario, y sostiene al otro en las Yndias, y a
mi en España. Como vuestra merced vee no va tan por
ystenso como quisiera, porque la memoria de todo era
jmposible tenella otra que sin escribillo como lo pasaba
fuese. Reciba vuestra merced mi voluntad que para ser-
virle tengo, y la memoria que para esto terne donde quie
ra que este. Besa las manos de vuestra merced,
Maese Juan.
Una cosa se me olvidó, y es que lo que mas pena e
tormento nos daba eran cangrejos y caracoles de la mar,
que de noche no nos podíamos valer de ellos, y con sa-
cos de cuero que hizimos nos librábamos; y el mas del
tiempo haziamos de la noche, dia,y del dia, noche, y es-
tando cansados de la sed, que avia tres dias que no abia-
mos bebido, y a esta causa no nos hablauamos uno a
otro, sino cada uno por su parte rezando, y yo estaua
asentado a ia sonbra de nuestra casilla, haziendo un an-
zuelo, estandome quexando de Nuestro Señor, diziendo
que avia hocho años que estava desnudo y descalco en
aquel desierto en que no avia ningún mantenimiento, e
que bien fuese servido de me sacar deste mundo a tierra
de xristianos, y con aquella pasión dixe: pues que Dios
no me quiere sacar, saqueme el diablo, y asi acabare mi
vida; y a la noche me levante a orinar y vilo pegado en
la casilla, de una forma peor de la que con que le pin-
tan, con una nariz muy roma, y echando por la nariz
como humo, y por los ojos fuego, y los pies como grifo,
— 24 —
y las alas como de murciélago, y las piernas propias de
onbre. y los cabellos muy negros, con dos cuernos no
muy grandes; llamé al conpañero, que estava echado en
la casilla, y tomamos una cruz que tenia hecha de cedro;
con aquella corrimos toda la ysla y nunca mas vimos
nada, sino que después de ay a quinze dias me tomo de
noche un muy gran espanto, y no vi nada sin que oy pi-
sadas y no vi nada; dos vezes me tomo ansi espanto de
noche, no viendo nada. Sabrá vuestra merced que de los
huevos de las tortugas puestos de quinze dias, y de ocho
dias, toda la clara del huevo después de puesto debaxo
de tierra, se torna agua, y con aquella agua me sostenia
los cinco meses del año, y teníamos tanbien el agua de
la que llovia, en unos cueros de lobos metidos en unos
hoyos, y tanbien en caracoles de la mar, y tanbien en
unos palos gruesos cabados por dentro, y teníamos sal
sacando piedras de la mar y hinchando los hoyos que te-
nia, de agua, y secándose se tornava sal, y quando hazia
tormenta, que no podiamos sacar pescado, tomauamos
cuervos, que avia muchos, y haziamosles tornar el pesca-
do que trayan para sus hijos, y de aquello comíamos;
también para proveernos para el ynvierno de manteni-
miento, dos meses del año, que eran Abril y Mayo, sa-
cauamos huebos de tortugas, y lauauamoslos y poníamos -
los a secar, y con estos nos sostentauamos siete meses
del ynvierno; tanbien teníamos un estanque hecho de
piedra seca, con que velauamos la noche para tomar el
pescado que entraua dentro. En el mes de Enero venían
a parir las lobas y comíamos sus hijos; la leche que te-
nían en los buches sacabamosla en unos caracoles, y co-
iiamosla y comiamosla. El sabor deila era muy agrá, y
ios pellejos dellos metiamoslos a remojo, y a cabo de tres
— 25 —
dias estauan pelados, y destos, después de secos, hazia-
mos deilos pañetes y cosetes y caperucas. Hezimos tres
pozos, y sienpre hallauamos ei agua salada, y quando
llouia no la osauamos beber sin mesclarla con la del pozo,
porque me cortaua todo por las conyunturas, porque
como estaua cruda y yo usado a la salada, haziame daño.
En este tiempo estuve dos veces enfermo, y sángreme yo
mismo por dos vezes, y anbas vezes que cay malo fue
por Agosto.
IV
JUAN SÁNCHEZ PORTERO
RELACIÓN DE SU ENTRADA AL VOLCÁN DE MASA YA (NI-
CARAGUA) Y DE SUS SERVICIOS EN OTRAS REGIONES
DE LAS INDIAS. /»"",
{Archivo de Indias, est. 64, caj. 1, leg. 9.)
Sacra Caíhólica Real Magestad:
Juan Sánchez Portero, vezino de la cibdad de Huete,
digo que yo pasé a las Yndias, donde estuve diez y seys
años, los treze de ellos en la provincia de Nicaragua,
donde servi mucho a Vuestra Magestad con my persona
"e hazienda, armas y caballo, en todas las conquistas y
descubrimientos que en aquel tiempo hauia de yndios,
y en especial me halle en el descubrimiento y entrada
del bolean Masaya que en la dicha provincia ay, que se
tiene entendido qu' es la cosa mas rica y próspera que
ay en todas las Yndias, y la cosa mas admirable de ver
del mundo, lo qual hizimos ciertos compañeros e yo, por
servir a Vuestra Magestad, gastando en el dicho descu-
brimiento y entrada mucha cantidad de pesos de oro en
las cosas que fueron menester, asi de maromas como de
cadenas y rroldanas y pernyos y otras cosas necesarias
para la dicha entrada, los quales artificios se tardaron en
— 27 —
hazer un año, y al cabo del yo e otros tres compañeros
entramos en el dicho bolean por las maromas abaxo, po-
niendo nuestras vidas a grandissimo riesgo y peligros de
muerte, a causa de hauer quinientos estados de hondo
hasta la primera plaza de abaxo, e ally ay otra boca en
medio de la dicha plaza que terna dos carreras de caua-
llo de ancho, e de alli adonde anda el metal derretido ay
cient estados de hondo. El qual dicho bolean lo han
ydo a ver muchas personas plateros y mineros y que tie-
nen gran experiencia de mynas y metales; visto por ellos,
dezian que lo que ay en el dicho bolean es cosa muy rri-
ca de oro o plata, porque sale del dicho metal muy gran
resplandor y claridad, e que sy otra cosa fuera, según del
fuego y rresplandor de abaxo, todo fuera consumido e
ydo en umo, y quel dicho oro y plata quanto mas fuego
tiene mas purificado queda; y por estas rrazones no ay
nadie que viese el dicho bolean y que no dixese que era
cosa muy rrica, e asy se tiene por cosa notoria en la di-
cha provincia y en otras partes de las Yndias; y en aque-
lla provincia, antes que se descubriese por nosotros el
dicho bolean, se dezia que los que hauian de entrar en
el dicho bolean habían de ser los sentenciados por deli-
tos, y ninguna persona, después que se descubrió la di-
cha provincia de Nicaragua, no havia osado entrar en el
dicho bolean, ni aun llegado a mirarle; y nosotros, con
deseo de servir a Vuestra Magestad, nos aventuramos
a entrar, y entramos dentro por las dichas maromas aba-
xo, llevando cadenas y iodo ío necesario para descubrir
el secreto que está en el dicho bolean, y en la primera
plaza de abaxo estuvimos dos dias, y a causa de faltar-
nos el agua nos vimos en gran necesidad por la sed que
padecimos y trauaxo que tuuimos de meter maderas y
— 28 —
cadenas y xarcia y otras cosas, y hechamos las cadenas
y maromas por la segunda boca abaxo del dicho bolean,
para llegar al metal, y como estava tan hondo no se pudo
con un servidor de lonbarda hecho con una punta y muy
pesado, con sus asas asidas las cadenas, a el llegar al di-
cho metal, aunque hechamos quatro lances y no sacamos
en cada lance sino unas escorias muy livianas de muchas
colores, las quales parecia ser de metal rrico, e como no
podimos llegar abaxo en los dichos quatro lances que
hechamos, y a causa de la sed y fatiga que teníamos, de-
terminamos de tornarnos a subir arriba y otro día tornar
a entrar en el dicho bolean y meter agua y comida y mas
maromas y cadenas, y hazer abaxo un cabrestante de palo
y abajar mas gente con nosotros para saber el dicho se-
creto del dicho bolean, pues en ello servíamos a Vuestra
Magestad, y ciertos españoles que havian venido en nues-
tra busca escribieron una carta a la ciudad de León, a
Rodrigo de Contreras, gouernador que a la sazón hera
en la dicha provincia de Nicaragua, haziendole saber
como nosotros hauiamos entrado en el dicho bolean, y
que hauiamos sacado del gran tesoro; todo por ynvidia
que nos tenían; y el dicho gouernador, sabiendo lo que
pasaua, so color que no le hauiamos pedido licencia
para entrar en el dicho bolean, mando a un alcalde de la
cibdad de Granada que nos prendiese y nos toviese pre-
sos en la fortaleza de aquella cibdad, y viéndonos presos
y fatigados nos proferimos de tornar a entrar en el dicho
bolean y hazer aderecos y todo lo necesario y no salir
del sin saber el dicho secreto, y el dicho gouernador
a cabo de ciertos dias fue con mucha gente de la ciudad
de León a un pueblo de yndios que se dize Nenderi, que
esta dos leguas del dicho bolean, y alli vinieron los al-
— 29 —
caldes de la dicha cibdad de Granada con casy toda la
ciudad, y subieron con el dicho gouernador al dicho bol-
can, e yo e los dichos mis conpañeros con ellos, lleuan-
do todo el adereco que era menester para la baxada por
las dichas maromas, y estando nosotros aparejados para
entrar, el dicho gouernador nos tomo las maromas y ca-
denas y aparejos que teníamos y dijo quel traya seis ma-
rineros para entrar en el dicho bolean, de los quales nin-
guno ovo que osase entrar en el, si no fue que el dicho
gouernador mando a fray Blas del Castillo, nuestro con-
pañero, que entrase en el dicho bolean, pues havia en-
trado otra vez y sabia el camino y entrada; e asi, el di-
cho fray Blas y los dichos conpañeros entraron y metie-
ron las dichas cadenas y maromas y xarcias en el dicho
bolean, donde esta el metal, y hechando el primer lance
se quebró la cadena por ser delgada y se cayo abaxo; lo
qual sabido por el dicho gouernador mando que se su-
biesen todos arriba, y salidos el y toda la gente se fue-
ron a la dicha ciudad de Granada, donde tornamos a rre-
quirirles de parte de Vuestra Magestad nos diese licencia
para que nosotros entrásemos en el dicho bolean, y que
a nuestra costa hariamos otras cadenas y maromas y todo
lo necesario. El qual no quiso dar la dicha licencia y se
fue a la ciudad de León, y al cabo de ciertos dias, yo el
dicho Juan Sánchez Portero y Pero Ruiz mi conpañero,
fuimos a la dicha ciudad de León a requerir al dicho go-
uernador nos diese la dicha licencia para tornar a entrar
en el dicho bolean y hazer los aderecos a nuestra costa,
pues se tenya y tiene en la dicha provincia y en otras
partes por la cosa mas rica que esta descubierta en el
mundo, y Vuestra Magestad seria muy servido dello. E!
qual se enojo con nosotros y no quiso dar la dicha licen-
— 30 —
cia, y visto esto nos boluimos a la dicha ciudad de Gra-
nada, y juntos todos los dichos conpañeros determina-
mos de ynviar al dicho fray Blas del Castillo a estos rei-
nos d' España a hazerlo saber a Vuestra Magestad, y que
fuese yníormado de lo que pasaua cerca del dicho descu-
brimiento del dicho bolean, por un libro que el dicho fray-
le traxo, qu' es este de que ante Vuestra Magestad hago
demostración, juntamente con la pintura y traca de la ma-
nera del dicho bolean, y de la manera que entramos en
el, qu' es cosa muy de ver, e visto por Vuestra Mages-
tad el dicho libro, e ynformado del dicho frayle, Vuestra
Magestad nos mando dar esta cédula rreal de que hago
presentación, para quel dicho gouernador no nos ynpi-
diese la dicha entrada, y el dicho fray Blas del Castillo
bolbio a la dicha provincia de Nicaragua con la dicha
cédula, y en desenbarcando en el puerto que se nonbra
de la Posesión murió, y por su muerte y por hauer muer-
to después otros dos conpañeros de los que haviamos en-
trado en el dicho bolean, e yo hauer gastado lo que te-
nia y estar muy pobre, no pude boluer a entender en la
dicha entrada.
Y de alli me fuy con Diego Machuca de £uaco y Alonso
Calero, capitanes, a descubrirla laguna del rrio del Des-
aguadero, qu' es en la dicha cibdad de Granada, porque
Vuestra Magestad lo hauia mandado por su rreal proui-
sion que se descubriese el dicho rrio hasta la mar del
Norte, porque asi convenia a su rreal servicio y hera cosa
muy importante; en el qual descubrimiento yo fuy con
mis armas y cauallo, en ciertos vergantines, por la dicha
laguna, a mi propia costa, en lo qual gaste mucha canti-
dad de pesos de oro, y en el dicho descubrimiento yo e
los que a el fuimos pasamos muy grandes trabaxos, han-
— 31 —
bres y necesidades, y murieron muchos españoles, y dé
hanbre nos comimos mas de quarenta cauallos, y los yn-
dios de la dicha tierra nos dauan mucha guerra, y descu-
brimos camynos y viajes, asi por tierra como por agua,
hasta el Nonbre de Dios, en el qual descubrimiento ay
agora muy gran trato de fragatas y nauios y barcos que
van y vienen al Nonbre de Dios desde la cibdad de Gra-
nada por la dicha laguna y rrio, a traer ¡as mercaderías
que van d' España para el Perú y Guatimala y Nueva
Spaña y otras partes.
Y a cabo de cierto tienpo fue d' España Diego Gutié-
rrez, gouernador de Cartago y Costa Rica, el qual subió
desde el Nonbre de Dios por el rrio arriba del dicho Des-
aguadero a la provincia de Nicaragua, a donde liego muy
pobre, y la gente que havia íleuado consigo se le havia
muerto, y no tenia posibilidad con que poder hazer gen-
te en la dicha provincia de Nicaragua para yr a conquis-
tar y poblar la dicha provincia de Cartago y Costa Rica,
porque se tenia por tierra muy rica y de muchos yndios
y que en ella havia mucho oro entre los dichos yndios,
y grandísimas mynas de donde Vuestra Magestad seria
muy seruido que se conquistase y poblase; e yo el dicho
Juan Sánchez, como descubridor de la dicha tierra y ser-
vidor de Vuestra Magestad y de vuestros gouernadores,
procure y negocie con un amigo mió que se llamaua
Francisco Calado, que prestase al dicho gouernador Die-
go Gutiérrez dos mili castellanos de oro para hazer la di-
cha armada y gente, onde yo ayude a hazer la dicha gen-
te y bastimentos y fuy con el dicho gouernador Diego
Gutiérrez por la laguna de Granada, el Desaguadero aba-
xo, en ciertas fragatas y canoas hasta llegar a la mar del
Norte, y desde allí fuimos por la mar hasta la dicha pro-
— 32 —
vincia de Cartago y Costa Rica, donde entramos por un
rrio arriba la tierra adentro, donde poblamos una villa
que se ilamaua Santiago, donde estuvimos poblados casi
dos años, a donde los yndios venian de paz y trayan mu-
chas piecas de oro muy fino a rrescatar con nosotros, e
asimismo tenyamos noticia de los dichos yndios que nos
dezian que en la dicha tierra havia muy grandes mynas
de oro, y mucha cantidad de yndios muy fuertes guerre-
ros; en la qual dicha conquista y población, yo el dicho
Juan Sánchez íuy con mis armas y aderemos de guerra, a
mi costa, en lo qual gaste mucha cantidad de pesos de
oro por servir a Vuestra Magestad, y al cabo de cierto
tiempo el dicho gouernador Diego Gutiérrez quiso que
despoblásemos la dicha villa y pasásemos adelante, y
despoblada, atravesando la dicha tierra salió gran canti-
dad de yndios a nosotros con muchas armas y flechas,
donde mataron al dicho gouernador Diego Gutiérrez y a
quarenta y dos españoles, donde nosotros escapamos
treze o catorze soldados, y un clérigo muy herido, y per-
dido todo quanto teniamos, donde padecimos muy gran-
des hanbres y trauajos pasando muchos rrios y ciénegas,
hasta que llegamos al rrio del Desaguadero, donde allí
hallamos un español que nos dio alguna comida, ae don-
de en una fragata que venia del Nonbre de Dios nos su-
bimos por el dicho rrio del Desaguadero hasta llegar a
la laguna, donde llegamos a la dicha cibdad de Grana-
da, muy enfermos, rrotos y pobres.
Y llegado a la dicha provincia de Nicaragua, al cabo
de cierto tienpo Goncalo Picarro envió a la dicha pro-
vincia dos nauios en los quales venia por capitán Juan
Alonso Palomino, y traya trezientos honbres arcabuceros
para que se apoderasen en la dicha provincia y fuese
— 33 —
gente y cauallos a la provincia del Perú, y sabida la ve-
nida del dicho capitán Palomino al dicho puerto de la
Posesión, el dicho gouernador Rodrigo de Contreras hizo
sus capitanes, los quales hizieron en la dicha provincia
mas de quinientos honbres de a pie y de cauallos para de-
fenderle la entrada al dicho capitán Palomino, entre los
quales yo el dicho Juan Sánchez fuy con los dichos ca-
pitanes y gente a un puerto que se dize del Realexo, con
mis armas y cauaílo a my propia cosía, donde servi en
la dicha jornada a Vuestra Magestad, no dexando desen-
barcar al dicho capitán Palomino y gente que traya,
donde estaría en el dicho puerto mas de un mes hasta
tanto que de pura hanbre envió a dezir al dicho gouer-
nador quel se quería yr, que le vendiesen alguna comida
y cauallos, la qual el dicho gouernador le mando dar y
el dicho capitán Palomino se fue con los dichos nauios
y gente que traya a la ciudad de Panamá, donde esta-
uan mili honbres por parte de Gongalo Pigarro, y luego
como llego el dicho capitán Palomino, de ay a ciertos
dias el y el general Pedro de Ynojosa dieron la dicha ar-
mada y gente a Vuestra Magestad y al licenciado de La
Gasea, visorrey de la provincia del Perú, en la qual di-
cha defensa servimos a Vuestra Magestad, de donde de la
dicha provincia de Nicaragua fue mucha gente, cauallos
y bastimentos al dicho licenciado de La Gasea, qu' esta-
ba en la costa del Perú con toda la gente que llebaua de
Panamá contra el dicho Gongalo Picarro, donde lo pren-
dió a el y a toda su gente y quedo el dicho Perú por de
Vuestra Magestad.
Y al cabo de todo este tienpo, hauiendo yo servido a
Vuestra Magestad en todo lo arriba dicho, y no habién-
dome dado yndios en remuneración de lo que yo hauia
3
— 34 —
seruido, y estando muy pobre y de los trauajos enfer-
mo, el licenciado Cerrato, presidente de la Audiencia
Real de Guatimala, fue ynformado de una persona que
me tenia odio, que yo hera casado en estas partes; el
qual ynvio a la dicha provincia de Nicaragua al licen-
ciado Quixada a me prender, y me prendió y me ynvio
a estos rreynos, muy pobre por hazer lo que Vuestra
Magestad manciaua, y llegado a ellos, a causa de los
muchos y grandes trauajos que pase en Yndias he estado
en estas partes muy enfermo de graves enfermedades,
seis años, sin hauer podido venir a dar noticias de todo
lo susodicho a Vuestra Magestad, hasta agora, en las qua-
les enfermedades he gastado lo poco que traxe de alia
y lo que tenia de mi patrimonio.
Y asi mismo sepa Vuestra Magestad que en Ytalia el
capitán Sánchez y Antonio Sánchez, mis tios, hermanos
de mi padre, fueron personas muy señaladas y murie-
ron en seruicio de Vuestra Magestad en la guerra, y el
dicho capitán Sánchez hizo cosas muy señaladas en la
guerra, y de los seruicios de los dichos mis tios, ellos ni
sus deudos nunca fueron remunerados en cosa alguna,
ni yo lo he sido de los seruicios que a Vuestra Magestad
hize en las Yndias en lo arriba dicho, como todo consta
por estas ynformaciones y cédula y cartas de que hago
presentación.
Por ende, pido y suplico a Vuestra Alteza que atento
que yo fuy uno de los primeros descubridores del dicho
bolean, y que entré en el con gran rriesgo de mi perso-
na, y tengo espiriencia de lo qu' es necesario para boluer
a entrar en el, y que dello Vuestra Magestad sera muy
seruido y acrecentado su rreal patrimonio, porque como
está dicho se tiene por cierto qu' es la cosa mas rica del
- 35 —
mundo, me mande dar licencia para que yo pueda tor-
nar a descobrir el dicho bolean y entrar en el y saber el
secreto y sacar el metal que en el oviere, para Vuestra
Magestad, y que pueda lleuar en mi conpañia hasta seis
personas para que me ayuden a hazer el dicho descubri-
miento, con que descubierto, Vuestra Magestad me haga
merced de la parte que fuere seruido de darme de lo que
del dicho bolean se sacare. Y porque yo estoy pobre y
no tengo posibilidad para hazer el dicho descubrimien-
to, y es necesario hazerse gangas en los yngenios y artifi-
cios., suplico a Vuestra Magestad me haga merced de man-
dar que se me de en Sevilla la cantidad que Vuestra Ma-
gestad fuere servido, para hazer los dichos aparejos, los
quales son maromas y cadenas y otras cosas necesarias,
porque acá se pueden hazer muy mejores y a muy me-
nos costa que en aquellas partes, y tanbien Vuestra
Magestad me haga merced de alguna ayuda de costa
para poder pasar a hazer este seruicio.
E otro si, porque para el dicho descubrimiento sera
menester gente y rrequiere hazerse costa, Vuestra Ma-
gestad sea servido de hazerme merced de un pueblo de
yndios en la cibdad de Granada, que se llama Moninbo,
que esta por dé Vuestra Magestad, qu' es cerca del di-
cho bolean, para que yo lo tenga en nombre de Vuestra
Magestad, y íleue los tributos del para ayuda de costa
del dicho descubrimiento, y en rrenumeracion de mis
servicios y de mis pasados; y si el dicho pueblo de Mo-
ninbo no oviere lugar de dárseme, Vuestra Magestad me
haga merced de otro pueblo de yndios en la cibdad de
León, de los pueblos que están por de Vuestra Mages-
tad, pues en la dicha provincia servi a Vuestra Mages-
tad, tanto para que pueda sustentarme, pues Vuestra Ma-
— 36 —
gestad siempre ha hecho y haze merced a los conquista-
dores y descubridores.
Otro sí, pido y suplico a Vuestra Magestad me haga
merced de una escriuania publica y del consejo de la di-
cha ciudad de Granada, que al presente esta baca, que
en todo recibiré merced (1).
Juan Sánchez.
(i) Al margen: Que se traya lo que acerca desto esta probeydo. — Que
se le de cédula para que no abiendo el otro enpe§ado a usar y beneficiarse,
pueda este hazer, conforme a la cédula que se le dio al bachiller Juan Al-
varez; y lo demás que pide, no ha lugar.
V
FR. TOMÁS DE TORO, OBISPO DE CARTAGENA
RELACIÓN DEL ESTADO EN QUE SE HALLABAN LAS
PROVINCIAS DE CARTAGENA Y SANTA MARTA
Cartagena, 7 de Mayo de 1535. (*
(Archivo de Indias, est. jy, caj. 2, leg, 22.)
Sacra Católica Cesárea Magestad:
El Obispo de la provincia de Cartagena de las Indias
del mar Océano, dize que Vuestra Magestad tuvo por
bien de elegirlo para el dicho obispado, mandándole yr
a rresidir personalmente con cargo de protector de los
yndios a la dicha provincia, asi para aprovechar espiri-
tualmente en las personas de los cristianos y indios del
dicho obispado, procurando el buen tratamiento dellos;
y ansi le dixo a el y al obispo de Panamá, en presencia
del Cardenal de £iguenea y del comendador mayor Co-
bos y de otros muchos: mirad que hos he echado a aque-
llas animas acuestas; parad mientes que deis cuentas de-
ltas a Dios, y me descarguéis a mi; y pues Vuestra Ma-
gestad le echó tan gran carga acuestas, es razón que el
descargue su conciencia haciéndole fiel y verdadera reía-
— 38 —
eion de lo que ha podido saber en dos meses y mas que
ha que llegó a este puerto desta dicha provincia, ansi en
lo que toca al buen tratamiento de los yndios, como en
la población de la tierra y buen recabdo de la hazienda
de Vuestra Magesíad. Dize, Señor, que lo que hasta
agora ha sabido, y por dicho de muchos ha oydo, es que
toda la mayor parte desta tierra está aleada, y los indios
muy escandalizados a cabsa de las crueldades y malos
tratamientos de los christianos, los quales por donde
quiera que van queman con sus pies las yervas y la tierra
por do pasan, y ensangrientan sus manos matando y par-
tiendo por medio niños, ahorcando yndios, cortando ma-
nos, y asando algunos indios y indias, o porque los lle-
van por guias y les yerran el camino, o porque no les
dizen donde hallaran oro, que este es su apellido, y no
el de Dios y Vuestra Magestad, y ansi se despuebla toda
esta tierra, que no ay en ella sino muy poquitos pueblos
de indios que estén de paz, y avn estos, cada dia, viendo
las opresiones de los christianos y sus malos tratamien-
tos quando por sus pueblos van, cada dia se rebellan,
que ni los vnos ni los otros pueden oyr el nombre de
christianos mas que de demonios o basiliscos; son tan
grandes las severidades y malos exemplos que los chris-
tianos les hazen y les dan, que con gran dificultad se
convertirán a la santa fee catholica. No han cesado los
christianos, hasta agora, de traer indios y indias niños y
niñas, quantos pueden aver por todas las partes donde
andan, vendiéndolas aqui a mercaderes, los quales los
llevan y enbian a Santo Domingo para bolverlos a ven-
der syn ser esclavos; el les ha ydo agora a la mano, que
muchos indios e indias niños y niñas que han traydo de
otros pueblos a este de Cartagena, no se los ha consentí-
— 39 -
do vender, de lo qual los que los truxeron y todos los
otros christianos están muy despechados. Crea Vuestra
Magestad, que si todas estas cosas dichas no se rreme-
dian sin dilación, que muy en breve quedara toda esta
tierra despoblada de indios, como lo está la Española,
donde se contaron dos cuentos de ánimas quando allí
entró el Almirante, y no se hallarán agora dozientos in-
dios en toda ella; y también Santa Marta esta ya cuasi
perdida y despoblada, y por toda esta costa de toda la
Tierra Firme pasa lo mesmo, y no ay necesidad de abrir
la puerta a que muchos christianos vengan, antes ay nes-
cesidad de sacar de aqui desta provincia muchos de los
que ay, porque ellos están perdidos y mueren de hanbre,
y ansi, para sustentarse roban las haziendas y comidas
de los indios, y ansi ellos como los indios perecen de
hanbre en tanta manera que muchos christianos son muer-
tos por los caminos y en los arcabucos, que le dizen que
no ay quien pueda sofrir el mal olor de los cuerpos
muertos.
En la hazienda de Vuestra Magestad se me trasluce
que no ay tanto recabdo como por ventura devia de ha-
ver, porque uniisquisque qaoerit quce saa sant, y no el
servicio de Dios y de Vuestra Magestad, y esto cree que
nace de parte los oficiales, máxime veedores, que si no
tienen fidelidad, vsurparse a mucha parte de la hazienda
de Vuestra Magestad, y si en algund tiempo ha havido
necesidad de officiales fieles, aora la ay mas que nunca,
por averse descubierto grandísima riqueza de inumera-
bles sepulturas de los yndios del rio del £enu, de algu-
nas de las quales dizen que an sacado mas de quinze mil
pesos de oro finísimo, y ansi dizen que en veynte años
no se acabará de sacar el oro que en ellas ay. El daño
— 40 —
que se halla que se haze alli a los yndios, no sin gran
cargo de conciencia, es comelles por el pie todos sus
mantenimientos para sustentarse los christianos y los ne-
gros que andan cavando las sepulturas, y ansi andan to-
dos los indios del £enu huidos y remontados, y para re-
medio desto avrianse los christianos de proveer de basti-
mentos de la ysla Española, Cuba y Jamayca, para no
hazer vexaciones y opresiones a los indios; y para el buen
recabdo de la hazienda de Vuestra Magestad haviase de
advertir a que las personas que tienen los dichos cargos
los meresciesen, y si no los merescen algunos de los que
los tienen al presente, se den a otros que los merescan,
que con fidelidad los hagan, y ansi conviene que en
ningund caso tenga facultad ningund oficial de los de
Vuestra Magestad para traspasar ni vender su oficio a
otro; porque en la marca y quintos de Vuestra Magestad
no aya fraude es menester que los dichos * oficiales no
puedan poner sustitutos en los casos que ellos se pudie-
ren hallar presentes; y porque el dicho Obispo estas co-
sas o algunas dellas ha sabido por oydas, tiene determi-
nado de irse con el governador desta provincia al rio del
£enu para ver la dispusieron que ay para hazer pueblos
y iglesias, y ver por vista de ojos el recabdo que tiene la
hazienda de Vuestra Magestad, para hazerle entera rela-
ción, no solamente de oydas, sino de vista, que sera mas
cierta y mas verdadera.
En las cosas que tocan al culto divino también cree el
dicho Obispo dar cuenta a Vuestra Magestad, y ansi le
haze saber que no faltan sacerdotes clérigos y flayres, y
no ay necessidad al presente de imbiar mas, antes con-
viene que algunos discolos y de mal exemplo salgan de
aqui y no inficionen esta grey, y los que quedaren sean
— 41 —
pocos y escogidos, para que Dios sea servido, porque has-
ta aqui, como los clérigos ayan sido siempre mercena-
rios mas cuidadosos de acrecentar el provecho temporal
de sus bolsas que de introducir christiandad ni abtoridad
spiritual, los christianos que en estas partes residen no
han conocido ni sabido que cosa sea abtoridad spiritual,
porque han bivido sin yugo de obediencia y sin freno de
razón, apacentándose en los prados de sus vigios y pe-
cados ynormes, no solamente de latrocinios y adulterios,
estando muchos de ellos amancebados, otros en logros y
vsuras, otros conociendo indias carnalmente syn estar
baptizadas, y estos son muchos, y otros que para tener
parte con ellas las han hecho baptizar sin enseñarles las
cosas de la fee, y ansi baptizadas se an huydo algunas
veces de los dichos christianos y se han vuelto a sus pue-
blos, y han acaescido extraños casos en esta materia, que
ha acaescido este caso: que vn christiano, queriendo tor-
ear a una india por baptizar, la metió en un arcabuco
para tener parte con ella, y ella por defenderse del lo
mato ahogándolo, y asy lo hallaron otro dia los christia-
nos, sacados los ojos y comida su natura de animales o
de aves, justo Dei judíelo; y como hasta aqui no ha ha-
vido perlado que destos y de otros pecados los repren-
diese y castigase, asi como cosa insólita y nueva y mo-
lesta rehuyen de toda abtoridad eclesiástica, y son en las
cosas que conforme al derecho diuino y común y canó-
nico se les manda, muy rebeldes y desobedientes, y los
peores en las justicias de la tierra, de las quales la Ygle-
sia Catholica ha de vsar como de riguroso brago para re-
primir las ynsolencias y temerarias osadias de aquellos a
quien el divino temor y las eclesiásticas gensuras no re-
primen, y que se an de hallar como hijos muy queridos
— 42 —
cabe su madre para defendella y amparalla y para que
sea obedecida de los hijos desacatados; ansí ellos como
los otros oficiales de Vuestra Magestad, tesorero y con-
tador, son los primeros que se muestran y an mostrado
reveldes y desobedientes contra la Yglesia, dando mal
exemplo para hacer lo mesmo, y no solo son negligen-
tes en faborescer la Yglesia, como la christiana profesión
les obliga, mas ante favorecen y amparan a los malos, y
lo que mas grabe es y que ni el puede dezir ni sentir sin
gran dolor de su anima, entonces piensan aver hecho al-
guna grande hazaña y averse mostrado muy grandes ser-
vidores de Vuestra Magestad y defensores de su Real
justicia, quando han hecho algún desacato a la Yglesia y
resistido sus mandamientos y desacatado y afrentado a
sus ministros, y anparado a los delinquentes y viciosos,
amancebados públicos, y públicos logreros y vsureros,
diciendo que es tierra nueva y que todos estos males se
an de sofrir en ella, lo qual todo sabe el dicho Obispo
que es muy ageno de la voluntad de Vuestra Magestad,
por ser como es desde'su tierna edad tan catholico prin-
cipe, y quan>erdadero y obediente hijo de la santa
madre Yglesia, y que en lo que estos piensan servirle
le offenden muy gravemente, porque en la verdad, la
tranquilidad y obediencia del pueblo a su principe de-
pende de la quel y sus ministros tienen a Dios y a su
Yglesia. Humildemente suplica a Vuestra Magestad por
su Real provisión mande que en este caso se tenga la
horden que se deve tener, favoresciendo las cosas que to-
can a la abloridad de la Yglesia, culto divino y de la
santa fee catholica, porque ay gran necesidad y es pe-
riculum in mora por los muchos conversos que ay en to-
das partes y malos christianos, y asi no faltan muchos
— 43 —
herrores y heregias, quel dicho obispo ha encomeneado
a prender y castigar algunos delinquentes; y si oviese
desmán en dar el favor e ayuda necesaria, estos y otros
sus consortes quedarían muy favorecidos y nacerles yan
alas por su mal.
En lo de la erection de la yglesia dize el dicho obispo
que no la hecho ni vee agora sazón para hazella, por-
que en toda esta provincia no ay ganados ni labrangas
ni otras enancas de que pagar diezmo, y asi no los ha
havido ni los ay como en otras partes que ay las dichas
grangerias, ni los avrá de aqui a muchos años, y antes
teme que según la priesa se dan los christianos a maltra-
tar ios yndios, que toda esta tierra se avra de despoblar,
quod Deas avertat, y si esto por nuestros pecados, o por
ios suyos, Dios permite, el suplica desde aqui a Vuestra
Magesíad tenga por bien que con facultad de Su Santi-
dad el renuncie este obispado y se vaya, no a Castilla,
queno quiere ir alia en toda su vida, sino a vn moneste-
rio de su horden de los quel padre fray Domingo de Be-
tancos ha hecho en la Nueva ..España, donde;pueda; con
vn compañero predicaraquellas>nimas y salvar la suya,
aparejandoseTpara morir en su horden de :flayre, que la
tiene por mas>eguro estado que no este en que Vuestra
Magestad y¡Su Santidad le pusieron.
Y también haze saber a Vuestra Magestad la carestía
de la tierra de Cartagena, donde cuesta. -,vn huevo medio
real, y un pollo vn ducado, y vna gallinazos pesos, y
vna bota de harina veynte y cinco pesos, y vna de vino
cinquenta; esto aqui en Cartagena, que en el £enu vn
queso cuesta quarenta pesos, y vn pemil de tocino cin-
quenta; de suerte que la carestía es estrafía, y el salario
que Vuestra Magestad fue servido de señalarle con la
— 44 —
protectoría de los yndios, no es mas de trescientas rail
marauedis, con las quales el ni los religiosos que consi-
go tiene, que son dos flayres de su orden, no se pueden
en ningún caso del mundo sustentar, vía humana, y si
Vuestra Magestad no es servido de acrecentalle este sa-
lario, que por lo menos ha menester mil y quinientos pe-
sos en cada vn año, y aun cree que no bastaran, sin
pedir gullorias, salvo como dize el apóstol: habentes ali-
menta et quibtis tegamur, his contentis sumus; y a faltar-
le esto en esta provincia, forgado le sera rrecogerse en
algund monesterio de su horden, donde esto a ningund
flayre falta aunque sea flayre lego; y pues la carestia
desta tierra es tan grande, suplica el dicho Obispo a Vues-
tra Magestad no nombre clérigo alguno para prebendas
ni dignidades hasta que aya diezmos con que se puedan
sustentar, y el haga la erecion de la yglesia y dé aviso a
Vuestra Magestad de las personas eclesiásticas que acá
están que sean dignas de ser promovidas quando sea
tiempo, y porque al presente el tiene consigo vna perso-
na muy docta y onesta y virtuosa, dignissima de qual-
quiera dignidad eclesiástica, que se llama Alonso Galli-
nato, hidalgo y christiano viejo, suplica a Vuestra Ma-
gestad que desde agora sea servido de nombralle para la
dignidad de arcediano, para que hecha la herecion de la
yglesia el le pueda hazer la collación de la dicha digni-
dad en la yglesia catredal, la qual el governador ni el
no saben avn si se hará en el £enu o en Urava, porque
aqui en este pueblo de Calamar, donde al presente están,
en el puerto de Cartagena, no ay dispusicion para pue-
blo grande, y muy menos para yglesia catredal; suplica
a Vuestra Magestad el dicho Obispo sea servido de man-
dar a su Real consejo de las Yndias que luego sin dila-
— 45 —
cjon se ponga remedio en lo que en esta carta se pide,
porque es periculum in mora, y la tierra se va despoblan-
do a mas andar. Nuestro Señor la sacra católica cesárea
persona de Vuestra Magestad guarde y encumbre con
mayor acrecentamiento de reynos en la tierra por largos
tiempos, y después gane el reyno del cielo para siempre.
Deste pueblo de Calamar, nombrado Cartagena, VII
de Mayo 1535 años.
Besa las imperiales manos de Vuestra Sacra Católica
Magestad, su humilde capellán y vasallo, Frater Thomas,
episcopus Carthaginensis.
VI
MEMORIA DE LAS COSAS QUE HA HECHO GARCÍA DE
LERMA, SUSCRITA POR JUAN DE CUETO Y ALGUNOS
OTROS VECINOS DE SANTA MARTA .
Año 1537. £-
(Archivo de Indias, est. J2, caj. 4, leg. jj.
Sacra Católica Cesárea Magestad:
Esta es la memoria de las cosas que García de Lerma
a hecho después que es Gouernador en Santa Marta, las
quales nosotros, Juan de Cueto y Juan de Barrio, alcal-
des ordinarios desta cibdad de Santa Marta, e Antonio
Telles de Gusman y Francisco de Mayorga y Alonso de
Caceres, regidores por Vuestra Magestad, y Alonso de
Triviño y Juan Muñoz, regidores criados por el Gouer-
nador, e Juan Calcinas, mayordomo e procurador desta
dicha cibdad, los quales todos juntamente dezimos que
nos obligamos nuestras cabezas y haciendas a azer verdad
y prouar con toda esta cibdad lo que en este memorial
se contiene, que va firmado de nuestros nombres.
Primeramente, porque es temeroso y no se sabe dar
maña para ganar y pacificar la tierra, y la cavsa desto es
no querer rrecebir consejo de nadie, syno rregirse por su
consejo .
— 47 —
Lo segundo, que de quantos oficiales son y an sido
criados por Vuestra Magestad, nunca los ha tratado bien
porque le han dicho lo que cumple al servicio de Vues-
tra Magestad, y desta manera no tiene aqui Vuestra Ma-
gestad casy juresdicion mas del nombre.
Mas, que quando vino aqui a gouernar halló la tierra
tan de paz que solo vn cristiano yba quarenta leguas
por toda la tierra, y los yndios le davan todo lo que avia
de menester, syn le hazer mal; y agora quinze de a cava-
lio no osan salir dos leguas y media deste puerto.
Mas, que quando vino nuevamente a gouernar, que es-
tavan de paz, todos los caciques que le venían a ver le
truxeron mucho oro y joyas, lo qual se tomo para sy, syn
dar a nadie parte, que de justicia, pagado el diezmo a
Vuestra Magestad, lo mas avia de rrepartir con la gente.
Mas, llevó de todas las sepulturas que aqui se hallaron
a la sazón, que fue mucho numero de oro, el tercio de
todo el oro que en ellas se hallaron.
Y quando venia algund soldado a le pedir licencia para
yr a sacar alguna sepultura que tenia visto, davasela con
aditamento que le diesen a el dos partes para dos perso-
nas que el sabia que tenian nescesidad, y llevabaselas el,
y mas el tercio, y sy esto no le concedían no les dava li-
cencia y proveyalas a otro a quien el quería, con la con-
dición.
Y antes que nadie supiese el aviso de las sepulturas, el
sacó secretamente muchas y las mas rricas de todas, por-
que truxo dos canteros de Castilla que se las sacavan con
otros muchos criados suyos que el tenya y gente que el
alquilaba, y desta manera saco mas de quinze dias que
lo trayan a costales .
Y quando la gente lo alcancó a saber sacóla a hazer
— 48 —
una entrada a la provincia de Gabringa, y entre tanto
dexo vn capellán suyo y criados que nunca hizieron syno
todo lo mas y mejor, y los que después lo alcanzaron a
saber davaselas con el adytamento sobredicho, y esto
duro poco, porque no las avia syno a legua y media de
aqui de Santa Marta, porque heran enterramientos anti-
guos, porque en toda la tierra no se a hallado cosa seme-
jante, y después que ovo sacado todo el oro de las dichas
sepulturas, envió a avisar al secretario Cobos para que las
pidiese de merced a Vuestra Magestad, y después que
vino la cédula no se ha sacado hasta tres pesos de oro,
porque no se halla mas.
Mas, que rrescató antes que se rrepartiese la tierra yn-
finitas hachas, y después de aver el esquilmado la tierra
la rrepartio y tomó para sy veynte y syete pueblos los
mejores, y estos todos le han dado mucha suma de oro,
y a Vuestra Magestad no señaló syno uno que no ha dado
vn solo maravedí, y este se puede llamar mas del dicho
gouernador que de Vuestra Magestad, porque le vemos
servir con cosas de la tierra a el solo, y presentalle joyas
de oro, y a Vuestra Megestad no nada.
A dado a vn sobrino suyo y tiniente y criados los me-
jores rrepartimientos; después del, ni a los oficiales de
Vuestra Magestad, muertos ni vivos, no a dado cosa que
valga nada, ni a los primeros pobladores que mejor an
servido a Vuestra Magestad, y desta cavsa todos mueren
de hanbre y están necesitados, porque no está el dinero
syno en el y su sobrino y tiniente y criados.
Mas, nos ha llevado los quintos de las entradas, no lle-
vando Vuestra Magestad mas del diezmo, y para nos los
llevar prometió a los capitanes a quatro partes, que no so-
lian llevar mas de tres, porque se lo consyntiesen, y hizo
_ 49 —
andar los cabos d' escuadra por toda la jente para que fir-
masen que avian por vien que llevase el quinto, y los
compañeros dezian que no querían firmar y que nadie
les llevase su sudor y trabajo, y que los cabos d' escuadra
los amenazaban diciendo que el Gouernador mandava
que el que no firmase, que le hiziesen ojo y que le en-
barcarian la parte, y ansy los hazian firmar a mal de su
grado, y después hizo con sus familiares, como tiene de
costumbre, que le diesen vna petición en que por ella le
suplicavan que se syrviese del quinto, que ellos lo avian
por bien, y esto todo nos lo llevava quedándose el en su
casa.
Mas, que avra vn año que enbio a su tiniente Francisco
de Arbolanche con cierta gente a hazer vna entrada a la
Ramada, y halláronla de paz porque Badillo la avia dexa-
do de paz, y demandaron oro por toda ella, y en dos pue-
blos principales que se llama el vno Tapy y el otro Biri-
burari, y entramos dieron casy nueve mili pesos de oro
de águilas y de a quilates, y después de aver vesitado
toda la tierra veníanse con suma de veynte mili castella-
nos, y entonces les hizo vna habla el tiniente a la jente,
que el Gouernador le avia mandado que señalase a Ta-
py para el dicho Gouernador, y Beriburari para sy, y el
oro que estos diesen fuere para ellos, para el gouernador
lo de Tapy, porque eran cinco mili castellanos, y lo de
Beriburari, el tiniente que hera, casy quatro mili pesos
del dicho oro, y esto hizo hazer syn señalar a Vuestra
Magestad ninguna pueblo, y sabiendo como es notorio
que Badillo avia señalado, en tiempo que la dexó primero
de paz, al pueblo que se llama Tapy, para Vuestra Mages-
tad, porque es cosa mejor de la tierra, y el bulgo de la
gente todos la tenian por de Vuestra Magestad, por lo
4
— 50 —
que le oyeron a Badillo que hera para Vuestra Magestad,
y esto hizo no aviendo señalado rrepartimiento en aque-
lla provincia hasta oy, ni para Vuestra Magestad, ni para
ninguno de los que la conquistaron primero.
Otro sy, antes que la tierra fuese rrepartida fuimos al
valle de Guayra a vesytarla con el dicho gouernador, y
dieronle cierta cantidad de oro, el qual se tomo para sy,
y viendo que hera la tierra muy buena señalo todo el va-
lle para sy, como se lo tiene hasta oy dia, y esta dicha
tierra es a legua y a dos leguas lo mas lexos, y por ave-
lles sacado muchas vezes mucha cantidad de oro y tan a
menudo, rrostro a rrostro, yendo a pedilles mas, avra dos
meses que se le levantaron al monte tres caciques los
mas prencipales de toda esta tierra, por lo que ha perdido
hasta Santa Marta.
Otro sy, anda en dos años que salió el dicho Gouer-
nador desta cibdad con la mas gente que aqui avia, a
hazer vna entrada y a descubrir, y allegamos a vn pue-
blo que se dize el pueblo Grande, y hallárnoslo de paz,
donde fuimos muy bien rrescibidos y nos dieron todo co-
mer a nosotros y a nuestros cavallos, y nos dieron oro y
estuvimos en mucha paz quatro dias, y luego llegaron al
dicho Gouernador muchos yndios principales del dicho
pueblo a le rrogar que se fuese, que ellos heran sus ami-
gos y que en acabando de hazer sus symenteras que a la
sazón las hazian, que ellos vernian a Santa Marta, y el
no quiso, antes dixo que no quería, y visto esto, los yn-
dios se nos algaron pocos a pocos y se nos fueron a la
syerra, y entre tanto enbio el Gouernador a tres capitanes
que pidiesen oro por los alderredores, y allá en vn mal
paso frecharon a vn capitán que se llama Juan de Berrio
y mucha gente, de los quales murieron hartos y el dicho
— 51 —
capitán salió con seys o syete frechazos, donde queda
manco de vna pierna para toda su bida. Visto por toda
la gente e capitanes esto, como los yndios andavan con-
tra nosotros tan de mal arte, llegamos al Gouernador de-
ziendo que mirase la dyspusicion de la tierra, que hera
para nos matar a todos, que se saliese con tienpo a lo
llano porque hera vna dispusicion donde no nos podía-
mos aprouechar de los yndios y ellos nos podian frechar
a todos; el no loquiso hazer; otro dia syguiente un yndio
nuestro amigo que llevavamos por guia, le dixo que se
saliese de alli, porque sabia que venian catorce caciques
con toda la tierra sobre nosotros, y dixo que no quería, y
asy no quiso tomar consejo de nadie, y luego vinieron
los yndios sobre nosotros y nos mataron mas de sesenta
cristianos y nos hirieron muchos, y también mataron mu-
chos cavallos y nos tomaron todo el oro que nos avian
dado y todo lo nuestro que llevavamos, y de aqui a ma-
nado que toda la tierra se nos a aleado y no nos tiene en
nada.
Y entre tanto fuimos a hazer esta buena obra, mandó
yr a nueve de cavallo y seys peones a visitar la tierra de
paz y pedilles oro, y truxeron nueve mili castellanos y
destos se pago el diezmo a Vuestra Magestad y el se llevo
el quinto, y mas se tomo seys mili castellanos de aquel
oro.
Mas, que de algunas causas que se ofrecen entre nos-
otros, de justicia, nunca las quiere sentenciar, por nos te-
ner debaxo de la langa para que hagamos syenpre todo
lo quel quysyere, y asy tiene muchos procesos cerrados
y otros abiertos, y todos los tiene por sentenciar, y con
estos tales haze él todo lo que quiere de provancas y
como el las pinta.
— 52 —
Mas, que dio cargo de capitán general a vn su sobri-
no que a diez y ocho o veinte años, mancebo syn ningu-
na yspirencia, y no toma consejo con nadie syno con
otros mancebos como el, y desta manera en ninguna
cosa acierta, a viendo aqui onbres de casta y de edad ma-
dura y de mucha yspirencia.
Otro sy, que es persona el dicho Gouernador que se
da mas a mercadurías y granjerias que no en pacificar la
tierra, y es persona que cria los onbres parleros, y a
quien le va con parlerías los favoresce y les da reparti-
mientos mejor que al que mejor syrve.
Mas, no haziendo alguno lo que el quiere, le quita que
no vaya a su cacique a pedille oro, y sy se lo dan sus
yndios se lo envaraca hasta qve haze lo que el quiere, y
desta manera faboresciendo diez o doze onbres de mala
vida que nos an hurtado mucho oro, los quales no an
pagado el diezmo a Vuestra Magestad, y cuando el di-
cho Gouernador los quiere espantar les dize lo que sabe,
quales son los ladrones, y quien no a dezmado el oro que
a hurtado a Vuestra Magestad, y a acaecido dezillo publi-
camente delante de muchos y del tesorero Telles de Guz-
man, y dezille el thesorero y rrequerille que pues el sabe
tal cosa, que haga justicia y que cierre la puerta a los la-
drones para que dexen de hurtar, y el le rrespondio que
lo dexaba para su tienpo, y desta manera los entretiene, y
con dexalles algunos sus mancebas tener publicamente, y
el dia que ellos no andan a su voluntad, entonces les
manda echar presos y apartalles las mancebas, y en tor-
nándose a concertar dexaselas tornar a su casa, y con es-
tos haze el sus provancas falsas quantas a enviado y en-
bia, y a estos da capitanías y cargos.
Yten mas, que a dos años que sienpre an estado mal
— 53 —
el Gouernador y fray Tomas, protector, y en este tienpo
hizo el gouernador vna provanca contra el que es muy
publica y notoria, en que le a provado que es puto y
erege y ladrón, y en quanto ladrón está notorio que a
Vuestra Magestad le ha tomado mucho oro que enviaba
a Castilla, syn pagar el diezmo a Vuestra Magestad, de lo
qual está buena parte dello en deposyto en el arca de las
tres llaves que tienen los oficiales, y mucho que le a sol-
tado el Gouernador, y agora se an concertado los dos
para que autorice lo que quiere, y para contradezir lo
que nosotros pedimos, que es lo que cunple al servicio
de Vuestra Magestad, y dizese que las pro vaneas que
tiene el Gouernador contra el hechas, que porque favo-
resca su mal proposyto, que anichila.
Juan de Cueto. — Juan de Berryo. — Alonso de Caceres.
Juan Muñoz.— Juan Calcinas.— Diego Trevyño. — Luis
de Mayorga. — Gongalo Tellez de Guzman.
VII
JUAN DE SAN MARTÍN Y ALONSO DE LEBRIJA
RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL
NUEVO REINO DE GRANADA, AÑOS 1536 A 1539 &> (L
(Archivó de Indias, est. i, caj. i, leg. )
Sacra Católica Cesárea Magestad:
ei adelantad» Ya a Vuestra Magestad le será notorio como el Ade-
Lugo, a dos de iatltado don Pedro Hernández de Lugo vino a la cibdad
He ñero de 1530. °
Recibió mucho y provincia de Sancta Marta por vuestro governador, y
llegó a ella con ochocientos hombres, poco mas o me-
nos, en dos dias de Henero del año de quinientos y
treynta e seis, en la qual provincia hizo algunas entradas
a las sierras, de que rescibio mucho daño por ser la gen-
te muy belicosa, como ya Vuestra Magestad avrá sabido
por otras cartas de los gouernadores pasados della.
Ab de Atril. a seis (je Abril del dicho año, el dicho Adelantado,
El licenciado . , , . p
Gon^io xime- viendo que con la gente que traya hacia muy poco fructo
nez, por capitán. en ias sierras de Santa Marta, antes rrescibia mucho
daño y pérdida de gente, enbió al licenciado Gonzalo
daño en las en
iradas.
(1) Aprovechóse de esta Relación Gonzalo Fernández de Oviedo para
su Historia general y natural de las Indias (lib. XXVI, cap. XI) con la si-
guiente advertencia: «Agora podréis leer otra relación... que saqué de una
carta missiva de los officiales de Su Magestad, que se hallaron en el misino
viaje con este licenciado... Y copilando della lo ques sustancial, diré lo
qucllos escriben.»
— 55 —
Ximenez por su teniente, con hasta quinientos honbres de
pie y de cauallo, por el rrio Grande arriba, y por agua
cinco vergantines con la gente que en ellos cupo, y la
demás gente por tierra, y con ellos los oficiales que por
Vuestra Magestad rresidimos en esta provincia, y de todo
lo que en la jornada ha sucedido damos aviso y rrelacion entrada a i*
_ _ „, , . conquista de
a Vuestra Magestad sucesivamente, puesto caso que del muvoReyno.
dicho licenciado Ximenez y de nosotros que alia vamos
a besar las rreales manos de Vuestra Magestad, se le dará
mas larga cuenta, y podra Vuestra Magestad quedar bien
informado deste nuevo Reyno, nuevamente conquistado
por el dicho licenciado y todos los vasallos de Vuestra
Magestad que con el venimos.
En la entrada del dicho rrio Grande se perdieron dos
vergantines, el vno dellos con toda su gente, y luego el
dicho Adelantado torno a armar otros dos, que por todos
fueron cinco, de los quales vino por teniente y capitán
el licenciado Gallegos, para en seguimiento de la dicha El Ucenciado
jornada, el qual paso mucho trabajo en subir el dicho tL. -De'JuTi-
rrio Grande arriba en descubrimiento deí, hasta que pa- miento del RÍO
saron adelante de donde otros españoles avian llegado jIXíÜ,»
otra vez, enbiados por Garcia de Lerma, vuestro gover- bia a descubrir-
nador, e siempre prosiguiendo la costa del rrio Grande
arriba, así por agua como por tierra, puesto caso que
mientras mas se subia, siempre avia menos muestra de
yndios e de buena tierra, el dicho teniente prosiguió su
jornada, porque el y todos llevavan propuesto de no dar
la vuelta hasta hallar tierra en que a Vuestra Magestad
se le hiciese servicio, y con esta porfía, pasando muchos
rrios y ciénagas y montes muy malos de pasar, allegamos La Tora: ham-
a vn pueblo que los yndios llaman de la Tora, donde
hasta alli, asi de hambre, como por ser la mas de la gen-
— 56 —
te que venia nuevamente venida d' España, se avia muer-
to la mayor parte della.
subieron 200 Estando el rreal en este pueblo, que sera doscientas le-
guas de la mar, a nuestro parecer, el dicho teniente, vis-
to la mala dispusicion que cada dia el rrio mostraua de
menos poblaciones, enbio a descubrir dos vezes a ciertos
vergantines, los quales, de la rrelacion que dieron des-
pués de bueltos, se coligió mas mala dispusicion de tie-
rra, y que casi hera ynposible caminar por el, ni por tie-
rra, a cavsa que ya el rrio anegaba toda la tierra de ma-
nera que no se podia caminar.
Visto por el dicho teniente la mala dispusicion de pa-
sar adelante, determino de ver si seria posible tomar la
To>nan la ñe- sierra qUe prolonga el dicho rrio Grande, qu' estaña por
lo mas cerca veinte leguas, porque hasta allí no se avia
podido tomar, puesto caso que muchas veces se avia pro-
curado, porque entre ellas y el rrio es toda la tierra ane-
gada y lagunas, y para hazerlo enbio al capitán Joan de
ei caguán san Martin, el qual fue en ciertas canoas por un braco
Martm. * arriba que bajava de la sierra, el qual buelto dixo que
avia llegado hasta veynte e cinco leguas de donde el
avia salido, e que avia hallado alguna manera de pobla-
ción, aunque poca, que hera camino por donde bajava la
sal que se hazia en la sierra, a contratar al rrio. Visto por
el teniente, determino de ir el mesmo con la mejor gente
y mas sana que entonces avia, para ver lo que avia ade-
lante, y se partió del dicho pueblo de la Tora, dejando
en el el rreal, y ansi caminó hasta donde antes se avia
llegado, y allí por mala dispusicion suya se quedo, y
c*pu*n Anta- enbi0 a descubrir mas adelante al capitán Antonio de Le-
7a¿£* ?**n de brixa y al capitán Juan de Céspedes, los quales fueron
césped^. con fasta veynte e cinco honbres para que descubriesen
— 57 —
las dichas sierras e viesen lo que en ellas avia, los quales
atravesaron un grueso de tierra que podria tener hasta
veinte e cinco leguas de tierra montuosa, e llegaron a
una tierra rrasa donde vieron muestra de muy buena tie-
rra e buenas poblaciones, con las quales nuebas se bol-
vieron a donde el dicho teniente avia quedado, e de alli Descubrimien-
to del Nuevo
se bolvio al pueblo a donde avia dejado el real, para sa- Reyno,
calle de alli y yr en demanda de la tierra nuevamente
descubierta, e ya mucha parte de la gente que avia que-
dado en el rreal se avia muerto por las cavsas dichas, y
con la mejor gente y de mejor dispusicion se partió en la
dicha demanda, tornando a enviar en los vergantines a
toda la gente enferma.
Caminando el dicho teniente en la dicha demanda, sierras de
Opon.
atravesó las dichas sierras montuosas que se llaman de
Opon e salió a la tierra rrasa que los primeros descu-
bridores avian visto, donde comencó la conquista deste
Nuevo Reyno haciendo alarde de la gente que traya;
alió que por todos los que alli aviamos salido no heramos ^° honbres-
mas de ciento y setenta hombres de pie y de cauallo,
que todos los demás murieron en el camino y se torna-
ron a Santa Marta en los vergantines, muy enfermos.
Viendo el dicho teniente la buena manera de tierra y
como siempre aviamos íraydo muestra de mucha sal hecha
panes grandes, e que no teniamos lenguas para la dicha
tierra, determinó por señas venir preguntando donde aque-
lla sal se hacia, e ansi nos traxeron los yndios a donde
se hacia, la qual se hace de un agua salobre, atravesando
muchas poblaciones y muy grandes y de mucha comida,
en catorze o quince dias después que salimos a la dicha
tierra rrasa; hazese en muchas partes blanca e muy buena.
Llegados a estos pueblos de la dicha sal, ya aqui la
— 58 —
tierra mostró lo que en ella avia e lo que avia adelante,
porque hera muy gruesa e de muchos yndios, y la mane-
ra de los hedeficios de casas, diferentes de los que hasta
entonces aviamos hallado, en especial una jornada mas
adelante del dicho pueblo de la sal entramos en la tierra
del mas prencipal señor que ay en ella, que se dize Bo-
Azia Bogotá. g0ta, y bien mostró ser asi, porque le hallamos una casa
de su aposento que para ser de paja se podia tener por
una de las mejores que se an visto en Yndias, y hasta alli
por todos los pueblos que aviamos pasado se avia visto
muestra de algún oro e piedras esmeraldas, y puesto caso
que el dicho Bogotá nos quiso rresistir la entrada de su
tierra saliendonos a la rretaguardia razonable numero de
yndios, aunque le aprovecho poco, porque en fin, como
son yndios, luego volvieron las espaldas y se les hizo
algún daño.
Este Bogotá es el mayor señor que ay en esta tierra,
porque le son sujetos otros muchos señores y muy pren-
cipales della; tiene fama de muy rrico porque dizen los
naturales de la tierra que tiene una casa de oro y mucho
numero de piedras esmeraldas muy rricas; honrranle de-
masiadamente sus vasallos, porque en la verdad, en este
Nuevo Reyno son los yndios muy sujetos a sus seño-
res; a sujetado y tiene tiranizada mucha parte desta tierra;
hasta agora no se ávido del cosa nenguna, por cavsa que
se algo con muchos prencipales y todo su oro a una sie-
rra y muy agria, a donde no se les puede hazer daño
nenguno sin mucho trabajo d' españoles.
Llegados a la tierra de Bogotá, el dicho teniente enbio
por dos partes, a la una parte al capitán Juan de Céspe-
des, y por la otra al capitán Juan de San Martin, los
quales fueron a saber que tierra avia adelante, y por la
— 59 —
rrelacion que trajeron se hallo que ambos a dos, cada
uno por donde fue, avian dado en vna nación de gentes
que llaman panches, de la qual esta cercada toda la tie-
rra y la mayor parte deste valle de Vogota, porque entre
la una tierra y la otra no ay mas de un poco de sierra de
monte; son diferentes en las armas desta gente de Vogo-
ta, y muy enemigos los unos de los otros.
Ya en este tiempo las lenguas se yván mas aclarando Va te eniien-
, , . den las lenguas.
y nos yban entendiendo, a cuya cavsa algunos yndios
que nos trayan oro y piedras, conosciendo que de nos-
otros heran muy estimadas, aunque entre ellos lo son mu-
cho, porque las tienen en tanto y mas que el oro; nos
dixeron que nos llevarían a donde debaxo de tierra se
sacaban, lo qual visto por el teniente, sacó el rreal del
valle de Vogota en demanda de las minas de las piedras, Valle de la
y llego con el al valle que después se llamó de la Trom- taupedródeva-
peta, y dende allí enbio a descubrir las dichas minas de Unsuela-
esmeraldas al capitán Pedro de Valencuela, el qual fue
con cierta gente e a cavo de seis dias llegó a las dichas
minas, de donde el y los españoles que consigo ílevava
las vieron sacar a los yndios debaxo de la tierra, y vie-
ron tan estraña novedad; estaran del valle de la Trompe-
ta hasta quince leguas, en una sierra muy alta, pelada;
tendrá el lugar de donde paresce que se sacan, una legua
o cerca; es señor dellas un yndio muy prencipal que se
llama Somindoco; es señor de muy grandes vasallos y
poblaciones; su asiento es a tres leguas de las dichas mi-
nas; no las sacan otros yndios,, sino los deste cacique en
cierto tiempo del año, porque para sacarlas hazen mu-
chas ceremonias, y después de sacadas las tratan y con-
tratan entre ellos; el prencipal rrescate es oro, cuentas que
en esta tierra se hazen, e rropa mucha de algodón.
— 60 —
Visto por el teniente lo que los que avian ydo a des-
cubrir decían, que desde las dichas minas parecian unos
llanos muy grandes que hera maravilla, tanto que por nin-
guna parte se parecía otra cosa, como por saber mas cer-
tenidad de las dichas piedras, y también por salir a los
llanos, si fuese posible, para lo qual allego el rreal cerca
de las minas de las piedras, y desde alli enbio al capitán
Joan de San Martin a descubrir los dichos llanos, pues
por lo que se decia mostraban estar poblados, la salida
fue tan dificultosa a ellos que por nengun cabo se pudo
salir, asi por la tierra ser muy agria, como por muchos
rrios muy grandes que a ellos salen, de cuya causa no se
pudo salir a ellos, e se quedaron asi.
Las lenguas m En este tiempo, quanto más Íbamos andando mas las
aclaran.- -Tanja, « ., .. , .,. i • , i
cacique, preso, lenguas nos iban entendiendo, e dixeron al teniente de
un gran señor que estava cerca de donde estavamos con
nuestro rreal, que se llamava Tunja; el teniente fue sobre
el con la mas gente que pudo de pie y de cavallo, y le
prendió, puesto caso que al prencipio el dia que se entro
en su tierra nos salió al camino a manera de paz y se le
dio, después pareció ser trato doble, porque después de
entrados en su pueblo donde vivia, quiso el y sus yndios
hazer otra cosa de lo que publicaban, de cuya cavsa fue
tomada su persona con poca cantidad de oro y piedras,
porque lo mas y mejor tenia algado; lo poco que fue se
le tomó en su aposento donde durmia y en unos adorato-
rios qu' estavan junto a el; seria hasta ciento y quarenta
deZ"iilpesos mil1 Pesos de oro fíno> y treinta mil1 de 0r0 baJ°' con al-
gunas piedras, aunque pocas, porque como decimos, lo
tenia ya abscondido; este Tunja es muy gran señor; son-
le muchos señores sujetos; es muy rrico; los yndios desta
tierra que son prencipales, quando se mueren no se
61 —
ponen debaxo de tierra, sino encima; ponen en los cuer-
pos algund oro y esmeraldas; es señor de mucha gente;
no es tan tirano como Bogotá.
Estando el rreal en este pueblo de Tunja se tuvo nue-
va de otros dos caciques: el uno se llama Doytama, y el
otro Sogamoso; ambos a dos a tres jornadas deste pue-
blo de Tunja, a los quales el teniente fue con cierta
gente de pie y de cavallo, y aliólos alzados; en el pue-
blo de Sogamoso se hallo colgado en unos adoratorios
que tienen, hasta cantidad de quarenta mili pesos de oro
fino y algund oro bajo e piedras; no se hallaron yndios
nengunos porque estaban aleados; deste pueblo se volvió
el teniente al rreal pasando por el otro señor que se de-
cía Duytania; salieron al campo gritando y con armas
para nos ofender si pudieran; matáronse algunos dellos,
aunque pocos, por el rruin sitio adonde estavan.
Vuelto el teniente a Tunja se peso el oro que avia, y
pesado uvo, asi en lo que se uvo en Tunja, como en lo
de Sogamoso, y otro poco de oro que por la tierra se
avia ávido, peso ciento e noventa e vn mili e doscientos
e noventa e quatro pesos de oro fino; de otro oro baxo
treynta e siete mili e doscientos e ochenta e ocho pesos;
de otro oro que se llama chafalonia, diez e ocho mili e
trescientos e noventa pesos; obieronse mili e ochocientas
e quince piedras esmeraldas, en las quales ay piedras de
muchas calidades, unas grandes y otras pequeñas y de
muchas suertes.
Visto por el teniente y capitanes la grandeza y rrique-
za de la tierra en que andavamos, ubo de volber a Vo-
gota porque se creya y teníamos por cierta nueba que
hera sin numero la riqueza que tenia, ansi de oro como
de piedras, porque hera mucho mayor señor que Tunja,
Sogamoso.
iqi mil pesos.
Bzielven a Vo-
gota.
— 62 —
y dexando ansi mesmo el dicho rreal en el dicho valle
de Tunja, el dicho teniente con cierta gente de pie y de
cavallo volvió sobre Vogota, y hallóle tan de guerra que
de dia ni de noche nunca dexaron de darnos guazavaras
y muchas escaramuzas, y nos pusieron en mucho aprieto
de cansancio, ansi de personas como de cavallos, e yn-
formado el teniente de algunos yndios que se tomaron en
las dichas guagavaras, como el dicho Vogota estaba en
una casa de placer que el tenia a tres leguas de su valle,
determino de yr sobre el una noche por prenderle y ha-
zerle amigo si pudiese; al cuarto de el alba dimos sobre
el, e con alguna escaramuza que con los yndios que tenia
se uvo, fue su dicha que lo mataron entre otros que mu-
rieron alia, por andar desconocido, y aun dicen que con
mas rruyna visto que los otros, aunque por estonces no
supimos de su muerte, porque se fue a morir a un monte
juan de San sin nosotros le conocer ni ver; e visto por el teniente
como todos estavan tan de guerra, determino volver a su
rreal, y buelto, descubrir todavia los llanos para saber los
secretos dellos; enbio al capitán Juan de San Martin con
cierta gente de pie y de cavallo a los descubrir, diciendo
que por Duytana se descubrirían mejor que por otra par-
te; determino de llegarse alia para dende alli enviarlos a
descubrir, e ansi lo hizo, con que tampoco se descubrie-
ron por rrazon que adelante se hallaron mucha cantidad
de sierras nevadas muy grandes que estorvaron la salida.
Vista la mala dispusicion de salir a los dichos llanos,
el dicho teniente determino de salir a ellos y descubrillos
con ciertas lenguas que tuvo, dexando el rreal en la tie-
rra de Tunja; mandóles que se viniesen a la tierra de Vo-
gota; fue la buelta dellos tomando la demanda por otra
parte que los descubridores avian ydo, y bolvio por la
— 63 —
tierra de Vogota, y llegando a un cacique sujeto al dicho
Bogotá, que se llama Pasca, tuvo nuevas como dende
allí a ocho jornadas de despoblado avia una tierra que
se llamava Néyba, muy rrica, donde los yndios sacan eí
oro debaxo de tierra, y los yndios de Pasca les llevan Ne»ba-
sal y otras cosas de contratación y rrescatan con ellos
oro, y dizen que dende allí parezen los llanos, y ansi el
teniente con la dicha nueva tomo la via de la dicha Ney-
ba y fueron alia con mucho trabajo de mucho frió y yelos
que ay en el camino y tierra despoblada; llegados alia
vieron una tierra llana, aunque no hera la que de las
minas se parece, porque es el valle del rrio Grande que
sale a Santa Marta, y como es valle, en alguna parte que Ri° Grande.
es ancha la tierra parecen llanos y ay sierras de la vna
parte y de la otra, y los otros llanos son las otras vertien-
tes de la sierra en que estamos, a la parte do sale el sol;
esta tierra de Neyba es diferente de la de Vogota, porqués
muy calida y enferma y no bien poblada; tiene oro fino y
muestra de plata y buena, y porque ay oro en la dicha
tierra, de minas, y en ella las ay, y según dicen los natu-
rales son muy rricas; viene el rrio Grande por esta tierra
de Neyva todavía muy crecido, por cuya causa y porque
nos adolescia mucha gente, el dicho teniente se bolvio
al valle de Vogota sin ver mas de los llanos.
Dende alli envió a llamar al real, que estava cerca del
valle de Vogota, e vn cacique que se llama Suesca, el
qual avia venido de paz a vn hermano del teniente que
avia quedado en el dicho rreal, y con el mismo cacique
vinieron otros muchos señores comarcanos del, y venido
al valle de Vogota, en todo el rreal se supo la muerte del Musre v°g°ta-
Vogota que aviamos muerto en la casa de placer, y como
un sobrino suyo que se dize Sagipa, su heredero, se avia
Amazonas.
— 64 —
aleado en una sierra encima del dicho valle, con el oro
y piedras quel dicho Vogota muerto tenia, y visto por el
dicho teniente el alzamiento del dicho Sagipa, enbio a
dezir a todos los caciques de la comarca que a el heran
sujetos, que viniesen luego a ser sus amigos; donde no,
que el los mataría e haria guerra a ellos e a todos sus des-
cendientes; lo qual visto por los dichos caciques, en poco
espacio de tiempo vinieron todos, o los mas, si no fueron
algunos que con el estaban aleados en la sierra, entre los
qualesvino un sobrino suyo que se dize Chia, a quien el
teniente hizo mucha honrra, el qual asi mesmo dezia que
la herencia y señorio del Vogota muerto le pertenecía ,
porque decia ser suya; este Chia es señor por si, que nen-
guno puede ser Vogota si primero no es cacique de Chia,
que es costumbre ya antigua entre ellos que en muriendo
el Vogota hacen a Chia, Vogota, y luego se elixe otro que
sea Chia, y mientras que es Chia no señorea otros caci-
ques ningunos mas de vn pueblo que el tiene adonde
rreside.
Estando el real en este valle de Vogota tuvimos nueva
de vna nación de mujeres que viven por si, sin vevir yn-
dios entre ellas, por lo qual las llamamos amazonas, y
que de ciertos esclavos que compran se enpreñan, y si
paren honbres los envian a sus padres, y si son mugeres
crianlas; dicen que no se sirven de los esclavos mas de
hasta enpreñarse dellos, que luego los tornan a enviar, y
asi a tiempos los tienen y los enbian. Visto por el te-
niente tal novedad en tal tierra como esta, enbio a su her-
mano con alguna gente de pie y de cavallo a que viese si
hera asi lo que los yndios nos decian; no pudo allegar a
ellas por las muchas sierras de montaña que avia en el
camino, aunque allego a tres o quatro jornadas dellas,
— 65 —
teniendo siempre mas noticia que las avia, e que heran
muy rricas de oro, e que dellas se trae el mesmo oro que
ay en esta tierra y en la de Tunja; por este camino se
descubrieron valles de grandes poblaciones y muy rricos.
Después de buelto desta jornada, biendo el teniente y
nosotros que hera bien que Vuestra Magestad supiese
los servicios que en esta tierra se le avian hecho y hazian,
determino de yr en persona con algunas personas que
con el van a vesar las rreales manos de Vuestra Mages-
tad, y hacer la rrelacion de todo lo que acá avia pasado,
para lo qual hizo hacer partes del oro y piedras que en
esta tierra se avian ávido, que hasta entonces heran cien- Parten el oro'
to e noventa e vn mili e doscientos e noventa e quatro
pesos de oro fino, e de oro bajo treynta e siete mili e
ducientos e ochenta e ocho; de otro oro baxo diez e ocho
mili e trescientos e noventa pesos, e mili e ochocientas
e quinze piedras esmeraldas de todas suertes; de todo esto
se pago el quinto a Vuestra Magestad, y lo demás se
partió entre la gente, y cupieron a quinientos y diez pesos
de oro fino y cinquenta e siete pesos de oro baxo y cinco
piedras esmeraldas por parte.
Como ya se publicaba que el teniente se queria yr,
viendo Bogotá el buen tratamiento que a todos los caci-
ques que venian de paz se les hazia, y viendo la mala
vida que el tenia en estar alzado y fuera de su Casa, y
matándole y prendiéndole muchos de sus yndios, deter-
mino de venir a ver el dicho teniente, al qual se le hizo
toda la honrra y buen tratamiento que se le pudo hacer,
e quedo debaxo de la obediencia de Vuestra Magestad,
el qual viendo el buen tratamiento que se le avia hecho,
rrogo al teniente que le diese alguna gente para yr con-
tra unos yndios enemigos suyos que heran panches, cer-
5
— 66 —
ca de aqui, a los quales el dicho teniente fue, asi por
agradalle como por mas confirmar la paz7 y para que
viese que heramos amigos de nuestros amigos, y a la
buelta le dixo que pues hera nuestro amigo, avia de ha-
cer obras de amigo; que ya sabia como Vogota su tio,
el pasado, fue enemigo nuestro, y en esta enemistad le
aviamos muerto; por tanto, que el oro y piedras que el
dicho Vogota tenia hera de Vuestra Magestad y de los
españoles vuestros vasalros; que lo hiciese traer y nos lo
diese, pues eran bienes de nuestro enemigo, y que lo
demás de su señorío de la tierra, sirviendo a Vuestra Ma-
gestad, como devia, se lo dexaba; al qual rrespondio
que el no lo tenia, e que su tio lo avia dexado y rrepar-
tido en muchas partes, y después dixo que el lo tenia;
visto por el teniente como andava desvariando, lo traxo
al rreal consigo e le dio una casa en qu' estuviese con su
guarda que de christianos le puso, y le dixo que hiciese
traer el oro y piedras que de su lio tenia; si no, que no
le dexaria ir de alli hasta que lo diese; viendo esto el di-
cho Vogota dixo que en veinte dias daria una casa pe-
queña que estava junto a la suya llena de oro y muchas
piedras, en la qual casa se hizo todo el buen tratamiento
que se le pudo hacer, dándole sus yndios e yndias que
le sirviesen; conplidos los veinte dias que avia quedado,
no traxo nada de lo que avia dicho; visto esto por el te-
niente, le dixo que avia sido muy mal hecho hacer burla
de los christianos, e que no lo avia de hazer asi, a lo qual
dixo que todavia lo haria traer e que lo andavan ayun-
tando, lo qual pareció ser bien mentira y que nos traya
en palabras, por lo qual el teniente determino de dexarle
en unos grillos y seguir su viaje para dar cuenta a Vuestra
Magestad, e ansi se partió dexando en su lugar a su her-
— 67 —
mano Hernán Pérez, e caminó hasta vn pueblo que se
dixo Tinjaca, y de alli determino de ir en persona a ver las
minas de las piedras, para dar mas verdadera rrelacion a Hernán perez,
ir , n/t .iíiii 1 ii-i 111 ha-mano del te-
Vuestra Magesíad dellas, dexando en el dicho pueblo la „ienie.
gente que llevaba, y llevo consigo tres o quatro de a ca-
vallo y las vio donde y como se sacan las dichas piedras,
de lo qual Vuestra Magesíad sera informado del mesmo
teniente y de otras personas que el servicio de Vuestra
Magestad desean.
Buelto de las dichas minas, tornándose a juntar con la
otra gente para seguir su jornada del pueblo de la Tora,
a donde avia de acer los vergantines para yr el rrio avajo
hasta Santa Marta, supo nuevas muy estrañas de la tierra
en qu' estamos, que son las de las mugeres susodichas,
que es innumerable el oro que tienen, y también de una
provincia qu' está a la vertiente de los llanos, a donde no
se pudo salir, que se dice Menza, en la qual provincia
dicen los yndios que ay una gente muy rrica y que tie- Amazonas.
nen una casa dedicada al Sol, donde hacen ciertos sa-
crificios e cerimonias. e que tienen en ella ynfinidad de
oro y piedras, y viven en casas de piedra, e andan ves-
tidos e calcados, y pelean con langas y porras, y tam-
bién nos dixeron quel Bogotá qu' esíava preso tenia
una casa de oro y piedras en mucha cantidad; lo qual
visto por el dicho teniente y los que con el yban tantas
novedades y tan grandes, a todos nos pareció que se-
ria mas servicio de Vuestra Magestad yr a ver las partes
dichas e llevarle mas verdadera rrelacion, aunque se tar-
dase en ello un año mas, y ansi nos volvimos al valle de
Bogotá, donde queda va el rreal.
Llegados al dicho valle, el teniente hizo cierta ynfor-
macion contra el dicho Bogotá, que esta va preso con
— 6S —
muchos señores de la tierra, por la qual se hallo que te-
nía un bohío y mas de oro, y muchas piedras esmeral-
das, lo qual se le demando haziendole algunas premias
para que lo diese, e dixo que lo daria e no lo dio, por-
que después que sus yndios lo vieron preso y algo mal-
tratado se alearon con ello, de manera que como hera
yndio gran señor y delicado, con poco trabajo que paso
murió en la prisión, y ansi se quedo su rriqueza sin pa-
recer hasta agora, porque todos los mas prencipales su-
yos e sus yndios con el dicho oro están aleados en vna
sierra y hechos fuertes, y avn dicen los naturales déla
tierra que ya tienen otro Bogotá hecho a quien obedecen
y tienen por señor.
Panekes. Dende a pocos dias fue el teniente a los panches por
rruego de vn cacique amigo nuestro, para satisfacerle
de algunos daños que dellos avia rrescibido; en la dicha
jornada se descubrió el rrio Grande que antes aviamos
visto en Neyba y es el mesmo que va a Santa Marta; es-
tara hasta veinte leguas desta ciudad de Santa Fee, que
fue harto bien para esta tierra, a cavsa que se pueden
hacer vergantines en que en diez o doze dias vayan a
Santa Marta, e poder traer también por el los basti-
mentos que en esta tierra sean necesarios; en esta jor-
nada se vieron de la otra parte del rrio, hasta quatro
o cinco leguas del, unas sierras nevadas grandes que
prolongan el rrio arriba e abajo; preguntado a los yndios
que gente bevia en aquellas sierras, dixeron que hera
gente como la del valle de Bogotá, e que heran muy rri-
cos porque tenían vasijas de oro y plata, donde eran
ollas y otras cosas de su servicio, en lo qual se certi-
fica van mucho; creemos ser asi porque en el rrio ay oro
y muy fino, y con esta nueva y con aver hecho algún
— Q9 —
daño en los panches se volvió a Bogotá, adonde estaba
el rreal.
Dende a pocos dias, con la nueva que de las dichas
sierras trayamos, estando todos ya poblados en el pueblo
que los yndios nos hacían para que en el poblásemos, al
qual le llamamos la cibdad de Santa Fee, acordó el te-
niente de enbiar a su hermano con la gente de a pie y de
a cavallo que le parescio que convenia para la dicha jor-
nada de las dichas sierras nevadas, por estar como esta-
van tan cerca deste valle; yvan tan bien adregados y de
tan buena gana como si entonces salieran de la mar, con
tanto deseo de servir a Vuestra Magestad como es rrazon;
dende a seis dias que se partieron deste valle tovimos
nueva de algunos yndios como por el rrio Grande abaxo
yban muchos christianos de a pie y de a cavallo, de lo
qual no poco maravillados por ser en parle tan estraña,
determino el teniente que su hermano se volviese con la
gente que lleva va y que se fuese a ver que gente hera,
y asi envió a llamar a su hermano y se bolvio, y luego
después de buelto, teniéndose mas fresca la nueva, lo
torno a enbiar con doze de a cavallo y otros tantos de a
pie para que pasasen el rrio y fuesen en su busca hasta
topar con ellos y saber que gente hera, lo qual se hizo, y
no con poco trabajo por cavsa del rrio, y se supo como
era gente del Piru y venían debaxo de la gouernacion
de don Francisco Pizarro, y írayan por capitán a Sevas-
tian de Venalcazar, como Vuestra Magestad mas larga-
mente sera ynformado.
Buelta la gente a este pueblo nuestro con la nueva de
los christianos y quienes heran, dende a ocho dias tovi-
mos nueva como el dicho Sevastian de Venalcazar pasa-
va el rrio y se venia a este valle de Vogota; junto con
Picíblase Santa
Fee.
S eb as ti a?i (fe
Benalcazar
— 70 —
esto a vna sazón supimos come por la parte de los llanos
a donde no aviamos podido salir, que es hazia donde
sale el sol, venian otros christianos que heran muchos y
trayan muchos cavallos, de lo qual no poco espantados,
no pensando quienes podrian ser, se enbio a saber quie-
nes heran, porque decían que estávan tan cerca de nos-
otros qu' estarían hasta seis leguas, y supimos como hera
NUoiao Frede- ja gente de Venecuela que avian salido con Nicolao Fe-
dreman, al qual trayan por su teniente y general, y en-
tre ellos venian alguna gente que decian ser de Cuba-
gua, de los que se avian aleado a Gerónimo Artal, los
quales venian tan trabajados y fatigados, asi del mu-
cho camino y mala tierra, como de ciertos paramos des-
poblados y frialdades que avian pasado, que con poco
trabaxo mas pudiera ser perecer todos; en nuestro campo
hallaron todo el buen rrecogimiento, comida y vestidos
que hubieron menester para reformar sus personas, de lo
qual Vuestra Magestad sera mas ynformado.
A esta sazón y tiempo estava el dicho Nicolao Frede-
man con su rreal, y el dicho Sevastian de Venalcazar
con el suyo, y nosotros en el valle de Vogota en nues-
tro pueblo, todos en triangulo de seis leguas, sabiendo
todos los vnos de los otros; cosa es que Vuestra Ma-
gestad y todos los que lo supieren lo teman a gran ma-
ravilla, juntarse yendo de tres gouernaciones, como es
la del Piru, Venecuela y Santa Marta, en una parte tan
lejos de la mar, asi de la del Sur como de la del Nor-
te; plega a nuestro Señor sea para mas servicio suyo
y de Vuestra Magestad. Estando todos tres rreales en
triangulo, aviendo mensageros de unas partes a otras, y
mirando todos lo que mas servicio seria de Vuestra Ma-
gestad, se concertó nuestro teniente con Nicolao Frede-
71
man y con Sevastian de Venalcazar para que quedando
toda la gente de Venecuela y alguna de la del Piru en
este Nuevo Reyno de Granada e gouernacion de Santa
Marta con una persona que los tuviese en paz y con jus-
ticia, todos tres tenientes juntos se fuesen al rrio Grande
abaxo a vesar las rreales manos de Vuestra Magestad y
dalle cuenta y rrelacion cada vno por si de lo que en
vuestro servicio les avia sucedido en el viaje que cada
vno avia hecho; Vuestra Magestad puede tener por cierto
que asi Nicolao de Fredeman como el capitán Sevastian
de Venalcazar traen grandes noticias de rrica tierra que
ay en este Nuevo Reyno; puede Vuestra Magestad creer
que ansy la ay y se hallara de aqui adelante, a cavsa de
estar la tierra de paz, y con razonable numero d' espa-
ñoles y cavallos para la descubrir y buscar.
Después de hecho este dicho concierto, viendo nues-
tro teniente como en esta tierra quedavan hasta quatro-
cientos honbres y ciento y cincuenta cavallos, pareció a el
y a todos que convenia al servicio de Vuestra Magestad
poblarse en esta cibdad de Santa Fee otros dos pue-
blos: el uno quedava poblado en un valle que llaman de
la Grita, qu' estara bien treynta leguas desta cibdad de
Santa Fee; el otro no queda poblado, mas ase de poblar
en la provincia de Tunja; creemos que se poblara presto,
porque el teniente ansi lo dexa mandado; poblándose
este estarán todos tres pueblos en termino de cinquenta
leguas, y hecho esto quedara gente para descubrir lo que
esta a la rredonda, hasta tanto que Vuestra Magestad pro-
vea lo que convenga a su rreal servicio, los quales pue-
blos an poblado en nombre de Vuestra Magestad, de-
xando en cada uno dellos la justicia y rregimiento que
al teniente pareció convenia para el pro y bien de cada
Concierto.
Con ciertanse
los capitanes.
Tun.ja
La Grita,
— 72 —
vno dellos; demás desto pareció a el e a nosotros que
para mas bien de los naturales de la tierra, y aun que
así convenia al servicio de Vuestra Magestad, que esta
tierra se depositase en personas que lo mereciesen y lo
oviesen trabaxado en la conquista e pacificación y des-
cubrimiento della, para que les den de comer y vestir y
otras cosas nescesarias para su servicio, lo qual se hizo,
y se depositaron algunos caciques en las personas dichas
hasta tanto que Vuestra Magestad provea lo que conven
ga a su rreal servicio; y también se hizo porque le pare-
ció al dicho teniente e a nosotros convenia, asi para la
perpetuación de la tierra, dexando por depositar los ca-
ciques mayores señores de la tierra hasta tanto que Vues-
tra Magestad provea en ello lo que mas convenga a su
servicio, los quales caciques son, el vno el cacique que
llaman Vogota, y ei otro el cacique que llaman Tunja, y
el otro Somindoco; este es el que es señor de las minas
de las piedras; estos quedan ansi libres hasta que Vuestra
Magestad provea en ello lo que convenga a su servicio.
Todo lo susodicho ha pasado hasta el dia de oy, asi en
el camino desde Santa Marta aqui, como en la conquis-
ta y pacificación deste su Nuevo Reyno, dexando otras
particularidades que son de poca ymportancia de que se
pueda dar quenta a Vuestra Magestad, mas de que esta
tierra, todo lo que della hemos visto, es tierra sana en
gran manera, porque después qu' estamos en ella, que
puede aver dos años e mas, no nos ha faltado honbre
de dolencia nenguna; es bien bastecida de carne de ve-
nados que se matan en cantidad, y de otra como cone-
xos, que llaman curis, se matan sin numero, demás de la
mucha carne de puerco que de aqui adelante avra, que
los trayan la gente que vino del Piru, que dexaron en
— 73 -
este Nuevo Reyno mas de trescientas cabezas, todas hem-
bras y preñadas; ay mucho pescado en los rrios, y algu-
nas frutas de la tierra; también se darán las de España
por ser la tierra, como es, muy tenplada y fresca; en al-
gunas partes della se coxe el maiz en ocho meses del año
en cantidad; esta tierra es pelada en las lomas; en los
llanos ay poca leña, si no es en las vertientes de las sie-
rras; en todas partes la gente della andan vestidos de
rropa de algodón, diferente de la de Santa Marta y de
la del Piru; es muy buena, pintada de pinzel la mas
della; los hedeficios son de paja, muy grandes, en espe-
cial las casas de los señores, que son cercadas de dos y
tres cercas a manera de aposentos; es cosa mucho de ver
por ser de paja; los señores que ay en la tierra son muy
rrespetados y tenidos de sus yndios, en tanta manera que
quando an de pasar algunos yndios cabo ellos, an de ser
yndios prencipales, y esto an de yr la cabega muy baja,
a manera de muy grande obediencia; son ydolatras; ha-
cen sacrificios al Sol, de mochachos, e papagayos y otras
aves; queman piedras esmeraldas y dicen que quanto
mayor es el señor, tanto le es mas honrra quemar las me-
jores piedras para el Sol; tienen otras mañas de cerimo-
nias gentílicas; es tierra en muchas partes della apareja-
da para muy rricas minas, y los yndios de mucho servi-
cio y domésticos; son gente que quieren paz, y no gue-
rra, porque aunque son muchos, son de pocas armas y
no ofensivas.
Los yndios panches, que están entre el rrio Grande y
esta tierra de Vogota, son yndios muy belicosos y gue- ~Panch.es.
rreros; tienen muchas armas de flechas y hondas y dar-
dos y macanas a manera despadas; tienen rodelas; de to-
das estas armas se aprovechan quando hazen guerra; có-
_ 74 —
mense unos a oíros, y aun crudos, que no se les da mu-
cho por asarlos ni cocerlos, aunque sean de su mesma
nación y pueblos; andan desnudos por la mucha calor
de la tierra; estos panches y los yndios de Vogota se ha-
zen cruel guerra, y si ios panches; toman yndios de los
de Vogota, o los matan o los comen luego, y si los de
Vogota matan o toman algunos dellos, traen las cabecas
a su tierra e pénenlas en sus oratorios, y los muchachos
que traen vivos súbenlos a los cerros altos y alli hacen
dellos ciertas cerimonias y sacreficios, cantan muchos
dias con ellos ai Sol, porque dicen que la sangre de
aquellos muchachos come el Sol y la quiere mucho, y
se huelga más del sacreñcio que le hazen de muchachos
que no de honbres.
En doze de mayo de mili y quinientos y treynta e nue-
ve años, aviendo nosotros de venir a dar quenta a Vues-
tra Magestad, como sus oficiales, juntamente con el li-
cenciado Goncalo Giménez, el dicho licenciado nombro
oficiales por Vuestra Magestad, a los quales queda en
poder la caxa que nosotros, como oficiales de Vuestra
Magestad, teníamos en este Nuevo Reyno, la qual caxa
queda en poder de los dichos oficiales, y dentro della el
oro que a Vuestra Magestad a pertenecido por su quinto,
que es veinte e nueve mili e cien pesos de oro fino, e
£igu¿ní. ocj10 ^jjj e ochocientos pesos de oro baxo, e cinco mili
e seiscientos pesos de chafalonía, para lo qual el dicho
teniente les tomo naneas, ansi de lo que les queda en
poder, como de lo que mas se uviere adelante.
El teniente se parte en este mesmo dia a dar quenta a
Vuestra Magestad; lleva ademas de lo que en este otro
capitulo dize que queda en la caxa, honze mili pesos de
oro fino para que Vuesíra Magestad vea la muestra del
— 75—
oro desta tierra; demás desto lleva todas las piedras es-
meraldas que asta agora a Vuestra Magestad an pertenes-
cido de sus quintos rreales, que son quinientas y sesenta
y dos piedras esmeraldas, en las quales ay muchas que
se cree ser de muy gran valor.
Lo qual todo pasado, el dicho teniente e capitanes
arriba dichos, e nosotros con hasta treynta honbres mas,
benimonos enbarcar al rrio Grande a un pueblo que se
dize Guataqui, a donde nos metimos en dos vergantines
que alli hecimos, e veniendo el rrio abaxo hasta treynta
leguas hallamos un rraudal grande de rrio, el qual con
mucho trabaxo e rriesgo de nuestras personas pasamos, y
dende en doze dias siguientes llegamos a la boca del rrio
a la mar, y saliendo para irnos a la cibdad de Santa Mar-
ta, donde aviamos salido, nos dio un tiempo de brisa re-
cio y creímos perder alli vno de los dichos vergantines,
e arribamos con el tiempo a esta cibdad de Cartagena, a
donde manifestamos el oro que trayamos por nuestro re-
gistro, al juez y oficiales de Vuestra Magestad, los quales
nos fundieron y marcaron todo el oro e dieron todo suelven a sa»-
1 • 1 t r n /r j .la, Marta a 8 de
aviamento como al servicio de Vuestra Magestad convie- yunOIS9i3.
ne, y de aqui todos juntos nos partiremos a ocho deste
mes de julio en una nao que al presente esta en este
puerto, que va a los rreynos d' España. Plega a nuestro
Señor Dios que siempre las victorias de Vuestra Mages-
tad vayan en crecimiento de muchos mas rreynos e señó-
nos, e aumento de nuestra santa fe católica.
Sacra, Católica, Cesárea Magestad.
Criados y vasallos de Vuestra Magestad que sus Reales
pies y manos besan,
Joan de San Martin.
Antonio de Librixa.
VIII
RELACIÓN DEL DESCUBRIMIENTO Y POBLACIÓN
DE LA PROVINCIA SANTA MARTA ^
{Archivo genera/ de Indias, de Sevilla. — Est. i°, caj. i.°, legajo i*)
Después que se descubrió la ysla Española, que se dize
la isla de Santo Domingo, empegaron de alli a salir en na-
bios a rescatar con los yndios por la costa de Tierra Fir-
me, donde fueron descubriendo todas las gobernaciones
y islas que al presente están pobladas, descubrieron a
Santa Marta con todas las mas gobernaciones.
Santa Marta es tierra que la gente della es la mas veli-
cosa que ay en todas las Yndias; pelean con frechas con
yerva, qu' en yriendo al cristiano, tura muy poco; ay
yerua de a XIIII.0 oras, y ay otra de a XXIIII.0, y ay otra
de a tres dias, y otra de a cinco, y otra de a mas, y se-
gún se tiene por noticia y espiriencia, quanto tienpo a qu'
es echa la yerua tanto tienpo tura el que yeren con ella.
La tierra en sy es muy rica de oro, según se tiene por
noticia y espiriencia, y si la tierra estubiese pacifica, sa-
carse hia en la mayor parte della muy gran cantidad de
oro de minas, porque muchos conquistadores della lo
an bisto por espiriencia, y créese y tienen por aberigua-
do que si oviese posibilydad para ello y podiesen traer
negros en las minas, sacarían mas oro qu' en parte nin-
guna de las Yndias.
_ 77 — •
El primero gobernador que en ella aportó fue Pedra-
das; salió en tierra y entro por ella vna legua dentro; sa-
lieron yndios a el; yrieronle algunos cristianos, pocos;
volbiose a enbarcar, y corrió la costa de alli al Nonbre
de Dios, donde desenvarco con toda la xente que lleua-
ua; adolecióle mucha y moriole arta della, y alguna se
le volbio a la isla de Santo Domingo y a la isla de Xa-
maica, qu' estaua ya poblada mucho tienpo abia des-
pués de poblar en la ysla de San Juan y otra, sin la de
Santo Domingo y la de Cuba, y el quedóse en el Non-
bre de Dios con la xente que le quedo, y de alli enpezo
a entrar por la tierra adentro y conquistar asta Nicara-
gua, donde le acaecieron munchas cosas largas de con-
tar, y alli murió; y después que Pedrarias paso por Santa
Marta, de ay a ciertos años proueyo Su Magestad a don
Rodrigo de Bastidas por Governador y Adelantado de
Santa Marta; era vecino de la ciudad de Santo Domin-
go; partióse de alli con xente a poblar a Santa Marta;
lleuaba por su capitán y teniente a vn Billafuerte; apor-
taron en el mismo puerto de Santa Marta, donde salió
el mismo gouernador y toda la xente que consigo lleua-
ua en tierra en el mismo puerto de Santa Marta, donde
salido en tierra enpeeo luego a descargar asy cauallos
como lo demás que para sus prouisiones lleuaua; apo-
sentóse alli en vnas casillas que alli tenían vnos yndios
pescadores, las casas de paxa; enpezo luego toda la jen-
te asentarse y aposentarse lo mexor que pedieron, y el
governador ajuntó su jente e yco luego alcaldes y rexi-
dores que fueron (1) y echo esto percuro azer amistad
con vnos yndios de vn pueblo que llaman Gaira, poco
(i) En blanco.
— 78 —
mas de vna legua de la ciudad de donde el abia pobla-
do, y de alli se fue a vn pueblo grande que llaman Bon-
da, que es entre Santa Marta y Bóndigua, legua y media
de la mar; de alli paso hasta Bóndigua, que serán seis
leguas y media o siete de Santa Marta hazia el Leste, y
vna legua de la mar, y por alli ubo algún oro de los yn-
dios, y se boluio con su xente y con el a Santa Marta, y
estando en Santa Marta una noche en su cama le dieron
de puñaladas; dizen que fue su teniente y capitán Billa-
fuerte, y vn Samaniego y vn Sierra y vn Porras, capita-
nes, y otros muchos que yban con ellos; saliéronse luego
y dexaron al gouernador, que se auia dexado caer de la
cama haziendose muerto, y ellos ansy lo pensaron, y des-
pués que ellos fueron salidos y el gouernador no sintién-
dolos, comenco a llamar y le acudieron mucha gente,
entre los quales acudió vn soldado que avia alli venido
de México, dicho Rodrigo Alvarez Palomyno, el qual
desque supo lo que avia pasado del governador, vino a
su casa del dicho governador con vn montante, y des-
pués de venydo alli púsose a la puerta del governador,
porque como el Villafuerte supo como el governador
era biuo, boluio con mucha gente diziendo que queria
entrar a ver al governador, a quien el llamava padre, y
el governador a el hijo; dizen que con intento de lo aca-
bar, con dezir palabras lastimeras, diziendo que quien
tal avia hecho, que el lo avia de castigar, y el Palomyno
aviendose puesto a la puerta, conociendo la vellaqueria
del Villafuerte le dixo: Villafuerte, no podeys entrar vos
acá, ni nadie; y el Villafuerte le dixo: ¿e como a mi aveis
vos de quitar la puerta, siendo vuestro Capitán general?;
y el Palomyno le dixo: a vos y a quantos quisieren en-
trar, no haziendo la razón la quitare yo mientras tuviere
— 79 —
la vida; y el Villafuerle le replico: vos, Palomyno, no me
conoceys; y el Palomyno le replico: si conozco, mas plu-
guiera a Dios que no os conociera; y asi pasaron a pala-
bras de desafio, diziendo que el no seria honbre para sa-
lir fuera a demandárselo, y el si era, y respondió que por
entonces no dexaria aquella puerta, y asi visto esto por
Villafuerte que no podia entrar por causa de Palomyno,
se bolvio a su posada con quantos con el venyan, y co-
mento a juntar y juntó la mayor parte de la gente que
avia en la cibdad; y el governador, sintiendo la rebuelta
que avia fuera, llamó diziendo que ¿que cosa era aque-
lla?; y diziendole que era Villafuerte y otros muchos que
eran con el, ya luego le dixeron lo que avia pasado con
Palomyno, y como lo avia hecho tan bien, y visto esto el
governador llamo a Palomyno y le dio la vara, diziendo.
le que el era su hijo y que mandava que todos le obede-
ciesen por su tenyente y capitán general, y asi se aprego-
no luego, y con esto ovo gran rebuelta en la cibdad de
una parte y de otra, y cada uno procura va allegar a si la
mas gente que podia, y visto por Villafuerte que su parti- *«&*>»•*, u-
& ir . ' , * „ niente de Bastí-
do no y va bueno, toma la mas gente que pudo, dellos por das.
su voluntad, y dellos por fuerga, y llévalos la tierra den-
tro a buscar su vida en este campo; llego al valle de Upa-
ri, pasando muchos valles y sierras, todo de guerra y
de muy mala gente; el qual yva diziendo mucho mal de
los christianos porque los indios le dexasen, y diziendo
que era enemigo de los christianos y amigo de los indios,
y yendo en este canpo cada dia perdiendo muchos chris-
tianos de los que llevaba, que los mata van los indios,
y visto que los indios lo acosavan tanto y que le falta-
va la mayor parte de la gente y el tenya vn ojo quebra-
do de vn golpe que con una macana le avian dado los
— 80 —
indios, procuro de se bolver a la mar a ver si hallaria al-
gún navio do se pudiese enbarcar, y aporto en tierra de
la Ramada, en la costa de la mar, que es treinta leguas
de Santa Marta, al Levante, y aportado alli halló vn mu-
chacho cristiano que avian los christianos echado alli con
otro para que deprendiese la lengua, el qual mogo des-
que lo vido se holgó con el, y el lo rreconcilió con los
indios para que no le hiziesen mal, y de alli toman-
do el muchacho se fue a Santa Marta a meter en manos
del Palomyno o del governador, por no poder hazer otra
cosa, y aportó en Santa Marta cerca de la cibdad.
Volviendo, pues, a contar lo que al governador aconte-
ció después de la partida de Villafuerte, es que después
que el governador se vido tan mal herido y mal quisto
de la gente, y que no avia maestro que bien le mirase,
determyno de yrse a Santo Domyngo, a morar, pensan-
do hallar alli mas rremedio, y dexar a Palomyno por su
tenyente, y publicólo asi, y no lo ovo tan presto publi-
cado quando todos a vna voz comyencan aviar su parti-
da y aderecar el navio en que lo llevasen, y estando las
cosas en estos termynos arrepentiose el governador, di-
ziendo que se quería quedar y que alli se curaría; pues
estando las cosas asi, viendo el pueblo que el Governador
se quería quedar comencaron todos a dezir que se fuese,
pues lo tenia determynado; si no, que ellos se yrian y
lo dexarian soio; y asi, visto esto por el Governador, mas
por fuerca que por grado se embarco en vn navio, el qual
fue aportar a la ysla de Cuba, y alli lo sacaron en tierra;
el qual dizen que por no ser bien curado murió alli.
Muere Bastí- La causa de todas estas divisiones y de lo que Villa-
fuerte hizo fue que como el Villafuerte vido ser tan
bien quisto de la gente, y estar toda ella mal con el go-
— 81 —
vernador a causa de que en la entrada que avia hecho
avia traydo cierto oro el qual no avia repartido entre la
gente, guardándolo para pagar los gastos del armada que
avia hecho para venyr alli, por estar muy adeudado, y
con la gente no tenia cuidado de aquello sino de lo que
a ellos cumplia, fue causa que el Villafuerte, viendo
esto, y por tener codicia de señorear, acometió de ma-
tar al Governador, como está dicho; y asimesmo la Causa de ser
. , . mal quisto Bas-
gente de la tierra viéndolo después que el se quena tf¿«,.
quedar aun en la tierra, recelándose que no hiziese lo
que avia hecho en la primera entrada y se quedase con
el oro como avia hecho antes, lo procuraron echar de la
tierra, que fue causa de su muerte, como dicho tengo.
Después de partido el Governador Bastidas quedo Palo-
myno por teniente, y el pueblo le juro por governador.
Fueron en este tienpo capitanes Antonio Ponge de Cas-
tro y Goncalo de Vides, y un Carranga. Estando las co-
sas en estos termynos, después de ydo el governador y
muerto, llego Villafuerte, como dicho tengo, cerca de
Santa Marta, y enbio vn faraute a Palomyno, y el Palo-
myno fue por el y lo traxo a Santa Marta a el y a los que
con el venían, y de alli lo enbio preso en vn navio a la vnia/uerte
ysla de Jamayca, porque enbiava el alli por bastimento preso'
para la gente, diziendo que de alli lo llebasen a Santo
Domyngo, y en la ysla de Santo Domyngo hizieron jus-
ticia del y de vn capitán dicho Porras que con el avia
entrado a matar al governador. Pues sabido en el Au-
diencia Real lo que avia pasado, y la muerte del gover-
nador Bastidas, proveyeron, hasta que Su Magestad otra fedro de Va-
cosa proveyese, a vn Pedro de Vadillo, vezino de Santo
Domyngo, por governador, el qual hizo armada y en-
barcose con ella llevando por su tenyente a Pedro de Ere-
6
— 82 —
dia, que agora es governador de Cartagena, y aporto en el
puerto de Santa Marta, y como el governador Palomyno
lo supo apercibióse con toda la gente, y mas por la inpor-
íunydad de la gente que del, que todos lo querían a el por
governador, y en llegando que llego Vadillo todos se pu-
sieron en armas para no dexallo desenbarcar, con sus tiros
y munycion toda a punto; Vadillo tomó puerto y echo an-
clas, pero nunca oso salir por el peligro que vido; y como
Eredia era amygo del Palomyno, y que lo conocía de
México, atrevióse a salir en tierra a hablar con Palomy-
no, dizen que yva con mal pensamiento para lo matar si
hallase en la gente de la tierra aparejo para ello con da-
divas y promesas que les avia de hazer. Estava, pues, en
la tierra, un Hernán Vaez, baliente honbre, portugués,
que avia andado mucho tienpo en las armadas que enbia-
van los de Santo Domyngo a Tierra Firme a tomar yn-
dios, y este era capitán de soldados en Santa Marta, y
dizen que el Eredia trato con el diziendo que estotro ve-
nya proveydo por governador, y que no queriendo darle
la obidiencia, pues Su Magestad lo mandava, que licita-
mente podia matar a Palomyno, y mas siendo el dicho
Palomyno governador por el pueblo y no por el Rey; asi
que dizen que entre el Eredia y otros de la tierra con-
certaron que el dicho Fernán Vaez matase al dicho Palo-
myno; esto vino a saber Palomyno, y como la mayor
parte del pueblo quería mucho a Palomyno, por ser bien
quisto de todos, echa mano la justicia de Fernán Vaez,
capitán, a boz de todos, y préndenle, y preso se rrecogió
Eredia a los navios de su governador, y determynan los
de la tierra de echallos del puerto; y ellos, visto esto al-
earon velas y fueronse a vn puerto de Chogaira la rroba-
da, porque aquel puerto y pueblo avian los cristianos ga-
— 83 —
nado a tres leguas de Santa Marta, hazia la Ramada, y
algadas las velas el Palomyno fue a la cárcel a ver a Fer-
nán Vaez, que por ser valiente honbre lo quería mucho.
y todos hizieron esto, y le dixo que pidiese lo que qui-
siese, y que aquello le yva a ver, y el le dixo que no le
pedia otra cosa sino que mirase por su muger y por vn
hijo que le quedava, y después desto se hizo justicia del.
Ydo Vadillo a Gaira fuese Palomyno con la gente de la
tierra al dicho puerto para defendelle que no salíase en
tierra; llegados entranbos al puerto a vna hizieron que el
dicho Vadillo no desenbarcase, y viendo Vadillo que le
defendían la salida deíermyno de enbiar vn clérigo que
dezian Castillo, a contratar con Palomyno y con los de la
tierra, y ajuntose el clérigo con vn frayle de la Merced, de
Santa Marta; yendo entranbos al vno y al otro los vinye-
ron a concertar que governasen juntos entranbos, y asi
se concertaron y partieron la ostia y juraron de que no
avria entrellos enemystad ni otra cosa de mal alguno, y
hecho esto el armada del Vadillo se bolvio a Santa Mar-
ta a desenbarcar lo que traya, y el Vadillo y Palomino
con la gente se fueron por tierra a Santa Marta muy con-
formes. Esto hecho comencaron a pacificar la tierra a la
rredonda lo mexor que pudieron, y estando asi determy-
naron de hazer vna entrada larga, y el Palomyno era el
que mas deseo tenya de la hazer porque avian dicho al-
gunos amigos suyos que determynava de no bolver a San-
ta Marta hasta llegar a do vinyeron dos ovejas que avian
pasado por alli por Santa Marta, que venyan del Perú
para la Corte, y estas eran dos Ovejas que Picarro avia
hallado en los primeros descubrimyentos y las enbiava a
que las viesen, con dos hachas de plata chapeados los ca-
bos; diziendo el Palomyno que pensava con el ayuda de
— 84 —
Dios llegar primero a do ellas se criavan, que no Picarro
ny los de la mar del Sur; y asi, estando de camyno para se
partir entranbos governadores, llega nuevas al Palomyno
como venyan dos primos suyos y que serian con el de ay a
cinco o seys dias, y llegadas estas nuevas dixo al conpa-
ñero que se fuese delante con toda la gente, que el no
quería que quedasen para yr con el sino 14 o 15 honores
de a cavallo y hasta 40 honbres de pie, y asi Vadillo se
fue delante y Palomyno espero hasta que los primos vi-
nyeron, y después de venydos los dexo en la cibdad y se
fue su camyno tras Vadillo; a cabo de diez o doce dias,
yendo camynando llovió mucha agua, y llegando a vn
pueblo de indios dicho Marona, costa de la mar, 18 le-
guas al Leste hazia la Ramada, aviale llovido mucho en
el camyno, y dormyo aquella noche en Marona, y otro dia
de mañana se levanto, y según pareció en él, algo eno-
jado, porque dizen que le dixeron que Vadillo y su te-
niente Eredia y otros con ellos tenyan concertado de le
matar, y como el Palomyno era colérico se levanto bien
de mañana mostrando estar enojado, avnque no con la
gente que llevava, y dixo estando sentado encima de vna
canoa, que Su Magestad veria quien era el que mas le
servia y podría servir; y de allí se partió hasta llegar a
vn rio que después por su causa fue dicho el rrio de Pa-
lomyno, que es vn rrio que abaxa de la sierra Nevada,
porque tiene la nieve muy cerca; es rrio algo crecido, y
como aquellos dias avia llovido mucho venya muy gran-
de y muy furioso, que no se podia pasar sino nadando
y con mucho peligro. Asi como el Palomyno y los que
con el yvan llegaron a el, echóse al agua asi a cavallo
y armado como yva, porque lo hazia siempre asi y pro-
curava en todo de ser el delantero, y los que con el yvan
— 85 —
tras el, y comenco a nadar su cavallo, y algunos de los
que yvan mas cerca le comentaron a dar boces que se
bolviese, y el no lo quiso hazer, y el cavallo se cabulló
vna vez con el y bolvio luego a salyr, y el quando esto
vido se salió del agua con los que con el yvan y enbio
a vn soldado le truxese vnas canoas que estavan del
otro lado del rio, para pasar con ellas el hato, y la gen-
te desque estuvo toda asosegada, como vido que el sol-
dado se detenya algo en atar las canoas, se desarmo y ca-
valgo encima de su cavallo, y quando myraron por el es-
tava en medio del rrio, y como el cavallo nadava mal se Muerte d^a
lomyno.
sumió y nunca mas pareció; créese que lagartos lo comye-
ron, como hizieron a otros quando Vadillo avia pasado
primero. Muerto Palomyno vinyeron las canoas destotra
parte y pasaron poco a poco el hato y gente y los cavallos;
después de pasados durmieron alli y de alli fueron a vn
pueblo que esta junto ala Ramada, dicho (1).... y allega-
dos alli hallaron a Vadillo, donde le dimos la nueva de la
muerte de Palomyno; créese que no le pesó nada con ello;
donde ovo grandes debates entrellos sobre si avia sido
buen honbre o malo y de alli fueron camynando por la
tierra de la Ramada, que es tierra rica, donde les dieron
los indios oro, el qual se ponya en el montón para des-
pués hazer sus partes cada vno con lo que cupiese, y de
alli llegaron a Urino, que es pueblo de la Ramada, y allí
hizieron partes; cupo de parte a cada soldado a 32 o 33
pesos de buen oro; fueron camynando la tierra dentro
hasta vn valle dicho Hupari, rebolviendo hazia el Ponyen-
te, y de alli llegaron hasta dos leguas atrás de Zazarre,
que es vn pueblo grande de grandes casas, de yndios, y
(i) En blanco.
estando en vn pueblo pequeño llegaron a la tarde, y otro
dia a dos oras de sol estando la gente descuidada vinyeron
dos esquadrones grandes de yndios, honbres de grandes
cuerpos, los quales asi como llegaron a los christianos
pesquisáronles los christianos, y principalmente Eredia,
que era tenyente, que ¿a quien querían?, y ellos dixeron
que querían al Señor, y el Eredia enbio a dezir al Gover-
nador que pesquisavan por el, y el governador le enbio a
dezir que el dixese que el era el Governador, y que les
preguntase que que lo querían, y asi se lo dixo Eredia, y
ellos le dixeron que querían pasar adelante, y el Eredia
visto esto e que era traycion, porque trayan voluntad del
primer esquadron pasar adelante, y acabado de pasar
bolver sobrellos, dando el trasero en ellos, tomándolos en
medio, dixo: adelante por las puntas de las picas; ¡San-
tiago!, a ellos; y dieron en ellos los soldados y la gente
de a cavaílo y mataron muchos dellos y los desbarataron,
y el otro esquadron visto esto se acoxeron los que pudie-
ron a las montañas. Quedóse alli Vadillo, y según se
dixo tovo alli gran temor de pasar adelante por ver los
indios tan belicosos, y determyno de juntar la gente y
tomar el parecer de todos si yria adelante o atrás; la ma-
yor parte de la gente o casi toda quería pasar adelante, y
el Governador no quiso sino bolverse de alli, y asi se
bolvio a la tierra de la Ramada, donde hallo vn navio
suyo que avia mandado venir con mercadurías, donde
las vendieron, y de alli se fue con toda la gente a Santa
Marta, donde hallo a fray Tomas Ortiz, que y va provey-
do por obispo de Santa Marta, y hallo nuevas como que-
dava el governador Garcia de Lerma en Santo Domyngo,
y avia enbiado al Obispo adelante a Santa Marta, do el
dicho Vadillo lo hallo.
— 87 —
Aqui en llegando hallo vn comendador dicho Grajeda,
que era factor de la governacion por Su Magestad, al
qual achacándole ciertas cosas le desnudo y dio tor-
mentos vsando con el de crueldad, que según algunos
fue justicia, porque el factor dizen que avia rrobado
la tierra y fundido oro fuera de la fundición, como Su
Magestad mandava, y el governador le dezia que el avia
destruido la tierra, &.a Estando las cosas en estos termy-
nos llego el governador García de Lerma y lo saco de su
poder y prendió al Vadillo para le tomar residencia, y lo Gareia de Ler-
tuvo en vna casa con mucha gente de guarda, y de alli
lo enbio preso a España; dizen que el Vadillo estando
preso tenya hechada mucha suma de oro en vna bota y
la mando inchir de agua y la mando poner en mytad de
la arena en la playa, y alli estuvo muchos dias en la pla-
ya hasta que el mismo Vadillo le enbarcaron, y no se
enbarco la bota y después de enbarcado enbarcaron la
bota diziendo que era de agua para su bever, donde se
partió la nao para España y junto a Arenas Gordas se
perdió nao y toda la gente que en ella venya. En tienpo
de Palomyno y de Vadillo fue tenyente Pedro de Eredia,
gobernando los dos juntos; fueron capitanes Goncalo de
Vides, Antonio Ponge, Escobar [y] Hernando de la Fe-
ria; capitán de la guarda de Palomyno, Alonso Martyn;
capitanes de acadoneros, Gutierre, Carranca, Muñoz.
En tiempo que García de Lerma entro a governar en
Santa María llevo d' España por su tenyente de la justi-
cia a Arvolanche, vizcaíno, y capitán general de la gente
de a cavallo a su primo Juan de Lerma, y capitanes a Vi-
llalobos, y por capitán de la guardia a Berrio; hizo de
los que estavan en la tierra a Escobar, a Muñoz, a
Ponce, a Vides, a Carranca, a Céspedes, a Gaspar Galle-
— 88 —
go, a su sobrino Pedro de Lerma; estos capitanes no
tenyan gente señalada mas de quando salyan fuera a la
guerra. Llegado Garcia de Lerma a Santa Marta fue a
ver a Bonda, que estava de paz, y de alli determyno de
hazer vna entrada y correr las sierras, y camynó hazia
Buritaca, que es camynando hazia la Ramada, y estando
alli mando ver si avia mynas, donde se hallo gran mues-
tra de oro por toda aquella tierra; vinyeron los indios a
traelle oro porque estavan atemorizados del tienpo de
Palomyno, y no avian indios que se pusiesen a dalle
guerra, y pasó sin se lo defender al valle de Buritaca
atravesando muchos pueblos y sierras por alli muy aspe-
ras, haziendo camynos; paso dos pueblos grandes bien
metidos en las sierras, dichos Beeinga y Agauringa; es-
tos no quisieron venyr a ser amigos, ni osaron defende-
lle la entrada del pueblo, antes los desmanpararon y
fuyeron; de alli se fue hasta cerca de vn pueblo grande
dicho Pocigueica, y durmyo en vn pueblo dicho Enlosa-
do, y de alli abaxo a vn valle entre las sierras que van
dos leguas de la mar, dicho el valle de Coto, de mucha
población, y de allí se fue a Santa Marta. Después d' es-
tar en Santa Marta, después de rrepartida la tierra enbio
a la Ramada por capitán a Arbolanche, su tenyente, y a
Pedro de Lerma su sobrino, porque era ya muerto su pri-
mo Juan de Lerma, de su dolencia, en vinyendo de la jor-
nada ya dicha. Fueron con ellos por capitanes Gaspar
Gallego y Alonso Martyn y Juan de San Martyn, capitán
de acadoneros; fueron estos a la Ramada y a visitar y pa-
cificar la tierra; dieronles alguna cantidad de oro. Duran-
te este tiempo determyno de rrepartir la tierra con todos
como Su Magestad mandava; señalo la gente para que
con el la rrepartiesen, a Juan de Céspedes y a Pigarro, y
— 89 —
a vn Trevyño, porque eran honbres los mas antiguos en
la tierra; después de rrepartidas enbio el Governador a
visitar todos los caciques que estavan de paz, y a meter
en posesión a sus amos. Hecho esto enbio a los capitanes
arriba dichos a la Ramada, como arriba tengo dicho, y
después de venydos y visitado la tierra rrepartio el Go-
vernador esta tierra de la Ramada con los que le pareció,
y mando que fuesen a entregar los caciques a los que
les avian cabido. Después de venydos de alia enbio a
Pedro de Lerma su sobrino, y a Alonso Martyn, y Mu-
ñoz, y el capitán Feria, al valle de Tairona, que esta seis
o siete leguas de Buritaca, que es gran valle y muy rrico.
Ay oficiales en este valle que hazen quenías verdes y co-
loradas; es muy rrico de oro en demasiado, por nuevas
que tuvieron de los que a el fueron; sacaron del en obra
de 20 o 30 días que en el anduvieron mas de sesenta
myll ducados con los que se truxo escondido, y público,
y después se bol vieron a Santa Marta. Enbio al valle de
Mongay ciertos capitanes en que fueron Pedro de Ler-
ma, y vinyeron algunos de alli feridos; truxeron poco
oro porque se lo defendieron, no porque el valle no sea
rrico. Hecho esto quiso yr Garcia de Lerma en persona
a Pocigueica; estuvo alli dos o tres dias contra voluntad
de algunos honbres antiguos de la tierra que le davan de
consejo que no estuviese alli mucho porque no se enoja-
sen los indios, porque era mucha gente y muy belicosa,
porque avian estado alli en tienpo de Palomyno y avian
con su buena maña salydo de alli con honrra, el qual ha-
zia burla de los que se lo dezian, diziendo que el estaña
alli a pesar de los indios, y que no se saldria con la bue-
na maña que dezian que avia salido Palomyno; que le
pusiesen la mesa y le armasen la cama de canpo; y otras
- 90 —
cosas como estas de sobervia, haziendo burla de todo, y
quando no se cato vieron muy gran cantidad de indios y
enbio alia a su capitán de la guarda, Verrio, con gente a
un altecuelo para detener aquel paso, y enbio a otro
cabo a do tanbien venyan indios, al capitán Ponge, y a
otro al capitán Muñoz, el qual Muñoz quando vido que
los indios cargavan dexo la gente y acoxose diziendo
que venya al real a buscar gente, y su gente comenco a
fuir y muchos escaparon muy mal feridos, y lo mesmo
hizo Ponce, de manera que se comenco a desbaratar la
primera gente, y el capitán de la guarda, Berrio, defen-
dió todo lo que pudo su paso, pero fuele f oreado
el de retraherse muy ferido de vna pierna, de que quedo
cojo y estuvo muy gran tienpo que no pensaron que
bivyera. Como los indios comentaron a sentir la vitorya,
cargaron con mucho anymo, tantos que cubryan la tie-
rra; firieron alli al Governador; no tuvieron otro me-
dio sino huir quien mas podia; alli le quedo su mesa y
sillas y cama de campo y bajilla y mucha gente que le
mataron muy buena, y allende deso los indios quedaron
con tanto anymo que hasta oy se atreven en tanta manera
que no tiene cuento, y todo esto sucedió por el Gover-
nador no querer creer a los que mas sabyan de la guerra
en aquella tierra. Después desto, como los christianos
quedaron tan atemorizados, y los indios tan temerosos,
no osava el Governador enbialles mas aquel pueblo ni al
rrededor del con gran parte de tierra. Estando las cosas
dest' arte, determyno de enbiar a su sobrino por tenyente
e capitán general a la provincia del valle de Aupan,
y de Cagari, y correr el rrio Grande arriba; fueron con
el ciertos capitanes; fueron el capitán Escobar, Muñoz,
Gaspar Gallego, el capitán Carranca y el capitán Cardo-
— 91 —
so; llegaron hasta vn pueblo dicho el pueblo de Lebrixa,
por aver pasado por este pueblo vn Lebrixa por mandado
de Pedro de Lerma, con cierta gente, y alli ovieron su
consejo sy pasarían adelante o bolverian atrás; los mas
fueron de parecer de pasar adelante, pero como algunos
tenyan su rrepartimyento en la tierra de la Ramada, y el
Pedro de Lerma su general, tanbien, se ovieron de bol-
ver atrás por cobrar oro para ellos, de sus indios, por
que aquel no se avya de rrepartir, de manera que se bol-
vieron por la tierra de la Ramada, y de alli a Santa Mar-
ta; es toda la tierra de la Ramada y del valle de Upari
de mucha caca, tanto que vn honbre a cavallo alanceava
cuatro o cinco venados; y de alli se vinyeron a Santa
Marta, trayendo de monto mas de cuarenta mili pesos y
muchas piecas d' esclavos que después se rrepartieron en-
trellos, y estos de los que no querian ser de paz y les ven-
yan a dar guerra. Después desto enbio el Governador de-
lante de la Cenaga, que es vn lago grande donde esta vn
gran pueblo donde abaxan los indios de la sierra a rres-
gatar pescado y sal, y traenles oro y mantas, y esta Ce-
cibdad, naga estava de paz, que es nueve leguas de Santa
Marta hazia rrio Grande, dos leguas de Pocigueica, entrel
y la mar, y enbio al capitán Muñoz y a Escobar y al obis-
po fray Tomas Ortiz, a ver si querian ser de paz, y no lo
quiriendo ser tomaron muchos dellos por esclavos y to-
máronles algún oro, con lo qual se bol vieron a Santa
Marta. Después desto enbyo el Governador a su sobrino
Pedro de Lerma a vna provincia delante desta, hazia el
rrio Grande, que llaman los Caraibes, gente muy beli-
cosa, que tienen muy mala yerua, y es tierra de mucha
caga: muchas cicoteas como tortugas; yguanas, que pa-
recen conejos, y otros mantenimyentos de la tierra. En-
— 92 —
tro Pedro de Lerma en esta provincia; yva el obispo alli
dicho fray Tomas Ortiz; yvan con el ciertos capitanes:
Gaspar Gallego, Escobar, Muñoz, San Martin; entrando
en la tierra firieronle mucha gente, matáronle 14 o 15
honbres y otros tantos cavallos o mas; quando vido esto
rretirose a fuera y se bolvio a Santa Marta. Mientras an-
duvo en la tierra de los Caraibes, antes que bolviese,
quemóse toda la cibdad de Santa Marta, y fue desta arte:
que vna noche, haziendo muy gran brisa, púsose fue-
go en la primera casa de la cibdad, de la parte del vien-
to, y como la cibdad era toda de paja y no avia mas de
la casa del Governador que fuese de piedra, encendióse
tan presto la cibdad toda que no ovo lugar para poder sal-
var, los vezinos, como era de noche y durmyendo, mas de
solos sus cuerpos y personas, y a duras penas las armas
y cavallos; fue el mas bravo fuego y mas breve que los
christianos an visto en parte ninguna, asi que en vn cre-
do quedo todo asolado y quemado, sin quedar ni solo
vna gota de azeite, ni vn poco de pan, ni vino, ni rropa
de vestir, ni de cama; y como es tierra que todo vyene
de acarreto, estava la cibdad en gran confusión; quando
el Governador vido esto quedo muy confuso y muy des-
mayado. La causa deste fuego fue que andavan unos ne-
gros huidos y se avian ydo a tierra de la Ramada, que es
treinta leguas de la cibdad, y estava en aquel tienpo de
guerra, los quales vinyeron atravesando toda la tierra es-
condidos de los indios y con pensamyento de quemar
todos los christianos estando durmyendo; pusieron aquel
fuego y acoxeronse luego; los christianos, viendo el fue-
go tan grande, pensaron que eran indios que venyan so-
breños, como toda la tierra estava de guerra, y se reco-
xeron mugeres y indias esclavas, muchachos, a las casas
— 93 —
del Governador que tenya por fortaleza; esto era a media
noche; otro dia de mañana enbio el governador a llamar
al capitán Cardoso y al capitán Céspedes y a otras perso- ¿f%¡¡¡¡^ no¿'
ñas, y ávido consejo sobre lo que se devia hazer pareció- dOSO andava
les que se devia de poner en aventura de salir algunos ca- *"»*¿««<fo /*»■
*■ , celar n o fuesen
piíanes [a] algunas casas de indios y pueblos so color de indios.
paz, por ver si podrian traer alguna provisión porque la
gente no pereciese, y al capitán Céspedes enbio a Gaira
a buscar algún mantenimyento, y al capitán Cardoso en-
bio a Buritaca, catorce leguas de la cibdad, hazia la Ra-
mada, y estuvieron en consulta si llevada gente, o yria
con poca, so color de paz, y al cabo se concertó que no
llevase sino tres de a cavallo y otros tantos de a pie, y
fue alia y hallo toda la gente de indios alborotada, y de-
termyno de dexar en el principio del valle, en vn pueblo,
los tres de a cavallo y los dos de a pie, y llevando consi-
go dos de a pie y pasando por aquellos pueblos halagan-
dolos y diziendoles que yva alli por aver lastima dellos,
porque los christianos, como se les avian quemado las
casas y esta van en negesidad, se querían yr todos [á]
aquel valle, y que a su rruego lo avian dexado de hazer,
con que el dicho capitán les avia prometido de les llevar
provisión con tanto que ellos se estuviesen quedos y no
fuesen alli, y esto avian hecho porque eran sus amigos y
tenian indios en aquella provincia suyos; y con esto le
dieron provisión de mucho maiz y cargó todos los indios
que pudo sacar y se salió aquel dia de todo el valle y se
bolvio a Santa Marta, y bolvio del dia que partió en cua-
tro dias, y quando bolvio avia muy gran negesidad en la
porque al capitán Céspedes no le avian dado mas de
dos hanegas de maiz y se avia salido huyendo del valle
por estar la gente alborotada, y quando llego el capitán
— 94 —
Cardoso ya no tenyan que comer, y repartieron el mayz
almorzadas, y acabando de comer y sin pensamyento de
tenello sino entrasen en la tierra de los indios a busca-
lio, y en esto llego vn navio con mucho cacavi y carne,
que basto hasta que vinyeron otros navios. En este fue-
go recibió la cibdad mucha pérdida, porque los vezinos
quedaron muy pobres de vestidos y de mantenimyentos,
y estando ya en esto allego Pedro de Lerma con toda la
Acavado *i 28, 0tra gente muv desbaratado, y muchos heridos, con tre-
ce o catorce honbres muertos y otros tantos cavallos,
uyendo muy espantado de la ferocidad de aquella gente.
Estando las cosas en estos termynos procuro el Go-
Aqui comienza vernador y la gente de tornar a hazer sus casas de made-
nois3o. ra y paja, lo mexor que pudiesen, y asi lo hizieron, y
después de rrecoxida a sus casas procuro el Governador
de hazer amistad con algunos indios que se avian alca-
do, vezinos cercanos, y hyzola, avnque con muy pocos
dellos, y hecha, pidió socorro al cacique de Bonda, que
es vn gran señor que está tres leguas y media de la cib-
dad de Santa Marta, y este socorro para yr sobre Poci-
gueica, e diole el cacique hasta seyscientos honbres fle-
cheros de guerra, y con la gente de Santa Marta y con
los españoles, y con estos y con otros yndios del vecino
pueblo se fue otra vez a Pocigueica, y asento su real en
los llanos; como vido el temor que los indios sus amigos
de Bonda y los otros que consigo llevava, tenyan de los
indios de Pocigueica, no oso subir arriba a la población,
antes estuvo quedo al pie della estorvandoles que no
abaxasen a coxer sus labrancas, y hizo talar todos los
maizes que tenyan los indios, y quemo vn pedaco de vn
pueblo que estava mas cerca de los indios, y con esto se
bolvio a Santa Marta sin hazer otra casa, por ver el temor
— 95 —
que asi cristianos como indios tenyan aquella gente de
aquella provincia. Después de todo esto pasado, como al
gobernador no se le quitava la tierra del daño que avia
ávido en Pocigueica, procurava por todas vias de se en-
mendar por alguna manera, y determyno de enbiar al
capitán Escobar, y al capitán Fernando de la Feria, y al
capitán Alonso Martyn, y al capitán Muñoz, a Pogiguei-
ca, a quemarles el pueblo al quarto del alva, o hazerles
gran daño, y asi fueron y partieron de Santa Marta hasta
trecientos lionbres, y partieron antes del sol puesto y lle-
garon al pie de la sierra sobre que el pueblo está, al quar-
to del alva, y en baxo en lo llano quedó el capitán Muñoz
con ciertos cavallos para socorrer a los cristianos quando
de arriba abaxasen, y asi subieron los cristianos con la
gense de a pie lo mexor que pudieron, y como yvan can-
sados, unos de cansados y otros de myedo, se les quedó
mucha gente en el camyno, de manera que los capitanes
subieron toda la sierra hasta arriba sin ser sentidos, y
desque llegaron casi a las dos partes de la altura del
pueblo amanecia ya, y como vieron que amanecía y los
indios avian de salir de sus casas de necesidad, recelaron
subir mas arriba y comentaron a poner fuego en las ca-
sas de los indios, donde comenco el fuego a arder muy
bravamente y se quemaron muchas casas y mucha gente
en ellas, diziendo los cristianos a boces: ¡vitorya, vito-
rya! Como la población es tan grande acudieron de mu-
chas partes del pueblo indios sobrellos, y hiryeron mu-
chos dellos y mataron, de manera que los capitanes rre-
coxeron su gente lo mexor que pudieron, y estando ellos
tanbien muy feridos comengaron a huir la sierra abaxo
hasta llegar a do quedó Muñoz, adonde avian dexado
sus cavallos, que era ya en lo llano, do se faborecieron
— 96 —
con los cavallos, y alli se ajuntaron los que se pescaaron
de los indios y se fueron a Santa Marta con muy gran
daño, donde en Santa Marta murió el capitán Feria de
las heridas que los indios le dieron, y muchos otros sol-
dados; sanó el capitán Alonso Martyn, y el capitán Es-
cobar que salió de alli muy mal herido, como persona
que avia recibido la mayor parte del trabaxo. Después
desto enbio el Governador ciertos honbres al valle de
Coto, que es entre Pocigueica y Santa Marta, y tomaron
alli a vn cacique de vn pueblo dicho Caeequynque, y to-
mado lo llevaron a Santa Marta, donde el Governador
lo mando meter en la cargel, con que lo tratasen bien,
pensando por bien le hada hazer virtud y le seria amigo
y convocase a sus amigos para que lo fuesen, y concertó
este yndio con el Governador que lo enbiase con cris-
tianos a su pueblo, que estava tres leguas y media de la
cibdad, y que el daria oro y haria que vinyesen otros
caciques sus amigos a ser amigos de los cristianos, y el
Governador, pensando que fuera asi, enbio a vn Villalo-
bos por tenyente, y al capitán Muñoz y al capitán Car-
doso con hasta 150 honbres para que fuesen con el dicho
indio a su pueblo y procurasen el amistad de todos los
otros caciques, que la del cacique que llevavan tenya
por hecha, y ellos fueron con el, y como llegaron a le-
gua y media del pueblo del cacique, viendo que era ya
algo tarde y recelándose de lo que después les sucedió,
por señales que vian en los indios, determynaron de rre-
posar aquella noche, y otro dia camynaron de mañana
hasta llegar a vn pueblo media legua de do avian dormy-
do, ya metidos en la sierra y de muy mal camyno, que a
duras podieron yr en los cavallos, y llegados alli, por
las malas señales que vieron en los indios pararon, di-
— 97 —
zíendo al cacique que era para comer la gente, y allí de-
termynaron de enbyar dos cristianos para que fuesen con
ciertos indios so color de buscar comida, y mirasen de
que manera estavan los indios, si estavan a punto de
guerra, o de paz, porque en sus muestras se vee, y des-
pués de llegados al pueblo, como los indios vieron que
los cristianos no podían dexar de conocer su intención,
determynaron de matar a los christianos, y ellos, como lo
sintieron, se bolvieron huyendo por unos despeñaderos
abaxo, y el vno dellos llego a los christianos, y el otro
mataron los indios, y enpegaron con cornetas a provo-
car a todo el valle para que saliesen a los christianos,
los quales lo hizieron y les tomaron los pasos, donde no
ubo otro remedio sino rrecoxerse con harto trabaxo, y
antes que se rrecoxesen ahorcaron al cagique y a otros
indios suyos capitanes que con el estavan, por la tray-
cion que avia acometido, y de alli se huyeron a Santa
Marta sin hazer otra cosa. Después desto determynó el
Governador de pedir gente a Bonda, cagique, y ir el en
persona y toda la gente del pueblo sobre este valle de
Coto, y fue dest'arte: que Pedro de Lerma con el capi-
tán Alonso Martin y otros entrase a la noche por la par-
te de Bonda con los indios de alli, y subiesen sobre el
valle de Coto, que era tomalles por las espaldas, y el
Governador con el capitán Céspedes y el capitán Cardo-
so, y Villalobos y la gente de a cavallo entrasen por la
parte de abaxo de hazia la mar, y llegasen al pie de la
sierra, para que él de alli enbiase a tomar algún paso
para faborecer a los christianos para quando se abaxasen
de las sierras, y asi lo hizo; llegado que llego el Gover-
nador mandó al capitán Céspedes que se pusiese en vn
cerro junto del mesmo Governador y de la gente de a
7
— 98 —
cavallo que alli estava, con cierta artillería, para fabore-
cer de alli, asi al capitán Cardoso que mando subir otro
paso mas alto con cierta gente de a cavallo, como a Pe-
dro de Lerma con los demás que avia por alli de abaxar,
y asi se hizo todo, que de noche se puso cada vno en su
lugar; quando rraya el alva, el capitán Cardoso llegava a
vn cerro alto a do descubría el valle y las poblaciones
del, y en esto amaneció y vieron que los christianos,
que abaxavan por las espaldas dellos quemando muchos
pueblos que ardían mucho, y en esto, como las pobla-
ciones eran grandes y la gente mucha y belicosa, comen-
taron a cargar sobre los christianos y sobre los indios
sus amigos, de manera que los comencaron a malparar,
porque los de a cavallo no les podían socorrer, por no
poder pasar adelante por la aspereca de las sierras, y
por defendelles aquel paso, estuvieron alli, y asi traba-
xaron los christianos lo mas que pudieron, y indios sus
amigos, hasta llegar abaxo de do estava el capitán Car-
doso, y de alli ya tuvieron algún sosiego, porque los in-
dios no pudieron tomar el paso do el capitán dicho esta-
va, que se lo defendieron hasta tanto que los christianos
esta van con el governador en salvo , y hecho esto los de
a cavallo comencaron abaxarse con gran temor, porque
los indios les perseguían mucho y les tomaron el paso,
pero al cabo se rrecoxeron sin perdida de ninguno, avn-
que con harto trabaxo; después de rrecoxidos se fueron
a la cibdad llevando los heridos en los cavallos.
Esto hecho, el Governador determyno de yr a la Ra-
mada a visitar a sus caciques y a toda la tierra que esta-
va de paz en la Ramada, y llegado que llegó alia comen-
tó, asi el como los señores que alli tenyan repartimyen-
tos, a pedir oro a sus caciques, como era costumbre, y
— 99 —
de allí determyno de enbiar a Villalobos por su tenyen-
te, con el capitán Cardoso y con el capitán Cristoval de
Bueso, a la tierra de Enpari, porque la avia dado en rre-
partimyento al capitán Cardoso y a otros catorce hon-
bres conquistadores, para que la fuesen a ver y a visitar,
y a que pidiesen oro y lo ayuntasen, y traxesen por me-
morya todos los pueblos que en la dicha provincia ovie-
se, para que después de traydo el oro delante del Go-
vernador y sabido quantos pueblos oviese y quantos
buyos en cada vno, para lo rrepartir conforme a la cali-
dad, asi del dicho capitán como de los que oviesen de
tener alli rrepartimyentos, y davale alli por estar el suyo
aleado en la tierra de Santa Marta y no tener el indios que
le sirviesen; y partido Villalobos tenyente con la dicha Sanía M*rta.y
gente, quedóse el Governador pidiendo por la tierra oro
y visitando la tierra, y ellos camynaron hazia el dicho
valle de Enpari, donde comentaron a andar por el y no
hallaron en el pueblo ninguno que no fuese quemado, y
tanto quanto mas anduvieron tanto mas daño hizieron a su
gente; [en] todo el valle, que sera 35 leguas de largo y cin-
co y seis de ancho, nunca hallaron pueblo ninguno que
no fuese quemado, y los indios andavan muy alborotados
durmyendo por los canpos, syendo valle muy hermoso
y rrico y de mucha gente y de muy hermosas mugeres
para indias, y de mucha caga; la causa desto fue que des-
pués que Pedro de Lerma vino de la jornada del rio
Grande, asi como pasaron de la Ramada para Santa
Marta, entró micer Anbrosio (1), que era governador de
(i) Ambrosio Alfinger, Gobernador de Venezuela, que murió en Cu-
cuta a consecuencia de las heridas que recibió en una emboscada de los
indios.
— 100 —
la provincia de Venecuela, por la parte que dizen Cu-
piare, que es hazia la parte de Venecuela, y entro en
Agui los aie. ia tierra y governacion de Santa Marta, entrando en el
manes. Ya esta
¿«esto en su lu- valle de Enpari fue atravesando el valle y llego hasta el
sar- cabo de la governacion de Santa Marta, que es el rio
Grande, do no dexo cosa ninguna que no destruyese, to-
mando muchos indios y indias, llevándolos atados y con
cargas, y del trabaxo se quedavan muchos por los camy-
nos muertos, y asi fue asolando y quemando toda esta
tierra, y entró luego en otra que está en el valle de Eupa-
ri, que se dize la provincia de los Putos, y lo mismo hizo
en ella, y de alli llego cerca de Tamalameque,que es vna
muy gran población y esta casi cercada de aguas, y por
ellas no pudo entrar dentro, y de alli pasó a vn pueblo
grande orilla del rio Grande, que se llama Qipuaca; salie-
ron los indios a dalle batalla; perdió alli cierta gente;
quemó todo el pueblo y de alli se bolvio al derredor de
Tamalameque, y fuese al derredor de las sierras y bolvio
otra vez al rio Grande por no poder yr al largo del por
causa de las muchas aguas, y de alli fue el rio arriba co-
rriéndolo todo, así la sierra como el rio, y como no pudo
correr mas el rio arriba llego a vn rio que dizen el rio de
Lebrixa, y de alli fue al derredor del quanto pudo, y
como no pudo pasar por las muchas lagunas que avia,
subió arriba a la sierra, donde hallo tierra fria y de harta
Muerte de Ai- gente donde saliendo los indios a el le mataron a el y a
finger por el año .
de 1532. mucha gente de la que llevava, y asi se bolvio la gente a
Veneguela con harto trabaxo. Yendo, pues, Villalobos por
el valle Eupari con la gente, entraron en la provincia de
los Putos, donde pasaron muy gran necesidad, porque
comoyvan fatigados sintieron alli mas la fatiga, porque
ni hallavan mayz ni otra cosa ninguna, ni frutas, por aver
— 101 —
quedado la tierra como dicho es; el rremedio que tuvieron
era cagar venados, alanceándolos a cavallo, por ser la tie-
rra de mucha caga; yendo con este trabaxo llegaron a vis-
ta de Tamalameque; estaba el rrio en medio dellos y de
Tamalameque; dezian los indios de Tamalameque que
fuesen alia y que ellos serian sus amigos, y esto dezian
a causa de pensar que ellos no podrían pasar el rio en
nynguna manera, y quando llegaron junto al lugar, que
estava solo el rio en medio, pidieron canoas en que pu-
diesen pasar, y los indios, como no deseasen acojellos en
sus casas, mas de hazer de boca cunplimyento con ellos,
no se las quisieron dar, diziendo que pasasen ellos a na-
do, pensando que si algunos pasasen sin cavallos, que
los podrían matar, y el capitán Cardoso viendo que to-
dos eran perdidos y que bolver atrás no avia rremedio,
por la mucha necesidad del mantenimyento, se echo asi
a cavallo por el rio y quiso, Dios que salió de la otra parte;
amenagando y atrepellando [a] los indios les hizo dar ca-
noas a los indios, en que paso toda la gente y se aposen-
taron dentro del pueblo, y allí hizieron sus amistades con
ellos y dieronles oro, y estando asi quexaronseles de
otro pueblo que estava junto del rio Grande, que se 11a-
mava £ipuaca, diziendo que eran sus enemigos y que les
avian tomado a su cagique y le tenyan quebrado los ojos,
y asi era la verdad, diziendoles que les faboreciesen,
pues eran sus amigos y les davan oro, y asi viendo como
ellos les avian rrecoxido y dado oro, determynaron de lo
hazer; dieronles quien los guiasen por tierra 150 honbres a
punto de guerra para que les guiasen por ciertas lagunas,
y ellos fueron por el agua [en] hasta 350 canoas, que era
cosa de ver, y no se partieron del pueblo los indios en las
canoas hasta otro dia que ellos sintieron que estarían en el
— 102 —
pueblo, y asi fue que los vnos por agua y los otros por tie-
rra dieron juntos en el pueblo de los indios, donde los in-
dios de Tamalameque, según se cree,rrobaron mucho oro,
y los christianos tomaron al cacique de Tamalameque que
los indios alia tenyan los ojos quebrados, jugando los mu-
chachos con el por el camyno; hecho esto, los christianos
trabaxaron con ellos para hazerse sus amigos, y que les da-
rían las mugeres y hijos que les avian tomado, y al cabo
lo que pudieron hazer fue que vinyeron cincuenta indios a
ellos diziendo que el no era cacique, siendo mentira, y hi-
zieron paces con ellos prometiéndoles que les serian ami-
gos a ellos y a los de Tamalameque, y asi les dyeron sus
mugeres y hijos que les avian tomado y se bolvieron los
christianos a Tamalameque, y estando allí para se holgar
diez o doze dias y se rreformar de la hambre pasada, de-
termynaron los indios de les echar de alli con mañas, y
fue asi: que vinyeron quatro indios de vn cacique de vn
pueblo que estava junto a Tamalameque, dicho Sopati,
los quales les dixeron que ellos, trayendoles oro la gente
del capitán miger Anbrosio, se lo avian tomado, siendo
mentira, y ellos procuraron, pensando ser verdad, de yr
tras ellos, demandando a los indios canoas para los echar
de la tierra, y si fuesen pocos tomallos y llevallos al Go-
vernador; y dadas canoas con los indios que les truxeron
la nueva, se fueron porque los guiasen, y asi los guiaron
y los llevaron hasta que pasaron su mesmo pueblo arriba
dicho, y de alli los sacaron diziendo que cerca de alli les
avian tomado el oro, y lleváronles hasta do hallaron la
huella de la gente por do avian pasado, que parecía la
huella de vn mes, poco mas, y dixeronles después que
vieron que avian de sentir su engaño, como de miedo
dellos se avian huydo, y asi pasaron algo adelante, y por
— 103 —
la necesidad de la hambre es bolvieron, no pudiendo pa-
sar mas adelante, y de allí se bolvieron a la Ramada, do
estava el Governador, y quando llegaron no le hallaron Aqui acavase
allí, que era ido a Santa Marta, y asi se fueron a Santa
Marta; antes de entrar a la Ramada el governador, tenyen-
do diferencias con Pedro de Lerma su sobryno, le prendió
y lo enbio a Santo Domingo, y de alli se fue al Perú, a do
después murió a puñaladas saliendo huyendo de la bata-
lla entre Almagro y Picarro; dieronle de puñaladas en su
cama; dizen que el Picarro lo mandó.
Estando las cosas en este estado, con las grandes 1531.
nuevas que venyan del Perú cada dia, viéndose los
conquistadores de Santa Marta pobres y fatigados, y
pensando ser gente que podian pasar por toda parte,
estavan todos desabrydos y deseosos de se yr al Perú;
avia muchos que se echavan a nado, pasando navios
por alli, para que los navios los tomasen, por no dar
el governador licencia a ninguno para que saliesen de
la tierra, y el governador estava muy fatigado porque
no se podia valer con la gente, y estando asi la gente se
alborotava de cada dia mas, el governador determyno
de enbiar a hazer vna jornada por el rio Grande arriba,
que camynase hazia el Perú, donde avian tenido siempre
buena nueva de tierra rica, y rrecelandose de la gente se
le yr de alia de la entrada, y que no bolverian a Santa
Marta, proveyó por su tenyente y capitán general a vn
clérigo bachiller dicho (1)... y enbio al capitán San Mar-
tyn y al capitán Céspedes por capitanes de la gente, y
enbio a vn Quiñones por maestre del canpo, por ser el
general clérigo para sentenciar y azer justicia, y enbio a
(1) Roto el ms.
— 104 —
un Santos de Sayavedra por capitán de agadoneros, al
qual dio garrote Quiñones por amotinador, después de
la muerte del clérigo; yendo esta gente camynando asi
ocho o diez jornadas, de a tres leguas la jornada, de la
cibdad de Santa Marta, adoleció dicho clérigo, general,
de la qual dolencia murió; dexo en su testamento a los
dichos capitán Céspedes y capitán San Martyn en su lu-
gar; anduvieron en esta jornada 18 meses, e pasaron el
rrio en unos vergantines que el Governador avia en-
biado, y pasado, camynaron el rio arriba hasta que no
pudieron mas por las muchas aguas y lagunas que ha-
llaron, y de alli se bolvieron a Santa Marta sin ha-
zer en este camyno cosa ninguna sino pasar muchos
trabaxos por causa de las muchas aguas que halla-
ron y ser tienpo de aguas. Bueltos a Santa Marta, sie-
te leguas de la cibdad supieron como era muerto Gar-
cía de Lerma, y como estava en Santa Marta el doctor
Infante por juez de residencia, donde quando llegaron
lo hallaron en la cama mal dispuesto y muy fatigado por-
que estava la tierra muy fatigada y aleada por aver sali-
do la mayor parte de toda la gente, los vnos a la jorna-
da dicha y los otros a tierra de la Ramada, donde el doc-
tor los avia enbiado; y después de aver llegado, rogóles
el doctor que fuesen, si les pareciese, a Bonda, porque
avian recibido mucho daño de los indios della, y procu-
rasen por alguna via de ver si podrian matar o cativar al-
gunos dellos; y viendo esto el capitán Cardoso, se ajunto
con San Martyn y Céspedes, capitanes, con alguna gen-
te, y fueron a Bonda, y haziendoles cierto ardid como
que huyan, echaron la gente de pie atrás, y los indios
con codicia de los alcangar abajaron a lo llano flechan-
dolos muy rreciamente, y desque los capitanes vieron
— 105 —
que podrían valerse con ellos y sus señores de los cava-
llos, rebolvieron sobrellos apartándose los soldados, y
alancearon muchos dellos y tomaron a vida algunos,
donde los castigaron muy neciamente, y con esta vitorya
se bolvieron a Santa Marta; esto, antes que el governa-
dor Garcia de Lerma fuese la vez postrera a la Ramada,
porque cada año yva a ella; después d' estar rrepartida
llego a Santa Marta vn cavallero portugués a quien de-
zian Gerónimo de Meló, al qual le quedava vn hermano
en Santo Domyngo, dicho Antonio Jusarte, e llegado
Gerónimo de Meló a Santa Marta tomo mucha amistad
el governador Garcia de Lerma con el, y siempre esta-
van juntos, y estando vn dia platicando en la grandeca
del rio Grande, diziendo la furia que traya y la gran po-
blación que avia en el, tomóle codigia al Gerónimo de
Meló de entrar por el arriba con algún navio, y dixo
al governador que no era aquello cosa para dexar sin
descubryr, que el queria yr, si el fuese servido, a descu-
brillo y ver el fondo del; y el Governador le dixo que el
lo avia querido intentar y que nunca avia hallado piloto
ninguno que se atreviese a entrar en el; y el le dixo que
no se diese nada dello, que el haria entrar al que con el
fuese, y que no oviese miedo ninguno. Viendo el Gover-
nador esto, como de antes tuviese mucha gana dixo que
a el le plazia, y enbio a llamar a vn Lyaño, piloto, que
andava y tratava en la provincia de Santa Marta, y en-
biolo con Gerónimo de Meló, y otro navio mas chiquito
tanbien, y quando se vieron sobre la barra ovieron los
pilotos muy gran temor, y si no fuera por Gerónimo de
Meló que los amenaco que los mataría si se bolviesen,
los hizo entrar dentro y subieron el rio arriba hasta 35
leguas, y fueron rrescatando con los indios; estuvieron
— 106 —
en la jornada cerca de tres meses, deíenyendose hazien-
do amistad con los indios y rrescatando con ellos; y
viendo Antonio Jusarte, hermano de Geronymo de Meló,
que esta va en Santo Domyngo, que el hermano tarda va
y no 1' escrivia, supo como avia ydo con la jornada del
rio, y sabiendo el gran peligro del rio ovo myedo que
fuese muerto, y vino a Santa Marta en buscad el, y estovo
en casa del Governador muy congojado por la tardanza
de su hermano, y no podiendo sufrir la tardanca, de eno-
jado de tanto esperar dixo al Governador que le dexase
yr a la Ramada mientras sabia nuevas del hermano, y el
Governador le enbio por capitán con poca gente, yendo
con el el capitán Carranca, para que llegasen a vna pro-
vincia dicha de Turma, que el governador avia dado al
capitán Carranca, antes que llegasen a ella llegaron a la
Ramada, y alli, yendo vinyendo del pueblo a la mar, sa-
lieron los indios a ellos y los christianos fuyeron los mas
dellos, pero al cabo el defendiéndose muy bien con vn
montante, murió, y los cristianos que con el y van; y ve-
nydo el hermano, como bido que su hermano era muer-
to, por indicios que vido yendolo a buscar, murió de
enojo. Después no a entrado navio, sino vergantines.
río Grande. Este ri0 saie a ia mar f agUa dulce, algunos dizen cinco
leguas, otros menos, según la creciente trae; hazese vna
ysla en medio de la boca, de largo de cinco leguas, y
de ancho de media legua; entrase por la boca grande,
que es hazia Santa Marta; en toda aquella costa no ere-
ge ni mengua la mar cosa ninguna.
Estando asi la tierra de Santa Marta en este estado,
faltos de dineros y de matenimyentos y gente, cada qual
procurava como se podria yr y fuyr de la tierra, y anda-
van en cada rincón haziendo ayuntamientos; el Dotor no
el año de 1532.
— 107 —
sabia balerse, ni que devia de hazer, ni de quien se avia
de fiar, pensando que la tierra se avia de despoblar en su
tienpo, y enbio a llamar vna noche al capitán Cardoso,
dándole quenta de la pena que tenya, de como se rece-
lava que le dexasen vn dia la gente muy solo, y lo dexa-
sen la mas de la gente o toda, y que no sabia como se
pudiese valer para escusar esto, porque via la gente tan
amotinada y levantada que en cada rincón andavan ha-
ziendo concilios para como se pudiesen yr; el qual capi-
tán le dixo como su parecer era que enbiase por dos par-
tes la gente, y ya que alguna gente le quedase seria poca
y podríase sustentar mexor, y la gente que saliese haría
lo mesmo; y asi lo hizo, porque enbio por vna parte a la
Ramada a vn capitán Ribera, y a vn Méndez con cierta Aqui comienza
gente para que visitase la tierra y demandase oro; y por
otra parte enbio a vn Mexia, que avia venydo con el de
Santo Domyngo, y al capitán Cardoso, a la provincia de
los Caraives, adonde Pedro de Lerma fue desbaratado, y
ydos que fueron anduvieron en ella, donde ovieron har-
tos recuentros, y al cabo la corrieron y andubieron toda;
perdieron en ella tres honbres que les mataron los indios,
tomaron muchos esclavos y esclavas, y como la gente es
tan brava nunca pudieron hazer paz con ninguno dellos;
Después que ovieron corrido la provincia y siendo carga-
dos d' esclavos y otras cosas, se bolvieron a Santa Mar-
ta, porque en toda la provincia no hallaron oro, ni lo ay
en ella. Antes que llegaran a Santa Marta, junto a Poci-
gueica los indios de alli intentaron de quitalles la caval-
gada saliendo a ellos, y alangearon y mataron dellos al-
gunos y se bolvieron arriba atemorizados. Los que fue-
ron a la Ramada tanbien volvieron, trayendo algún oro.
Estando las cosas en estos termynos llego Juan de Jun-
— 108 —
co a Santo Domyngo, que yva en vna nao, con hasta cien
honbres, porcapitan dellos, y llebava su canpo a Carta-
gena, y aportados ally los Oydores de Santo Domyngo le
rrogaron fuese a Santa Marta, que le yria mexor que en
Cartagena, porque como estava ally el Dotor Infante, que
ellos avian enbiado, quisieron ayudalle con gente para
si algo toviese necesidad, y quedóse en Santa Marta el
dicho Juan de Junco y la gente que consigo llevó. Ayun-
tados en Santa Marta tornó la gente a alborotarse de ma-
nera que fue necesario al Dotor bolvellos a enbiar otra
vez a Rivera con el Méndez a la Ramada, adonde mata-
ron al Méndez, y el Rivera con los que le quedavan se
fue a la governacion de Veneguela; y el capitán Cardoso
fue a la provincia de las Argollas, y después a los Ca-
raives y a Chimyla y a Mastes; de Santa Marta esta la
provincia de las Argollas 25 leguas, por tierra que lla-
man Pespes, hazia el rrio Grande, porque en medio está
vn ancón con gienagas que por el rrodeo haze mas de
veinte leguas por tierra lo que por la mar son doce. Dizese
de las Argollas porque hallaron ally vnas argollas de oro
que se ciñen por el cuerpo, de grosor de vn dedo. Salido
de Santa Marta fue a Pocigueica para si pudiese hazer
algún daño aquellos indios de quien antes avia rrecivido
mucho daño, y fuese a poner junto al pueblo en celada,
mandando a la otra gente que no era para tanto, que se
estuviese dos leguas atrás, y que no se moviesen hasta
ser el sol salido; y al cuarto del alva, saliendo el sol sa-
lieron ellos muy en orden para ir a sus labrancas, y sa-
liendo el capitán de la montaña dio en ellos y mato mu-
chos indios, y tomo vn capitán muy principal hermano
suyo, y hecho esto llego la otra gente que atrás quedava
y apartóse de alli vna legua, donde sienpre los indios le
— 109 —
fueron dando caga, y asi camyno adelante con los pri-
sioneros a fin de procurar paz con aquella gente, y asi
camyno y entro en la provincia de las Argollas, donde
nunca pudo hazer ningún indio de paz; ovo alli algunas
argollas de oro; tomo alli esclavos y esclavas; de alli se
fue a la provincia de Mastes, donde la hizo de paz, que
es vna buena provincia; ay en ella oro, avnque poco;
los indios de ella son de los mas hermosos y grandes y G* *<*«««• de
. fiaz y ellos le
bien hechos que se pueden hallar en las Indias; las mu- guiaron a ia¿r0-
geres todas a vna mano son muy chiquitas y muy feas. vincia deA^as-
De alli entro hazia el rio Grande a otra provincia que
llaman Aguas, y alli no quisieron ser de paz; dieronle
batalla, avnque turó poco porque huyeron luego; ma-
taron alli algunos indios; no es gente belicosa; de
alli se salió y boivio a Mastes, y de alli atravesó a los
Caraives y paso por toda aquella provincia sin se dete-
ner, porque en dándole guagavara luego huían; tomo alli
esclavos y esclavas; no es tierra de oro; de ay fue a Chi-
myla, que esta alli junto hazia la sierra, y de alli vino
corriendo toda Chimyla hazia Santa Marta, y alli le die-
ron algunas guagavaras; tomó indios y indias en ella; ay
aqui indias hermosas; ay poco oro; y de Chimyla salió
della camyno de Santa Marta, llevando sienpre consigo
al capitán de Pugigueica preso, y desque estuvo dos jor-
nadas de su pueblo le dijo que porque el viese en quan
poco los tenya, que si el quisiese le soltaría, y se fuese
a su tierra todo el que quisiese, y le daría a su hermano
que se fuese con el, y si quisiesen ser sus amigos, que el
seria suyo, y si no, que cada dia losyria alangear, y que
no les tenya myedo ninguno; y el, viendo esto, dixo que
avnque era indio, que tanbien era honbre como ellos, y
que tanbien conocia quien le hazia bien o mal, y que si
— 110 —
por su grado fuese, que el seria su amigo, pero que avia
otros mayores señores que no el; que el no era sino capi-
tán, pero que el hablaria con los caciques de aquel pueblo,
porque eran muchos y muy grande, y que el procurarla
mucho su amistad; pero que quanto era a su yda dende
alli, que el no se quería yr hasta que estoviese mas cerca
de su pueblo, y que estando cerca, que el se lo acordada,
y que el le tenya por honbre que no faltaria su palabra;
y después que se vido vna jornada de su pueblo pidióle
licencia para se yr, y el capitán le dio camysa y bonete
y quentas y vna hacha, que es lo que ellos procuran
mucho, y tres indios de los suyos que le aconpañasen, y
lo enbio, y el capitán llego al pueblo de Pocigueica de
ay a dos dias, y se apoxento en baxo con su gente y pre-
sa que llebava, y ni al pasar, ni al aposentarse, nunca los
indios le dieron grita como solían, ni abaxavan a el, an-
tes se sentaron en aquellos cerros myrando al capitán y a
la gente que lleva va, y asi se aposentó, y aposentado es-
tuvo alli aquel dia, y estando asi vino a el el hermano
del capitán con algún mantenimyento, diziendo que su
hermano no benya por estar mal dispuesto, y que avia
hablado con los caciques, y ellos le avian rrespondido
que siendo el sienpre asi y haziendolo bien con ellos,
ellos serian sus amigos, y que otra vez que el vinyese
saldrían a el a hablalle; y asi el capitán se salió desta
provincia y se fue a Santa Marta, y quando llego hallo
al dotor Infante ido, por dolencia que tuvo, a Santo Do-
myngo, y que dexo por su tenyente a don Antonio Becos
hasta tanto que vinyese el Adelantado don Pedro, y asi
partieron la presa de oro y esclavos, rreposando de los
trabaxos del camyno.
De ay a quince dias allego el Adelantado don Pedro a
— 111 —
Santa Marta; entrado que entró, de ay a diez o quinze
dias, como Bonda estava de guerra determyno de le en- Agui enir,c el
Adelantado Lu-
biar a llamar para ver si querian ser amigos; nunca lo g0,iS33.
quiso hazer; viendo el Adelantado esto mandó apercebir
la gente y a todos los capitanes, y fue a dar en el pueblo;
asentaron real al rrededor del pueblo, y luego otro dia a
la mañana comencaron a subir y se defendieron los indios
vn rrato, pero como tenyan el pueblo vazio, que avian
sacado fuera las mujeres y niños y bastimento, desmán-
pararon el pueblo y comencaron a huyr, y en la defensa
todavía mataron al pie de treinta christianos, pocos mas
o menos, y hirieron algunos, de los quales llevava en esta
entrada 1200 honbres, en que de todos no se supieron
dar maña sino los docieníos que eran viejos en la tierra,
porque los demás no se supieron dar maña. Hizo el Ade-
lantado quemar todo el pueblo, y se aposentó junto a él
en el canpo, y de allí enbio ciertos capitanes al rrededor
de Bonda, que fueron el capitán don Diego de Cardona, y
Tapia, y Diego de Urbina, y Orejuela, que avian ydo
d' España con el, y al capitán Cardoso, que alia estava
en la tierra, para que si no quisiesen venyr de paz, los
quemasen; fueron, y no quisieron venyr de paz y los que-
maron, y no murió honbre en esta jornada. De alli se
bolvieron y abaxaron a vn valle donde el Adelantado les
fue a esperar, donde quemo algunas casas y ovo vn re-
encuentro donde le hirieron alguna gente, y de alli se
salió y se bolvieron a Bonda, do antes estavan, y de alli
enbio el Adelantado a su hijo don Alonso al valle de
Tayrona, que es de Santa Marta, 18 leguas de Santa
Marta costa de la mar, apartado de la mar, seis leguas
hazia la Ramada; y enbio con el al capitán Diego de
Urbina y a don Diego de Cardona, Orejuela, al capitán
— 112 —
San Martyn y al capitán Cardoso y al capitán Alon-
so Martyn y al thesorero Lebrixa; fueron a Taironaj
donde ovieron ciertas guagavaras donde les hirieron en
vn paso veinte ó treinta honbres, y en otro paso se lo de-
fendieron y hirieron al capitán San Martyn y Alonso Mar-
tyn, y desbaratados los indios fueron corriendo todo el va-
lle, y como la gente estava alborotada no hallavan en todo
el valle de comer, ni oro, ni otra cosa, y como vieron
que no hazian nada y tenyan nueva do estava vn cagique
de la Ramada, principal della, dicho Marivare, que es-
tava cerca de aquel valle, determyno de yr sobre el, a
ver sy le podian tomar, y camynaron gran parte de la no-
che y en rrayando el alva llegaron donde estava el dicho
cagique, y derramóse la gente por el pueblo, unos a un
cauo y otros a otro, buscando al dicho cacique, porque
estavan las casas muy apartadas unas de otras, y andan-
dolo buscando y no lo aliando, apartóse el capitán Car-
doso una costeguela arriba cerca de las otras casas, y
alióle en vna casa que alli avia hecho; tomóle por la ma-
no y sentólo consigo debaxo de vna ramada que delante
de la puerta tenya, poniendo primero a las puertas de la
casa del dicho cacique dos honbres a cada vna para que
no dexasen entrar ni salir a nadie, y hecho esto mando
llamar a don Alfonso para que viniese a ber al cagique
llamado Maribary, el qual vino luego, y benido, bino con
el el capitán San Martyn, que al presente era Contador,
y llegado dixo don Alonso al capitán San Martyn y al
capitán Cardoso que tubiesen alli consigo al dicho caci-
que mientras el ponia recaudo en lo que ubiese en la
casa del cacique, y entróse dentro con dos criados suyos
y estubo alia gran rrato y a cauo desto salió y saco asta
trecientos o quatrogientos pesos, diziendo que no abia
— 113 —
aliado mas; créese que tomo el alli al pie de tres myll
pesos de oro, que podrían baler dos myll o dos mil y
quinyentos ducados, y esto se cree por el bulto que acia
el mismo oro, porque quando yban caminando lo lleba-
va vn yndio acuestas, y no prodria ser mas lo que alli
tomó; ubo grandes murmuraciones sobrello, asi alli por
el camino, como en Santa Marta después de llegados, di-
ziendo que abia tomado mas de xxx myll pesos, y esto
decíanlo los que no sabían las cosas de la tierra; fue cau-
sa de aber entre el Adelantado su padre, y el, mucha dife-
rencia, por cuya causa, según se cree, después de buelto
don Alonso a Santa Marta se bino a Castilla.
Partido don Alonso para España, determyno el Ade-
lantado su padre de enbyar a hazer vna jornada camynan- i&j.
do hazia el Quito, en la qual enbio por su tenyente y
capitán general a vn licenciado Goncalo Ximenez que
d' España llevo por su tenyente. Determyno de enbiar
dos armadas, vna por tierra y otra por mar; en la de tie-
rra enbyo al dicho tenyente; por capitanes al capitán San
Martyn, al capitán Juan de Céspedes, al capitán Junco,
al capitán Lázaro Fuente, al capitán Suarez; por la mar
enbio a don Diego de Cardona, y a Diego de Urbina, y
al capitán Cardoso, y a vn Orduña y a vn Juan Chamo-
rro; partióse el armada de tierra 25 dias primero que la
de la mar; partióse la de la mar vn Jueves Santo después
de cerrado el Señor; fueron a dos leguas de ally por es-
perar a rrecoxer la gente toda; el sábado de pascua, a las
10, después de rrecoxida la gente, se partieron del puer-
to do esta van, que se llamava Cuxaga, y tenyan de alli
a ocho leguas el río Grande, por do avian de entrar; ví-
noles grande serracon, que no savian los vnos de los
otros, de manera que se perdieron sin se poder hallar los
— 114 —
unos de los otros, y ovieron de correr a popa, y después
que fue de dia claro no parecieron juntas sino la fusta
en que yva don Diego de Cardona y Diego de Urbina, y
el bergantin do yva el capitán Cardoso, y otro bergantin
en que yva vn flamenco, y pasaron con gran tenpestad
por la boca del rio Grande, por do avian de entrar, y
con la gran tormenta y serragon no pudieron y corrieron
la costa hazia Zanba, pueblo que es en la governacion
de Cartagena, e yendo ocho leguas, poco mas o menos,
del rio Grande, hazia Cartagena, se quebró el governalie
de la fusta y le convino dar en tierra, do se perdió, sal-
tándose la gente, y perdióse lo que llevava; el capitán
Cardoso y el flamenco corrieron hasta Zanba, puerto
abrigado, en la governacion de Cartagena, y surgieron y
se guardaron de la tenpestad, y otro dia de mañana co-
rrieron a entrar en Cartagena para ser proveer de las co-
sas necesarias, porque lo avian todo echado en la mar,
que no les avia quedado sino el artillería; llegados a
Cartagena hallaron a vn Manjarres, que yva en la mesma
flota, con vn bergantin que avia corrido con la tormenta
hasta el dicho puerto, y estando ellos en Cartagena alle-
garon a ella Diego de Urbina y don Diego de Cardona
con los soldados que llevavan, los quales avian venydo
por tierra hasta Cartagena, y de alli se bolvio el capitán
Cardoso con tres o quatro criados, dexando los soldados
que llevava en su conpañia, porque no le quisieron se-
guir, para bol ver otra vez a Santa Marta; y asi vino a
Santa María y dio quenta al Adelantado de lo sucedido
en el armada, y don Diego de Cardona y Diego de Ur-
bina se quedaron en Cartagena y no quisieron bolver a
Santa Marta. Llegado el capitán Cardoso a Santa Marta
hallo que don Pedro de Lugo, por tener nueva que todos
— 115 —
eran perdidos, avia echo otra armada en que enviava a
vn lycenciado Gallegos por tenyente, y a vn capitán Al-
varazin, y a vn Gómez de Corral, por capitanes; después
de llegado el capitán se enbarco en la dicha armada en
vn vergantin, haziendo gente para llevar consigo, y se
partieron y entraron por el rio Grande con harto trabaxo
y seguieron su camyno el rio arriba hasta alcangar al ly-
cenciado Ximenez que y va por tierra con su gente, y al-
canzáronle ochenta leguas el rio arriba, y de alli fueron
todos juntos, unos por tierra y otros por el rio, y estu-
vieron cerca de ocho meses hasta llegar a la tierra des-
que par tieron de Santa Marta, que será de la mar ciento
veinte leguas.
Alli estuvieron en la Tora mas de tres meses buscando
camyno por do yrian a la sierra, porque todo aquello in-
termedio entre el rio Grande y la sierra era todo de alagu- AgMi comienza
nagos llenas de yslas en medio de mucha arboleda, y el *i*&*
capitán Cardoso y el capitán Alvarazin anduvieron en
busca de los camynos, y al cabo hallaron vn rio que ve-
nya de la sierra, por do subieron con vna canoa y halla-
ron por señas que vieron que avia camynos por do los
indios yvan y venyan a la sierra, y de alli se bolvieron
al real, y dieron nuevas de lo que avian hallado, y que les
parecia que por alli podian yr con los cavallos a la sierra,
y todo el real, para lo qual enbiaron al capitán San Mar-
tyn para que camynase por la tierra adentro para se in-
formar de que tierra era, el qual fue y anduvo alia 15 o
20 dias y hallo que los indios camynavan por alli a bus-
car sal, y de alli se bol vio porque hallo rrastro de mucha
gente y el llevava poca, y el tenyente torno a enbiar al
capitán Céspedes y al capitán Lebrixa con gente para ir
a descubryr mas adelante, los quales fueron y hallaron
Salieron de
Sa7ita Marta se-
— 116 —
grandes despoblados de tres y quatro dias de despobla-
do, y de cinco, asi que se bolvieron después que llegaron
a tierra poblada, que la vieron de vnos altos a do subie-
ron, y bueltos al real dieron nueva de lo que avian visto
de la tierra, que avian visto muchos humos, que era se-
ñal de gran población. Visto esto por el Lycenciado y
por los capitanes, ovieron su consejo que devian de en-
byar a Santa Marta a los dolientes, con la gente de los
vergantines, o que los dexasen en el rio para que les es-
perasen alli hasta que podiesen descubryr mas la tierra y
ver lo que avia en ella, y para este viaje hicieron salir al
capitán Cardoso de los vergantines para yr con ellos, por
ser honbre esperto en la tierra y de mucha esperiencia, y
teQientos y dn- tanbien hizíeron yr al capitán Alvarazin por ser honbre
cuenta honores ge j entendia de la tierra, y comencaron a camynar
en los verganti- ~ ' J * •>
nes.y en los que por tierra con todo el real, donde pasaron grandes mon-
fueron por he- tañas y despoblados, aviendo muy grandes hanbres, a
rra; llegaron a J r ./o i
Bogotá i7S; ios tanto que vinyeron a comer vna adarga y perros sarnosos
demos muñeron, estavan como gafos, y asi camynaron con este tra-
salvo cien hon- A ° J
¿res que queda- vaxo hasta que allegaron a lo rraso y salieron de las
ron, por su mai m0ntañas, donde comencaron a hallar mucha comyda de
concierto del ly-
cenciado Gaiie- mayz y carnes de venados y de otros anymales dichos
gos; murieron las curüs en abundancia, y frutas de la tierra; comencando a
tres Partes de líos ' J > Y
a mano de los in- camynar por el valle, al cabo de tres o quatro dias, aca-
dios- , bados los quales, vn dia de mañana, como la gente venya
muy fatigada quisieron ir a vn pueblo que vieron en vna
sierra, y los indios como vieron que todos yvan al pueblo
y que no quedava sino el capitán Cardoso con la rreta-
guarda con quatro o cinco de a cavallo, y muchos do-
lyentes cargados en bestias, hechos cargas, dieron en
ellos, donde mataron los christianos muchos dellos, por-
que luego el capitán fue socorrido de los que arriba es-
— 117 —
tavan. Aposentáronse aquel dia en aquel pueblo, y otro
dia camynaron adelante y dos leguas de ally hallaron vn Los yndios dan
o ./ en la retaguar-
pueblo nuevo que el señor que llamavan Bogotá avia da.
acabado de hazer, el qual pueblo era muy hermoso, de
pocas casas y muy grandes, de paja muy bien labrada,
las quales casas estavan muy bien cercadas de vna cerca Entra» en u
, casa Real de Bo-
de hazes de cañas por muy gentyl arte obradas; tenyan gota,
diez o doce puertas, con muchas bueltas de muralla en
cada puerta; era cercado el pueblo de dos cercas; tenya
entre cerca y cerca vna muy gran plaza, y entre las casas
tenya otra muy hermosa plaza; vna casa dellas estava
llena de tasajos de venados curados sin sal. Llegados a Aposenta,™ $»
el pueblo nuevo y
este pueblo se aposentaron en el porque no hallaron gen- easa Reai de bo.
te que se lo resistiese; estubieron alli aquel dia; otro dia s°ta-
llegaron diez o doce indios cubiertos con mantas negras
y bonetes de algodón negros, de aguja, cumplidos, y
traxeronles venados de parte del Señor, y vn poco de oro.
Dixeron que venyan alli a hazer sus honrras por los muer-
tos que avian muerto en la batalla, y comencaron a can-
tar a manera de lloro que los christianos no los entendían
porque no tenyan lengua que bien los entendiese; turó Honrras que
este lloro y alaridos ora y media, poco mas o menos; foJ.
acabado, se fueron; enbiaron a dezir con ellos al cacique
que vinyese a ser amigo de los christianos; si no, que le Llaman ios
. , ' . christianos a Bo-
quemarían el pueblo y le darían guerra; el qual no quiso got&.
venyr. Otro dia se partió de alli el real y fue a dos leguas
de alli a otro pueblo dicho Chia, porque es el pueblo do
reside el que a de suceder por muerte del Señor, el qual
se llama Chia, como acá dezimos principe, y luego que Van aChia>?
llegaron al pueblo, el qual es muy grande, halláronle ZiJ
despoblado, que se avian ydo del indios y indias; estuvie-
ron alli algunos dias; algunos indios caciques, avnque
— 118 —
eran suditos a Bogotá, que era el mayor, o por myedo,
o por saber que gente era, les enbiavan comyda y man-
tas; el señor de la tierra quando lo supo mando al sobre-
dicho Chia y a los capitanes que matasen a los que yvan
a llevalles comyda y mantas a los christianos, los quales
Matan a los j0 hiñeron y a muchos davan de palos y les quitavan la
que llevan comi- '
da a los chrü- comyda, y algunos dellos les rasgavan las mantas y se las
¿zanas.
atavan al pescueco por gran deshonrra, diziendoles: yd
a los christianos que os vengan a vengar; y asi venyan
algunos dellos a los christianos a quexarse; los christia-
nos, viendo esto, determynaron de enbiar al capitán Car-
saie ei capitán ¿oso con cuatro de a cavallo y hasta veinticinco de a pie,
Cardoso con poca
gente, y ¿or que porque como estavan muchos dolyentes y cansados no
causa, y da en ios ovo [Ugar de saiir maSj- q\ qUaj fue y poniéndoseles en pe-
lada al pie de la sierra, pegado con vn rio a do la mayor
cantidad de la gente estava, y esperando alli hasta que
amaneciese, y viendo recoxer las velas dio en los indios
en las espaldas dellos, y entrado con ellos juntamente
en el real y como se hallasen salteados, no tuvieron any-
mo para se poner en defensa, antes comentaron a huir y
tomaron los christianos muchas mugeres y muchachos;
no quisieron yr tras los demás por vellos yr huyendo;
soltaron tiros para que les acudiese gente del real para
poder llevar la presa, que serian hasta trecientas anymas
de mugeres y muchachos, con los quales se remediaron
muchos porque no tenyan esclavo nynguno; tomaron alli
cantidad d' esmeraldas, y muchas mantas de la tierra y
otras muchas cosas con que se proveyó el real, y con esta
presa se bolvio el capitán al real, donde fue recibido con
mucho plazer, donde después de allegado vinyeron luego
hasta veinte indios; los diez avia soltado el dicho capitán
Cardoso para que fuesen con rrecado a los otros, enbian-
La gente que
Cardoso cautivó.
— 119 —
do a dezir a Chila que vinyese a ser amygo de los chris-
tianos v le darian todas las mugeres y niños que les avian Enhian a Ua-
J ° ** * mar a Chila, y
tomado, y a esto vinyeron los veinte indios a contratar nopareqe.
al real, pero nunca pudieron acabar con ellos que el Chi-
la pareciese ny vinyese a ellos; fue rrepartida esta presa
por los capitanes y soldados según al tenyente pareció.
Procuraron todos de enseñar la lengua española a estas
mugeres para se poder entender con ellas, la qual toma- Ensenan u un-
gua española a
ron en breve. Estuvieron en aquel pueblo algunos dias ¡asi
¡numeres.
y tuvieron nueva que el gran cacique Bogotá estava en
vn pueblo, al qual llaman Bogotá, que esta tres leguas
de Chia; fueron alia los christianos, y quando llegaron
no le hallaron, ni indio ninguno; yendo camynando para Van los chris-
¿¿anas a buscar a
alia salióles al camyno vn cacique llamado Subausac, el Bagota.
qual traxo carne y algunas cosas, pero entonces no su-
pieron quan gran señor era y dexaronlo lybre, el qual les Eieagique su.
r ^ ° ' bausag sale al ca-
enbiava sienpre carnes y mantas; este salió después por mino y es amigo
buen amigo de christianos, avnque todavia andava absen- de Cristianos.
tado por myedo de Bogotá.
Estando en este pueblo que dezian Bogotá enbiaron z&s.
muchos mensajeros al cacique Bogotá para que vinyese
a ser su amygo, mas el nunca lo quiso hazer; determyno
el tenyente de enbiar a buscarle tres leguas de alli, que
dezian que le hallarían; enbio al capitán San Martyn y al '*&. van ees.
, , ,, pedes y San Mar-
capitan Céspedes con gente, los quales no le hallaron y tin a buscar a
tomaron más de doscientas anymas de indios y de indias Bogotá.
que estavan en vn pueblo, y los indios se recoxeron al
monte. A este pueblo acudían muchos indios trayendo a
los christianos algún oro y esmeraldas y mantas, y acae- Querían que-
da, poner los indios de noche fuego a los pueblos, como ¡J£»? los chris'
eran de paja, para quemar en ellos a los christianos, y
esto hizieron tres o quaíro vezes, y los christianos estavan
— 120 —
ya recatados desto. Estando asi los christianos vinyeron
algunos indios a ellos, diziendo que ellos los llevarian a
do estavan las esmeraldas, y que aquellos indios de do
las sacavan tenyan gran cantidad dellas y les dañan a ai-
mocadas, porque eran muchas las que tenyan, y todo esto
hazian por los echar de la tierra a la tierra del cacique
Tunxa porque era su enemigo dellos; los christianos
Lotyndiospro- viendo esto, como estavan ya con mas tuercas determy-
curan dt hechar ,
a los ckruuanos naron de yr alia, y camynando^con sus guias llegaron a
en la turra de vn cacique, a cabo de ciertos dias que camynaron, que
se llama Turmeque, y alli les truxeron algunos indios
algunas esmeraldas y oro, todo esto en muy poca canji-
vaiengueio, va ¿a^ y determynaron de tomar guias que los llevasen a
a las minas de . , , , 1 ,. .. .,
las esmeraldas. las mynas de las esmeraldas; enbiaron alia con cierta
gente al capitán Pedro Hernández de Valeneuela; es-
tuvo quince dias en ir y venyr; cavaron en las mynas
asi los christianos como los indios que llevava; no pu-
dieron sacar mas de vna o dos esmeraldas, porque se sa-
can con mucho trabaxo; están estas mynas en vnas sie-
rras que son mas altas que ningunas de aquella tierra; es
tan grande el altura que myrar abaxo a la tierra llana pa-
rece mar; estas mynas d' esmeraldas son de tierra; lleva
dentro de si vnas vetas a manera de greda pegagosa que
tira a color de cielo, y dentro se crian las esmeraldas; na-
cen todas ochavadas que ningún lapidario las puede
ochavar mexor; salen blancas; después vasen haziendo
con el tienpo mas verdes, porque se hallan vnas que es-
tan medio blancas y medio verdes, y hallanse muchas es-
meraldas juntas que tienen su fundamento como gepa de
vna picarra, y ellas salen della como rramitos, y otras se
hallan por si; y de alli se bolvio el capitán Valenguela
trayendo tres o quatro piedras de precio que los indios le
— 121 —
avian presentado. Estando alli en Turmeque, donde esta-
va el real, fueron algunos capitanes a saltear por manda-
do del tenyente, en que fue el capitán Cardoso y tomo
alguna cantidad de indios, entre los quales vinyeron dos
que dixeron que ellos le pornyan con el gran cacique o/receme do*
Tunxa, y que tenya tres casas llenas de oro y que los pos- ^TILCíZo*
tes de las casas eran todos de oro, y determynaron de yr con ei gran caSu
alia; lleváronlo los yndios por muchos pueblos donde que Tunja"
eran la xornada de vn dia; los truxeron catorce dias ca-
mynando, donde ya que estavan cerca camynaron a toda
furia y llegando a do estava el Señor, a puesta del sol
lo tomaron, apeándose eitenyente y el capitán Céspedes Toman aT™-
y otros capitanes; quedo el capitán Cardoso a cavallo con ja"
alguna gente, recelándose de la mucha gente que veyan, y
los que se apearon pusieron en cobro al cacique y a todo
el oro y piedras d' esmeraldas que hallaron, y el capitán
quedo rondando las casas del Señor, que estavan cerca-
das con la gente que tenya; turó el recoxer del oro y pie-
dras y ropa de mantas muy finas y quentas, que todo era
en gran cantidad, a lo menos la ropa, que era mucha y saque** *'**•
muy fina; turó hasta el quarto del al va, y todo este tienpo J?¿ casa
ovo muy gran rrumor y alboroto en los indios, ellos por
entrar con el señor, y el capitán por los defender; murie-
ron algunos indios en la refriega; al quarto del al va, de Pelean con los
cansados y atemorizados de los que avian muerto cesaron mdws'
ya y se apeo el capitán y pusieron guardas y velas para
que no viniesen sobrellos otra vez los indios; tomaron
aquella noche cerca de 280 myll pesos de oro bueno y
malo, y gran cantidad d' esmeraldas; ya que seria tres La fresa que
a iii- 1 1 • 1 < . ganan los chris-
oras de sol bolvieron algunos indios sobrellos, pero como tíanos.
los christianos estavan en guarda y estavan la mayor parte
de los christianos descansados de la noche, cavalgaron a
— 122 —
vuelven a fe- priesa y dieron en los indios y los hizieron huir; hecho
lear con los yn- , . , . .
¿ios. esto comengaron a tratar con el cacique diziendo que
ellos tenyan noticia que el tenya gran cantidad de oro;
que se lo diese y que lo soltarían y serian sus amigos;
el qual cacique dixo que el lo daria, y asi los traxo en pa-
labras, diziendo vnas vezes que lo avian llevado los in-
piden a Tanja r\[os y qUe j0 tenyan ascondido en el monte, y otras vezes
su tesoro. .
que lo tenya enterrado; hizo cavar en muchas partes de
sus casas y nunca hallaron nada; viendo los christianos
esto fueron en demanda de otro cacique que estava de
alli ocho o nueve leguas, que dezian de Sagamoso, di-
ziendo que tenya muy gran cantidad de oro, el qual ca-
vcm en de- cique huyo y no los espero; hallaron en sus santuarios
manda de Saga- .
meso, y antes no hasta treinta y tantos myll pesos de oro en joyas, esto he-
i, tomaron. chas ofrendas a sus tunxos o dioses; eran águilas, coronas
y otras joias de otras maneras; texuelos de oro, pan de
oro de diez marcos de peso; halláronse algunas esmeral-
das buenas, mantas, quentas; tuvieron alli en vna sierra
vna refriega con los indios, y de alli se bolvieron a Tun-
BveivenaTun- xa^ y vueltos estuvieron alli algunos dias, y los indios de
vn cagique alli vezino, gran Señor y muy baliente honbre
guerrero, enbio a dezir a los christianos que los avia de
matar a todos, y que avia de hazer pavesas de los cueros
de sus cavallos, y de sus dientes quentas para sus muge-
res, y quando no se cataron binyeron sobre los cristianos
Amenazas de gran cantidad de indios, donde ovieron batalla y los des-
sobre los cristia- barataron; murieron alli mucha cantidad de indios; trayan
***• langas de palma muy dura, y muy largas, de a treinta y
treinta y cinco palmos, y magañas como espadas, de la
mesma palma; tyraderas, algunas hondas; vinyeron con
buen congierto, esperaron en vn canpo llano, y desque
vieron la mortandad que en ellos los christianos hazian,
7a
Dan noticia de
— 123 —
huyeron; hecho esto, de ay a ciertos dias, por los indios
echar los christianos de la tierra, dixeron que avia vna
tierra hazia el Quito, dicha Neyva, en la qual avia muy
gran cantidad de oro, en que avia vna casa llena de oro
& ' n Neyua.
en grano, y los postes della eran de oro; puso a los chris-
tianos en codicia de yr allá; tomó el tenyente al capitán
San Martyn y al capitán Céspedes y al capitán Cardoso
y al capitán Lebrixa y al capitán Alvarazin y al capitán
Suarez con alguna gente para que fuesen con el a Neyva;
dexo en su lugar para guarda del real y del oro a su her-
mano Hernán Pérez de Quesada, y el capitán Juan del Van f Neyva,
*" ' •' r y quedo en el
Junco, y fuese camynando con la gente dicha a Neyva; reai HemanPe-
llegaron a tierra de Bogotá y de alli fueron a vn pueblo rez de Quesada-
dicho Pasga, y alli se informaron de los indios del camy-
no, porque los indios de Pasca tratavan en Neyva con
sal y trayan oro de alia; alli supieron como era el camyno ¿/««*«Paíí*
muy despoblado y que de alli a Neyva no avia donde
hallar comida mas de vn pueblo pequeño en que no avia
sino turmas; proveyéronse en Pasca de pan y tasajos y
maiz para el camyno; camynaron llevando cuatrocientos D,e. lo.s guales
^ J ' •> no volvieron seis,
indios cargados con comyda y provisión; llevaron en esta porque todos mu-
jornada mucho trabaxo; al fin llegaron a Neyva; desque ^¡ifLfiTtTe-
llegaron no hallaron de lo que los indios les dixeron, mas rramuy doliente,
de que se hallaron juntos al rio Grande, y del otro cabo
estava vn pueblo razonable; hablaron con los indios que
estavan de la otra parte del rio; tuvieron tanta platica
hasta que paso vn indio principal [que] traxo ciertas pa-
tenas de oro que pudieran pesar trescientos o cuatro-
cientos pesos de oro, diziendo que no tenyan oro; nun-
ca le pudieron sacar mas hasta tanto que les amenaga-
ron que pasarían del otro cabo si no les davan oro y
no venyan a ser sus amigos; bolvio el indio con mas oro,
Llegaron a
Neyba, IS3Ü.
— 124 —
avnque poco; determyno el tenyente de enbiar del otro
cabo , y como el rio era tan grande y tan furioso no
pasan ei rio osaron pasar con el capitán Cardoso ninguno de los que
Grande. _, , j , ,
avia señalado que pasasen con el, por no se atrever, y
asi se bolvio al real; después, ocho o diez honbres se
atrevieron a pasar con el y pasaron con hasta tres cava-
llos, porque todos los cavallos se les bolvian con la furia
del agua; pasados del otro cabo, como los indios los
vieron se pusieron en huida dexando al pueblo solo;
buscaron todo el pueblo; no hallaron ningún oro sino
fue en vna casa do hallaron algunos muertos enbueltos
en mantas, los quales tenyan atadas vnas lamynas gran-
des a manera de lunas de oro muy fino arriba de los pe-
chos; podían valer hasta myll ducados; y asi se bolvio el
van descu- capitán; buelto, determynaron de enbiar a descubryr el
arriba. ' *** rio arriba al capitán San Martin y al capitán Céspedes;
quedóse el tenyente con los demás; anduvieron ocho o
diez dias, al cabo de los quales se bolvieron por falta de
herraje, que como la tierra es muy pedregosa y que gasta
mucho, gastafon en breue el herraje que llevavan, a
que les fue forgado bolverse, y también la tierra es muy
La tierra mai doliente, tanto que en el poco tiempo que en ella an-
sana; buelvense a , , . , , ii«i jii
BogotayaTun- dubieron, por el mucho calor della no quedo hombre
j'a- que no adoleciese; murió vn soldado, y si se detuvieran
murieran todos, y asi se bolvieron a Bogotá, y de alli a
Tunxa; en Tunxa estuvieron algunos dias procurando ha-
zer de paz a los caciques; algunos quedaron de paz, aun-
que no de muy buena traga; de alli se partieron con todo
el rreal a la tierra de Bogotá, donde empegaron a hazer
algunos caciques amigos; vino el cacique Subausaque a
ellos, muy amigo, el qual tuvo siempre su amistad; fue
la causa desta amistad que el cacique Bogotá, su yerno,
— 125 —
como supo que el de antes avia ydo a ver a los cristianos
y les dava de lo que tenia, como era mayor señor quel
prendiólo y quemóle muchas casas y matóle muchos yn-
dios, tomóle alguna cantidad de oro; a esta causa procuro
después ser amigo de los cristianos y conservar el amis- *""/*' era
r ° • • j amigo de cnstia-
tad. Estando asi las cosas supieron los cristianos do nos subamque.
estava Bogotá, que era en un monte donde el habia he-
cho vnas casas con un cercado; determinaron de yr vna
noche sobre el para le tomar, y dexaron el real do esta-
van y acercáronse mas a el, que podría ser hasta tres le-
guas de do el estaba, y embiaronle de alli mensajeros
por le asegurar, diziendo (1) que ellos no querían con el
guerra, sino mucha amistad, y porque estaban de camino
para se bolver do tenían el real, que les viniese a ver, o
a concertar con ellos su amistad, y que embiase el otro
día, porque no se podían ellos mas detener, y Bogotá Todo esi0 de
r * r Bogotá está pues-
no embio el mensajero, ni rrecado ninguno; los cristia- toeneíazoiss?,
nos, la otra noche siguiente tomaron los yndios que te-
nían de su servicio, asi indios como indias, y atáronles
las manos y los pies dentro de las posadas do estavan, y
bien amarrados a las casas los dexaron en anocheciendo,
porque ninguno fuese a avisar a Bogotá, ni a otro indio;
partiéronse a las diez de la noche muy callados sin ser
sentidos, fueron una ora o dos antes que amaneciese
aquellas casas y cercado do estaba Bogotá, y pusieron a
la rredonda del cerrado sus soldados y gente de a cavallo
para que no pudiese salir sin ser tomado; entraron dentro
el teniente y mucha gente, de manera que tomaron den-
tro alguna gente, y mucha huyo; fue ventura que luego
Van en busca
de Bogotá,
a donde es su lu-
gar.
Cercan a Bo-
gotá.
(i) Lo que sigue se halla tachado en el ms. hasta la pág. 127: «al caci-
que, porque dixese y confesase do tenia el oro».
— 126 —
después se supo que por un postigo falso se salió el dicho
salvase Bogotá. caciqUe, do estavan dos hombres de a cavallo, y dos sol-
dados, con codicia de le tomar una manta rrica que lle-
vaba le dieron una estocada y le dexaron yr después de
tomada la manta, diziendo que no avia por allí salido yn-
dio ninguno. El cacique se fue asi herido al monte, que
estaba alli cerca, do murió sin nadie saber del hasta que
después fue descubierto por vnas aves que llaman galli-
nas, que comen carne humana, que como no lo hallavan
como fue des- los yndios, visto que las aves yvan aquel lugar a comer,
cuburto Boga*. fueron el rrastr0 dellas sospechando lo que era, y lo ha-
llaron, aunque los cristianos en un año no lo supieron,
sino que era biuo; y de allí se bolvieron a do avian que-
dado los indios atados, los quales eran ydos, que los
auian desatados los yndios de la tierra, y de alli embiaron
por el rreal para que se juntase con ellos, y estuvieron
alli, y a cabo de ciertos meses supieron como era muerto
saben lamuer- Bogotá, y como se avia levantado con la tierra un gran
capitán suyo que llamaban Sagipa; procuraron de atraelle
a que viniese de paz, con halagos, el qual a cabo de al-
gunos meses vino a ellos e dixo que el tenia guerra con
los Panches, que es gente feroz que comen carne huma-
na; que le favoreciesen para ylles a matar y que seria su
amigo y que el ida con ellos, lo qual el teniente aceto y
van con Sagi- fueron con el; dieron en un pueblo vatalla a los yndios;
í> los pSXÍ mataron muchos dellos; bolvieronse a do estavan aposen-
¿rendenh. tados; el cacique andaba huyendo dellos, aunque no muy
a la descubierta, y determinaron los cristianos de lo pren-
der y pusiéronlo por obra; fueron por el a do esta va y
truxeronlo medio por merca; venido, hablóle el teniente
de parte de todo el rreal, diziendo que Bogotá avia sido
enemigo de los cristianos, y que como enemigo suyo lo
— 127 —
avian muerto, y que todo aquel oro que el tenia perte-
necía al Rey y a los cristianos, como hazienda de enemi-
go; que se lo diesen, porque ellos sabían de cierto que
el lo tenia, que de lo suyo del ellos no le pedían nada,
salvo de lo de Bogotá; el qual dixo que el lo daria de
buena gana, que le diesen termino para ello, diziendoles
que les daria una caja pequeña llena de oro, que dezia
que era de Bogotá; que le diesen tiempo de algunos dias
para lo rrecoxer, y asi le dieron el termino que el pidió,
e durante este termino el cacique estava con guardas por- w*** el °™
, , j. • • j i de Bogotá, y pide
que no se huyese, yendo los yndios y viniendo a el con termino par»
mensajes; el qual indio, pasado el termino no cumplió; daUo-
truxo hasta tres o quatro mili pesos de oro bueno y malo,
y no dio mas; viendo los cristianos esto, comiencan a ha-
zer rrequerimientos al teniente, que le prendiese en hie-
rros y le diese tormento; el teniente no lo queriendo ha-
zer, avia muchas murmuraciones, diziendo que tenia al-
gún trato con el cacique; ajuntase la gente toda, buel-
veselo a rrequerir, da el pueblo poder a un Gerónimo de
Aynsa para que por justicia lo pida; el teniente, viendo
esto, dio por defensor del cacique a su hermano Hernán
Pérez de Quesada, tomándole juramento; asi, alegaron de
cada parte cada vno como mexor pudo, de manera que
vinieron a dar tormento al cacique porque dixese y con- Atormentan ai
. 1 r\ i p- • cacique, y muere.
tesase do tenia el oro de Bogotá; al fin el cacique muño.
Estando las cosas en estos términos, antes de morir el
cacique tuvieron los cristianos nuevas que de la otra parte Nue™ ?we an-
dan cristianos,
del rrio Grande, abaxo de Neyva, do primero avian ydo,
andavan cristianos, y para saber esto enbio el teniente a
su hermano Hernán Pérez de Quesada y al capitán Car-
doso y al capitán Juan de Céspedes y al capitán Valen-
£uela, con cierta gente, para que procurase saber que
— 128 —
gente era y los traxese, si posible fuese, a la tierra, y les
ofreciese el buen tratamiento que en ella se les haria si
ellos quisieren venir y estar en ella; los quales partieron
en demanda dellos, y dos leguas del rrio Grande hicieron
dos canoas de dos arboles muy grandes y lleváronlas
acuestas de hombres al rio Grande para con ellas pasar la
gente, y los cavallos nadando; llegados al rrio con las
canoas alguna de la gente que llevaba, parecióles que no
podían tener con ellos, y escoxeron la gente que les pa-
reció para mas, y la otra dexaron a la orilla del rrio para
guarda de las canoas, para la buelta, y ellos pasados el
rrio siguieron el rrastro de la gente; quedóse en el rrio el
capitán Valencuela con algunos cavalleros y soldados;
van en segui- fue Hernán Pérez y el capitán Cardoso y el capitán Ces-
miento de los de
veuicazar. pedes y el capitán Lebrija con la otra gente en seguimien-
to de los españoles; fue grande el trabajo que pasaron
en esta jornada, por ser la tierra calurosa; quedava toda
quemada y talada de los que delante iban; no allavan
comida, ni cosa ninguna; lo mas con que se mantenían
era coxendo algunos granos de maiz que cayan de los
cavallos quando les davan de comer, y de lo que sobra-
va de los puercos que llevavan; asi fueron caminando
con este trabaxo tras ellos, y llegados a ellos hallaron
Hallan a Ben- que era el capitán Benalcacar, el qual supieron que venia
bTIZ' y Va a ^ Q11^0? Y se vinieron por Neyva y tomaron rrio abaxo,
y de alli les acometieron que se viniesen con ellos a Bo-
gotá y que alli se rreformarian de lo que oviesen menes-
ter; y el, no lo queriendo hacer, rrogo al capitán Car-
doso, aparte, ¿que era lo que le parecía? y el le dixo que
le parecía que lo devia de hazer, porque en su mano esta-
va la entrada y salida; traya consigo hasta ciento y cin-
cuenta hombres, y cuarenta hombres a cavallo, y asi se
129
quedo, y después de venidos los de Bogotá se vino el con
su gente a la tierra de Bogotá, y estando seis leguas Be-
nalcazar de Bogotá tuvieron nueva como venia otra gente
por la parte de Pasca, la qual gente avia ydo de Valen-
cuela llevando consigo por capitán a uno dicho Feder-
man, alemán, y avian ydo corriendo hazia Paria por unos
grandes llanos y subieron a mediodia hazia una sierra y
después dando la buelta al rrededor della por unos pa-
ramos tornaron a bolver hacia el Norte y vinieron a
Pasca y asentaron allí su rreal dos leguas y media de do
estava Benalcazar, y estava el real de los de Bogotá seis
leguas de cada rreal de los dos, y los de Bogotá embia-
ron a saber que gente era la de Pasca, y supieron ser la
gente de Valencuela, y embiaron alia al capitán Junco,
que lo conocía, y el C3pitan Valencuela, para contratar
con el, y Benalcagar esperava lo mesmo, y alli se concer-
taron; prometiéronles a los alemanes, por parte del te-
niente, cierta cantidad de oro porque dexase alli la gente,
y que vernia por el rrio con el Licenciado para venir a
Castilla, y asi concertados Federman y el Licenciado, no
ovo mas rrecelo de divisiones, y hecho esto vinose Feder-
man con su gente al pueblo de Santa Fe, que se pobló
después de la muerte del cacique Saxipa, y venido Fe-
derman luego vino Benalcagar a Santa Fe, do ovo algunas
cosquillas de entranbas partes; al fin acordaron todos tres
de se venir a Castilla a dar quenta a Su Magestad, y que
la gente de Benalcagar quedase en la tierra hasta treinta
hombres o cuarenta, de los que el señalase, y los otros se
fuesen con el capitán Cabrera a poblar a Neyva. Hecho
esto, concertaron su partida para España y hicieron dos
o tres bergantines en que se embarcaron; aportaron en
Cartagena, y de alli vinieron en España. Pobláronse
9
Gente de Vene-
zuela que va por
lasarte de Pasca.
Federman.
Conciértame
los capitanes.
Muerte del ca-
cique Saxipa.
Cabrera va a
poblar a Neyva;
haz en berganti-
— 130 —
juntamente con Santa Fe, Tunxa y Velez, que es a la
poblaciones de parte por ¿0 se entra ¿e Santa Marta, e Bogotá Santa Fe
Tunja y B elez,
Moto*, Tamau- la principal. Mopox es pueblo poblado de los de Car-
meoue. tagena, entre dos rrios; en Tamalameque también se a
poblado pueblo de cristianos; en el valle de Upari enbio
don Alonso a poblar otro pueblo; los de las Perlas están
Don Alonso de poblados en tierra de Santa Marta, en un pueblo d cho
Lugo embia a po- . , , ii-n _» ■
biar ei vaiie de Orino, doce leguas de la Ramada, hacia Valencuela, jun-
upari. i0 a |a marj iegUa y media (1). Todos estos pueblos se
poblaron con gente de Venezuela y de Santa Marta y
poblados con con ja p0Ca ¿e Benalcagar. De Tora a la cibdad de Velez
gente de Benal- , ,, _
cagar, ochenta le- abra treinta leguas; de Velez a Tunxa doce; de Tunxa a
suasaNeyva. Santa Fe veinte leguas; de Santa Fe a Neyva ochenta
leguas. Hechos estos pueblos, el teniente rrepartio la
Reparten la tierra dando a cada vno como se le antojó. Después de
esto, ya que estavan de camino se ajuntaron todos los
capitanes y cavalleros y soldados y les hizo un parla-
mento sobre su venida, y después apartóse con los prin-
cipales y con los alcaldes y rregidores para ordenar a
quien dexaria por su teniente hasta que Su Magestad pro-
Queda ei her- veyese, y acordaron, porque avia capitanes y perso-
ximenez. ñas de calidad, por escusar divisiones, que quedase su
hermano Hernán Pérez de Quesada en su lugar, porque
ya que avian tenido al licenciado, harian cuenta que en
tener a su hermano tenían a el, y asi le juraron hasta que
Su Magestad proveyese de governador; el qual, mientras
allí quedo, hizo algunas entradas a los Panches, donde
atemorigo los yndios por ver si se podrian hazer de paz,
panches" " &* ? como sea gente feroz, y un pueblo enemigo de otro,
aun que esté junto, y que se comen vnos a otros, nunca
(i) Tachado en el ms. todo lo que sigue, hasta el final.
Ase de ver su
rrelacion.
— 131 —
an querido ser amigos, si no fueron dos pueblos que lo
vinieron a ser en tiempo del Licenciado; al cabo, este
Hernán Pérez quedando en la tierra hizo vna entrada a
la casa del Sol, do gastaron mucho y traxeron nada, y
después fue en demanda del Dorado, do perdió mucha v» en donan
gente y gastaron lo que tenian. Después de todo esto, d*delDorado-
llegando Benalcacar a la tierra de Bogotá dio nuevas
como el Adelantado don Pedro era fallecido; el Licencia- Muerte dei
Adelantado que
do, sabiéndolo, determino de pedir a los ca valleros y dixo Benaiea(ar
soldados las partes que estavan sacadas para el Adelan- Fide Quesada
1 * * ¿as partes del
tado, diziendo, que pues el era fallecido, que los cava- Adelantado.
lleros y soldados las podian dar a quien ellos quisiesen;
los quales rrenunciaron en el todo el derecho que a ellas
tenian. Después de esto el Licenciado se fue un dia a
caga y dexo a su hermano y algunos cavalleros para que
rrogasen a los capitanes, cavalleros y soldados que le
ayudasen con algo de lo que cada vno quisiese, para
ayuda de los gastos que venia a hazer en España, di-
ziendo que el procuraría todo lo que cumpliese a los ve-
zinos y conquistadores; esto no como que el lo pedia,
sino que los otros lo dezian; ovo hombre que le prometió
docientos pesos, y hombre de a ciento, y a cincuenta, q****** pide
. . , . . r j . ayuda para ir a
y honbre de a veinte, y cada vno como quena; pero dio- España.
sele cantidad de oro de todos; de los capitanes, aunque
prometieron, créese que no dieron nada. Veniendo el Li-
cenciado a España, como llego a Cartagena supo Gero- Leí™ gobur-
T , , na en Cartagena
nimo Lebrón, que al presente esta va proveydo por go-
vernador de Santa Marta por los oydores de Santo Do-
mingo, la gran nueva de Bogotá, porque hasta alli no
avia tenido nueva de los que avian entrado la tierra En santa Mar-
ta los te?ria?i por
adentro y teníanles por muertos; el, como estuviese en muertos. i53q.
Santa Marta y supiese las nuevas de la tierra, determino
— 132 —
de yr a Bogotá, pensando que alia lo rrecibiesen por go-
vernador, y por no yr en balde enbio a Santo Domingo
Lebrón va a todo lo que tenia, para que se lo truxesen empleado en
mercadurías y cosas de la tierra, para vender alia, y con
este aparato camino con la mas gente que pudo; perdió
No u reciben. en ei camino mucha gente; quando llego alia yvan mu-
chos descontentos del; dieron tales nuevas a los de la tie-
rra, que determinaron todos, o los mas, de no le rrecibir
por governador, como por estar bien con Hernán Pérez;
lo otro, por tener mala noticia del; llegó a la tierra de
Velez con ciento y cincuenta hombres, poco mas o me-
nos, y treinta de a cavallo, y llegado a Velez presento sus
provisiones en el cabildo; rrecibieronle por governador.
Quando Hernán Pérez de Quesada supo que abia entrado
Reparada la en ¡a tierra, enbio aquella noche a llamar al capitán
tierra. _ j . «
Cardoso, que estaba en su rrepartimiento, que era dos
leguas de la cibdad, el qual vino luego; venido, dixole
como Gerónimo Lebrón era entrado en la tierra, y que
el con todos los de la tierra se quería yr a ver con el;
que se quedase en la cibdad con vna poca gente, rrece-
landose del capitán, diciendo que era su amigo del Le-
brón, y asi lo dexo en la cibdad y se partió con los de-
mas que estavan en la tierra mas bien armados, y llego
a la cibdad de Tunxa, donde enbio ciertos capitanes a
hablar con el Gerónimo Lebrón, pero de la parte de Ge-
rónimo Lebrón y de Hernán Pérez ovo vanderas tendi-
das y arcabuces y versos cargados, y la gente a punto de
Llegan a las gUerra, en condición de aver mal rrecado; al cabo ellos se.
manos Lebrón y >t>jjti
Quesada. fueron entranbos en Tunxa, donde Lebrón con su gente
presento sus provisiones en cabildo, que asi se concertó
entre entranbos que estarían por lo que los cabildos qui-
siesen; presentadas, los de la cibdad no lo rrecibieron por
— 133 —
governador; de allí se fueron juntos a la cibdad de
Santa Fee con toda la gente, donde presento sus provi-
siones y no le recibieron; visto que la tierra estava muy *««'*«»'« «*
Tunja y no en
alborotada con sus divisiones, y asi determino el cabildo santa Fe.
de suplicar de sus provisiones, aunque otra vez las torno
a presentar por causas que a ello movian, diziendo no
ser servicio de Dios ni de Su Magestad, y que seria albo-
rotar la tierra. Quando Lebrón vido esto determino de se
venir a Santa Marta, do avia partido, y hablo con el ca- suélvese Le-
bron a Santa
pitan Cardoso, de que el se mostraua muy amigo, di- Marta.
ziendo que se viniesen a entranbos con los demás que
quisiesen venir a Santa Marta, para que el dicho capitán
viniese a Castilla a ver a su muger y hijas, y que no se
rrecelase del cosa ninguna, porque el dicho capitán aquel
año avia sido alcalde, que no se temiese, sobre su fe y
palabra, que por el le viniese mal ni daño ninguno; el
qual capitán, pensando ser asi, lo hizo y se vino junta-
mente con el, y lo mesmo el capitán Junco, y llegados a 13¿g- Lebron
Santa Marta, quando el capitán Cardoso se quiso enbar- ¿Óyl'yunZ "'
car para Castilla, el dicho Gerónimo Lebron le mando
apercebir que avia de venir preso delante de Su Mages-
tad, porque el lo tenía condenado juntamente con los
otros a pena de muerte y dado por traydor y sus bienes
confiscados para Cámara y fisco de Su Magestad por no
le aver querido recibir y aver suplicado de las provisio-
nes de Su Magestad; sobre lo qual pasaron muchas cosas
de entrambas partes, diziendo el capitán que el se pre-
seníaria sobre su fe y palabra delante de Su Magestad y
de su Real Consejo, y el diciendo que no, sino preso con
guardas; al cabo se determino que viniese sobre su pa-
labra a presentar ante su Real Consejo, el qual vino, y
Gerónimo Lebron se quedo en Santa Marta; después
— 134 —
desto, viniendo el capitán por la mar tuvo nueva como el
i54o.D<mAion- adelantado don Alonso de Lugo yva a la governacion,
Sgov!mIf.° % Que fue e^ añ0 de 1540. El dicho Lebrón, estando en San-
ta Marta y sabida la yda del Adelantado, se salió de alli
y se fue a Santo Domingo, donde el biuia, y allego a
Santa Marta ante que don Alonso, vn Juan Benitez Pe-
rera a quien el Adelantado enuiaba por su teniente, ade-
lante, el qual yendo caminando por sus jornadas camino
de Bogotá el rrio arriba, le dio cierto mal de que murió,
y después desto llego don Alonso a la tierra de Santa
Marta, y de alli seguio su jornada hasta Bogotá, do estubo
algún tiempo y se boluio a España el año de 45, donde
muchos se quexavan del; prendiéronle en la casa de la
Contratación y de alli fue a la Corte.
En tiempo quel dotor Infante estaua en Santa Mar-
ta por juez de residencia, aporto a ella el capitán Junco
con hasta cien ombres, a quien embiaba Su Magestad por
capitán con aquella xente.
Después de aber venido de la gouernacion de Santa
Marta el dotor Infante, muy doliente, de la qual dolen-
cia murió, dexo por su teniente a vn Antón Bezos, y
dende que se partió en dos meses llego el capitán Car-
doso de la provincia de los Caribes y Chimila y de la
provincia de Maste, con gran presa d' esclauos y esclauas
y algún oro, aunque no mucho, el qual oro se rrepartio
entre todos los cavalleros y soldados que con el avian
ydo, conforme a la calidad de cada vno dellos; los es-
clauos y esclauas abialos ya el dicho capitán repartido
antes que biniese a la ciudad. Del dia quel capitán Car-
doso llego a la ciudad de Santa Marta, en quinze dias,
llego el adelantado de las yslas de Canarias, que se de-
cía don Pedro Luis de Lugo, a quien Su Magestad avia
- 135 —
proveído por governador y adelantado de la governacion
de Santa Marta; llevaba consigo a su hijo don Alonso;
lleuaba por su tenienle a un licenciado Gonzalo Xime-
nez; lleuaba por capitanes a vn don Diego de Cardona,
y a un don Pedro de Portugal ya... (1) de Urbina, y
a vn Tapia y otro que se dezia Xuarez, y otros; lleuaba
por maestro de campo a vn Oreguela; lleuaba consigo
hasta mili y docientos ombres.
(i) Roto el ms.
IX
EL LICENCIADO CRISTÓBAL PEDRAZA
RELACIÓN DE VARIOS SUCESOS OCURRIDOS EN HONDU-
RAS, Y DEL ESTADO EN QUE SE HALLABA ESTA PRO-
VINCIA.
Gracias a Dios, 18 de Mayo de 1539.
(Archivo de Indias, est. ój, caj. 6, leg. <?.)
Sacra Católica Cesárea Magestad:
Porque desde Santo Domingo de la Española escribi
a Vuestra Magestad de como avia llegado alli, y del su-
ceso de todo mi viaje hasta entonces, e ansi mismo de
como me andava aviando para el viaje que quedava, en
esta no diré mas de que en treze dias del mes de Setiem-
bre yo llegué al puerto de Cavallos, desta gouernacion
de Ygueras y Honduras, a salvamento; el Señor sea loa-
do por ello, y su bendita madre; y luego, desde a tres o
quatro dias me partí para la villa de San Pedro, qu' es
siete leguas del puerto, en la qual estuve quinze dias, y
de ay me parti para la cibdad de Gracias a Dios, que ay
desta villa alia veynte y dos leguas, adonde estava el go-
uernador don Francisco de Montejo, del qual fuy muy
bien rrecyvido, y de los otros cavalleros y hidalgos de la
dicha cibdad, los quales, a lo que al presente mostraron,
se holgaron mucho con mi venida, porque hasta agora,
— 137 —
por falta de navios, que no los ávido, no he escryto a
Vuestra Magestad para hacerle saber de mi llegada. Ago-
ra, que obo oportunidad e aparejo dellos, quise escrybir
la presente para hacerle saber a Vuestra Magestad della
y de otras cosas tocantes al rreal servicio de Vuestra Ma-
gestad, aunque en suma las diré, y no tan largamente
como quisiera, por estar este navio de priesa, e ansi
mismo por no estar del todo rresoluto en otras muchas
cosas que me he andado ynformando, que cumplen al
rreal servicio de Vuestra Magestad y al bien y perpetui-
dad desta tierra, como por Vuestra Magestad me fue
mandado; con el primero que parta para allá enviare la
rrelazion de todo, mas copiosamente y por estenso, y en
quanto a esto no tengo mas que decir.
Sabrá Vuestra Magestad que luego que fuy llegado a
esta cibdad y me vi con el gouernador, desde a tres dias
le presente las rreales provisiones de Vuestra Magestad,
y ansí las que tocaba a la protettoría, como las demás,
en su presencia y en presencia de todos los mas desta
cibdad, y el las obedeció e puso sobre su cabeza con
toda la rreverencia y acatamiento devido, ante el escri-
bano de la dicha gouernacion; e ansi mismo le presenté
la rreal provisión de Vuestra Magestad en que le manda-
ba que en todo quanto le pidiese favor e ayuda para lo
tocante al dicho cargo e las otras cosas que Vuestra Ma-
gestad me mando cometer, que lo diese; el qual respon-
dió que ansí en lo uno como en lo otro el estava pronto
y aparejado para lo susodicho, e ansí lo ha hecho en todo
quanto se ha ofrecido desde la presentación y notifica-
ción de las rreales provisiones, hasta agora; e después
desto me rrogo que nos juntásemos en un cierto lugar
para darme parte como a ministro de Vuestra Magestad,
— 138 —
e como a persona que venia en su rreal nombre a ayu-
dalle en esta tierra a llevar la carga de ella, e como ver-
dadero hermano, de las cosas della y de los Irauajos que
le havian sucedido después que a ella vino, en la con-
quista e pacificación della, y del punto y estado en que
la halló, y del que en el presente esta va, e ansi mismo
para comunicar conmigo el horden que adelante se ternia
cerca de algunas provisiones que traya para el buen go-
vierno della; e después de averie oydo muy por entero,
sigun en esta daré quenta a Vuestra Magestad, fue acor-
dado entre ambos que ciertas provisiones de las que traya
no se usasen tan ayna dellas hasta que la tierra estuviese
un poco mas asentada, porque avia muy pocos dias que
la avian acabado de pacificar el y sus capitanes, lodo,
desdel valle de Naco hasta esta cibdad, con todos los tér-
minos della, y lo demás desta governacion que estava
por conquistar e pacificar, porque los españoles no se
desavriesen, por la grande necesidad que al presente te-
nia dellos, y por estar tan mal contentos y desabridos con
los travajos pasados y con los presentes, que tenian mu-
cha necesidad, causada de los gastos y trabajos de la gue-
rra, especialmente la provisión de la tasación de los yn-
dios, y la otra en que mandava Vuestra Magestad que
hiziesen casas de piedra y de madera, conforme a la ca-
lidad de las personas de cada uno de los conquistadores
y pobladores, y ansi otras provisiones desta calidad, por-
que ansí le parecia que al presente cumplía el rreal ser-
vicio de Vuestra Magestad, porque no estavan del todo
bien atendidos los yndios, e casi no se avia de ellos nin-
gún provecho, porque gasto avia tenido que fazer en trae-
llos de paz y hazellos rrecoger y asentar en sus pueblos
y que todos sembrasen y hiziesen sus lavores y haziendas
— 139 —
para se sustentar, porque avian andado corriendo y fuera
de sus pueblos y casas con las guerras y travajos pasa-
dos, e que agora travajaban en esto y en amorallos y de
todo pacificallos, haziendoles senbrar para que toviesen
de comer para con que mantuviesen sus casas y hijos y
mugeres, porque avian andado todos muertos de hambre
y huydos por las sierras fuera de sus casas y pueblos, e
con dos mili desaventuras; y que después que estuviesen
algo mas asentados y seguros, luego nos juntaríamos y
dañamos horden en ello; y visto su parecer, e aviendome
ynformado de otras personas dello, acordamos entre am-
bos que fuese ansi, porque ansí nos parecía que cumplía
al presente al Real servicio de Vuestra Magestad, y que
de las demás provisiones se usase y cumpliese al pie de
la letra, porque tocava al descargo de la Real conciencia
de Vuestra Magestad e al bien y conservación destos na-
turales; y dado horden en esto, desde casi dos meses ade-
lante el Governador se partió de la cibdad, porque avia
necesidad de su partida para yr acabar de pacificar cier-
tas provincias de la villa de Comayagua, porque andava
por la una parte dellas un capitán suyo que se dize Alon-
so Caceres, el qual ha hecho mucho fruto en la tierra, por-
que es muy gentil capitán e animoso, y hombre que sabe
bien las cosas de la guerra, e fue muy necesario que el
dicho Gouernador fuese por otra parte con gente para
que se acabase de pacificar, e ansi mismo para hazer el
repartimiento de aquella tierra en los vezinos que esta-
ban señalados en la dicha villa de Comayagua quel di •
cho Governador pobló y edificó. La cosa mas ymportan-
te y que mas conviene al servicio de Vuestra Magestad
en todas estas partes, ansi de la Nueva España, como de
todas las demás, para que los yndios de la dicha provin-
- 140 —
cia -sirviesen a los dichos vezinos della; y digo que es la
cosa mas ymportante, por estar como está en medio de
la una mar y de la otra, de la mar del Sur y de la del
Norte, en que ay de la una a la otra cinquenta y dos o
cinquenta y tres leguas, desta manera: del puerto de Ca-
vallos a San Pedro, siete o ocho leguas; de San Pedro a
la villa de Comayagua, veynte y cinco; de la villa de Co-
mayagua al puerto de Fonseca, que es en la mar del
Sur, veynte leguas; que son las dichas cinquenta y dos
leguas de la una mar del Norte a la mar del Sur; y del
dicho puerto de Fonseca a la villa de San Miguel, que
dizen que es en la governacion de Guatimala, ocho le-
guas, y de la dicha villa de San Miguel a la cibdad de
León, que es en la provincia de Nycaragua, quarenta y
siete leguas, y de la dicha villa de San Miguel a la villa
de San Salvador, que es en Guatimala, veynte y una, y
de la dicha villa de San Salvador a Guatimala por la cos-
ta y por la tierra adentro, quarenta y dos leguas, y desde
Guatimala a esta cibdad de Gracias a Dios, sesenta le-
guas, y de esta cibdad a la villa de Comayagua veynte y
seis leguas, y del puerto de Cavallos a Guatimala por el
camino que agora se anda, ochenta e quatro leguas, e
por otro que nuevamente se ha descubierto, abra casi se-
tenta, y desde la dicha cibdad a León, que es en Nica-
ragua, ay ciento y quinze leguas; de manera que todos ca-
minos se andan ansí de la una mar a la otra, y de las unas
cibdades y lugares a los otros, muy seguramente y sin co-
rrer riesgo ninguna persona que por ellos va, lo qual es
la cosa mas ymportante que Vuestra Magestad en estas
partes tiene, y de mas provecho para l'aumentacion de su
real estado, y por tal la estime y tenga en mucho, y dé
muchas e ynfinitas gracias a Dios porque en sus dias es-
— 141 —
tas tierras todas se ayan pacificado, y estos camynos se
ayan abierto y se anden de las unas partes a las otras, lo
qual todo sera para gloria de Dios.
Y con la yda del dicho Governador se acabo de paci-
ficar y conquistar todo lo que estaba por conquistar y pa-
cificar, y se rrepartio a los dichos españoles vezinos de
la dicha villa de Comayagua,y al tiempo que se par-
tió desta cibdad me rrogo que me quedase yo enella
en compañía de su hermano Juan de Montejo, que de-
xaba en su lugar en ella por su teniente, y con los
demás españoles que dexaba en la dicha cibdad para
guarda y conservación della, y para dar horden de como
la dicha cibdad se pasase a otro mejor asiento quel
dicho Governador avia hallado dos leguas de alli, mas
allegado a todos los pueblos de los yndios de toda la
comarca, porque el asiento que a la sason estava, no
hera tal qual convenia, porque hera mal sano y no te-
nia salidas para ningún cabo, y estava metido en una
hoya, e a mucho peligro de los yndios y desviado del
meollo dellos; y estotro lugar a do agora se pasó y esta
poblada, está en muy gentil asiento y muy sano e ayro-
so, e tiene muy gentiles salidas, y está casi en medio de
todos los yndios, y muy mas allegado y al proposito de
todos los pueblos, como tengo dicho, para el descanso de
los dichos naturales, lo qual todo comunicó el dicho Go-
vernador conmigo ante que la dicha cibdad se pasase; y
yo, por mejor dar mi parecer en ello, le rrogue que fué-
semos a ver el dicho asiento, y como lo vi, y mi fin y
deseo era que estos naturales no sean tanto trabajados,
según el cargo e oficio que tengo, y porque sé que este
es el principal yntento de Vuestra Magestad, demás de
su salvación, y porque vi que en acercarse de la cibdad
— 142 —
y llegadose mas a todos los pueblos, ellos rrecebian bue-
na obra, di mi voto y parecer en la pasada de la dicha
cibdad, juntamente con la Justicia y regidores y procu-
rador de la dicha cibdad y otros muchos cavalleros y hi-
dalgos que para ello fueron llamados por el dicho Go-
uernador para ver el dicho asiento, y a esto principalmen-
te quedamos el dicho Juan de Montejo su hermano, y
yo; y ansi, ydo el la poblamos por su mandado en nom-
bre de Vuestra Magestad, y el primero edificio que en
ella se hizo fue poner el árbol de la Santa veracruz en el
lugar donde se señaló y constituyo la yglesia, con el him-
no de Vexilla regís prodeant, etc.; yo y quantos alli nos
hallamos la traximos en los hombros, y al tiempo que la
metimos en el hoyo, todos hincados de rodillas, yo reze
el evanjelio de San Juan, In principio erat Verbam; ansi
y en la misma ora se puso al pie de la cruz un altar, y se
colgó todo alrededor della con paños de la tierra, y me
vesti y dixe misa, la qual fue del dulcisimo nombre de
Jesús, la qual dicha misa está en los misales sevillanos
que comienzan asi: In nomine Jesu, omne genu flectatar;
porque fundada sobre tan excelente nombre, no puede
ser sino que della manen muy grandes bienes y virtudes
para su santo servicio y para aumentación de la rreal co-
rona de Vuestra Magestad, como yo lo espero en su di-
vina clemencia; lo qual todo ansi se tomo por testimonio,
y luego todos los vezinos comenzaron a hazer sus casas»
y yo la mia, y estube en la dicha cibdad hasta que vino
el dicho Gouernador de la entrada a do hera ydo, y be-
nydo dio muchas gracias y lores a Dios en ver pasada la
cibdad, y en saber que se avia fundado en tan buen non-
bre, e ansi mismo por el grand fruto que avia hecho en
su yda, que en la verdad lo hizo, sigund fui ynformado
— 143 —
por muchas letras de personas que de alia me escrivieron
de todo lo que pasaba estando alia el dicho Governador,
e después que fue venido, ansi de como casi toda aque-
lla tierra de aquellas provincias de los Caris y Carquis,
que estaban por pacificar al tiempo que vino a la dicha
governacion el dicho Governador, que es todo en los tér-
minos desta cibdad y todo lo de las provincias de la vi-
lla de Comayagua, le avian venido de paz, sin matar un
yndio tan solo, ni sin hazerles mal ninguno, ni menos
fazer un tan solo esclavo; de que he dado muchas e yn-
finitas gracias a Nuestro Señor porque en la fe esclareci-
da e santa de Vuestra Magestad se hechase tan buena
rred como dijo San Pedro a Cristo, para el principio de
la salvación destos naturales ynfieles; supe ansi mismo
como llegó casi cerca del puerto de Fonseca, y partió
términos entre esta governacion y la de Guatimala, el
por parte desta governacion, e un capitán que se dize
Aviles, que está en la villa de Sant Myguel, que es en la
governacion de Guatimala, por ella, aunque en la verdad
esta villa justamente es desta governacion, como Vuestra
Magestad lo sabrá adelante por otra mi rrelazion que es-
pero hazer mas por estenso, en lo qual, asi en lo uno
como en lo otro, en verdad a hecho el dicho Governa-
dor muy grand servicio a Vuestra Magestad, porque una
de las cosas que yo traya por memoria para dezille que
hiziese en nombre de Vuestra Magestad, hera que pobla-
se en medio deste camino una villa, y ansi lo platica-
mos un dia el muy reverendo y magnifico obispo de San-
to Domingo y yo, hablando en las cosas desta tierra,
como persona que esta muy asperto e rresoluto en todas
ellas; y ansi, si bien me acuerdo, lo dio por memoria en
el Real Consejo de Vuestra Magestad el thesorero desta
— 144 —
governacion Diego García de Celis, e por cosa muy ym-
portante me dixo a mi en España que acá trabajase lue-
go como llegase en estas partes, en ello, y hechase las
entrañas sobre ello, porque hera muy grand cosa para
aumentación de la rreal corona de Vuestra Magestad,
por estar tan cerca estas dos mares la una de la otra, e
porque aviendo aqui una villa, se trataria el camino e
andana, e todo lo del Perú podia venir por el mas breve-
mente e mas sin peligro que por do agora viene, y esta
tierra florecería mucho, e a plazido a Nuestro Señor que
antes que yo llegase, alumbrase al Governador para que
lo tuviese hecho, la qual villa esta poblada e asentada
en lo mas conviniente de toda la tierra y en el mejor
asiento della, cercada de oro y de plata, porque tie-
ne las mejores y mas ricas minas por la una parte y
por la otra, de oro y plata, que ay en toda esta tierra,
casi dentro en casa, y es lo de la plata en muy mu-
cha cantidad, y el asiento della esta en el mas her-
moso valle y mas fructifero de toda esta tierra y donde
se dan todas las cosas de toda ella y se darán todas las
de Castilla, pan y vino y ganados, especialmente ovejas
por estremo, y cercada de tres ríos, que es una glo-
ria de ver, y creo verdaderamente que haya de ser la
cibdad principal y todo lo principal de toda esta tierra,
aunque ay muy pocos yndios en ella, y todo el ser y bien
de ella, por el trato de la una mar y de la otra, y ansi se
lo he dado por parecer al dicho Governador, y el no esta
fuera dello como Vuestra Magestad nos favoresca con
darnos la villa de Sant Myguel, que esta usurpada y me-
tida en la governacion de Guatimala, qu' es desta gover-
nacion sin ninguna falta, y ansi Vuestra Magestad terna
en esta governacion la una mar y la otra, y no estara rre-
— 145 —
partida en dos governaciones, y mas vale que en una for-
taleza tenga Vuestra Magestad un alcalde que no dos,
por ser mejor guardada y conservada, porque una casa
rregida por dos señores no puede ser bien rregida, espe-
cialmente si son señores poderosos, como lo son los go-
vernadores destas partes, porque no ay acá otros ningu-
nos señores que les vayan a las manos en nombre de
Vuestra Magestad, y en esto Vuestra Magestad lo verá
muy bien y hará aquello que mas conviene a su Real ser-
vicio; de manera quel governador don Francisco de Mon-
tejo es diño que Vuestra Magestad le haga merced por
aver fecho este tan notable servicio a Vuestra Magestad;
y a mi, por traello en memoria y venir con deseo de en-
caminar que él lo hiciese, no es razón de quedar sin ellas,
pues para todos tiene Vuestra Magestad, y terna, porque
espero en Nuestro Señor que Vuestra Magestad será se-
ñor del mundo, sigund los principios lleva, porque en la
verdad de todo lo de aora lo es, y ansi todo se le da, y los
caminos se le abren para que se anden y vayan por ellos
a todas partes; y para que mas enteramente Vuestra Ma-
gestad alabe a Dios y le de gracias, sepa Vuestra Mages-
tad que yo he visto venir de la cibdad de León y de Gua-
timala a embarcarse en este puerto de Cavallos, todo por
tierra, y de Tavasco, qu' es alia serca de Yucatán, casi
frontero de la Veracruz, que serán casi trescientas leguas,
vienen cada dia aqui por tierra, do no avia honbre que
en los tiempos pasados que governo un Cereceda osasen
andar dos leguas de un pueblo do el estuvo casi todo el
tiempo que desgoverno o governo, adelante, como en
otra mas largamente diré a Vuestra Magestad; y de Gua-
timala vienen ansi mismo cada dia; e agora, como tengo
dicho, todo se anda, y yo por mis ojos he visto las per-
10
— 146 —
sonas que an venido de los dichos lugares a embarcarse
al dicho puerto de Cavallos, unos para yrse a Castilla, e
otros para Sanio Domingo, y al tiempo que esta escriví
avia jente en la villa de San Pedro, que avia venido del
Perú y de León y de la provincia de Nicaragua y de
Guatimala, que estavan esperando pasaje para España,
lo qual todo sea para gloria de Dios; e porque Vuestra
Magestad me mando que le avisase de las cosas de acá
tocantes a su Real servicio, e porq te se que Vuestra Ma-
gestad y los de su Real Consejo estaran muy confusos en
aver alia oydo las cosas quel Adelantado don Pedro de
Alvarado dixo desta governacion, y los que con el fue-
ron, ansi en lo que tocava a la conquista della, como a
la pacificación e población, e ansi misino lo quel Ade-
lantado don Francisco de Montejo a escrito della sobre
lo mismo, estando yo alia en esa corthe quise, por servir
a Vuestra Magestad, saber enteramente la verdad de todo
ello, de personas de fe, dinas e sin sospecha, que me
parecieron mostrar tener zelo al Real servicio de Vuestra
Magestad, para que Vuestra Magestad supiese rrealmen-
te y por entero la verdad, porque la gloria de uno no la
llevase el otro, ni el otro la del otro; para lo qual sabrá
Vuestra Magestad que en todo quanto he podido alcan-
zar e averiguar cerca del caso entre las dichas personas
de que me he quisido ynformar, pasa a la letra lo si-
guiente.
Sabrá Vuestra Magestad que estando esta governacion
para perderse y despoblarse, siendo governador Andrés
de Cerezeda, por descontentos que todos los españoles
tenían del, por aver tanto tiempo que governava, y da
mala maña que se daba e avia dado para governar y
conquistar esta tierra, por no dexar salyr los españoles
— 147 —
que con el estavan a conquistarla y pacificarla, de puro
temor que tenia de los dichos yndios naturales, teniendo
jente consigo de cavallo y de a pie tal qual convenia para
el dicho efeto, determinaron, ansi el dicho Cerezeda como
todos los españoles, de enviar al thesorero Diego Garcia
de Celis a Guatimala a pedir ayuda, favor y socorro al
Adelantado don Pedro de Alvarado, el qual dicho theso-
rero fue con ocho españoles, y llevo de termino que den-
tro en seis meses bolverian con lo que oviese negociado
con el dicho Adelantado don Pedro, como el alia lo dixo
ante Vuestra Magestad en su Real Consejo, que ansi lo
he hallado acá por verdad; y llegado a Guatimala, hablo
al dicho Adelantado de parte del dicho Andrés de Cere-
zeda, y de la suya e de todos los otros mas hidalgos que
quedavan en esta dicha tierra, sobre el caso, y estando el
dicho Adelantado dudoso de las nuevas que el dicho the-
sorero le dio de la dicha tierra, de como acudían tan bien,
e no aver parecido oro en ella, e yndeterminado enviar el
dicho socorro aunque no estava lo enviaria, vinieron nue-
vas de México al dicho Adelantado, por letras que le en-
viaron, como le venían a tomar rresidencia, e que venia el
licenciado Maldonado, del Audiencia rreal de Vuestra
Magestad de México, a tomársela, e que según se sonaba,
que venían a prendello; y el, como vio estas nuevas, de-
terminó de no esperallo, sigund me dixeron, e hizo aper-
cibir sus amigos y allegados y otras muchas personas, e
ansí mismo casi dos o tres mili yndios achíes, que es la
mas cruel generación de yndios que en todas las yndias
ay, y mas belicosos, y determino de venirse por esta go-
vernacion a ver si podia hallar manera para embarcarse
en este puerto de Cavallos, o en el de Trujillo, para yrse
a Castilla ante Vuestra Magestad e ante los de su Real
— 148 —
Consejo, y de la dicha su venida hazer una via y dos
mandados, socorrer en la presente necesidad al dicho
Cerezeda e a los que con el estavan, y trabajar si pudie-
ra hazer algún servicio a Vuestra Magestad en ella, pues
tan al cabo estaba de perderse toda, para merecer delan-
te de Vuestra Magestad, e para que por virtud del servi-
cio que en ella hiciese, se le descargase algo de la culpa
que en la dicha rresidencia que le venian a tomar le ha-
llasen; al tiempo que entro en esta governacion de la ma-
nera que dicha tengo, comengó por el camino que venia
a fazer guerra para abrir el camino e pasar en paz siguro
y sin peligro por el para conseguir su viaje, y segund a
todos pareció, no para otro fin, segund muchos me an
dicho; y desta manera vino de paso hasta llegar cerca do
estava el dicho Cerezeda con los dichos españoles que
estavan en esta governacion, los quales, como avia mu-
chos dias que el dicho Diego Garcia de Celis hera ydo y
no avian sabido del, muerto ni vivo, y como por el ca-
mino que fue estava todo de guerra e avian otras vezes
muerto muchos españoles, e vieron que era pasado el
termino que llebava para bolber, pensaron los dichos es-
pañoles que quedaron en esta dicha gouernacion que rie-
ran todos muertos, ansi el dicho thesorero, como los que
con el fueron, y determinaron de desmanparar la tierra y
dexar al dicho Cerezeda, e irse todos a buscar sus vidas,
o si el dicho Cerezeda se quisiese yr, ansi mismo que le
acompañarían todos, y si no les quisiese dar licencias, to-
márselas ellos como hombres desesperados y aburridos,
e yrse por fuerza o por grado, porque muchas veces se
la avian pedido viendo su total perdimiento y la perdi-
ción de toda la tierra que a su causa tenían, e ansi lo de-
terminaron de hazer, y todos juntos en sus cavallos y ar-
— 149 —
mas tomaron cada uno lo que tenia, y comentaron a sa-
lir de la tierra y dexar al dicho Andrés de Cerezeda, a el
qual le dixeron que se fuese con Dios a Trugillo o a don-
de bien 1' estuviese, queilos se yvan de hecho a buscar
sus vidas; y desta manera lo dejaron y se comenzavan a
yr, unos para Guatimala, e otros para León, sigund e
sido ynformado, y en llegando el dicho Adelantado don
Pedro de Alvarado a un pueblo que se dize Trencoa, que
es desta dicha governacion, que es doze leguas donde el
dicho Cerezeda y los dichos españoles estavan,supo como
todos los dichos cristianos se yvan, y hizoles un mensa-
jero haziendole saber al dicho Cerezeda y a los dichos
cristianos como venia el en persona a socorrelles de la
manera susodicha, y el dicho Cereceda y los cristianos,
como lo supieron, determinaron de esperallo, y unos se
fueron a juntar con el dicho Andrés de Cerezeda, y otros
Se fueron para el dicho don Pedro de Alvarado, el qual
llego al lugar donde el dicho Cerezeda estava, y llegado,
rrecibieron todos muy gran consuelo y alegría y favor
con su venyda, y el dicho Cerezeda, viendo el poder que
traya y las pocas fuerzas quel tenia, determino dexalle la
dicha governacion y ponérsela en las manos, y ansi le
hizo dexacion de ella, y todos los que con el estaban y
el se juntaron con el dicho don Pedro de Alvarado, y de
ally determino de yr a conquistar y a pacificar el rio de
Ulua, que es junto al puerto de Cavallos, e a donde es
agora la villa de San Pedro, porque le dixeron que esta-
va de guerra.
Al tiempo que el dicho Adelantado don Pedro de Al-
varado llego al dicho pueblo de Tencoa con todo su exer-
cito, e supo lo que pasava cerca del dicho despoblamien-
to de esta tierra, y como todos los cristianos la dexaban
— 150 —
desmanparada y se y van, determino desde dicho pueblo
de enviar a un ca vallero que traya consigo, que se dize
Juan de Chaves, por capitán con cierta gente de la que
consigo traya, y con algunos de los que en esta tierra
hallo, a conquistar y pacificar los términos de esta cib-
dad, que a la sazón no estavan pacificos, sino de guerra,
y todo lo que mas pudiese, y mandóle que en lo mas ne-
cesario della y que mas viese que convenia, poblase una
cibdad, y que le pusiese por nonbre e yntitulase la cib-
dad de Gracias a Dios, desta governacion de Ygueras y
Honduras, en nombre de Su Magestad, y que le envia-
ria, de adonde estuviese, señalados los que avian de ser
alcalde y rrexidores, y rrepartiese los pueblos e yn-
dios que le pareciese que podian servir en ella, quel
pacificase, los quales rrepartiese a el y a los que con
el venían, mientras el se yba a ver con el dicho Cere-
zeda y con los demás españoles que con el estavan,
e a conquistar todo lo mas abajo hazia el puerto de Ca-
vallos y rrio de Ulua; y ansi, el dicho Juan de Chaves se
partió con la dicha jente, y entro por la dicha tierra por
los términos desta cibdad, y llego a un peñol muy fuerte
qu' esta va en la provincia de Carquin, donde estava mu-
cha jente de los naturales yndios allegados y rrecogidos
en el, de temor de la entrada del dicho don Pedro de
Alvarado, porque les venia dando guerra por todos los
pueblos por do vino, y los cristianos e yndios amigos
que con el venian les acian mucho daño, como se suele
hazer en las tales guerras, en el qual dicho peñol estava
recogida mucha parte de la gente de toda la tierra, y
como llego a él el dicho Juan de Chaves con la gente
que llevaba, ansi de cristianos como de yndios amigos,
los dichos naturales que estavan en el dicho peñol le
— 151 —
rresistieron la fuerza y pelearon con el muy valientemen-
te y se defendieron todo lo posible, de manera que nun-
ca los cristianos le pudieron entrar, ni aun llegaron al
pie de dicho peñol, y como los cristianos que yvan con
el dicho Juan de Chaves vieron lo que pasava, e ansi
mismo como el peñol hera muy fuerte, y los dichos yn-
dios que con el estavan heran muchos, y ellos tan poca
gente y sin mantenimientos a causa de no hallar gente
ninguna por los pueblos, que estava toda rrecogida en el
dicho peñol, dixeron al dicho Juan de Chaves que diese
al diablo el dicho peñol y la dicha tierra, que no hera
tierra para ellos, y que no querian estar en ella, ni dar
mas paso ni puntada en cosa della, que les dexase yr con
Dios a sus casas, pues eran de Guatimala, e ansi se lo
rrequirieron muchas veces al dicho Juan de Chaves, y el
dicho Juan de Chaves, como vio la voluntad de los
dichos españoles que con el estavan, y la grand necesi-
dad que todos pasavan de hambre, y ía gran fuerza del
dicho peñol, determinó de yrse con todos ellos y dexar
el dicho peñol sin mas hazer cosa ninguna en él, e ansi
se salió desta dicha governacion con todos ellos, sin ha-
zer cosa ninguna en ella de quanto le fue mandado por
el dicho don Pedro de Alvarado, sin conquistar, ni paci-
ficar, ni traer ningún pueblo de paz, por ninguna parte
de quantas paso, y ansi se fue a Guatimala, a donde ago-
ra a la sazón está, y esto sin aver salido el dicho don Pe-
dro de Alvarado desta tierra, ni sin averse enbarcado
para España, sino estando el presente en ella.
Después de aver despachado el dicho don Pedro de
Alvarado al dicho capitán Juan de Chaves con la dicha
jente, del dicho pueblo de Tencoa, a hazer lo susodicho,
el dicho don Pedro se partió para donde estava el dicho
— 152 —
Cerezeda con los demás cristianos que estavan en esta
governacion con el, y el dicho Andrés de Cerezeda y el
dicho don Pedro de Alvarado se vieron, como esta dicho,
y dexó en sus manos la dicha governacion y se la dio, y
el se desposeyó della diziendo que no la podia sustentar,
y el dicho Adelantado y el dicho Andrés de Cerezeda
con todo el exercito, ansi con los que traxo, como con
los demás quel alió en la tierra, se fueron a pacificar el
dicho rrio de Ulua, en el qual hallaron mucha gente rre-
cogida en un albarrada muy fuerte, y en ella un princi-
pal señor, casi el mas poderoso de toda la tierra, que se
dezia Cocunba, con mucha gente de guerra, ansi de los
pueblos del dicho rrio, como de otros pueblos cercanos
del, que estavan rrecogidos en la dicha albarrada con el
dicho Cocunba, el qual dicho rrio el dicho don Pedro de
Alvarado con todo el dicho exercito conquistó e pacificó
y ganó, y les tomó la dicha fuerza de la dicha albarrada
sin hazer casi daño ninguno a los dichos yndios, ni con-
sintió que ninguna persona se lo hiziese, sobre lo qual se
desvelo mucho e puso muygrand rrecado, y hizo a los
dichos yndios que estuviesen seguros sin temor ninguno
y se poblasen en sus casas bien y pacificamente, y que
no obiesen miedo de ninguna persona, ni que nadie les
haria mal, ni los enojaria, e rrepartio los dichos pueblos
que estavan en el dicho rrio, a los españoles que les pa-
reció de los que se hallaron en la dicha conquista, y fe-
cho esto determinó de poblar la dicha villa de San Pe-
dro, la qual pobló de los dichos españoles a quien rre-
partio los dichos pueblos del dicho rrio, e aun a las vuel-
tas rrepartio otros muchos pueblos que a la sazón esta-
van de guerra, sin avellos conquistado ni pacificado, por-
que estavan lexos del dicho rrio, en las sierras que avia
— 153 —
en aquella comarca, y desde entonces se pobló la dicha
villa de San Pedro con la dicha gente, como tengo di-
cho, la qual esta siete o ocho leguas del puerto de Cava-
llos, como atrás esta dicho.
Y fecho esto, determino enviar a un deudo suyo que
se dize Gonzalo de Alvarado, muy honrrado cavallero,
hermano de Luys de Chaves, el de Trugillo, con la mas
gente que sobro del dicho rrepartimiento que hizo en la
dicha villa de San Pedro, que hera de la gente que hallo
con el dicho Andrés de Cerezeda, para que buscasen al
dicho capitán Juan de Chaves, quel antes avia enviado a
conquistar desde dicho pueblo de Tencoa, y se juntasen
con el, para que tod5s juntos hiziesen lo que por el di-
cho Adelantado le fue mandado al dicho capitán Juan de
Chaves, ansi en la dicha conquista e pacificación de la
tierra, como en la dicha fundación de la dicha cibdad de
Gracias a Dios que le mando que fundase, y el dicho
Adelantado don Pedro de Alvarado le envió , de donde
quedó, señalados los alcaldes y rregidores que avian de
ser en la dicha cibdad de Gracias a Dios quel dicho ca-
pitán Juan de Chaves toviese fundada y poblada, o fun-
dase o poblase, el qual dicho Gonzalo de Alvarado se
partió con los dichos españoles a hazer lo sobredicho, y
vinieron en busca de dicho capitán Juan de Chaves, y
llegados a un pueblo que se dize la Paera, qu' es seys le-
guas desta dicha cibdad, viendo que no hallavan rrastro
ni nueva del dicho Juan de Chaves, determinó el y los
dichos españoles que con el estavan de enviar a un cava-
llero que se dize Gaspar Juárez de Avila, muy honrrado
cavallero, el qual en estas partes a servido muy bien a
Vuestra Magestad, segund he sido ynformado, en busca
del dicho capitán Juan de Chaves, con ciertos cristianos
— 154 —
con el, el qual fue, y andando en su busca hallo por nue-
vas todo lo susodicho del dicho Juan de Chaves, de
como se avia ydo a su casa el y todos los españoles que
con el avian venido, sin hazer cosa ninguna de las que
el dicho Adelantado le avia mandado, y que avia dejado
desanparada la dicha tierra sin hazer ningund fruto en
ella, como esta antes dicho; y como supo lo susodicho,
determinó de volverse a do avia dejado al dieho Gonzalo
de Alvarado con los demás cristianos que con el avian
quedado, a dalles quenta de la yda del dicho Juan de
Chaves y de los dichos cristianos que con el avian ydo,
el qual hallo al dicho Gonzalo de Alvarado e a los di-
chos cristianos en un pueblo que se dize Opoa, mas ha-
zia acá desta dicha cibdad, casi dos leguas, el qual les
dixo todo lo que pasaba del dicho Juan de Chaves y de
los que con el fueron, e como supieron la certidumbre
de lo que pasaba, determinaron todos los unos y los otros
de fundar en el dicho pueblo de Opoa la dicha cibdad
de Gracias a Dios, por esta governacion, en nombre de
Vuestra Magestad, e hizieron los alcaldes y rregidores
quel dicho Adelantado Alvarado enbio nonbrados, y
esto hasta tanto que hallasen otro mejor asiento donde se
poblase, porque les avian dicho que en otra parte mas
avaxo avia otro mejor asiento, que es a do yo la halle
poblada al tiempo que vine a estas partes; sino porque
hera en tiempo de aguas y tenían pocos yndios, y por no
dalles trabajo en fazer las casas, determinaron de poblar
en el dicho pueblo de Opoa hasta tanto que pasase el
ynvierno y las aguas, y luego pasalla en el dicho lugar
do yo la halle poblada; en el qual dicho pueblo de Opoa
estuvieron casi seis meses, y en este medio, estando los
dichos Gonzalo de Alvarado con los dichos españoles
— 155 —
poblados de la manera susodicha, vino el dicho capitán
Alonso de Caceres en nonbre del dicho Adelantado don
Francisco de Montejo, governadcr que a la sazón es, con
los traslados de las provisiones rreales de Vuestra Ma-
gestad, autorizados auténticamente, para que le recibie-
sen en nonbre del dicho governador y le tuviesen por tal
governador desta dicha governacion, e a el por su the-
niente y capitán en su nonbre, myentras el venia, porque
ya venia camino para rresidir en el dicho cargo, el qual
presento las dichas provisiones ante la justicia e rregido-
res de la dicha cibdad que a la sazón heran, y ellos,
como vieron quel dicho capitán no traya los originales
de las rreales provisiones de Vuestra Magestad, sino los
traslados, cerca del dicho caso, no las quisieron obede-
cer, porque dezia la dicha provisión rreal que le obede-
ciesen y tuviesen por tal governador, presentándose el
dicho don Francisco de Montejo personalmente con la
dicha provisión original, y viendo quel no venya perso-
nalmente, y que en la dicha provisión no dezia que lo
rrecibiesen a el o a quien su poder obiere, en su nombre,
con la dicha provisión o con su traslado autorizado, no
le quisieron rrecibir al dicho capitán Alonso de Caceres,
sino rrespondieronle que viniendo el dicho Adelantado
don Francisco de Montejo en persona, y trayendo la pro-
visión rreal de Su Magestad, ellos lo rrecibirian el pecho
por tierra, y ternyan por su governador y capitán gene-
ral, y para lo hazer y cumplir estavan prestos e apare-
jados.
Y como el dicho capitán vio esto, dixo quel se quería
estar alli con ellos, pues el dicho governador don Fran-
cisco de Montejo no podia tardar, y en estos términos,
como vio el dicho capitán Alonso de Caceres que entre
— 156 —
ciertos criados e aficionados del dicho Adelantado don
Pedro de Alvarado que estavan en la dicha cibdad, e
otras personas, avia cierta división, unos que dezian que
no rrecibirian a don Francisco de Montejo, e otros que
dezian quel dicho Adelantado don Pedro de Alvarado los
avia enviado allí, e que a el avian de obedecer, y no a
otro, en lo qual avia muy gran discordia y alboroto, e
por evitar el dicho Alonso de Caceres el daño que via
muy a punto aparejado, de lo qual rredundara despoblar-
se la dicha cibdad y acabarse de perder la dicha tierra,
tuvo tal manera, como muy buen capitán, que granjeo
con los mas que pudo como lo tuviesen por teniente e
capitán en nombre del dicho don Francisco de Montejo,
por virtud de los dichos traslados, y hizose apregonar por
tal e apregonar las dichas provisiones en nombre del
dicho Governador, y luego desde a pocos dias que paso
esto, como vio la cosa que estava algo mas asentada y
pacifica, determinó de dexar en la dicha cibdad en su lu-
gar al dicho Gaspar Xuarez de Avila con cierta jente, y
el tomó los mas que pudo y fuese a entrar por la tierra
adentro que estava en los términos desta cibdad hazia
la provincia de los Cares, para conquistar y pacificar la
dicha tierra, que estava toda de guerra, e hazelle que vy-
niesen todos los pueblos y naturales della a dar la obi-
diencia a Vuestra Magestad, y a el en su nombre y de
su capitán general; y desde a pocos dias quel se partió,
llego el dicho Adelantado don Francisco de Montejo a
la dicha cibdad, el qual fue muy bien rrecibido de todos
quantos estavamos en ella, y de ay adelante le tuvieron
e obedecieron por su governador en nombre de Vuestra
Magestad, como oy en dia lo tienen; y después de ser
llegado a la dicha cibdad, envió toda la mas gente que
— 157 —
traya consigo de México y de Guatimala, al dicho capi-
tán Alonso de Caceres, y el se partió a la dicha villa
de San Pedro con cierta gente que le quedo, a pacificar
todo lo que esta va de guerra junto al rrio de Ulua, ansi
lo de las sierras, como lo demás, casi en termino de
veynte leguas de la dicha villa, que dexo rrepartida el
dicho Adelantado don Pedro de Alvarado a los dichos
vezinos de la villa de San Pedro, estando como esta va
de guerra, sin lo conquistar ni pacificar, y ansi lo dexo
al tiempo que se partió, segund he sido ynformado; y ansi
como llego el dicho don Francisco de Montejo a la di-
cha villa de San Pedro e rio de Ulua, y supo que todo lo
que dicho tengo estava de guerra, envió un capitán suyo,
que se dize Alonso Reynoso, a las dichas sierras, a lo
conquistar y pacificar, y ansi lo hizo; y ansi mismo le
mando que buscase por todas vias si hallase por alguna
manera para descubrir minas de oro, y las descubriese,
el qual de aquella jornada lo descubrió, e hecho esto, el
dicho Adelantado se volbio a la dicha cibdad de Gracias
a Dios, y llegado a ella vino el dicho capitán Alonso de
Caceres de la entrada do hera ydo, a verse con el dicho
Adelantado y governador don Francisco de Montejo,
para dalle quenta de lo que avia hecho en la dicha en-
trada, y de los pueblos que avia hecho venyr de paz y
dexava paciíicos, e por alguna mas gente para yr a con-
quistar los que quedavan, para poblar la dicha villa de
Comayagua, de la qual buelta la pobló e pacifico con
toda aquella tierra y las provincias della, que son quatro
o cinco hasta el valle de Ulanchos, en lo qual a trabajado
mucho y servido en muy grande manera a Vuestra Ma-
gestad, de la qual jornada e yda que fue, nunca mas a
vuelto a esta cibdad, sino siempre a andado en la dicha
— 158 —
conquista ganando y pacificando las dichas provincias
con muchas fuerzas grandes que tenían en que estavan
metidos y hechos fuertes los dichos naturales de la dicha
tierra, especialmente el dicho peñol de la provincia de
Carquin, donde fue el dicho Juan de Chaves, que no
pudo ganar, la mas fuerte cosa que en cristianos, ni alar-
ves, ni moros, ni turcos, se an visto, segund e sido yn-
formado por las personas que en el se hallaron, de los
quales muchos dellos se avian hallado en Italia y en Tur-
quía y en otras muchas partes de cristianos y moros, y
me dixeron que nunca cosa tan fuerte vieron, ni se espe-
ra ver, y en la verdad, segund todos dizen, es la cosa
mas fuerte del mundo; el qual dicho peñol es en los tér-
minos desta dicha cibdad, en el qual, como tengo dicho,
estava la mas parte de toda la tierra hechos fuerte en el,
con muchas armas y bastimentos para muchos dias, y
con sus mugeres e hijos, y en solo ganarse o dexarse de
ganar estava el bien o mal, muerte o vida, de toda esta
tierra, porque toda ella estava puesta en un peso, y a
muchos peligros de todos los españoles de la dicha cib-
dad, villas y lugares della, que a no ganarse fueran todos
muertos y destruydos, porque los naturales de los otros
pueblos que estavan de paz, no esperavan otra cosa sino
ver en que parava el dicho peñol, y si los españoles no
lo podían ganar, para dar unos por una parte y otros por
otra en ellos y matallos a todos que no quedara honbre
a vida, lo qual pudieran muy bien fazer, y plugo a Nues-
tro Señor que se dio tan buena maña el dicho capitán
con los dichos españoles que con el estavan, que pelean-
do con los dichos yndios muy valientemente y con muy
grande ánimo, le subieron hasta lo alto del dicho peñol
y se lo ganaron, siendo una ynfinidad los dichos natura-
- 159 —
les yndios, y ellos casi ochenta cristianos, y siendo el di-
cho peñol casi hasta el cielo, tan derecho, segund dizen,
como una lanza, sin camino ni parte ninguna por donde
pudiesen subir, ny se lo pudiesen ganar sino por cierta
yndusíria que dieron, que ellos oy en dia no saben como
subieron, sino que fue Dios con ellos que les quiso ayu-
dar, y su bendita Madre, y esta fué una de las grandes
obras de Dios que en estas partes an acontecido, porque
fue mas divina que umana, sigund todos dizen, y enca-
rescolo tanto a Vuestra Magestad que me parece que se-
gund las cosas del me an dicho, que antes me acorto que
me alargo; en el qual dicho cerco estuvieron seis meses
peleando a todas las oras de noche y de dia con los di-
chos yndios, sin descansar ni quitarse las armas, ni casi
dormir acostados, sino en pie quanto cerraban los ojos,
que como los dichos yndios heran muchos, en todas las
oras de noche y de día no dejaban de dalles guerra, por-
que con la multitud dellos, descansavan los unos y pe-
leavan los otros, y los dichos españoles, como heran po-
cos, no podian pelear sino todos juntos, porque tenían
mas cerca la muerte que la vida.
Y en esto ya podra pensar Vuestra Magestad que fuer-
zas pudieran bastar, especialmente no teniendo de co-
mer, que como toda la gente de los naturales de todos
los pueblos esíavan allí, no avia en pueblo ninguno un
tan solo grano de mayz, ny otra cosa ninguna para co-
mer, sino que con solas yervas cozidas que hallavan por
los campos, e aun sin sal, y otras malaventuras, se pasa-
van, por temor de no ser muertos; sacavan fuerzas de
flaquezas y se sustenian, y Dios que les ayudaba, y es-
tando casi ya que no podian soportar la vida que tenían,
todos cayéndose de hambre y de trabajos y mala ventu-
— 160 —
ra, sin esfuerzo ny tuercas, e siendo desmanparados, aora
quiso Dios dalles un nuevo ánimo, porque se aventura-
ron ciertos por cierta yndustria que hordenaron, aventu-
rándose mas para morir que para salir con la empresa, y
Dios que les ayudo, subieron arriba y ganaron el dicho
peñol, y en verdad, segund he sido ynformado y bien yn-
formado, Vuestra Magestad les deve toda merced que les
haga, y ansi se lo suplico a Vuestra Magestad se acuerde
de todos ellos para íazersela, porque lo han trabajado
mucho bien y son dinos de todo premio y galardón; y
esto es todo lo que pasa cerca deste caso, a la letra, se-
gund mejor he podido averiguar de entre personas de fe,
dinas e sin pasión, como tengo dicho atrás, ansi cerca de
lo tocante a la venida a esta tierra del dicho Adelantado
don Pedro de Alvarado, como del Adelantado y gover-
nador don Francisco de Montejo, y de lo que el uno y
el otro an hecho en ella, y d' aqui puede Vuestra Ma-
gestad mandar ver las rrelaciones que ambos alia an
dado ante Vuestra Magestad en su Real Consejo, cerca de
la venida a ella, el uno y el otro, y de lo que cada uno
dellos dize que hizo, y después de vistas vea esta mia,
que es todo lo que pasa en toda rrealidad de verdad a la
letra, y visto lo uno y lo otro podra Vuestra Magestad
juzgar quien dixo alia verdad, o no, y quien es diño de
premio o galardón, o quien no; que en verdad a mi me
va muy poco en ello, mas de dezir verdad a Vuestra Ma-
gestad como a mi rrey y señor, para que en lo que Vues-
tra Magestad mandare proveer en esta tierra, venga como
deve de venir, y de Vuestra Magestad y de los de su Real
Consejo se espera para el bien y perpetuidad della y para
el rremedio destos naturales, porque mediante el vengan
en verdadero conocimiento de Dios, y para que se eviten
— 161 —
disensiones y alborotos, vandos y cismas, que en verdad
algo dello he hallado después que vine, como mas larga-
mente diré en otra a Vuestra Magestad, porque por tan
amigo y hermano tengo al uno como al otro; ansi Dios
me salve y me de gracias para alcanzar su gloria.
Y la verdad es quel dicho Adelantado don Pedro de
Alvarado hizo muy grand servicio a Vuestra Magestad
en ella, porque si el no viniera, todo se despoblara, por-
que ya la dexaban los españoles todos quantos en ella es-
tavan, antes quel dicho Adelantado viniese, y se yvan, y
a tardarse ocho dias que no vyniera, ninguno quedara
en ella, y si los dichos españoles se fueran y el no vinie-
ra, tarde o nunca se tornara a poblar, y ya que se pobla-
ra fuera con muy grand travajo y gasto y muerte de es-
pañoles, por ser como es la tierra muy agrá y áspera, que
creo en toda ella no ay quatro ni tres leguas juntas de
llano, y la gente de los yndios muy belicosos e instruios
en las cosas de la guerra, y que conocian ya a los cris,
tianos y saben que son mortales como ellos, y que los
cavallos y los cristianos no es toda una cosa, como de
antes pensaban al tiempo que vinieron a estas partes; y
con la grand ayuda que traxo de los españoles e yndios
amigos, fue a esta parte para que los yndios naturales
desea governacion vyniesen mas ayna de paz, porque
como pasó abriendo el camino por do pasó para yr al
dicho puerto de Cavallos, fue dándoles guerra, y como
los dichos yndios que traxo consigo es la mas cruel jente
de quantos yndios ay en todas las Yndias, mayores car-
niceros y comedores de carne umana de todas ellas, e
que a la ora que tomavan el yndio, en la misma ora lo
sacrificaban y hazian pedazos y se lo comían, corriendo
sangre a medio asar; y en tomando al niño, aunque es-
11
— 162 —
tuviese a los pechos de su madre, vivo lo ponían en un
asadero y se lo comían, que por cierto me dixo un espa-
ñol de los que con el dicho Adelantado vinieron, que
llegó una noche a un pueblo el y otros tres cristianos
que avian ido a rranchear buscando mayz y comida, y
que estaban en el dicho pueblo una quadrilla de no se
que tantos acnés, de los dichos yndios que traya consi-
go, que ansi se llamavan por nonbre los aches, como los
de México los mexicanos, y que contó treynta y tantos
asaderos, y en cada uno un niño asando, que me quebró
el corazón, sin otras mas de veynte o treynta personas
sacrificadas, haziendolas pedazos para rrepartir pieza por
pieza entre ellos para llevar de camino para comer; de la
qual entrada, segund soy ynformado, ansi de comidos de
los dichos aches, como de muertos y sacrificados, como
de esclavos que se hizieron, y otros muchos libres que se
sacaron y llevaron de la tierra, fueron muertos y llevados
mas de seis mili personas entre honbres y mugeres, chi-
cos y grandes, entre los quales fueron los tres mili he-
chos esclavos, y que del pueblo que avia quatrocientas o
quinientas casas al tiempo quel dicho Adelantado don
Pedro de Alvarado vino a la dicha governacion, avia
quando vino el dicho Adelantado don Francisco de Mon-
tejo solas trescientas, y que de solo un pueblo que se dize
Taloa, qu' esta a dos leguas desta dicha cibdad, me di-
xeron todos los principales del dicho pueblo que de so-
las mugeres y niños, comidos y llevados, pasaron de do-
sientas animas, y como los naturales desta tierra no co-
men carne umana, ni jamas oyeron dezir que tales los
honbres comían, quedaron tan espantados y castigados
que ansi como el Adelantado don Francisco de Montejo
y sus capitanes fueron sobre ellos y les comenzaban a dar
— 163 —
guerra, luego le venían de paz, e ansí mismo viendo el
buen tratamiento quel dicho Adelantado don Francisco
de Montejo les hazia, y los dichos sus capitanes, para
traellos, porque ansi convenia, segund el espanto que to-
dos tenian de lo que de antes avia pasado; y este espan-
to y temor causó la venida del dicho Adelantado don
Pedro de Al varado, que fue arta causa para la pacifica-
ción de la dicha tierra; pero que se diga quel ni sus ca-
pitanes la pacificaron, ni dexaron de paz, no hay honbre
que este sin pasión que tal me haya dicho, ni tal he po-
dido averiguar, sino quel dicho Adelantado don Francis-
co de Montejo lo a conquistado y pacificado, y les a
hecho a todos los pueblos servyr como oy dia sirven, y
pacificamente, e asta el dicho rrio de Ulua con el alba-
rrada de Cocunba, como tengo dicho, qu' es cabe la villa
de San Pedro y puerto de Cavallos, quel dicho Adelan-
tado don Pedro de Alvarado conquisto y pacifico en per-
sona con los que consigo traxo y la demás jente que acá
hallo en la tierra al tiempo que a ella vino; finalmente,
que el saco los cimientos de esta obra o casa, y el dicho
Adelantado don Francisco de Montejo algo las paredes y
la cubrió, como Vuestra Magestad lo puede juzgar por
esta mi rrelacion, y esto es lo que yo e podido alcangar
y averiguar, como tengo dicho, con mi flaco juicio. Vues-
tra Magestad y esos señores de su Real Consejo lo po-
dran mijor ver, averiguar y juzgar con sus esclarecidos
juicios y dottas y sabias letras, que yo, ny vi lo uno, ny
lo otro, ni estuve presente a ello, como Vuestra Mages-
tad mejor sabe, porque al tiempo que todo ello pasó yo
estava en esa rreal corte.
Y pareceme que bien rreconpensando el daño que hi-
zieron los que con el dicho Adelantado don Pedro de Al-
— 164 —
varado vinieron, ansi los cristianos como los dichos yn-
dios aches, en los esclavos que hizieron y los demás que
mataron y comieron y pueblos que se destruyeron, y el
bien que dizen que hizo, que pesan muy mucho mas los
males que se hizieron quel bien y provecho que dizen
que se hizo, y pluguiera a Dios que ante se depoblara
toda la tierra por entonce, que hazerse los males y daños
que se hizieron, que si entonces se despoblara, quando
fuera la voluntad de Dios diera horden como se tornara
a poblar, como a sido en todas las otras cosas destas par-
tes; bien creo yo quel dicho Adelantado Alvarado, o no
seria consentidor dello, ny lo podria ver todo, que como
los dichos cristianos heran vezinos de Guatimala e de
San Salvador, y deseavan llevar esclavos para sus casas
y para hechar en las minas, mas que dexar pacifica la
tierra, hizieron los mas esclavos que pudieron, y los di-
chos males que podian, como de tierra en que no avian de
bivir y permanecer, porque yendo que yban a rranchear
para buscar de comer, y los dichos yndios aches ansimis-
mo que yban por otro cabo, rrepartidos por los pueblos,
una quadrilla por un cabo y otra por otra, haziendo las
sobredichas cosas, sin que dicho Adelantado las viese,
ny supiese, a lo que creo, porque a sabellas y consenti-
llas, sigund que an sido tan escorrutas, no se que me
diga; y no quiera mas saber Vuestra Magestad, sino que
un yndio de un vezino de Guatimala que vino por manda-
do de su amo con el dicho don Pedro de Alvarado, llevó
ciento e veynte esclavos herrados, de la parte que cupo
a su amo, sin otros muchos libres que los dichos aches le
dieron, rrescataron y vendieron, de los quellos tomavan
por los pueblos, para lo qual suplico a Vuestra Mages-
tad que luego que vea esta me envié su rreal provisión
— 165 —
con todo el favor y penas que pudiere ser, para que yo
vaya a la dicha provincia de Guatimala para buscar todos
quantos hallare alia desta governacion, ansi libres como
esclavos herrados o por herrar, que entonces se hicieron
y llevaron desta governacion, para que los pueda sacar
de qualquier poder que estuvieren, porque fueron muy
ynjustamente hechos y llevados, so graves penas y con el
auxilio de todas las justicias, personas e honbres buenos
a quien se pidiere, e ansi mismo para qualesquier otras
partes a do los dichos esclavos e libres estuvieren e fue-
ren llevados, porque me dizen que en Cuba y en la Ha-
vana está mucha parte dellos, ansi libres como esclavos,
que en aquel tiempo se vendieron y llevaron por alia, y
en otras muchas partes, mandando a los prelados de las
partes do estuvieren, que den sus cartas de excomunión
para que oor todas vias se sepa e ynquiera donde los di-
chos naturales están, con apelación rremota que no se
les conceda a ías personas que los tuvieren, sino que lue-
go ios den sin enbargo de qualquier apelación, ni otras
cosas que digan y hablen, averiguándose por ynforma-
sion bastante quellos son desta governacion, sin dexar en
poder y consentimiento de los dichos naturales la venida,
porque a ponerse esta clausula en la dicha provisión, los
dichos cristianos les dirán tales palabras y pornan tales te-
mores a los dichos yndios,que todos digan que no quieren
venir, sino quedarse por alia, y esto es muy contrario de la
verdadera naturaleza, porque cada uno quiere y desea yr
a bibir y moryr en su propio natural, como Vuestra Ma-
gestad mejor lo sabe, y el tiempo y la esperiencia de las
cosas nos lo muestra; que yo quiero, por seruyr a Dios y
a Vuestra Magestad, yr a mi costa y mysion a tomar el
trabajo dello por todos los lugares por do estuvieren, por
— 166 —
qu' es muy grand cargo de conciencia que esto se consien-
ta, porque me consta que los llevaron por tuercas enca-
denados y atados, hombres y mugeres, con los niños a los
pechos, e otras preñadas, y ansi mismo niños de tres y
quatro y cinco años; dexo muchos de ellos que se mu-
rieron por los caminos de hanbre y de verse llevar en
prisiones y de sacallos de sus propias tierras a otras, de
frias a calientes y de calientes a frias, por la qual causa la
mas de la jente se muere en estas partes; que por cierto,
español y españoles ay que dizen que mas de mili o mili
y quinientos fueron los muertos; que por cierto, en la vi-
lla de San Pedro y en Trujillo me dizen que murieron de
aquella tierra, de los que por acá avian llevado, mas de
quatrocientos o quinientos, por ser como heran de tierra
fria y los llevaron a la caliente, y de otros malos trata-
mientos, e por cierto que me dizen que son mas de tres
mili animas las libres que llevaron de esta hecha, por
fuerza, sin los esclavos que se hicieron, y los padres e
madres son tantas las lastimas que hazen por los hijos que
les llevaron, y las mugeres por sus maridos, que no lo se
dezir a Vuestra Magestad, mas de que me quiebra el co-
raron de verlos llorar, y de las amarguras que hazen, ro-
gándome mucho que pues vine a ser su padre dellos, e a
mirar por ellos, que les haga volver sus hijos y sus mu-
geres y maridos y los hijos de sus padres y madres, y los
hermanos a sus hermanos, qu' es la mayor lastima del
mundo; y estos digo que an de ser rrecaudados y traydos
a esta tierra, de la gente que se saco della desde el tiem-
po quel Adelantado don Pedro de Alvarado vyno a esta
tierra, e un don Cristóbal de la Cueva, y otros que se
fueron desta governacion y sacaron jente della, hasta quel
dicho Adelantado don Francisco de Montejo vino a ella,
— 167 —
que después quel vino, sigund he sido ynformado, no a
consentido sacar ninguna persona della; y esto que tengo
dicho a Vuestra Magestad, es muy necesario para esta
governacion, por dos efettos: el uno, para que estos na-
turales vean como Vuestra Magestad, como su rrey y se-
ñor y verdadero padre, les haze bolver a sus hijos y mu-
geres y hermanos y maridos* como justo juez que es; y lo
otro, para que está tierra se torne a poblar, porque con
los males pasados y destruimientos que se han hecho en
los dichos pueblos y en los dichos naturales dellos de la
dicha governacion, por los governadores o desgoverna-
dores pasados desde el tiempo que governo Diego López
de Saucedo, y Cereceda, acá, que no devieran, está esta
tierra tan perdida que en pueblo que en el dicho tiempo
que ellos governaron avian mili yndios, aunque otros
quieren dezir casas, no ay oy una, ni uno, como mas
largamente adelante en otra rrelacion que escribiré des-
pués de esta daré quenta a Vuestra Magestad mas por
entero, porque terne mas espacio para ello; y sepa
Vuestra Magestad que son tan pocos los yndios e pue-
blos que ay el dia de oy en esta tierra, que por cier-
to un rrepartimiento de los de México, o un solo con-
quistador o poblador, tiene mas yndios que toda esta go-
vernacion de cabo a cabo; y no piense Vuestra Magestad
que esta es fábula, sino la pura verdad, que por cierto no
creo que ay en toda la governacion quinze mili yndios,
a do avia, segund he sido ynformado, al tiempo que Gil
González de Avila vino a ella, y el marques Hernando
Corthes, de personas que con ellos vinieron, qu' están oy
en dia en esta governacion, tanta jente casi como en Mé-
xico, y tanta policia y rrazon, y que hera una gente muy
bien dispuesta e ataviada y de mucho arte, ni mas ni me-
— 168 —
nos que de la Nueva España la muy polida, y pluguiera
a Dios que nunca el Marques del Valle saliera ¿ella, ny
un teniente y capitán que dexo el dicho Marques en ella,
que se dezia Sayavedra, al tiempo quel salió della, por-
que la dicha tierra no perdiera tal padre, porque todos
los demás que después an venido hasta que vino el dicho
Adelantado don Francisco de Montejo, han sido padras-
tos, según la perdición parece tan manifiesta de todo lo
pasado, porque después de entonces hasta agora, sigund
los dichos destruymientos y cosas han pasado, nunca tal
estuvo la tierra, ni los yndios della estuvieron tan pacífi-
cos, ni tan domésticos, ni seguros, ni tan amigos de sus
casas y haziendas, como el dia de oy están, sigund to-
dos los españoles dizen, que desde aquel tiempo acá que
están en la tierra, ni ningún governador, ni sus capitanes,
jamas llegaron a lo que oy en dia esta de paz, ni lo vie-
ron, aunque Gil González de Avila paso por cierta parte
dello, de paso, pero no para dexar la parte por do paso
en el estado en que agora esta, y a Diego García de Ce-
lis, thesorero de Vuestra Magestad en esta governacion,
le he oydo dezir muchas vezes, después quel y yo llega-
mos a esta dicha tierra, porque anbos a dos venimos jun-
tos, ansi como llegamos a ella e vio e oyó dezir el esta-
do en que esta va la dicha tierra, y que los dichos yndios
estavan pacíficos y en sus casas y senbrando y entendien-
do en sus granjerias y sirviendo a sus amos, que nunca
pensó hallar la tierra en tal estado, ni que en todos los
dias de su vida no pensó que estos naturales estovieran
tan quietos, ni pacíficos, ni sirvieran a sus amos como
oy en dia les sirven, ni senbrar, ni que tuvieran de comer,
sigund el alteración e corrimiento que antes avian tenido
a causa de los muchos malos tratamientos que en tiempo
— 169 —
de los governadores pasados se les avia hecho, y agora
verdaderamente se puede decir que la dicha tierra esta
de paz, y no de antes, porque no se entiende quedar ni
estar la dicha tierra de paz porque un señor o dos de los
dichos naturales, o un yndio, o dos, o tres, vengan a ver
al governador, o a su capitán, o capitanes, al tiempo que
les van a conquistar, y les digan que quieren venyr de paz
y que les traygan algund presente que paresca que es
mas parte de paz, que todos los hazen quando veen venyr
un exercito o algunos cristianos por sus pueblos o cerca
dellos, estando de guerra, como muchas veces a aconte-
cido y se a visto; y esto verdaderamente no es para ve-
nirles de paz, sino para darles mejor la guerra, que vie-
nen so color de la dicha paz a mirar que jentes e quantos
vienen y quantos son de a caballo y quantos de apie y si
son personas de manera que todo lo entienden, aunque
le hacen entender a Vuestra Magestad que son ynocen-
tes y travajan de saber a que vienen y que quieren, y di-
zenles que quieren yr a llamar todos ios otros naturales
de sus pueblos, y para mas contentallos y asegurallos, y
vanse y nunca mas vuelven sino con los arcos en las ma-
nos, se suben a las sierras y de alli les envian a dezir lo
que se les antoja y rriense dellos, y esto no es visto venir
de paz la tierra, por esta apariencia que los dichos natu-
rales hazen, sino para dar mejor la guerra, como dicho
tengo, e fortificarse y apercibirse mejor, como claramen-
te a parecido en todas estas partes al tiempo que las an
ido a conquistar; y la perfeía manera de venir la tierra de
paz, es venir los señores e principales verdaderamente a
dar la paz y la obidiencia al governador de la tierra o a
sus capitanes en nonbre de Vuestra Magestad, sin ningu-
na otra cautela, y de ay adelante servir con toda umildad
— 170 —
al cristiano o cristianos que les encomiendan , y envian-
dolos a llamar con un naborya, venir alia donde sus
amos, y hazer lo que ellos les mandan, sin ninguna otra
alteración; e aun sin enviarlos a llamar, venirse ellos,
como lo acostunbran muchas veces a hacer los que están
de buena paz, sin que los envien a llamar los dichos sus
amos o encomendados, y les traen alguna cosa de lo que
en sus pueblos ay y en sus casas tienen que parezca mas
confirmasion de paz, y esta es la perfeta paz, y no porque
pase un governador o capitán de largo por ella, estando
de guerra, y dejándosela ansi, se puede dezir que queda
de paz; que pasar un capitán o governador por cabe los
pueblos, y entrar dentro en ellos e salirle los dichos prin-
cipales a rrecibirles y dezirles, cata que seays buenos y
sirvays todos juntos, y no hagays otra cosa; y ellos di-
gan, de miedo que al presente tienen, o por cumplir con
ellos, que les place, y que ansi lo aran, no es esto quedar
de paz, sino lo que tengo dicho arriba, porque en vol-
viendo las espaldas el dicho capitán y los dichos cristia-
nos, luego los dichos naturales hazen e usan hacer, y es
como estilo de ellos, lo que tengo dicho, que es tomar
sus arcos y flechas, hijos e mugeres e quanto tienen, y
subirse a las sierras y rreyrse y hacer burla de los dichos
españoles; y desta manera, aunque yo soy clérigo yre con
seis de cavallo muy seguramente, sin que nos hagan mal
ninguno a mi ni a ellos, por todas quantas partes estén
de guerra, por toda esta tierra, y pasar seguramente, y
haré que nos den de comer e todo lo que mas ovieremos
menester, y por esto diga que por que pasé de la manera
que tengo dicho, que lo pacifique todo y conquisté y
dexé de paz, no es, Sacra Cesárea Catholica Magestad,
esto, quedar las tierras de paz.
— 171 —
E por que alia, estando yo en esa Real corthe de Vues-
tra Magestad, oy dezir que se avia platicado esto en el
Real Consejo de Vuestra Magestad, quiero decir lo que
alcanco cerca dello, como honbre que e visto y cada dia
veo las cosas que pasan en estas partes, para avisar a Vues-
tra Magestad de todo, como soy obligado, y suplico a
Vuestra Magestad mande que esta mi rrelacion se tenga
en secreto, por que como quiera que a estos dos cavalle-
ros yo les tenga por amigos y hermanos, no quiero que
por avisar de la verdad a Vuestra Magestad acerca de lo
que sobre este caso pasa, e yo e alcancado a saber cerca
de todo ello, estar mal con ninguno dellos, porque con-
tra ellos como a un perro de la calle no querría estar;
mas, haziendo lo que soy obligado al Real servicio de
Vuestra Magestad, que acerca de esto ninguna cosa se
me da que me quieran bien o mal, como haga yo lo que
debo y soy obligado.
Demás desto, el Adelantado don Pedro de Alvarado
llegó a este puerto de Cavallos el Viernes Santo, que se
contaron quatro dias del mes de Abril, a salvamento el y
doña Beatriz de la Cueva, su muger, y segund el y otros
muchos an escrito a esta cibdad, dizen que trae tres naos,
en las quales traxo dozientos e cinquenta honbres cava-
lleros y hidalgos e otra gente de guerra, y trecientos ar-
cabuzesy otros muchos tiros de artillería, y quatrozientas
picas y dozientas ballestas, e que su muger trae veynte
doncellas hijasdalgo, de muy buenos gestos, para casar,
e ansi mismo que viene en las dichas naos treynta mili
ducados de mercaduría de muchas cosas rricas, ansi de
brocados y telas de oro y de plata y todo genero de sedas
y tapaceria rrica y otras muchas cosas que ciertos facto-
res de mercaderes de Medina del Campo traen en ellas.
— 172 —
A puesto su venida tanta alteración en esta tierra, ansi
en los españoles que en ella están, como entre los natu-
rales della, que no lleva rremedio, que do la tierra estava
casi del todo sosegada e asentada, están todos tan altera-
dos y solevantados, como es gente que con qualquier
aire se muda, que ni bastan sermones ny otras palabras
que les he hecho, ni dicho, para hacelles sosegar, porque
an sido tantas las cosas quel dicho Adelantado dizen que
a dicho y escrito por unas partes y por otras, y ansi mis-
mo muchos de los que con el bienen, que no digo yo
todos los desta tierra, aunque son pocos, pero de otra
que obiera mas, se solebantaran diziendo que trae mu-
chas provisiones de Vuestra Magestad contra el dicho
governador don Francisco de Montejo, e contra otros
muchos desta governacion, entre las quales dizen que
trae una en que manda Vuestra Magestad que dentro en
veynte y quatro oras le den y entreguen esta cibdad con
todos sus términos, porque Vuestra Magestad la a manda-
do encorporar en la governacion de Guatimala, y que si
el dicho Governador no se la diere y entregare, o no
obedeciese la provisión Real de Vuestra Magestad que
sobre ello trae, que le manda Vuestra Magestad al dicho
Adelantado que eche unos grillos al dicho Governador y
lo meta en una nao y lo envié a Castilla ante el Real
Consejo de Vuestra Magestad, lo qual dize que a dicho
publicamente ante muchas personas, de la boca de los
quales yo lo oy, que dizen que se lo oyeron, lo he sabi-
do, y ansi mismo el dicho Governador; e ansi mismo que
trae un juez executor para que después de preso el dicho
Governador le meta en la posesión della y de todos sus
términos, lo qual a dado tan grand alteración a la tierra,
que en verdad yo me he visto en muy grand aflicion y
— 173 —
trabajo en pacificar a los dichos españoles y hazer que se
rreposen algo, que mas no a podido ser, diziendoles que
no creyesen ninguna cosa de quantas se dezian hasta que
lo viesen por los ojos, y que Vuestra Magestad y los de
su muy Real Consejo no proveen las cosas tan liviana-
mente, especialmente sin aver visto otra rrelacion mas
que la que alia dio el dicho don Pedro de Alvarado, e
ansi no avian de proveer lo que dizen que trae proveido,
y ya que lo proveyesen, dirían en las dichas provisiones
por rrelacion que nos fuese fecha por el dicho don Pedro
de Alvarado, y que si esto viene ansi, tiene muy buen
rremedio, el qual es hazer saber a Vuestra Magestad la
verdad muy por entero cerca de lo que sobre ello pasa,
para que si la rrelacion que alia se hizo no fue tal, Vues-
tra Magestad prouea en ello lo que fuese mas servido; y
esto todo les he dicho por apaciguarlos y hazer que se
rreposasen, y ansi mismo que no podían creer que las
cosas que an dicho que dize el dicho Adelantado don
Pedro de Alvarado, el las dixese contra el dicho Gover-
nador, porque es cavallero y noble e servidor de Vuestra
Magestad, y los tales, no han de dezir las semejantes co-
sas, especialmente contra los ministros de Vuestra Ma-
gestad, y en los propios lugares do están administrando
los cargos y oficios en el Real nombre de Vuestra Ma-
gestad, y ansi se lo he dicho al dicho Governador, que
no menos alteración e pasión que los demás a rrecibido,
y tanto que a no hallarme aqui me parece que obiera
fecho sobre ello un desatino, pero corno es cuerdo y
honbre que an pasado por el travajos, rrecibio todo lo
que le dixe sobre el caso muy bien, y hizele rreposar su
corazón hasta tanto que viese lo quel dicho Adelantado
traya, y rroguele mucho que no diese crédito a ninguna
— 174 —
cosa de quantas le dixese, pues ya sabia que cosa heran
Yndias y las cosas y jente dellas; y ansimismo dizen que
a dicho publicamente que trae provisión para quel por
su propia autoridad se entre en los yndios que le quito,
segund dizen, el dicho Governador, y para que buelva
todos los demás a las personas a quien el dicho Adelan-
tado don Pedro de Alvarado los proveyó al tiempo que
en esta governacion estuvo, haviendoselos quitado el di-
cho Governador; y que esto fuera ansi, justo fuera que
sin dezir ni hablar las cosas que dizen que se an dicho y
dize y abla el y los que con el vienen, mostrare pacifica-
mente y sin pasión las Reales provisiones de Vuestra Ma-
gestad que trae, y vistas, el dicho Governador hiziera y
obedeciera todo lo que Vuestra Magestad por ellas man-
dara, a la letra, en la misma ora que se las notificara, que
pues todo es de Vuestra Magestad, lo de acá y lo de alia,
bien lo puede Vuestra Magestad dar a quien fuere servi-
do, y el no tenia que dezir ni hablar contra ello mas pa-
labras, mas de que se cumpliese la voluntad de Vuestra
Magestad y su Real mandado.
Dizen mas, que dize que trae otra provisión para que
con pareser del visorrey e obispo de Guatimala, esta go-
vernacion se junte y encorpore con la de Guatimala, y
quel sea governador de ella, y si esto es ansi, Vuestra
Magestad crea ques la cosa mas perjudicial que ay en el
mundo para la Real conciencia de Vuestra Magestad, y
por ninguna manera conviene que tal Vuestra Magestad
consienta, lo uno porque ante a los governadores destas
partes les avia Vuestra Magestad de acortar las governa-
ciones para ser vien governadas, y de una hazer dos
como corregimiento en España, que no dárselas dobla-
das; y lo otro, porque en la ora que esta governacion se
— 175 —
encorporase con la de Guatimala, no quedaría un yndio
de todos los naturales della, a vida, porque como alia es-
tan usados a hazerles mili crueldades, ansi en hazer mi-
llaradas de esclavos de guerra y de rrescate, como en
trabajos esesibos, que en verdad yo estoy espantado, se-
gund lo que aqui me an dicho, que los yndios pasan,
¿como lo permite Vuestra Magestad e los de su Real
Consejo, si lo saben?, tanto que quando en esta gover-
nacion no permito que les hagan alguna cosa que es con-
tra el buen tratamiento de estos yndios, luego me dan en
rrostro con Guatimala, diziendo que alia se haze esto y
esto, y son cosas que antes me dexaria morir que con-
sentir que ninguna dellas acá se hiziese, y no se yo si
alia ay otras leyes mas de las de Vuestra Magestad acá
manda guardar, para que se permita, y ansimismo digo
que esta tierra rrecibiria muy grande agravio y travajo y
los naturales della en hazer la dicha rreunion, porque
como los yndios de alia usan sacrificarse e comerse unos
a otros, en la misma ora questa y ella fuese una y ellos
entrasen por acá, no dexarian honbre a vida que no co-
miesen, y si algunos quedasen, de vellos a ellos hazer
los dichos sacrificios y comer la dicha carne umana lo
aprenderían y harían lo mismo, y de sus mismas costun-
bres se apegaría esta polilla en ellos hasta acabarse
los que quedasen, y esto seria grande mal para todos los
naturales desta tierra, pues entrellos no se acostunbrava
antes hazer lo semejante, ni tal sabían que los honbres
hazian ni hazen, según me an dicho, ni lo avian oido dezir
que ningund honbre comiese a otro, como tengo dicho,
bien que entrellos usasen en algunas partes algunos sacrifi-
cios, pero no es tanta cantidad como en otras partes se
hace; lo otro, como están tan mal mostrados los de aque-
— 176 —
lia governacion a servirse de los indios y de juntallos e
de matallos con maneras de servicios y trabajos exesivos,
querrían acá hazer lo mismo, y como los naturales desta
tierra son pocos y no usados a travajar tanto como los de
alia, no lo podrian soportar, e alearse yan e yrse yan a
los montes, y la tierra se perdería, y ya que no fuesen,
aorcarse yan, y dexarse yan morir y matar; y esto que
digo, sin ser esta governacion de alia lo vemos cada dia
por esperiencia por las personas que de alia pasan por
esta governacion, que no nos podemos valer de los ma-
los tratamientos que hazen por los pueblos que pasan,
de palos y coces que dan a los yndios pidiéndoles lo que
no tienen, y aunque se lo den los matan sobrello, que
no ay dia del mundo que no nos vienen mili quexas
dellos, ansi al dicho governador, como a mi; y para lo
que dizen que han dicho a Vuestra Magestad que esta
governacion ganaría mucho con estar ayuntada con la
de Guatimala, que es porque podrian con los dichos
amigos que tienen pacificar y ganar mucho mas adelan-
te desta tierra, y con los dichos yndios entrar muchas
quadrillas en ella, es todo muy perjudicial, como tengo
dicho, porque de los amigos ya no tiene esta governa-
cion necesidad dellos, porque tan buenos los tiene esos
pocos que ay para el dicho efeto, como los que ay en
Guatimala, y no con tanto perjuicio como ellos, porque
ellos demás de lo que dicho tengo, de comer a quantos
hallan, no les dexan estaca en la pared, a los de por acá,
para llevarlos a sus casas; y en lo de las dichas minas, aun-
que algún provecho, trae consigo harto daño, ansi para
las animas, como para los cuerpos, como para los malos
tratamientos de los naturales desta tierra, por que por los
pueblos por do obiesen de pasar tantas quadrillas de
— 177 —
cristianos e yndios, no podrian hazer bien, sino mucho
mal; y los que desean que se encorpore y junte con la
dicha governacion de Guatimala, son los codiciosos y
desalmados que querrían en una ora ver destruyda e aca-
bada esta tierra por yrse con el fruto della en tres dias a
Castilla, sin mas permanecer ni perpetuarse en ella, y
este es su fin, y no otro. Lo otro, esta governacion co-
mienza agora a rresucitar y hazer algo, y esta en poten-
cia de ser mucha cosa favoreciéndola Vuestra Magestad,
y para esto es menester sobrelievaüa lo mas que ser pue-
da, como se haze, y los naturales no trabajarlos tanto,
sino hazerles poco a poco que hagan aquello que bue-
namente pudieren hazer, para hazelles del todo arraigar
y pacificar; y otras cosas mas podría dezir cerca del di-
cho caso, pero por que no creo que Vuestra Magestad
tal cosa a proveído ni los de su muy Real Consejo, no las
quiero en esta espresar, y ansí se lo he dicho al dicho Go-
vernador e a todos estos conquistadores y pobladores,
porque los que están sin pasión y desean el bien desta
tierra, dizen, como a mi me lo an dicho ¿como lo que
nosotros conquistamos y ganamos con muy grand tra-
vajo y sudor, derramando nuestra sangre, a de ser de
Guatimala, y nuestra cibdad que fundamos en nonbre
de nuestra governacion, estando como esta en ella, a
de estar subjeta a governacion estraña, pues la pobla-
mos, conquistamos y pacificamos ansi a eila como a
los términos della?; antes nos dexaremos hazer pedacos
y moriremos todos juntos, que tal consintamos, y los que
son aficionados al dicho don Pedro dizen que no tan
solamente la dicha cibdad y governacion, pero todo el
mundo querrían que fuese suyo, porque dizen y publi-
can que siendo el Governador desta governacion, no les
12
— 178 —
contaría los bocados, como los quenta el dicho Gover-
nador, y yo en no consentir lo quellos querrían hazer, y
algunos malos usos en que estavan puestos antes quel di-
cho Governador y yo viniésemos a la tierra, y que les
daria cuerda larga para fazer todo lo que ellos quisiesen,
ansí esclavos de guerra, como de rrescate, y sacar oro
con los naturales de los pueblos e personas libres; y cier-
to oficial de Vuestra Magestad, desía governacion, escri-
bió de donde esta el dicho don Pedro de Alvarado, una
carta a esta cibdad, a un amigo suyo, en que dezia lo
mismo, que no puso poca alteración a algunos que la
oyeron, y luego como oyeron esto sus aficionados, que
hera desenbarcado, e oyeron decir las cosas quel dezia
que traya, en la misma ora se fueron todos para dondel
esíava, sin hazer mas caso de su Governador como si en
esta governacion no lo oviera, y otras muchas cosas que
en esta no quiero decir, que son para tapar los oydos,
por no dar fastidio e pena a Vuestra Magestad, que es
tanto lo que anda entre unos y otros, que por cierto no
me quisiera hallar en este tiempo aqui, porque son las co-
sas tantas y de tal claridad que no bastan fuerzas ningu-
nas para sufrillo, y no parece sino que sobre la sangre de
Abel fue fundada esta governacion, sigund los males pa-
sados y los que ve el honbre cada dia presenta, ansi de
muchas cizañas, chismes y consejas que ay siempre entre
unos y otros, y poca fe y amor. Yo he estado para yr a
donde estaba el dicho Adelantado don Pedro de Alvara-
do, qu' es en la villa de San Pedro, a dezille mi parecer
como ministro de Vuestra Magestad y persona que de-
seo la paz e concordia de entre unos y otros, y a ver si
pudiera dar algún medio en todas estas cosas, y no he
osado yr, por dos cosas: la una, por no dexar al dicho
— 179 —
governador solo, porque como la cosa esta tan alterada
no le aconteciese lo que a otros a acontecido en esta go-
vernacion que han governado en nonbre de Vuestra Ma-
gestad, y por menos causas les han quitado las vidas, es-
pecialmente gente apasionada y que forman y publican
tener quexas del, como se suele tener de los governado
res y ministros de Vuestra Magestad, quanto mas dizien-
do que les han quitado los yndios quel dicho Adelanta-
do don Peoro les dio, y como algunas cosas de las pa-
sadas han visto que se an pasado sin castigo, están algu-
nos tan sueltos y tan encarnizados que, por mi concien-
cia, que a lo que he sentido y me parece, que si me ovie-
ra apartado un paso del, que se oviera hecho algún
grand mal, sino que ando tenplando de los unos a los
otros y poniendo a cada uno la medicina que siento que
a menester segund el umor o llaga que veo que tiene.
Lo otro, porque me an dicho que dize el dicho Adelan-
tado don Pedro de Alvarado publicamente, que en cier-
tas cosas que trae contra el dicho Governador y contra
algunos desta governacion me trae a mi por juez, o que
vienen a mi remitidas, y como deseo estar libre y sin adu-
lación ni sin rretratacion de ninguna persona, no he que-
rido dar lugar a que de mi se enjendre sospecha de entre
ninguna de las partes, y a esta causa ansimismo me he
estado quedo, porquel que algo quisiere me verna a bus-
car y presentarame lo que traxere, y mas vale que yo
vaya por este horden que no que vaya yo a lo rrecibir ni
a conbidarme para ello, pero no he dexado descryville
al dicho Adelantado don Pedro de Alvarado sobre estas
cosas, como Vuestra Magestad vera por ese traslado de
carta que oy enbio a Vuestra Magestad que escrybi al di-
cho Adelantado, ansi en rrespuesta de una quel a mi me
— 180 —
escryvio, como sobre íodas las dichas cosas que acá se
han dicho e dize quel a dicho y los que con el vienen,
por la qual Vuestra Magestad vera, poco mas o menos,
que son las cosas que acá se an dicho, y en verdad ques-
ía governacion esta ardiéndose a bibas llamas el dia de
oy; plega al Señor que lo rremedie y apague tanto fuego
como en ella esta encendido, y por cierto que yo tengo
lastima muy grande deste pobre viejo del Governador,
por velle tan fatigado con todas estas cosas, aviendo tra-
vajado tanto quanto todos dizen que ha travajado en po-
ner esta tierra en el estado en que esta, que a mi pare-
cer no a hecho poco, segund he sabido en el estado que
antes ha estado, que por lo que yo paso y travajo el dia
de oy con algunas personas de los que en ella están, cer-
ca de algunas cosas que antes pasavan, siento lo quel
pobre podra aver pasado, aunque yo le consuelo y he
consolado todo quanto puedo, diziendole mi parecer en
todas las cosas, especialmente que no crea nada de todo
quanto le dixeren y oyere, hasta que vea el mando de
Vuestra Magestad y de los de su muy rreal Consejo, lo
qual el dicho Adelantado don Pedro de Alvarado hasta
agora no a presentado cosa ninguna, el, ni otro por el;
dizen que viene a esta cibdad con toda su jente a poner
en efeto lo que acá se a dicho. Dios lo provea todo como
sabe que es menester; con lo que mas subcediere avisare
a Vuestra Magestad. Desta cibdad de Gracias a Dios,
a XVIII dias del mes de Mayo de este presente ano de
[MD] XXXIX. De vuestra Sacra Catholica Cesárea Ma-
gestad vmilde criado que sus Reales pies y manos besa,
Licenciado Pedraca.
X
RELACIÓN DEL VIAJE QUE HIZO EL CAPITÁN FRANCISCO
DE ULLOA, POR ORDEN DE HERNÁN CORTÉS, POR LA
COSTA DE NUEVA ESPAÑA, DESDE ACAPULCO HASTA
LA ISLA DE LOS CEDROS, Y LAS POSESIONES QUE TOMÓ
EN NOMBRE DEL MISMO CORTÉS. ^
México, 29 de Mayo de 1540.
(Archivo de Indias, est. i, caj. i, leg. 20, núm. j.)
Memoria y relación dei viaje y descubrimiento que en
el nombre de Nuestro Señor se a hecho después que sa-
lió esta armada de vuestra señoría, del puerto de Acapul-
co, que fue a ocho de julio del año de mili e quinientos
e treinta e nueve, hasta esta isla de los Cedros, adonde
quedo oy, lunes cinco de abrill de mili e quinientos e
quarenta años.
Primeramente, salimos del puerto de Acapulco a ocho
dias del mes de jullio con los navios que Dios nuestro
señor guarde, el vno nombrado Santagueda, y el otro la
Trenidad, y el otro Santo Tomas, e con buen tiempo,
avnque con algunos aguaceros rezios y de mucho viento,
y tanto que nos ponia en algún trabajo yendo navegando
por la costa, y en llegando en paraje de la punta (1)
bien el cabrestanie, plugo a Nuestro Señor que cobra-
mos todas velas y xarcia e todo lo demás que cayo a la
(i) Roto el ms., en el que faltan algunas líneas.
— 182 —
mar, sin perder cosa alguna, e luego otro dia que ama-
nescio nos remediamos lo mejor que pudimos para se-
guir nuestro viaje, avnque no pudo ser tan bien que no
nos hizo la quebrada destos mástiles alto estorbo para
nuestro viaje, en especial que nos sobrevinieron luego
vnos siete o ocho dias de calmas y pocos vientos; llega-
mos al puerto de Santiago de Buena Esperanca, domin-
go, a siete dias deste dicho mes.
Estuvimos en este puerto de Santiago veinte e seis dias
aderezando la nao Santagueda del daño que avia resabi-
do, aguardando los bastimentos que alli nos avian de
dar, y tomando agua y leña e otras cosas nescesarias para
nuestro viaje.
Después de aver fecho lo que arriba digo, en este puer •
to, y aver venido los bastimentos, nos partimos del vn
sábado a veinte e tres de agosto, y yendo saliendo del, a
las diez oras de la noche nos dio el tiempo contrario, de
manera que nos hizo volver al surgidero, e luego que
amanescio nos torno a dar tiempo con que pudimos tor-
nar a salir, y yendo navegando con buen tiempo quinze
leguas, pasadas las islas de Jalisco, un miércoles a vein-
te e siete deste dicho mes de agosto, nos tomo un tem-
poral que nos truxo mas de veinte e quatro oras, el qual
nos cabsó algund trabajo, en especial al navio Santo To-
mas, que con el trabajo que le cabso el viento y el agua,
comenco luego a acer mucha agua, y tanta que no la po-
dían agotar los que en el yvan, segund me dixeron los
que en el yvan, del navio, a vozes, diziendome que se
yvan a fondo, que no se podían sostener sobre el agua,
lo qual plega a Nuestro Señor que no aya sido asi, sino
que estén alia y en salvamento; a los quales respondí ani-
mándolos lo mejor que pude, diziendoles que se esforza-
— 183 —
sen e no temiesen, e que trabajasen aquella noche lo mas
que pudiesen, que yo les seguiria, e que pasada la tor-
menta les remediaría el navio, pues por entonces la for-
tuna no nos daba lugar a ningún remedio, e que si el
tiempo aquella noche nos apartase, que nos juntásemos
en el puerto y baya de Santa Cruz, a do vuestra señoria
estuvo, pues savian que hera puerto conoscido y seguro
para entrar y salir toda el armada sin ninguna requesta
ni peligro, lo que no hera ninguno de los que en esta cos-
ta podiamos tomar; y aviendole dicho esto el siguió su
camino por la derrota que yo le avia dicho, y yo me
quedé por aguardar a la nao Santagueda que venia tra-
sera, para hablarle y mandarle lo que avia de hacer, si
siguiésemos el otro navio; a la qual no pude hablar, por-
que Castellón, que la governava, procuro siempre de
apartarse, de manera que no le pude hablar, a cuya cab-
sa y otras cabsas de que yo daré quenta a vuestra seño-
ria, no ose dexar aquella noche esta nao y seguir el otro
navio, sino antes me anduve aquella noche toda sobre
ella, guardándola porque no me hiciese alguna burla de
las que se suelen hacer, pues avia tiempo y oportunidad
para ello, ecetera. Luego otro dia que amanescio le ha-
ble y mande seguir la derrota y camino quel otro navio
llevaba, lo cual se pudo hacer sin ningún trabajo porque
el tiempo hera ya mas bonancible y aparejado para po-
derlo hacer, y ansi lo hezimos y navegamos lo que nos
parescio aquel otro navio podia aver corrido, sin parar,
que fue hasta ponernos en paraje del Guayabal, y visto
que hasta alli no aviamos hallado el navio, ni parescia
por toda aquella mar, arribamos al puerto y baya de
Santa Cruz, a ver si avia ido o iba alia, como yo se lo
avia dicho, a veinte e nueve de agosto, y llegamos so-
184
bre las yslas de Santiago y las Perlas a treinta e uno del
dicho mes; estuvimos entre estas yslas sin poder tomar
el puerto, con calmas e tiempos bonacibles y contrarios,
ocho días; tomárnosle domingo a siete de setienbre, e to-
maramosle sábado antes, si no fuera porque el piloto Ca-
tellon herró la entrada y encalló con la nao Santagueda
en los baxos que están a la entrada, y estuvimos este dia
e otro en sacarla y tornarla a meter en el dicho puerto;
plugo a Nuestro Señor que salió sin hacerse ningún mal
ni daño.
Estuvimos en este puerto y baya de Santa Cruz dos
dias tomando agua y leña y otras cosas de madera de
que tuvimos nescesidad, todo lo qual tomamos sin ningu-
na requesta ni contradicion de los naturales, ni avn sin
ver hombre de ellos, salvo tres o quatro que vimos a la
entrada estar en lo mas alto del cerro que esta sobre el
esterillo que vuestra señoría sabe, y un humo o dos en la
tierra, adentro, bien apartado de nosotros; hallamos el
real e asiento que vuestra señoría tenia, todo destruido y
sin ninguna señal de casa, ni de otra cosa que nosotros
dejamos, sino algunos cascos de ollas e botijas que avia
por allí, sino todo quemado, como parescio por los pa-
los de las casas que hallábamos debaxo de la tierra; ha-
llamos ciertos ranchuelos despoblados de muchos dias,
segund parescio, y apartados del asiento y algo metidos
el rio adentro.
Y visto que el navio que yvamos a buscar no estava
en el puerto, ni avia venido en los dias que en el estu-
vimos, ni en los ocho que estuvimos a la entrada deste
puerto, y que en los unos y en los otros le avia fecho
algún tiempo aparejado para su venida, nos partimos de
el y hezimos la via de los rios de San Pedro y San Pa-
-r 185 —
blo por ver si le hallábamos en alguno de ellos,, o por
aquella costa, a diez dias del mes de setienbre, e llega-
mos sobre los dichos rios, viernes a medio dia, a doze
del dicho mes.
Visto que el navio no estava en estos rios de San Pe-
dro y San Pablo, seguimos nuestro camino por luengo de
la costa, haziendo la via del Norte, entrando y saliendo
en ella según la costa nos lo requeria, y ocho leguas an-
dadas adelante destos rios hallamos un rio muy grande y
de dos bocas, el cual hechaba de si muy gran cantidad
de agua blanca a la mar, y tanta que entrava quatro o
cinco leguas la mar adentro, y aun segund dixeron hom-
bres que la probaron, no tan salada como la de la mar;
hicieronnos en el una ahumada; no le vimos por pares-
cernos qu' estava muy cerca de los rios de San Pedro y
San Pablo, que ya se sabe que cosa son los habitadores
dellos, y por no perder el tiempo, que nos hazia bueno y
a proposito de nuestro viaje; esta en altura de veinte e
siete grados y un quarto; pusimosle por nombre el rio de
Nuestra Señora, por verle en su dia, y pasamos adelante
por la misma via, y andadas diez y seis leguas adelante
deste rio hallamos una anconada que hazia la tierra, y
quesimos entrar a verla y ver lo que avia dentro, y no
pudimos llegar a la tierra con mas de dos leguas por ser
la mar de tan poca hondura que no avia mas de braca e
braga e media, y visto que con los navios no podiamos
llegarnos mas, envié una barca con cierta gente de mar e
de tierra para que la viesen, e vieron ser una baya, como
arriba digo, la qual tenia dentro de si tres esteros gran-
des y llenos de manglares que entravan la tierra adentro,
y entravan el vno para el Este y el otro para el Nordeste
y el otro para el Nornoroeste; pusimosles por nombre los
— 186 —
Esteros de la Cruz, por estar cerca de un cerro alto a
quien el dia antes aviamos puesto este nombre, el qual
tienen por señal de ellos, y el altura en que están, que es
en veinte e ocho grados; vimos este dia en la costa diez
o doze yndios; no pudimos ver, por estar tan lejos, la
manera dellos; parescieronnos gentes desnudas; hiciero-
nos a la noche dos o tres fuegos en la costa, y esta mis-
ma noche antes de media noche nos hicimos a la bela ha-
ziendo la misma via, y andadas veinte e cinco leguas
adelante de estos esteros, venimos a dar sobre una boca
de vn rio o de laguna o estero, que también echava algu-
na agua blanca a la mar; creo deve ser rio, antes que
otra cosa, por tener algunos arboles grandes y secos atra-
vesados a la boca, de los que devia traer en sus avenidas;
quesimos entrar en el y no le hallamos entrada; parescio-
nos tener dentro de si cantidad de agua; está en altura de
veinte e nueve grados largos; hicieronnos en el una hu-
mada; pusimosle por nombre el rio de San Francisco,
por verle en su dia, o víspera, e pasamos adelante por la
misma costa y via, e diez e ocho leguas de este rio ha-
llamos un puerto el mejor que hasta hoy se ha visto, a
dicho de toda la gente de mar de esta armada, y aun al
parescer de los de la tierra, en el qual entramos por verle
y ver lo que en el avia, y después de dentro, vimos otro
estero que entrava la tierra adentro mas de dos leguas
por la via del Norte, y la entrada del era muy hondable
e limpia e clara, y después de dentro esta tan cerrado de
todas partes y encubierto de la mar, que como se apar-
ten de la boca, de ninguna otra parte la pueden ver; tie-
ne de fondo cinco o seis bragas por todas partes, suelo
muy limpio y de arena; la misma hondura y limpieza tie-
ne en todo el hasta poner el costado en tierra; tiene este
- 187 —
puerto principal dentro de si otros muchos puertos y ca-
letas tan grandes como el e de la misma hondura y lim-
pieza, y tales y tan buenos que pueden estar en ellos to-
das qtiantas naos quisieren meter con qualquier cabo por
delgado que sea, y a cabsa de estos puertos lo llamamos
a este puerto el Puerto de los Puertos, y a la baya en que
está, la baya de la Posesión, por ser la primera que en
este descubrimiento se tomo por vuestra señoria. Tiene
dos entradas que haze una ysla que esta a la boca del,
muy claras y hondables y limpias; la vna se entra Norte
Sur, y la otra Les Hueste; tiene por señas la baya en que
está, que es bien grande y bien señalada, y el altura en
que esta en veinte e nueve grados y tres quartos; estuvi-
mos en el viéndole dos dias y no vimos ninguna gente ni
señal de ella, salvo algunos carbones viejos que estavan
por la playa fechos de muchos dias, y andando viendo
los puertos de este puerto se hallaron en el vno de ellos
dos o tres ranchuelos despoblados y de muchos dias, de
la misma hechura e manera que los que hacen iosyndios
del puerto e baya de Santa Cruz, donde vuestra señoria
estuvo, a los quales venia un caminillo de la tierra aden-
tro, angosto y no seguido, y en ellos se hallo una media
olla de barro, e la despusicion de la tierra deste puerto y
de toda la que del pudimos ver, es mala, si mala puede
ser, porque son todas sierras altas y de piedras y peladas
y sin ningún arboleda ni verdura, salvo algunos cardones
y arbolillos de los que ay en la baya y puerto de Santa
Cruz, y viendo que en este puerto no avia gente, ni avia
manera en la tierra de estar poblada de otra gente que la
que por los ranchuelos parecia, tomé la posesión por
vuestra señoria, y por no perder los tiempos, que hacia
buenos, pasamos adelante. Las tierras que atrás dexamos
188
desde los rios de San Pedro y San Pablo, hasta este Puer-
to de los Puertos, que ay sesenta y dos leguas, son tie-
rras muy baxas e de arenales, e de pocos cerros, y los
que ay muy pequeños, y la mar no muy hondable, por-
que vna legua y dos de la costa no hallavamos mas hon-
dura en todo este camino que de ocho hasta quince
bragas.
Partimonos de este Puerto de los Puertos viernes a
diez y nueve dias del mes de setienbre, e haciendo la
via del Norte, entrando y saliendo en ella, segund la cos-
ta nos encaminava, y andadas diez e siete leguas de este,
Puerto de los Puertos hallamos una ysleta pequeña y
despoblada, que está una legua o dos de la tierra firme,
en altura de treinta grados largos, y siguiendo la dicha
via y treinta leguas adelante de esta ysleta venimos a en-
vocar en un estrecho que haze la tierra firme y una ysla
despoblada que terna quatro leguas de ancho y doze en
largo; ay gran hondura entrella y la tierra firme; está en
altura de treinta e un grados; tiene a la boca dos ysletas
pequeñas; pusimosles por nombres el estrecho de San
Miguel, porque se paso en su dia, y pasado este estrecho
y siguiendo la dicha via y andadas treinta leguas metidos
a la mar en altura de treinta e dos grados y tres quartos,
seis o siete peñascos blancos y altos y puntiagudos, a
cuya cabsa le pusimos por nombre los Diamantes, y qua-
tro o cinco leguas andadas dellos comentamos a ver el
agua blanca y a manera de agua de rio, y yendo nave
gando por esta agua vimos una tierra al Suduoeste, ocho
o nueve leguas de nosotros, y pensando que hera ysla
fuimos a ella por verla y saver que cosa hera, y quanto
mas a ella nos llegábamos tanto menos fondo hallába-
mos, hasta que nos venimos a poner en quatro y cinco
— 189 —
bragas, y la mar toda bermeja y fecha un cieno, y a cab-
sa del poco hondo en que nos hallavamos y de la turbia-
cion del agua, surgimos para buscar camino para llegar-
nos mas aquella tierra, el qual no hallamos, ni pudimos
llegar a ella mas de lo que estavamos, que hera mas de
dos leguas, y a esta cabsa, este mismo dia, ya tarde, tor-
namos a hacer otro bordo a la tierra firme, por ver si en
tre ella y estotra tierra hallavamos hondura para poder
pasar adelante, y hallamos una canal, dos leguas de la
tierra firme, de hondura de ocho bracas, por la qual en-
traban sus dos mareas en veinte e quatro oras por su
horden y concierto de creciente y de menguante, sin dis-
crepar punto, y con tanta corriente de creciente y men-
guante que era cosa maravillosa; dexaba en seco quando
menguava, y henchia quando crecía, mas de dos leguas
que avia desde do estavamos, a la tierra firme; surgimos
en esta canal porque hera tarde para pasar adelante, y
por ver otro dia de dia que cosa hera y a do iva a parar,
y luego otro siguiente dia, lunes, que se contaron veinte
y ocho del mes de setienbre, quesimos pasar adelante, y
como aclaró el dia y hera baxa mar vimos toda la mar
por do haviamos de ir, entre la una tierra e la otra, cer-
cada de baxos, y aliende de esto vimos entre una tierra
y otra muchas cabecas de cerros, y lo baxo de ellos no lo
podimos ver por la longitud de la tierra, y visto que por
estas cabsas no podíamos pasar adelante, salté en tierra
en un baxo que estaba alli cerca y tomé la posesión por
vuestra señoría, y después de tomada nos salimos fuera
de aquella canal con la marea y hezimos la via del Su-
duoeste para la vuelta de la tierra que alli nos parescia, y
para por detras de ella hazer nuestro viaje.
Está este ancón y mar Bermejo en altura de treinta y
— 190 —
quatro grados; pusimosle por nombre el ancón de San
Andrés y mar Bermejo, porque lo es, y llegamos a el
en su dia; está ciento e quatro leguas del Puerto de los
Puertos; la despusicion de la tierra de entremedias es la
que sale a la mar, mala si mala puede ser, porque sesen-
ta leguas andadas del Puerto de los Puertos son tierras
muy altas y todas de piedra y peña tajada por muchas
partes, y sin ninguna verdura ni cosa verde; la mar de
estas tierras es bien hondable; las demás hasta llegar al
ancón de Santandres y mar Bermejo son tierras muy
llanas, y todas de arenales, y la mar baxa una legua y
dos de costa; no se vieron en todas estas ciento y quatro
leguas ninguna persona, ni señal de ella, ni creo que tal
tierra puede estar poblada.
Partimonos del ancón de Santandres y mar Bermejo
domingo a veinte y ocho de setienbre, haziendo la vía
del Sueste para la vuelta de la tierra que a el teniamos, a
buscar paso por detras della para seguir nuestro viaje, y
yendo siguiendo la misma via y costa della, treinta y
seis leguas andadas deste ancón y mar Bermejo, vimos,
quatro leguas adelante de donde estábamos, una muy
grande ahumada, a nuestro parecer, y porque todos ve-
níamos deseosos de ver gentes de aquellas tierras, y cre-
yendo que lo hera, y por ver la manera de las gentes que
la hacían, le pusimos nuestra marca y hezimos otro dia
la via para alia, y llegados en paraje de la marca que le
teniamos puesta aliamos una muy gran baya la qual te-
nia una ysleta alta y de arena, a la boca della, sobre la
qual surgimos y yo entré en una barca por entre la ysle-
ta y la baya y fui a la marca que a la humada teniamos
puesta, y estando dentro en la baya vimos salir otra ahu-
mada a do la primera, y muy cerca de nosotros, que
- 191 -
hera sobre el mismo cerro que tenía la baya a la boca;
espantamonos todos de ver el humo y no ver fuego, ni
gente que lo hiciese, y creímos que debía ser algún vol-
can, y quiselo subir a ver, y andando mirando la baya y
descubriendo si avia alguna gente que me pudiese hazer
algún daño, vi que en mi presencia e de todos los que
conmigo iban cayo un golpe de arena del cerro que la
baya tenia a la boca, y el polvo que hacia tornaba a su-
bir tan alto y tan escuro que verdaderamente parecía hu-
mo, y visto que esto hera lo que nos havia parecido ser-
lo, y no lo hera, ni avia ninguna gente, ni manera en la
tierra de averia, porque al parecer parecía muy seca y
estéril y sin ninguna virtud ni verdura, porque eran todas
sierras muy altas e de piedra de la piedra de que hazian
las navajas en la Nueva España, y visto no ser humo el
que nos avia parescido, ni aver manera en la tierra de
aver gente, gasté esta dia en ver esta baya y la manera
della, la qual vi ser un puerto tal y tan bueno y tan gran-
de quanto puede ser, porque está después de dentro tan
cerrado de todas partes, que de ninguna se ve la mar, y
el suelo limpio y del hondo que lo quisieren buscar los
que en el entraren; tiene dos entradas grandes y claras y
sin ninguna requesta, que hace la ysla; aliamos dentro
en el tanta cantidad de lobos marinos que avnque diga
que avia mas de cien mili no creo que me alargaré, a
cuya cabsa le pusimos por nombre el Puerto de los Lo-
bos; entra la una entrada al Norueste Sueste, y la otra al
Nordeste Susudueste; tiene por señal el altura en que
está, que es en treinta e un grado y medio, y la ysleta
de arena que tiene a la boca, la qual le haze ser tan bue-
no, qu' es alta y bien señalada; la despusicion de la tierra
desde el ancón de Santandres y mar Bermejo, desde do
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hezimos la via para aqui, hasta este puerto, son tierras
altas y peladas y de ruin parescer, y sin ninguna verdu-
ra, y la mar hondable.
Estando esta noche surtos a la boca de esta baya que
arriba digo, aguardando tiempo para nos hazer a la vela
y seguir nuestro viaje, vimos, dos leguas de donde esta-
vamos, un fuego, a cuya cabsa yo me detuve a do estava
surto, otro dia, por ir a ver las gentes que lo hazian, y
luego que amanescio el dia, que fue a tres de otubre, fui
alia en una barca, y aviendo llegado a la parte que lo
hazian, vimos, antes que nos desembarcásemos, estar a la
costa un hombre viejo y otro mancebo con tres o quatro
mochachos, y viendo que llegábamos cerca de ellos de-
mandó el mancebo a uno de los mochachos un arco y
una flecha que tenia un poco apartado del, y en trayen-
doselo le tomo y lo tentó, debia de ser para ver si esta-
ba en cuerda, y estúvose quedo el y los demás sin nin-
gún sobresalto ni espanto avnque llegamos cerca dellos,
y viéndolos tan seguros creímos que debian no estar so-
los y que debian de tener alguna celada encubierta, y
que su seguridad debia ser alguna cautela, e a esta cabsa
no quesimos desembarcar junto a ellos, avnque pudiéra-
mos, sino antes nos apartamos a otra parte por descu-
brir una barranca a do estaban a ciertas matas que de-
tras de si tenían, e después de averia visto nos desembar-
camos y fuimos para ellos, los quales se estuvieron que-
dos hasta que llegamos veinte o treinta pasos donde es-
taban, y viéndonos tan cerca se levantaron y se adelanto
el mas viejo y se vino para nosotros poniéndose la mano
ante los ojos como a quien le quita la vista el sol, y los
demás comentaron a huyr un cerro arriba, y el viejo des-
de a un poquito iras de ellos, al qual tomamos, por ver-
— 193 —
le, y la manera quel y los demás tenían, y por ver si sé
entendia con el yndio que llevamos del puerto y baya
de Santa Cruz, el qual hablava en otra lengua que la
suya; el y los demás heran gentes desnudas y sin ningu-
na vestidura, ni ropa, ni cobertura; estavan trasquilados,
las trasquilas de dos o tres dedos en largo; tenian un
cercadillo de unas mantillas de yerbas, sin ninguna aber-
tura en lo alto, en que estaban aposentados, diez o doze
pasos de la mar; no les hallamos dentro ningund genero
de pan, ni cosa que se le paresciese, ni ningún otro man-
tenimiento, sino pescado, de que tenian alguno que
avian muerto con unos cordeles que tenian bien torcidos
y con unos anzuelos gordos de huesos de tortuga vueltos
con fuego, y con otros mas pequeños de unas espinas de
yerbas; tenian el agua que bebian en unos buches; creí-
mos que debían de ser de lobos marinos; tenian una
balsilla pequeña en que se debían servir para sus pes-
querías, la qual hera de caña y fecha de tres haces ata-
dos y bien cada uno por si, y después todos tres juntos,
el de enmedio mayor que el de los lados; remábanla con
un palillo delgado de poco mas que de media braga, y
dos palillas mal fechas, a cada cabo la suya; parescionos
que hera gente sin ningún asiento, y de poca razón, y
visto que heran desta calidad y que por ninguna vía po-
díamos tomar noticia dellos de las cosas de la tierra, lo
hezimos soltary dar todo lo que en su rancho tenia, e otras
cosas de las que nosotros Ilevavamos, e fuese para su
gente e nosotros nos embarcamos para venirnos en nues-
tras naos, que estaban mas de dos leguas, y en apartán-
donos un tiro de ballesta de donde estaban vinieron dos
de los mochachos que avian huido, a la costa, a poner
la balsa en cobro, y nosotros llegamos a nuestras naos
13
— 194 —
bien tarde y con harto trabajo y cansancio, a cabsa que
el viento para venir a ellas nos arrecio y fue contrario, y
la mar se puso muy brava; avia en este asiento a do es-
taban estos indios, conejos y liebres y adibes.
No menos pena tubimos este dia y cansancio a cabsa
que la nao Trenidad se levanto antes que fuese de dia
para hazer su camino, como otras vezes lo solíamos ha-
zer, la quai, por estar algo apartada de la en que yo iba,
no vio el fuego, que yo ni tuve lugar de se lo hazer sa-
ber, e a esta cabsa siguió su viaje, y pensando que yo
también caminaba, caminó hasta perderse de vista, eyo,
pensando que ella me veia quedar y que volviera avnque
tenia el tiempo contrario y que para poderlo hazer se
metia a la mar para con la virazón dar bordo a la tierra,
y a esta cabsa no quise seguirla y dejar de ir a ver los
yndios, y después que vine no quise hazerme a la vela
por no herrarla con la noche.
Luego otro dia siguiente, dia quatro del mes de otu-
bre, nos hezimos a la vela para seguir nuestro viaje e ir
en busca de la nao, y hezimos la via de Sueste por luen-
go de la costa, entrando e saliendo en la via según la
costa lo requería; hizonos este dia tan escuro e con tanta
neblina y agua, que no pudiéramos ver la nao avnque
estuviera muy cerca, ni ella a la en que yo iba, y a esta
cabsa no quise navegar casi nada el dia ni la noche, por
no herrarla, y el otro siguiente dia y noche hizo de la
misma suerte y manera, y tampoco navegamos, y al ter-
cero dia amanescio el dia enxuto y claro, y plugo a Nues-
tro Señor que hallárnosla nao y nos tornamos a juntar
y hablé a los que dentro venían poniéndoles culpa por
haberse descuidado y navegar sin mi; dieronme por des-
cargo lo que arriba digo que pensaron; avíseles que no
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se descuidasen para adelante, y seguimos nuestro viaje y
diez leguas andadas por la misma via deste puerto de los
Lobos venimos a dar a una ysla despoblada, que terna
quinze leguas de largo y seis de ancho, y está prolonga-
da con la tierra firme a dos y tres leguas de ancho, y está
entre medio de la tierra firme y della y en la tierra firme
una muy gran baya en la qual surgimos por tomar en ella
posesión, y por ver si avia alguna gente de otra calidad
que la pasada, y si en un rio que alia saiia alguna agua
para tomarla, que traíamos nescesidad della, en la qual
no hallamos gente, salvo algunos rastros pocos y de mu-
chos dias, ni hallamos agua que poder tomar, y tome la
posesión por vuestra señoría y tornamonos a embarcar
para seguir nuestro viaje; está esta baya en altura de trein-
ta grado y medios; pusimosie por nombre la baya de
San Marcos, por llegar a ella en su dia; ay desde esta
baya al Puerto de los Lobos, a do partimos quando se
perdió la nao, como arriba digo, veinte leguas; vieronse
en ella de noche algunos fuegos apartados los unos de
los otros; son las tierras de la despusicion y manera de
las pasadas, y la mar hondable.
Estando surtos en esta baya de San Marcos aguardan-
do tiempo para hazernos a la veía, vimos dos fuegos
apartados el uno del otro mas de una legua, y por ver
las gentes que los hacían nos estuvimos otro dia sin ha-
cer vela, el qual fuimos a verlos, y llegando a do el uno
de los fuegos se hizo, un tiro de ballesta antes que a el
llegásemos vimos dos hombres altos y desnudos y de
buena disposición, con sus arcos y flechas en las manos,
los quales, viendo que Íbamos para ellos, se meten tras
unas pajas do tenían su asiento, haziendo como que se
agazapaban y escondían para aguardarnos, y creo lo ha-
- 196 —
zian porque nosotros nos embarazásemos para en ían'o
que huyan y se ponían en cobro sus mujeres e hijos, y
viendo que nos acercábamos para desembarcarnos, se van
huyendo un cerro arriba; estaban aposentados en dos
cercadillos de la misma manera y hechura que los de los
pasados, y en ellos rastros de diez o doze personas entre
chicas y grandes, que debían ser de sus mujeres e niños,
en los quales no se hallo ningún genero de pan ni cosa
que le paresciese; íenian el agua que bevian en buches
de pescados; hallárnosles una batehuela de las pequeñas
que tienen la gente de la baya y puerto de Santa Cruz,
la qual nos hizo creer que esta tierra y gente y la otra
hera toda una; entramos un poco la tierra adentro por
ver la despusicion de ella, y por ver si avia mas gente
que la que se avia visto, la qual no se vio, ni mejor des-
pusicion en la tierra que las pasadas; avia algunos cami-
nillcs que iban por el luengo de la costa, angostos y mal
seguidos; avia conejos y liebres y muchos rastros de adi-
bes, y visto lo contenido en este capitulo nos volvimos a
embarcar a nuestras naos para hacernos a la vela, lo qual
no pudo ser aquel dia porque tuvimos el tiempo con-
trario.
Luego otro siguiente dia, miércoles, que se contaron
ocho de otubre, nos hizimos a la vela con poco tiempo
y a veces calma, por entre es¡:a tierra y la ysla, y hazien-
do la vía del Sueste y andadas seis o siete leguas veni-
mos a desembarcar por entre una tierra y otra, y otras
seis leguas adelante hallamos otra ysla despoblada que
terna nueve leguas de largo y cinco de ancho, la qual
está de la tierra firme otras cinco o seis leguas; ay otros
dos o tres yslotes pequeños entre esta ysla que queda
atrás de la baya de San Marcos, y andadas otras diez y
— 197 —
ocho o diez y nueve leguas hallamos otra ysla despobla-
da que terna de largo otras cinco o seis leguas y de an-
cho dos o tres y quatro leguas, adelante desta esta otra,
de la misma manera y tamaño, y estando un domingo en
amanesciendo entre esta ysla y la tierra firme salió a las
naos un hombre de la tierra firme, en una balsa, el qual
se puso un tiro de ballesta della, y puesto en este trecho
se levanto sobre su balsa y se estuvo quedo mirándolas,
y desde aun poco que las ubo visto habló ciertas pala-
bras a altas voces y se volvió a do avia salido, y desde a
otro poco de como ubo llegado tornó a venir el y otros
quaíro en otras quatro balsas, y hablando los unos con
los otros se llegaron a poner la mitad por medio mas cer-
ca que se puso el que vino la primera vez, y el que vino
la primera vez vino el delantero, y puestos en este trecho
nos comentaron a hablar a altas vozes y en lengua que
el indio que llevábamos del puerto y baya de Santa Cruz
no les entendió, ni ellos a el, y ansi se estuvieron un rato
sin quererse llegar mas avnque les llamábamos por señas
y les mostrábamos rescates e otras cosas para les dar, de
lo qual hizieron poco caso, y visto que no se querían lle-
gar y que se volvian donde habían salido, sali a ellos en
una barca por ver si podia tomar alguno para darle algu-
nas cosas y tornarle a soltar, y alcanzé al que al parescer
era mas cosa que los otros, porque hera el que mas se
llegaba y el que mas hablaba y el que vino la primera
vez en la primera balsa, y en llegando a el dexó la balsa
y se hecho a la mar a nado, y anduve con la barca tras
el mas de media ora sin poderlo tomar, porque todas las
vezes que le alcanzaba se cambullia por la proa y yva a
salir buen rato de la popa, y por buena prisa que nos
davamos a revolver la barca y a tornarla alcancar, estaba
— 198 —
ya el descansado sobre el agua para poder tornar a ha-
zer lo mismo, y desta manera se sostuvo con mucho ani-
mo y sin perder punto de buen tiento hasta que a nos-
otros nos canso, y de manera que los que remaban no
podían rebullir la barca a una parte ni a otra, e a el le
vinieron a socorrer sus compañeros en las otras balsas, y
visto que no lo podiamos tomar me volvi a las naos; he-
ran el y todos los demás que este dia se vieron en las
balsas y en la tierra, ocho o diez hombres desnudos y de
buena despusicion, y trasquilados, las trasquilas de dos o
tres dedos de largo; tenian entre todos dos o tres arcos
con sus flechas; heran las balsas en que venían, de caña,
mayores que la primera que arriba digo, y de la misma
hechura e manera, las quales remaban con otros palos y
palas como la primera; estuvimos este dia en este paraje
porque no tuvimos tiempo para pasar adelante; anduvié-
ronse los yndios por la playa, hizieronnos una ahumada
y a la noche un fuego; está este pasaje de entre esta ysla
y la tierra firme, a do estaban estos yndios, en altura de
veinte y ocho grados y dos tercios; llamárnosle el pasaje
de Belén porque las voces que el yndio daba quando pe-
dia el socorro a los compañeros hera decir ¡belén!; ay
desde este pasaje de Belén a la baya de San Marcos que
queda atrás, treinta y seis leguas; vimos las noches, entre-
medias deste pasaje y de la baya, algunos fuegos, pocos
y apartados los unos de los otros; la despusicion de las
tierras es tan mala como las pasadas, salvo el paraje don-
de estaban estos yndios, que mostraba tener un poco de
mas verdura.
Visto que esta gente y la pasada hera toda una, pares
ciendonos que esta tierra y la baya de Santa Cruz tam-
bién lo hera, según parescia por las señales de las gentes
— 199 -
e de la tierra, e de la derrota por do se corre, e hallarnos
tan cerca della, e paresciendonos que en medio no po-
día haber cosa que de mas calidad fuese, hezimos nues-
tra via para ella, e haziendo la via del Sudueste, entran-
do e saliendo en ellasegund la costa nos encaminaba, e
partimos de este pasaje de Belén a tres de otubre, e lle-
gamos al puerto e baya de Santa Cruz a diez e nueve del
dicho mes; ay algunas ysletas desde este pasaje de Belén
hasta aqui, pequeñas e despobladas, de ruyn depusycion
e del tamaño que vuestra señoria vera por esa figura;
viamos en la costa las noches algunos fuegos, pocos e
apartados unos de otros, como los pasados; la despusy-
cion de las tierras con alguna verdura mas que las pasa-
das, e quanto mas nos llegábamos al puerto de baya de
Santa Cruz, tanto mas verdes nos parecían.
Estuvimos en este puerto e baya de Santa Cruz desde
diez e nueve de otubre, que en el entramos, hasta veinte
e nueve del dicho mes, tomando el agua e leña que ha-
bíamos menester, e otras cosas de madera para adobio
de algunas cosas que havian nescesidad los navios, y en
este tiempo se hizieron algunas entradas la tierra adentro
e otras diligencias por tomar algund yndio de quien to-
másemos alguna noticia de las cosas de la tierra, lo que
no pudo ser porque como quedaron lastimados al tiem-
po que la primera vez nos venimos, pusiéronse en cobro
la tierra adentro, de manera que no pudimos haber co-
bro de ellos.
Partimonos de este puerto e baya de Santa Cruz miér-
coles a veynte e nueve de otubre para yr a tomar la costa
del Sur della, como vuestra señoria manda; yendo e sa-
liendo del puerto se descuydo el piloto de la Trenidad a
cabsa de la corriente que entonces salia fuera a la mar,
— 200 —
encallo con la nao en uno de los baxos de la canal, la
qual nos cabso algund trabajo por desencallarla luego
para que no se hiziese algund daño, e no pudo ser, por-
que como la mar menguaba, menguó de golpe e tanto
que nos la quedo asy en seco, e viendo que por enton-
ces no la podiamos sacar, la apuntalamos de todas par-
tes porque no cayese en tanto que la marea tornaba a
venir, e asy la sostuvimos, e la desencallamos a las nueve
o diez de la noche, sin aberse hecho ningún mal ni da-
ños; no salimos esta noche a la hora que la sacamos
avnque teníamos tiempo aparejado para ello, por aguar-
dar a que fuese de dia para ver mejor la salida, e luego
que amanescio nos hezymos a la vela e salimos muy bien
a nuestra voluntad, e yendo navegando con buen tiem-
po, seys o syete leguas andadas deste puerto, entre la
ysla de Santiago e la tierra firme nos dio el tiempo con-
trario e con algunos aguaceros, e anduvimos este dia e
noche barloventeando con el por entre la ysla e la tierra
firme, e viendo que no podiamos pasar adelante e que el
tiempo e la m3r arreciaban, nos venimos a reparar a la
punta que sale desta tierra a la ysla de las Perlas, y otro
dia, que fue mas bonanza e hizo el tiempo algo a pro-
posito de nuestro viaje, nos tornamos a hazer a la vela y
en llegando a la misma pasaje de entre la ysla de Santia-
go y la tierra firme nos torno a dar el tiempo recio e con-
trario, e con los mismos aguaceros, con el que nos estu-
vimos aquella noche hasta otro dia que amanescio, que
nos volvimos a la costa de la tierra firme a buscar surgi-
dero para surgir en el para no perder lo andado, y estan-
do surtos arreció tanto el tiempo e la mar que nos fue
forzado levantarnos e yrnos a reparar a do la primera vez;
en comenzando a navegar para allá nos dio el tiempo
— 201 —
contrario y a proposyto de nuestro viaje, con el que nave-
gamos, e abiendo navegado un poco nos torno a dar
contrario y en estorbo de nuestro viaje, e a proposyto de
yrnos al reparo, e a cabsa de andar asi mudándose los
tiempos en poco tiempo de una parte a otra, nos tomo la
noche entre la ysla de Santiago e la tierra firme, la que
fue tan escura e temerosa de vientos e truenos e relámpa-
gos y algunos aguaceros con viento, a veces contrario e
a veces no, que pensamos perdernos; algunos quisie-
ron dezir que vieron a San Telmo; lo que fue yo lo vi en
el navio Trenidad, que fue a do se parescio, e fue una
cosa reluciente en lo mas alto del mastel de la galera; no
me afirmo que fuese santo o otra cosa; sea lo que fuere,
que le debo tantas gracias, e plugo a Nuestro Señor que
desde a poco rato abonangó el tiempo e salió la luna e
hizo claro e nos venimos a reparar a la parte a do pri-
mero nos habiamos reparado; estuvimos otro dia en el
surtos sin hazernos a la vela, descansando del trabajo en
que la noche antes habiamos andado, e habiendo des-
cansado este dia que arriba digo, e viendo que el tiempo
hacía algo a proposyto de nuestro viaje, nos hezymos a
la vela, e con buen tiempo, a martes, quatro dias del mes
de setiembre, llegamos en dos dias a la punta de la otra
costa del Sur de esta tierra, que hay cincuenta leguas del
a do partimos a ella, y está en altura de veinte e tres gra-
dos largos; todas estas tierras son altas e verdes, e vela-
rnos de noche algunos fuegos.
Puestos en esta punta e altura de veinte e tres grados
de donde habiamos de comencar el descubrimiento desta
costa, la comentamos a navegar viernes a syete de no-
viembre, e haziendo la via del Norte, entrando e saliendo
en ella segund la costa lo requería, con pocos vientos e a
— 202 -
vezes calmas, navegamos en cinco dias quinze leguas; hi-
zieronnos las calmas apartarnos la una de la otra; can-
sáronnos mucha pena porque nos sobrevino luego un
poco de tiempo fresco de viento e con algunos aguace-
ros, e a cabsa de estar la otra nao apartada de la en que
yo iba, nos estuvimos quedos en la costa por ver si ve-
nia, e porque a nuestra quenta les haziamos atrás de nos-
otros, y viendo que el dia se pasaba e no venia e que lo
hazia algo escuro, e tanto que por poco estuviera aparta-
da de nosotros no la viéramos, e salimos a la mar por ver
si la víamos, o ella a nosotros, e para de noche hacerle
faroles para que acudiesen a ellos, e nosotros a ella sy
ella los hiciese, la qual, ni la vimos aquel dia, ni acudió
la noche a los faroles, e hallándome otro dia sin ella pasé
muy gran pena porque aquella noche había hecho un
poco de viento recio e parecíame que a cabsa de el se
podría apartar de manera que nos tornásemos a juntar, e
viéndome que crescia el dia y aclaraba, e no parescia
por toda aquella costa, ni mar, hize mi cuenta e hallé
que segund razón quedaba atrás, e aunque contra la opi-
nión de algunos hombres de la mar la volvimos a buscar,
e plugo a Nuestro Señor que andadas dos leguas, la ha-
llamos e nos tornamos a juntar con mucho regocijo to-
dos los de la una nao e de la otra, que no menos pena
trayan que teníamos; surgimos este dia en la costa por
tener el tiempo contrario; partimonos della otro dia vier-
nes catorce de noviembre, e yendo navegando por la
costa con pocos vientos e a vezes calmas, nos dio el do-
mingo adelante un temporal del Norte con el que nos
volvimos a reparar a la costa porque nos hacia algún
abrigo de el, y estando surto en ella abonancó el tiempo
e lo comencó a hazer a proposyto de nuestro viaje, tor-
— 203 —
ñamónos a hazer a la vela y en comentando a navegar
nos dio otro temporal tanbien del Norte, tan recio que
no nos dexó tornar a la tierra a nos reparar, sino antes
nos metió a la mar e nos tuvo en ella desde el lunes has-
ta el miércoles, con gran furia del tiempo, e otro dia jue-
ves amanescio el dia bonanga, e tanto que quedó calma,
a cuya cabsa nos estuvimos este dia en la parte que nos
dejo las naos apartadas la una de la otra, sin podernos
juntar ni hacer ningún camino, y esta noche a media no-
che nos torno a dar otro temporal tan recio como los
pasados; cabsome harta pena por no thener las naos jun-
tas para hazer todos vna via, porque la noche hazia es-
cura e tempestuosa, e a esta cabsa nos hera forgado co-
rrer cada una por todo el tiempo nos diese lugar, y asi lo
ficimos, e quando amanescio me torno a hallar sin la
otra nao; cabso mucho mas pena que las otras vezes,
porque me parescio demasiada fortuna perderla tantas
vezes, e también porque temia haberle sucedido desas-
tre de los que en semejantes tiempos suelen suceder; an-
duvimos este dia barloventeando por la mar el tiempo
que el tiempo nos duró, por ver si la via, para que ella
nos viese, e viendo que no la podiamos ver ni hallar, nos
venimos a la costa para ver si la hallábamos en ella, la
qual no estaba ni acudió a ella, e viendo que no venia
ni parecia seguimos nuestro viaje por la misma costa,
sábado, que se contaron veinte e dos del dicho mes,
para ir a ponernos en cierta altura a do yo les habia di-
cho que nos fuésemos sy por alguna cabsa nos apartáse-
mos, e yendo navegando con pocos tiempos e a vezes
calmas, vine, dende en ocho dias que perdi el navio, a
amanescer en una gran baya que esta en altura de vein-
te e cinco grados, que es a do yo habia dicho a los pi-
— 204 —
lotos de ia armada que nos fuésemos a aguardar quinze
dias unos a otros si nos apartásemos, como arriba digo,
en la qual halle la nao, con la qual recibimos el placer
que la falta que una a la otra hazia lo requeria; estuvi-
mos surtos en esta baya todo este dia que nos hallamos,
sin hazer mas vela, e para contarnos por qué nos vimos
apartados los unos de los otros; no tuvimos tiempo para
mas; e después de juntos nos dijo como habia cinco dias
que nos aguardaba, e como a ella la habia traído una
muy gran corriente y en muy breve tiempo, sin poder
hazer otra cosa, e como habia hallado una muy buena
agua, con lo que nos holgamos harto porque traiamos
mucha nescesidad del agua, e nos dio nuevas de una muy
gxran laguna sobre que estábamos, y de la entrada de ella,
la qual era tan grande que tiene mas de veinte e veinte
y cinco leguas de ojo, e la boca ancha e tan hondable
que pueden entrar en ella naos de cualquier grandeza que
sea, la qual está poblada de gentes, segund parescio e
adelante se dirá.
E aviendonos juntados unos con otros, como arriba
digo, nos hezymos a la vela para la parte a do estaba el
agua, el jueves que se contaron veinte e siete de noviem-
bre, y en comentando a navegar nos dio un Norte tan
recio e tan furioso que no nos dexo tomar la tierra a do
estaba el aguada, sino antes nos metió a la mar tanto
que apenas e con mucho trabajo pudimos tomar la tie-
rra adonde habíamos hecho vela, la qual tomamos este
mismo dia a media noche, poco antes, tres o quatro le
guas mas abaxo de do hezimos vela; estuvimos surtos
aquella noche e todo otro dia e otro hasta medio dia,
que cesó el tiempo e hizo para poder ir a la aguada, a
la qual fuimos sábado a veinte e siete del dicho mes, e
— 205 —
no pudimos llegar a ella este dia, e seguimos media le-
gua de ella por ser de noche e hallar poco fondo, e lue-
go otro dia hezimos vela a ver con las barcas el agua, e
descobrimos el camino por do las naves habian de llegar
a ella, e andando en esto hicieron una ahumada en la
tierra, de que nos espantamos, porque en todo el tiempo
que por aqui anduvo la Trenidad no vio gente, ni señal
de ella, e los que andaban descubriendo el camino, como
vieron el ahumada se llegaron con las barcas a ella por
ver que hera, e vieron seys o syete yndios que la hacían,
los quales huyeron en viendo que se llegaban cerca de
la tierra; e luego otro dia, que fué el miércoles primero
de diciembre, nos llegamos con las naos a la aguada e
saltamos en tierra a tomarla, e antes que nos desembarcá-
semos vimos en un cerro alto quatro o cinco indios que
estaban atalayándonos, e después de haber desembarca-
do, andando poniendo nosotros las nuestras, vimos an-
dar por algunos cerros otros doze o quince, y estuvimos
todo este dia tomando el agua; vinieron ora de visperas
dos esquadrones de gentes a saltearnos, e vino el uno
por una ladera abaxo derecho a dar a la aguada, y el
otro por lo alto, a tomarnos en unas barrancas que esta-
ban cerca de nosotros, e vinieron tan agazapados y es-
condidos los unos e los otros, que nuestras atalayas no
los vieron ni los pudieron ver hasta que estaban cerca,
que apenas nos dieron Jugar a subir a lo alto, aunque lo
tomamos tan presto que ellos no llegarían primero que
nosotros; acometiéronnos con tanto ánimo e braveza que
fué cosa maravillosa, e con tanta multitud de flechas, va-
ras e piedras que no nos daban lugar a sacar los rostros
debaxo de las rodelas; plugo a Nuestro Señor que les
resestimos su primer ímpetu e les desbaratamos, e nos
— 206 —
huyeron, avnque a costa de dos o tres de nosotros que
hirieron, e a Becerrillo, e después de haberlos desbara-
tado se repartieron en tres partes e se pusieron en tres
puntas del cerro cerca de nosotros, de a do nos podian
facer daño, e de allí nos tiraban unas varas e flechas e
piedras, e los del cerro e algunos que en el subieron to-
dos se juntaron e comencaron a andar alrededor cantan-
do e bailando con sus arcos en las manos; no supimos
atinar a que proposito lo hacían, e havia de ser por mos-
trar que nos tenían en poco e por honrar a alguno si lo
había fecho mejor que los demás, si entre ellos se usa, y
viendo que los unos e los otros se estaban quedos e siem-
pre procuraban de ofendernos, nos hezymos dos partes,
e la una aguardaba que no ofendiesen a la gente que ha-
cia el aguada, e la otra nos andamos peleando con los
que mas cerca nos llegaban, desde la ora que nos acó
metieron hasta que la noche nos despartió; trabajóse mu-
cho con ellos este dia, y en lo que mas fué en tomar es-
tos dos de los cerros en que estaban las dos partes de las
gentes, de adonde nos ofendían bien a su salvo y a nues-
tro daño,, y fué mucha parte la tomada destos cerros para
nuestro descanso e seguridad, porque allende de tener
en ellos aparejo para ofenderles e no ser ofendidos, ellos
se desmayaron e se apartaron de nosotros, e nosotros
nos ajuntamos, en especial con la postrera que hera mas
fuerte e mejor e tenia piedras en abundancia con las qua-
les nos hacían ellos la prencipal guerra e daño, e toma-
da esta fuerca postrera nos estuvimos quedos, e los yn-
dios que en las otras estaban y en ella se apartaron a las
partes que a ellos les parecían, e se juntaron a monton-
cilyos, que cada una manada podía haber en cada uno
seis o siete hombres, e ansi juntos se sientan e hazen sus
— 207 —
fuegos y se están muy de reposo; no supimos si lo ha-
syan por facernos creer que se querian estar de asiento,
o si lo hacían por librarse del frió, que lo hazya bueno,
e de esta manera se estuvieron quedos hasta que comen-
cé a anochecer e se comentaron a ir, los quales lleva-
ban cada uno de ellos un tizón ardiendo en la mano, y
en acabándose todos de ir nos venimos a embarcar, lo
qual no habíamos osado hacer antes porque no se pensa-
sen que les huyamos e se animasen e nos hiciesen daño
al embarcar, lo qual pudieran, porque hera la parte do
nos habíamos de embarcar, aparejada para ello; em-
barcamos con trabajo por ser de noche y andar la mar
brava, e llegados a las naos se sacaron los heridos y el
perro, e dimos orden de la manera que habíamos de to-
mar el agua que nos faltaba; las gentes que este día se
vieron e nos dieron guerra son gentes desnudas e de me-
diana despusicion; algunos, los cabellos largos, y otros
e todos los demás tresquilados de dos e tres dedos de
largo; traían muchos de ellos unas conchas relucyzientes
de las en que se crian las perlas, colgadas del pezcuezo;
trayan orejeras de palo, tan gordas como dos dedos; las
armas que trayan heran arcos de los gordos e mas altos
que ellos; las flechas de caña e palo, con sus puntas de
pedernal, e algunas varas. Subi este día antes que los
acometiesen en un cerro muy alto que es todo sobre la
laguna que habían dicho, para verla e ver si había otra
cosa alguna en la tierra, e no se vio otra cosa que la
grandeza e hermosura de la laguna que arriba digo.
E luego otro siguiente, dia martes, que se contaron
dos del dicho mes, nos llegamos con la nao Trenidad más
cerca del aguada de lo que estaba, para podernos favo-
recer con el artillería si los yndios tornasen a volver, y
— 208 —
este día no hezimos más que llegarnos para otro dia tor-
nar a la aguada, ni se entendió en más que en ir a ver la
laguna con una barca, y la entrada de ella en la que en-
traron y hallaron la entrada, clara e muy hondable, y la
laguna ser tal e tan grande como está dicho, en la qual
hallaron baleas muy grandes y de caña y mayores que la
barca en que fueron, segund dixeron los que a ella fue-
ron, y hallaron alguna gente en la tierra. que se la defen-
dían las vezes que con la barca se llegaban a ella; la en-
trada de esta laguna es al Norte; está en altura de veinte
e cinco grados; tiene por señal una punta de tierra bien
señalada e conoscida, que se hallaba mas a do hallamos
la Trenidad, a cuya cabsa le pusimos la Punía de la Tre-
nidad, e a la laguna, laguna de Santa Catalina.
Luego otro dia siguiente, miércoles, que se contaron
tres del dicho mes, salió toda la gente que estaba para
poder salir, y lo mejor armada e apercebida que pudo
ser, e con el cuidado que convenia, y en saltando en tie-
rra tomaron sus puestos e atalayas tales que pudieran
ofender y no ser ofendidos aunque viniera gente, e to
marón el agua nescesaria, sin ninguna recrexta ni contra-
dicion de los naturales, ni aun sin ver hombre de los
chicos ni grandes, e se vinieron a las naos.
E luego otro siguiente dia, jueves, que se contaron
quatro del dicho mes, tomé la posesión por vuestra se-
ñoría y nos hezimos a la veía para seguir nuestro viaje,
y haziendo la via del Nordeste e andando ocho o diez
leguas por ella, venimos a dar a una baya grande y her-
mosa que tenia sus doze o quince leguas de ojo y una de
boca; está poblada de gente de la misma suerte e calidad
que la pasada de la laguna de Santa Catalina; no quise
detenerme en ella, por estar algo mal dispuesto y por
— 209 —
parescerme que no habia que ver más que en lo pasado,
y seguimos nuestro viaje; habiendo navegado veinte o
veinte y cinco leguas desta baya por la costa, nos dieron
los tiempos del todo contrarios, de manera que poco ni
mucho pudimos yr adelante, y por no perder lo andado
surgimos en la costa y estuvimos surtos en ella aguar-
dando tiempo para poder navegar, tres dias, en los qua-
les vimos seys o syete leguas la tierra adentro, muchas
ahumadas y muy grandes e apartadas las unas de las
otras, en tanta cantidad que tomaba tres o quatro leguas
de largo, las quales duraron todo el tiempo que allá es-
tuvimos, y mucho más segund después paresció, e a cabo
destos tres dias, un jueves a onze del dicho mes, a prima
noche nos arreció el tiempo tanto que nos quebró los
cables sobre que estábamos surtos, e nos fué foreado de-
xar las anclas y hazernos a la vela y salimos a la mar, lo
qual se hizo con harto trabaxo porque nos hera el tiempo
ansy travesia, y por la parte que podíamos salir teníamos
una punta por frente; plugo a Dios Nuestro Señor que la
doblamos e salimos della sin peligro, aunque sí el traba-
xo que arriba digo, porque allende del que tuvimos en
doblar la punta, nos arreció el tiempo e la mar tanto que
nos puso en alguna alversidad, y viendo quel dia ama-
nesció con el mismo tiempo que siempre arreciaba, e
que tenia semblante de no cesar tan presto, nos volvimos
a reparar del veinte leguas atrás a una playeta de arena
que está cerca de la punta de la Trenidad, en la qual es-
tuvimos aguardando que el tiempo cesase e hiziese a
propósito de nuestro viaje, deste viernes que a ella lle-
gamos, que se contaron doze del dicho mes, hasta el lu-
nes de delante, quinze, que viendo que los tiempos arre-
ciaban siempre más, nos venimos a la punta de la Treni-
14
— 210 —
dad, por estar mejor repararados, e por tornar el agua
que hasta entonzes habíamos bebido, a la qual llegamos
este mismo dia; luego otro siguiente dia, martes, llega-
mos la nao Trenidad cerca del aguada con toas, porque
el tiempo no nos sirvió para tomarla seguramente, y fa-
vorecernos della si nescesario fuese; yendonos llegando,
e ya que estábamos cerca del aguada, parecieron encima
de un cerro quaíro hombres, y desde aun poco vinieron
por otros cerros mas altos otros pocos de yndios, y se
pusieron cerca de a do estaban los otros primeros que
llegaron a la costa, e se pusieron sobre la aguada, y tras
ellos los demás, salvo tres o quatro que quedaron en
ciertas partes talayando e guardando a los demás, y es-
tando ally se llegaron unos marineros cerca dellos a echar
un ancla y los yndios les hablaron y dixeron por señas
que se les llegasen a la tierra e que les darian una concha
relucyente que les mostraron de las que se crian las per-
las, de las quellas traen en los pescuezos colgadas, y los
marineros le señalaron que no querian, y dos o tres de-
llos tornaron y se vienen a nado a una peña que estaba
algo metida en la nao, entre media dellos y de los mari-
neros, e puestos en la peña hincaron una flecha y en lo
alto de ella le pusieron la concha que les daban e se tor-
naron a salir, y después que de fuera, les tornaron a se-
ñalar que fuesen por ella, los quales no quisieron, sino
antes se vinieron a la nao, y viendo los yndios que no la
habíamos querido tomar, tornándose a entrar a la peña
a tomar la flecha e las conchas se vienen con ella a nado
e la hincan en la boca que estaba sobre el ancla que los
marineros habían echado, y se volvieron a salir, y visto
lo que hacían e que segund paresció no se la querian
dar, fui allá y tómelas y llegúeme a tierra a do estaban
— 211 —
los yndios con ciertas cosas de rescate para les dar, y
por señas les hize llegar un poco mas cerca de lo que
estaban, y les señalé que les quería dar aquellas cosas
que les mostraba; que viniesen por ellas; los quales no
quisieron, antes me señalaron que me fuese a la peña a
do ellos habían venido primero, e que allí se las pusiese,
e ansy lo hize, y hize hechar un hombre a nado para
que las pusiese allí, y algunas cosillas, el qual lo hizo y
se volvió, y les señalé que entrasen por ellas y me respon-
dieron que me apartase más de lo que estaba e que lo
harían; yo lo hice ansy, y ellos entraron e lo tomaron y
se salieron en tierra, e después de fuera se juntaron todos
a ver que eran aquellas cosas que les habíamos dado, y
desde a un poco que las obieron visto hizieron con ellas
un mensajero la tierra adentro y hacia la parte do estaba
la laguna, y nos señalaron con las manos que iban e que
volverían; creímos que decían que iban a mostrar aque-
llas cosas a la demás gente, e a llamarlos, segund lo que
después paresció, y hecho este mensajero se tornan a
meter en la peña que estaba en el agua y nos tornaron a
poner otra concha e unas pocas de madejuelas de corde-
les de los que trayan en las cabegas los yndios del puerto
y baya de Santa Cruz, las quales torné a mandar tomar
e poner otras cosas en recompensa dellas, e mandé al
que lo llevó que los llamase, a ver si podia acabar con
ellos que se allegasen a el, y ansy lo hizo e no quisieron
conversación, sino antes le señalaron que se volviese, e
a mi que me apartase mas de lo que estaba, e que ver-
nian por lo que les dábamos, e ansy se hizo, e lo toma-
ron, e desde a otro poco se tornan a entrar en la misma
peña, y en la flecha una diadema que algunos de ellos
traen en la cabeca, la qual hera de hilo texido y muy to-
— 212 —
pido, e toda cubierta de pluma colorada menuda, e bien
atada e asentada de manera que mas parescia de hilo, y
por las orillas sus almenitas de otra pluma negra; hera por
el medio tan ancha como cinco dedos e más, e los cabos
puntiagudos; hizela tomar y fuime a la nao a comer, que
tenia mas nescesidad de ello que de su bestialidad e con-
tratación, y ellos viéndome en la nao se van todos juntos
a un cerrillo a do primero estaban, y desde aun poco de
como obieron llegado se levantan todos e comiencan a
andar alrededor cantando e bailando e haziendo toda
manera de regocyjo, e desde a un poco que esto estuvie-
ron hecho se tornaron a levantar de donde estaban sen-
tados, e comienzan a grand priesa e mucha grita e rego-
cyjo a correr e saltar por el cerro a una parte e a otra,
sin ningunas armas, e acabado su regocyjo, que fué pres-
to, se tornaron a sentar, e de quando en quando nos da-
ban voces y llamaban diziendonos que fuésemos a la
contratación de antes.
Después de aber comido me meti solo en una barca
con no mas gente de la que hera menester para remarla,
porque no temiesen, e con el yndio del puerto e baya de
Santa Cruz, e fuimos a ellos por ver si el yndio se enten-
día con ellos, y en llegando les hizo señas que se fuesen
a la peña a donde antes habia sido la contratación, y
ellos dexaron sus armas y llegaron a ella, y yo hize po-
nerles como de antes en la peña algunas cosas para que
llegasen a donde el yndio les pudiera hablar, los quales
vinieron y se llegaron con harto temor, aunque estaban
bien a su salvo, y el yndio les habló y hablaba muchas
cosas, a las quales respondieron por señas e como gentes
que lo entendian, e ansy estuvieron gran rato sin poder-
se entender ellos a el, ni el a ellos, de que no poca pena
— 213 —
recibí, porque quisiera mucho tomar alguna razón de
ellos, en especial de las gentes que son, y la razón que
tienen, porque a mi parecer debe ser poca; estando en
esto llegó el mensajero que arriba digo que abian en-
viado a la tierra adentro hazia la parte de la laguna, y en
llegando a los que le abian enviado y en hablandoles,
hazen otro con tanta prisa como el primero, el qual vi
que llevaba algunas cosas de las que yo abia dado, entre
las quales fué un collarejo de cuero de tigre, el que yo
les abia dado; dende aun poco qu' este se abia partido, se
volvió, e con el un esquadronzillo de gente, e de a un
poco vino otro escuadrón, los quales venían muy pinta-
dos de la rodilla para arriba, de prieto e blanco, que en
la verdad, de lejos hera bien cosa de ver, en especial no
sabiendo que cosa hera la pintura, y en llegando que lle-
gaban a do estaban, dexaban todos sus armas e comen-
caban todos a cantar e a bailar y a señalarme con las
manos, abaxandolas e aleándolas, mostrando mucha ma-
nera de regocyjo, e algunos que se debían de sentir mas
sueltos e por mas que los otros, comentaban a saltar e
a ponerse para adelante e a hazer muchas corbetas e otras
gentilezas.
Y después que obieron todos llegado y hecho todas
sus cerimonias e gentilezas, como arriba digo, se junta-
ron con los que primero estaban y dexaron sus armas y
se llegaron cerca de la pena e comentamos de nuevo
nuestra contratación por la misma orden e manera que
de antes, y entre estos que a la postre vinieron vino uno
muy pintado, con una diadema como la que a mi prime-
ro me habían dado, en la cabeca, el qual estaba sentado
en unas piedras algo apartado de los otros, e a el acudían
y llevaban todo quanto yo les daba; paresciome que de-
— 214 —
bia de ser la prencipal persona a quien abian de aber
hecho los mensajeros que abian hecho, y después de
aber estado un rato con ellos en las contrataciones, e
aber bien visto su manera e calidad, los dexé y me fui a
descansar e llamar a mis compañeros porque los viesen
si quisiesen y se holgasen con ellos, porque a cabsa de
no escandalízanos no abia osado de llevar conmigo mas
que al veedor; a poco que llegué fueron algunos de ellos,
e yo con ellos porque no se desmandasen a mas de lo
que convenia, e llegados a do estaban, los llamamos e
volvimos a nuestra contratación primera, y desde que
los vieron bien vistos nos volvimos a nuestra nao y les
diximos por nuestra seña que se fuesen y viniesen otro
dia, y ansy lo hizieron, y lo que este dia de ellos obi-
mos, muchas plumas de colas de buharros, e algunas
conchillas de aquellas en que se crian perlas, e algunas
madejuelas de hilo de las que traen en la cabeca, y un
pretal o cinto , que segund por el parece, se deben de ce-
ñir al cuerpo, hecho de unas cortejillas negras, y unos
notillos de cañas, a los cabos de el muchas pezuñas de
venado por cascabeles, y una diadema de la manera que
se ha ya dicho.
Luego otro siguiente dia, diez y siete del dicho mes de
diziembre, saltamos en tierra antes que amánesciese, a
tomar el agua, e por tomar ciertos altos antes que los
yndios viniesen a tomarlos, porque dellos nos podían
hazer algún daño, e abiendolos tomado y estando ha-
ziendo nuestra aguada vino un esquadronzillo de gente
por la playa a ora de las nueve, de hacia la parte de la
laguna, y en llegando medio tiro de ballesta de nosotros
se paró, e dexando todos sus armas, hazensu señal de
paz, la qual fué alzar una banderilla de pluma blanca
— 215 —
que trayan, y nosotros les aseguramos por nuestras se-
ñas, y hecho esto se subieron en un cerro que estaba
cerca de nosotros e nos tomaron a señalar que querían
tornar como el dia antes, e la señal fué alzar una flecha
y en ella una concha de las que nos daban, y dezirnos
por señas que en el querían llegar a ponerla en medio de
ellos, e nosotros le dijimos por las nuestras que la pusie-
sen, y nos tornaron a dezir que nos apartásemos mas de lo
que estábamos, aunque estábamos bien lejos dellos y en
medio una muy buena quebrada, y tal que hera menester
para subirla muchas vezes traer tan poca ropa como ellos,
e no contentos con esto nos tornaron a señalar que nos
sentásemos e abaxaxemos nuestras armas, e que hiziese-
mos hechar los perros que teníamos, e lo uno e lo otro
se hizo como ellos lo quisieron; y hecho, se llegan dos
dellos con harto temor, segund nos parescia, y hincan sus
flechas e concha a donde nos habían señalado y se vuel-
ven con harta priesa a un cerro arriba a do estaban los
demás, e después de en lo alto nos señalaron que fuése-
mos por ella, y ansy fue a tomarla y les puso otra cosa
en recompensa dello, al qual mandé los llamase y segu-
rase por ver si perdían el temor y se querían llegar a el
y tomar de su mano lo que les daba, lo que no quisie-
ron, sino antes tenían muy buena vigilancia en mirar si
llevaban alguna arma; si la llevaban y la veian, luego le
dezian que se la quitase, de manera que otra ninguna
ofensiva pudo llevar sino fué un puñal en las espaldas, e
que no miraron, e desta manera llegó e tomó lo que
abian dexado en la flecha, en la qual les puso lo que lle-
vaba e se apartó un poco e les comenco a hablar e lla-
marlos, e no pudo acabar con ninguno dellos que llega-
sen a tomar cosa de su mano, aunque desde a grande
— 216 —
rato e averíos mucho asegurado, se llegaron a poner
quinze o veinte pasos del, que a nuestro parescer no fué
poco, y ansy estuvo con ellos hasta mas de medio dia
dándoles de lo que tenia e rescibiendo lo que les daba,
que heran otras tales e tan buenas joyas como las del dia
antes, e abiendo acabado de tomar nuestra agua les di-
ximos por nuestras señas que se apartasen mas de lo que
estaban, e que nos quedamos ir a comer, que nos dexa-
sen embarcar, y ellos nos entendieron e ansy lo hizieron
y se recojieron todos a lo mas alto del cerro, y nosotros
nos comentamos a embarcar, y estando ya el agua en
los navios y otros en las barcas, vio un atalaya de las
que nosotros temarnos puesto, venir por encima de unos
cerros otro esquadron de gente, todos con sus arcos e
flechas en las manos, del qual me dio aviso y hize des-
embarcar a los que estaban en las barcas y tornamos a
tomar el puesto que antes teniamos, porque hera apare-
jado para nos defender; en comentándonos a concertar e
a poner a punto para ver lo que los yndios querian ha-
zer, nos comentaron a hablar los que primero estaban, e
a dezirnos que no temiésemos, que no venían a hazernos
daño, e los que primero vinieron se pusieron en un cerro
cerca de nosotros e hizieron las mismas señales que los
primeros, e tras ellos la contratación, e a la una e a la
otra le respondimos a su sabor, e la misma seguridad e
aviso tenían en sus personas que los primeros, e abiendo
contratado un poco con ellos las cosas ya dichas, y por
la misma orden y manera, les deximos por nuestras señas
que se juntasen con los que estaban primero, e a los pri-
meros que los llamasen, e los unos e los otros nos enten-
dieron e ansy lo hizieron, y estándose juntando se acer-
caron unos pocos de los que estaban primero e comien-
— 217 —
can a andar alrededor cantando e bay lando, y todos con
aquellas armas de que natura les proveyó, en las manos;
debe ser gente sucia e de ruines costumbres, porque
allende desta mal andancia que hizieron, hizieron otras
muchas malas y sucias al que andaba contratando con
ellos, e abiendose juntado, estando nosotros cansos e
con pesadumbre de aber estado todo el dia con ellos en
aquellas contrataciones y bestialidades, dimos orden en
embarcarnos sin que nos hiciesen daño, y la orden fué
cierta cabtela que con ellos tobimos, los quales, viendo
que nos embarcamos se vienen todos sobre las barrancas
de la mar e nos comiencan a llamar, y nosotros les res-
pondimos que nos Íbamos a comer e que volveríamos,
porque no pensasen que abia sido de miedo la manera
que en el embarcarnos tubimos, y estando en la nao nos
llamaron por señas alguna vez, a las quales respondimos
que en comiendo iriamos, como arriba digo, y viendo
que nos tardábamos, acuerdan de tirarnos algunas fle-
chas a la nao; no hezimos caso de ellas por no saber si
los hazian burlando o de veras, o de contentos; con esto
se meten muchos de ellos en la mar hasta la costa a fle-
char a unos marineros que estaban en una barca alzando
una ancla para nos hacer a la vela y irnos a juntar con la
otra nao que estaba algo apartada, tirándoles muchas fle-
chas e haziendo mucho ruido con vozes e zumbidos, y
viendo esto y el mal tratamiento que la primera vez que
aqui llegamos de ellos recibimos, y su contratación e
amistad abia sido a fin de hazernos alguna burla si pu-
dieran y en nosotros vieran aparejo para ello, y poder
defender a los de la barca, acordé de hazer en ellos al-
gún castigo al que le cupiese en suerte por lo pasado y
lo presente; soltamos unos pocos de versos desde la nao
— 218 —
en ellos, los quales les hizieron algún daño, y hizieran
mas si no pensáramos se caya el cielo sobre ellos: en
oyendo los tiros y viendo entre si caídos algunos de ellos,
se ponen en huida de manera que hera cosa de ver ver-
los huir, cada uno por su parte, syn aguardar uno a otro,
por la parte que mas presto les parezia que se podian es-
capar e encobrir de nosotros, y ansi en casi no nada se
encubrieron todos en las quebradas de la tierra, sin que
mas vimos hombre de ellos aqui ni en ninguna otra parte
en todo el tiempo que por alli anduvimos, e después de
hecho esto nos venirnos a juntar con la otra nao, que es-
taba en un buen reparo, en el qual estuvimos dende el
lunes que allegué, que se contaron quinze del dicho mes,
hasta domingo adelante, que se contaron veinte e uno,
que nos hizo alguna muestra de tiempo para seguir nues-
tro viaje.
Partimos desta aguada y punta de la Trenidad, para
tornar a seguir nuestro viaje, domingo, como arriba digo;
yendo navegando por la misma costa y con pocos tiem-
pos, e a vezes contrarios, haziendo la via que está dicha,
dende en cinco dias venimos en el paraje a do perdimos
las anclas quando arribamos con el mal tiempo, en el
qual paraje vimos las mismas ahumadas e de la misma
suerte e manera que antes, y espantamosnos de ver que
duraba tanto tiempo, en especial cayendo de noche tan-
to rocío que bastaba para matar a todo el fuego del mun-
do; pasamos adelante y andadas sesenta leguas destas
ahumadas nos tomó un temporal del Nordeste, estando a
vista de unas tres yslas que están cerca de la tierra firme,
el qual fué tal que nos apartó harta cantidad, y tanto que
perdimos de vista la tierra y yslas, e después de abemos
dexado y no poco cansados e maltratados, tornamos a
— 219 —
hazer la via por la costa, por ir siempre viendo lo que en
ella abia, y tardamos en tomarla siete dias después que
nos dexó este temporal, la qual tomamos veinte cinco le-
guas adelante de do a ella nos apartamos, y en altura de
treinta grados largos vimos dos e tres noches antes que
la tomásemos, en la costa, algunos fuegos, e no surgimos
en ella porque estando para hazerlo nos paresció que ha-
zia ruin tiempo y recio, a cuya cabsa no osamos hacerlo
sino antes nos tornamos a meter a la mar, y en hazien-
dolo arreció tanto el tiempo que nos fué forcado volver a
buscar reparo para valemos de el, a estas tres yslas que
arriba digo que dexamos atrás, de las quales estábamos
veinte leguas; no quesimos ver qual cosa hera quando
por ellas pasábamos, por parescernos poca cosa e de ruin
despusicion y por no perder el tiempo, e allegamos a
ellas y ^tomamos la una y mas prenzipal un sábado, a nue-
ve de enero año de mili e quinientos e quarenta, y en
acabando de surgir y repararnos en ella ventó un Norte
tan frió e tan recio y con tanta escuridad e nublado y ne-
blinas en el cielo y en la tierra, que en el reparo a do es-
tábamos y que no hera malo para el, nos daba harto tra-
baxo, e creo verdaderamente que si nos tomara en la mar
nos pusieran en nescesidad.
Abiendo pasado este mal tiempo y dadonos lugar a
poder sacar las varas de los navios y ir a tierra, fuimos
a ella por ver si abia alguna gente, e si hallábamos
alguna agua, e por meter un poco de lastre en las naos,
de que teníamos necesidad, en la qual hallamos res-
tos de gentes chicas e grandes, no frescos, sino añejos
y de tiempos de aguas, de que no poco nos espanta-
mos por parescernos que hera cosa imposible en tan
mala despusicion de tierra aber cosa viva, e andando por
— 220 —
ella hallamos en algunas quebradas algunas aguas, no
tantas ni tales que en ellas pudiésemos hazer el agua que
abiamos menester, e abiendo visto esta ruin despusicion
de tierra y que en ella no podiamos tomar nuestra agua,
tomamos el lastre que abiamos menester y volvimos a
embarcar, e a cabo de seis o siete dias que en este repa-
ro estuvimos, abonancó el tiempo y lo hizo algo a pro-
posito de nuestro viaje, con lo qual nos hezimos a la vela
e hezimos la via del Este, por boxar esta ysla por la otra
parte que no abiamos visto, e abiendo caminado dos o
tres leguas con poco tiempo, e a vezes calma, salieron
a nosotros quatro yndios de los de la ysla, en una balea
de palo, los quales se llegaron cerca y se volvieron des-
pués de abemos visto; no los quesimos tomar y hazer
meter en las naos por no deternos con ellos y hazerles
sinsabor, e desde a poco rato descubrimos la punta a do
haze la vuelta al Norte aquella ysla, de la qual salían
unas pocas de peñas a el mar, y en ellas estaban cinco
o seis baleas de pescadores, pescando, en que estaban
en ellas diez o doze hombres, y en derecho dellos esta-
ba un cerrillo y en el se pusieron una poca de gente de
los que estaban en la tierra, por lo qual nos pareció que
abia de aber alli algún asiento, y por verlo y ver si abia
algunas aguas en el, y por faltarnos agua, surgimos en
aquel paraje antes de doblar la punta, y estando surtos
y parados se recojieron todos los que estaban en la mar
pescando, hacia la otra parte de las peñas hazia do pa-
rescia que tenían su asiento, y desde la media ora o vna
que obieron llegado, que fue después del sol puesto, ya
para anochecer, salieron del asiento para nosotros cinco
hombres en una balea y se llegaron un tiro de ballesta
de las naos, y puestos en este trecho se pararon e nos
— 221 —
comentaron a hablar de recio en altas vozes, e nosotros
a ellos en lengua que si mal nos entendian, peor los en-
tendíamos, y después de haber vozeado un poco e ya
que hera anochecido, se vuelven e van a su asiento, e
lo mismo hizieron los demás que estaban en el cerro, e
luego otro dia jueves, que se contaron quinze del mes
de enero, nos estuvimos quedos hasta mediodía sin po-
der pasar adelante, por falta de tiempo, y medio dia des-
pués del sol salido salieron de la ysla y de la parte a do
parescia que se habia recojido la gente antes, cinco bal-
cas que llevaban a uno e a dos e a tres e a quatro e a
cinco hombres dentro, y se meten en la mar bien mas
dentro en ella que nosotros estábamos, y se estuvieron
pescando sin ningún miedo y sobresalto, segund por su
reposo parescia, hasta las nueve o diez horas del día, e
se recojieron a su asiento, e a la una después de medio-
día nos hizo a nosotros tiempo para doblar la punta y ir
a el; ansy lo hezimos, y en descubriendo la parte a do se
recojian, estaba el asiento dellos, el paraje del qual sur-
gimos, y en viéndonos surtos toman los niños e mocha-
dlos e mujeres, toda quanta miseria en el tenían, e me-
tense la tierra adentro, y los hombres se quedaron, parte
dellos en el asiento, y parte en la costa, y otros en un
cerro; en acabando nosotros de surgir fuimonos en tierra
por ver con brevedad aquellas gentes, e si hallábamos
algún agua, por no perder el tiempo que hazia bueno,
y viendo los yndios que Íbamos para allá, se llegan to-
dos a la parte adonde habíamos desembarcado, e nos
comienean a hablar enaltas vozes y soberbia, e a seña-
larnos que no pasásemos adelante, a los quales señalá-
bamos que estuviesen quedos, diciendoles por nuestras
señas que no les queríamos hazer ningún daño, ni otra
- 222 —
cosa, sino buscar agua; quanto mas los asegurábamos,
tanto mas ellos se ensoberbecían, y viendo que ningunas
señas ni buena razón aprovechaba asegurarlos, saltamos
en tierra contra su voluntad, lo qual se hizo; viendo los
yndios que Íbamos a tomar la tierra se aperciben de mu-
chas piedras e palos grandes de los que ellos se aprove-
chaban a dos manos, y se ponen con mucho animo e de-
terminazion a defendernos la salida, y nos la defendieron
un rato, de manera que antes que saltásemos en tierra nos
hezieron harto daño con las piedras, e tanto que por bien
que nos arrodelabamos nos dieron hartas pedradas, de
que lastimaron a algunos bien lastimados y descalabraron
a otros e nos pusieron en trabaxo, de lo qual hizieron avi-
so los marineros, porque al tiempo de la pedrería se des-
mayaron, e afargaron de manera que nos tuvieron un rato
hechos terrero de las piedras, pero no se fueron sin pago,
que la mayor parte les alcanzaron dellas; plugo a Nues-
tro Señor que con asaltear algunos saltamos en tierra,
avnque no se apartaron del agua con todo el daño que
algunos recibieron, sino antes con buen animo nos la
defendían, e con mejor se venían a nosotros al saltar de
la tierra, y tan determinados se metían- en el agua a re-
cibirnos con sus piedras e palos, con los quales da-
ban tan grandes golpes que apenas daban a rodela que
no la hazian pedazos, y el que mas bien libraba, le que-
daba el braco en que tenia la rodela, lastimado hartos
dias, e ansy estuvieron un rato y pie con pie peleando
con nosotros, e a cabo los desbaratamos e nos huyeron,
que llevaron bien que contar, porque allende de los he-
ridos e asalteados, que fueron algunos, murió alli luego
uno, e abiendolos desbaratado e pasado con ellos lo que
arriba digo nos metimos algún tanto la tierra adentro a
— 223 —
buscar agua, la qual no hallamos, porque la que ellos
bebían, segund paresció, trayan de lexos en buches de
lobos marinos, e andándola buscando algo lexos de la
mar, topamos entre unas quebradas con todo quanto las
mujeres e muchachos que arriba digo abian aleado del
asiento, por lo qual nos pareció que debían llevar sobra-
do temor, pues tan lexos de nosotros dexaban todo quan-
to tenían, según paresció por el esparcimimiento de las
cargas, porque según estaban apartadas, dexaba cada
uno la que llevaba, a do le tomaba la nueva; mirárnoslas
por ver que heran e que tenían aquellas gentes, e de que
se servían, e ninguna otra cosa les hallamos mas que cue-
ros de lobos marinos en que dormían e se abrigaban del
frió, y buches dellos en que tenían su agua, e cordeles
de pescar e anguelos de espinas de unos cardones, e al-
gún pescado de lo que abian muerto para comer; vista
esta ropa miserable, e que no hallábamos agua, nos vol-
vimos a ver el asiento a do estaban, el qual eran unas
cercadillas, ni mas ni menos que las que en las partes
pasadas abiamos visto; tenían cinco o seis balgas de que
se servían en sus pesquerías, de maderos de pino e de
cedro, tan largas como doze o quinze pies, y tan gordas
que apenas se podían abarcar con un abraco; son ro-
llizas lo que andan en el agua, e llanas a do se ponen los
que andan dentro, sin ninguna cosa güeca; traenlas a
cada lado, para que tengan sosten, unos ganchos de pali-
llos de cedro, muchos y muy bien atados unos con otros,
e tan largos como las mismas canoas; remábanlas con
unos palillos tan largos como dos o tres palmos, e tan
gordos como tres dedos, e con una palilla a cabo de cada
uno de ellos con tres picos y en triangolo, desta figura A
que teman de pico a pico cinco o seis dedos.
— 224 —
Y abiendo visto todo lo susodicho nos embarcamos e
seguimos nuestro viaje el otro siguiente dia, sábado, que
se contaron diez y siete del dicho mes, y hezimos la
vuelta de la costa de la tierra firme de donde nos abia-
mos vuelto con el tiempo, y yendo navegando con poco
viento e contrario, e a vezes calmas, nos dio esta misma
noche un temporal del Norueste, tal e tan rezio que nos
apartó la una nao de la otra, e nos hizo volver a reparar
a la misma parte de do abiamos salido, a la qual llegó
la una nao, que fué Santa Águeda, otro dia a medio dia;
la Trenidad, ya noche; no surgimos, ni tuvimos nescesi-
dad de repararnos porque el tiempo abonancó e quedo
casi calma, con algunos virajes a proposito de nuestro via-
je, el qual después de juntas las naos determinamos a se-
guir, e yendo navegando, otro siguiente dia nos tomaron
unas calmillas que nos duraron dos o tres dias, e a cabsa
dellas e de alguna corriente que hubo nos tornamos a
apartar e perder una nao de otra, y viéndonos ansy apar-
tados los unos de los otros, dimos vuelta para esta ysla
a tornarnos a juntar en ella, porque ansy estaba concer-
tado; plugo a Nuestro Señor que el mismo dia que dimos
la vuelta para nos buscar nos tornamos a hallar en la cos-
ta della, ocho o diez leguas adelante de do habíamos par-
tido; en la parte y paraje a do nos juntamos estaba otro
asiento de gente, y viéndoles, surgimos cerca dellos por
verlos e poder buscar el agua que arriba digo, e viendo-
nos ellos surtos allende el asiento, cinco o seis hombres
se vienen para la nao Trenidad, que estaba mas cerca,
en tres baleas, y llegáronse a ella sin ningún temor ni so-
bresalto, y los de la nao les dieron cosas de rescate, y los
yndios a ellos pescado, e los unos a los otros se los da-
ban con sus propias manos, e ansy estuvieron un ratillo
— 225 —
dando e tomando los unos con los otros; mostraban los
yndios mucha manera de regozyjo con los de la nao, y
estando en esto los llamaron sus compañeros desde ia
tierra e se fueron, e desde a otro poco que hubieron lle-
gado tornan a salir las mismas tres baleas y se meten un
poco en la mar a pescar, e abiendo pescado un poco
pescado se vienen la una della con tres hombres a la nao
Trenidad e comiengan por sus señas a dezirles que les
diesen cosas e que les darían pescado, y los de la nao les
señalaron que se llegasen e que lo harian, e ansy se lle-
garon y lo hizieron y estuvieron un rato rescatando su
pescado, y se vuelven atierra, e desde a otro poco que
obieron llegado salen otras dos baleas, la una con quatro
hombres e la otra con dos, y se llegan al bordo y dando-
nos un poco de agua que trayan en un buche que les ha-
bíamos señalado que trajesen, dimosles cuentas en re-
compensa della, y en la barca que venían los quatro hom-
bres venia uno de mas edad que los otros, e no remaba,
sino antes les mandaba lo que abian de hazer, e nos ha-
bló a nosotros e tomaba lo que les dábamos; parezionos
que debia ser mas cosa que los otros, e desde a un poco
que alli estuvieron se van; en apartándose un poco de
nosotros nos comiencan a hablar a altas vozes y sober-
bias, en especial los de la balga grande a do venia aquel
hombre de mas edad que los otros, de la qual nos tiraron
dos o tres pedrezillas; creo nos dezian que nos fuésemos,
porque ansy nos lo señalaba.
Luego otro día siguiente, miércoles, que se contaron
veinte e uno de enero, saltamos en tierra por ver si abia
agua en aquel asiento de los yndios, en amaneziendo,
por tomar la tierra antes que nos viesen, por no darles
aviso e aparejo e que se pusiesen con nosotros en lo que
15
— 226 —
se pusieron los otros primeros que quedaban atrás, por
no hazerles algún daño, e en saltando en tierra que nos
vieron, salen de su asiento cinco hombres de harta ruin
despusicion, los dos con dos arquillos que apenas mata-
ran gurriones con ellos, y el uno con una varilla en la
mano, y los otros dos con dos palas de poco mas que
media braca, y se vienen ansy a treinta hombres que es-
tábamos y tres perros que teniamos, con tanto animo e
braveza como si en numero y en calidad ellos fueran nos-
otros, y nosotros ellos, y nos comienzan a hazer tantos
fieros y amenazas con sus palabras e ademanes, que ver-
daderamente parescia que nos querian comer e que esta-
ban en animo podello hazer, e quantas mas señales les
haziamos para que estuviesen quedos, tanto mas se enso-
berbecían, hasta que se vinieron a poner tan bravos que
se ponen pie con pie con nosotros, tirándonos muchas
piedras e amagándonos con los palos, e apuntándonos
con las flechas, e a cada cosa destas que hazian se pinta-
ban con unos terroncillos que trayan en las manos, de
tierras blancas, las piernas e bragos e pecho, e quanto
mas soberbios se ponian mas se pintaban, e viendo que
no aprovechaba con ellos ninguna ragon ni señales de
paz que les haziamos, ni el sufrimiento que con ellos to-
bimos, que no fue poco, e viéndonos tan importunados
quanto nos importunaban, acordamos, por apartarlos de
nosotros, de hecharles los perros para que mordiesen a
algunos y los espantasen y quitárselos luego sin hazerles
mas daño, y ansy se hizo y tomaron los dos de ellos, e
uno de ellos fué el viejo que arriba digo que abia ido el
dia antes en la balga, que abia parescido mas cosa que
los otros, y este estuvo después de tomado, tan bravo y
emperrado, que no nos podiamos valer con él, porque
— 227 -
no bastaba ningund buen tratamiento a asegurarle ni me-
terle a racon, mas que si fuera un bruto animal, e des-
pués de tomados e algo maltratados de los perros, hezi-
mos entender lo que antes no quisieron, que fue que no
íbamos a ofenderles, sino solamente a buscar agua, los
quales nos llevaron a una aguezilla que estaba en una
quebrada, de a do ellos bebían, e pareciónos tan poca
que della no podimos tomar toda la que abiamos menes-
ter, e abiendonosla mostrado e teniéndolos bien seguros,
les dimos ciertas cosas de rescate e los soltamos e se fue-
ron con Dios, e hecho esto nos venimos a ver el asiento
que tenían, el qual hera ni mas ni menos que el de los
pasados; hallamos en el y en una cueva metido a la puer-
ta y puesto al sol, cobijado con un cuero de lobo mari-
no, un viejo y ciego, y tan viejo que de viejo estaba todo
blanco e seco, e tan consumido que no podia mandar
sus mienbros; paresciole al reverendo padre fray Ray-
mundo que con nosotros iba, ansy por la simplizi-
dad del viejo, e por la edad que tenia e por estar sin
vista ni fuerca ni aparejo para hazer mal ni daño, que
hera bien baptizarle y hazerle cristiano, y ansy lo hizo,
y hecho esto nos embarcamos en nuestras naos, y este
mismo dia nos abaxamos media legua mas al Sur de a
do estábamos, a ver unas quebradas que nos parescian
grandes e aparejadas para tener agua, y en la una della
la hallamos tal e tan buena e tanta que bastaba para
hazer toda el aguada, avnque con trabaxo, porque estaba
algo lejos de la mar e se avia de traer acuestas.
Luego otro dia siguiente, jueves, que se contaron bein-
te y tres del dicho mes, tomamos el agua que abiamos
menester, muy a plazer e sin ninguna contradicción de
los naturales, y aun sin ver hombre, ni humo, ni fuego,
228
ni señal dellos por entonzes, ni después en todo el tiem-
po que por esta ysla anduvimos, que no fue poco, como
pareze por todo lo dicho e por lo que adelante se dirá,
y estandola tomando, ya que acabábamos, nos dio un
Noreste que nos fue forgado darnos prisa y embarcarnos
e hazernos a la vela e venirnos a reparar del a otro me-
jor reparo, siete o ocho leguas atrás de la punta de la
ysla que esta al Sur; en haziendonos a la vela nos abo-
nando el tiempo y no llegamos al reparo a donde Íba-
mos a repararnos, sino antes seguimos nuestro viaje la
via de la costa de la tierra firme con poco tiempo e a ve-
zes calma; desde a dos dias que navegamos, que podia-
mos aber andado en ellos ocho o diez leguas, nos ama-
nescio el otro dia, que fue domingo veinte e cinco de
enero, el dia escuro con el viento casi travesía e con
muchos aguaceros, con el qual corrimos hasta la tarde
por ver si hazia alguna mudanca, e quanto tarde tanto
mas el tiempo arreziaba y se hazia travesía, hasta que
vino a hazerse tan rezio e alearse tanto la mar que nos
puso en trabaxo e nos fue forcado volvernos a reparar a
la ysla do abiamos salido, a la qual llegamos otro si-
guiente dia, lunes, veinte y dos del dicho mes; estubi-
mos en ella hasta treinta y uno, que nos hizo algún tiem-
po para tornar a seguir nuestro viaje.
Partimos de esta ysla e reparo a do estábamos, para
tornar a hazer nuestro camino, a treinta e uno del mes,
como arriba digo, que nos hizo algún tiempo aparejado
para ello, e hezimos la via para el aguada do abiamos
hecho la primera aguada que en aquella ysla hezimos,
para en ella tornar a tomar el agua que hasta entonzes
abiamos bebido, y en aleando el ancla e comentando a
navegar nos torno a dar el tiempo contrario, avnque no
— 229 —
tan rezio como los pasados, pero tal que bastó para no
poder tomar el aguada en dos dias que por tomarla
trabajamos, e viendo que no la podíamos tomar, en espe-
cial con la nao Santagueda, metimos en la Trenidad,
porque se metia mas al cabo e iba todo el botamen va-
zio, e toda la gente de mar en tierra nescesaria para to-
mar el agua, la qual avnque con trabaxo se llego otro
dia a mediodía, e antes a do estaba el agua, e tomó toda
la que abia de tomar e se tornó este dia a juntar con la
otra nao que andaba barloventeando por la costa aguar-
dándole, e abiendonos juntado seguimos en la misma
costa por pasar a la nao Santagueda el agua que la otra
letraya, e por tomar en ella alguna leña, que trayamos
nescesidad della, la qual tomé e estube aguardando tiem-
po para tornar a navegar, hasta jueves cinco de hebrero.
Tornamonos a hazer a la vela desta parte a do toma-
mos esta agua e leña, jueves, a cinco de hebrero, que
nos hizo alguna muestra de tiempo, como arriba digo, y
haziendo la via que otras vezes hezimos, en comentando
a navegar el mismo dia nos tornó a dar el viento contra-
rio que otras vezes nos daba, tal y tan rezio como los pa-
sados, que nos fué forcado tornarnos a do abiamos sali-
do, e creo, segund fue, que si nos tomara lejos e aparta-
dos, que nos trataría mal, e surgimos este dia e tornamos
a estar aguardando que el tiempo cesase e nos hiciese a
proposito de nuestro viaje, hasta domingo a ocho de he-
brero, que nos torno a hazer alguna muestra de tiempo,
avnque duró tan poco como las pasadas.
Tornamos a hazer a la vela este dia que arriba digo,
para seguir la via que tantas vezes seguíamos a la tie-
rra firme; yendo navegando con poco tiempo e a vezes
calma, llegamos a ella dende en tres dias, que fueron a
— 230 —
onze del dicho mes, e surgimos en la misma parte e pa-
raje a do tomamos primera vez quando aquella ysla nos
volvió el temporal, y estando surtos aguardando tiempo
para poder navegar, nos dieron después de media noche
unos aguazeros muy grandes e con mucho viento, el qual
nos hera travesia de la costa, los quales nos pusieron en
trabaxo e tanto que nos hizieron doblar cables e anclas;
plugo a Nuestro Señor que no nos duraron mas que dos
o tres horas, que se paso el tiempo al Norueste y podi-
mos salir a la mar e quitarnos de la travesia en que está-
bamos, e salidos a la mar nos arrezio tanto el tiempo e
la mar, que nos puso en trabaxo, con el qual algunas ve-
zes no podíamos tener reparo por ver si se alargaba para
poder navegar, y otras navegábamos bordeando a unas
partes e a otras, por no dexarnos de hacer lo que el tiem-
po nos dezia, y estando al reparo, e ansy anduvimos tres
dias porfiando contra el tiempo, aguardando que hiziese
alguna mudanca, como arriba digo, el qual no hizo, y
visto que no la hazia e que nos habia decaido cerca e
traido cerca de la ysla do abiamos salido, nos volvimos
a reparar a ella, a la qual llegamos sábado catorze de he-
brero, y estuvimos aguardando a que el tiempo abonan-
gase, y tomando el agua y leña que gastábamos, hasta
miércoles, que se contaron tres de margo, que nos torno
a hazer la muestra de tiempo que otras vezes.
Tornamos a hazer a la vela para seguir nuestra via,
miércoles, que se contaron tres de margo, y en comen-
gando a navegar nos calmo el tiempo e nos tomo una co-
rriente e nos echo la nao Santagueda junto a la costa, sin
podernos valer con ella; apartárnosla della con las varas
y harto trabaxo, e con un poco de viento que nos dio,
que ayudo su parte, con el qual navegamos poco mas
— 231 —
que media legua, y en descubriendo la putita de la ysla
que sale al Norte hallamos el tiempo tan rezio y contra-
rio que nos hizo tornar a reparar a la misma parte, y lle-
gamos a ella a las nueve de la noche y estuvimos hasta
ocho del dicho mes, que hizo la muestra del tiempo que
otras vezes solia hazer.
Partimos de esta parte a do estábamos a ocho dias del
dicho mes, como arriba digo, y en comencando a nave-
gar nos tomo la misma corriente y nos aparto la una nao
de la otra, la una a la mar, que fue Santagueda, y la otra
a tierra, y estando ansy apartadas la una de la otra nos
torno a dar el viento contrario que otras vezes solia dar,
y tan rezio que nos cabso trabaxo, en espezial a la nao
Santagueda, que como la tomó en la mar y alcanzo mas
parte del que a la otra que se quedo abrigada con la tie-
rra, e a esta cabsa y por no volver de noche a surgir a
la tierra, porque hera mal aparejada para ello, le fue for-
jado a la nao Santagueda hazer el bordo de la mar has-
ta media noche, y desta ora para adelante el de la tierra
a volverse a reparar, y tornamos la una nao e la otra
otro siguiente dia a ora de vísperas, y en la misma par-
te e paraje de do nos abiamos levantado, en la qual es-
tuvimos hasta el viernes adelante, que se contaron doze
del dicho mes.
Partimonos este dia que arriba digo a tornar a porfiar
nuestra porfía; en comencando a navegar, abiendo nave-
gado dos leguas, poco mas, nos dio una niebla en mitad
del dia, tan espesa y escura que nos Íbamos hablando
una nao con otra, y apenas nos víamos, y en dos dias
llegamos a la costa de la tierra firme, sobre la qual llega-
mos siete o ocho leguas mas al Sur de a donde nos abia-
mos vuelto las dos vezes que arriba digo, y no surgi-
— 232 —
mos en ella por andar la mar brava e el viento rezio, sino
antes nos volvimos a la mar, y en saliendo a ella arre-
zio tanto el tiempo que nos fue toreado volvernos a repa-
rar a la ysla do abiamos salido, a la qual llegamos do-
mingo catorze del dicho mes, a ora de las ocho o de las
nueve, y surgimos una legua o legua y media mas al Nor-
te de donde nos habíamos levantado quando de ella par-
timos, e la noche siguiente del dia que alli llegamos, con
el tiempo rezio que hazia y por no estar surtos en suelo
limpio, se le quebraron a la nao Trenidad dos cables con
que estaba anclada, la qual, viéndose desatada, se hizo
a la vela e se metió a la mar para aderecar otro que le
quedaba y tornar a surgir con el e sacar las anclas que
abia dexado, e luego que amanesció lo hizo ansy e sacó
la una de las anclas, la mejor e mas prenzipal, e la otra
se perdió, e viendo que el tiempo no abonanzaba, nos
venimos a reparar mas al Sur, al reparo a donde siempre
nos reparábamos, al qual llegamos a diez y syete de mar-
go y estuvimos hasta veinte e quatro del dicho mes. Y
porque desde aquel reparo acordé de enviar la nao San-
tagueda con esta relazion, quiero dar quenta a vues-
tra señoria de la fertilidad destas tres yslas que se dizen
Santi Esteban, y de la tierra que desde la punta de la
Trenidad hasta aqui habernos visto, la qual es tan seca
y estéril e de tan ruyn parescer como las pasadas; vi-
mos en toda ella solas las ahumadas que arriba digo, e
un fuego harto mas adelante dellas, sin ver otras gentes
ni señal della, mas de los fuegos que digo que vimos
en la costa delante de aquellas yslas, e los yndios de
aquestas yslas, los quales son gentes desnuda, tienen
las orejas horadadas; hallárnosles en sus asientos algu-
nos canutos tan largos como un palmo, hechos de ba-
— 233 —
rro cocido y dentro en ellos cierta yerba quemada que
deben de tomar por tabacos; ay en a quella ysla en lo
alto de los cerros algunos pinos y zedros, a cuya cabsa
le pusimos por nombre la ysla de los Zedros, que es la
mayor e mas prenzipal destas tres yslas de Santiesteban,
qu' están en altura de entre veinte e nueve e treinta gra-
dos. Mucho quisiera enviar a vuestra señoría relazion de
las gentes que ay en la tierra firme deste paraje, pero
vuestra señoria sepa que los tiempos han sido tan rezios
y fortunosos que no nos han dado lugar, y no tenga vues-
tra señoría pena dello, que yo creo, e ansy lo tengo por
cierto, que no es de mas calidad que estotra, segund por
la aparencia de la tierra, e por estar tan cerca la una de
la otra, todo se puede bien creer, que si mas calidad
obiere en la tierra firme que en la ysla, que la alcanzara
parte della. Ay en la ysla conejos y venados.
Estando en este paraje que arriba digo, hize ver los
bastimentos que tenia y hálleme con el arinaje que vues-
tra señoria verá por extenso, y viendo que para toda la
gente heran tan pocos quantos vuestra señoria verá, e
que con ellos toda la gente no podia pasar adelante, y
teniendo por muy gran lastre haber gastado tanto tiem-
po e tan trabajoso en ver una cosa que tanto vuestra se-
ñoria deseaba e tanto le ha costado, e acordado de en la
nao Trenidad e con estos pocos bastimentos e gente ir
adelante si Dios me diera tiempos, todo lo que pudiere
y el tiempo me diere lugar, y enviar esta nao e gente a
la Nueva España con esta carta relazion; y para aderegar
el navio y llevarle mas bien acondicionado y guarnecer-
le del todo de las cosas nescesarias, nos venimos a bus-
car parte aparejada para hazerlo, a la punta que esta ysla
tiene a Sur, y llegamos a ella miércoles de la santísima
— 234 —
semana santa, que se contaron veinte e quatro de marco,
e andobimos buscando por toda ella parte para podello
hazer y hallárnosla orimero dia de la santísima pasqua
de resureccion, el que llegamos alia, y estuvimos adere-
zando el navio y despachando el uno y el otro hasta oy
lunes cinco de abril, que todos nos partimos de esta ysla
de los Zedros cada uno para seguir su viaje. Dios nos lo
dé tal qual vuestra señoría desea, al qual plega aumentar
su ilustrisima persona y estado por muy largo tiempo, be-
sando las ilustrisimas manos de vuestra señoría. Francis-
co de Ulloa.
Yo Pedro de Palenzia, escribano publico desta arma-
da, doy fe y verdadero testimonio a todos los señores
que la presente vieren, a quien Dios nuestro Señor honre
y guarde de mal, como en diez e ocho dias del mes de se-
tiembre de quinientos e treinta e nueve años el muy mag-
nifico señor Francisco de Vlloa, teniente de gobernador
y capitán desta armada por el ilustrisimo señor Marques
del Valle de Guaxaca, tomo posesión en el Puerto de los
Puertos, en la baya del, posesión por el dicho señor Mar-
ques y en nombre del Emperador nuestro señor rey de
de Castilla, qu' esta en altura de veinte e nueve grados
y dos terzios, atual y realmente, poniendo mano en su
espada, diziendo que si abia alguna persona que se lo
contradijese estaba presto para se lo defender, cortando
con ella arboles, arrancando piedras de una parte a otra
y sacando agua de la mar y echándola en la tierra; todo
lo qual en señal de la dicha posesión. Testigos que fueron
presentes a lo que dicho es, los reverendos padres del
señor San Franzisco, el padre fray Remundo y el padre
fray Antonio de Mena y el padre fray Pedro de Arache,
y Francisco de Terracas, veedor, y Goncalo Hidalgo, e
— 235 —
Diego de Haro y Martin de Espinosa. Fecho dia y mes e
año susodicho. E yo, Pedro de Palenzia, escribano pu-
blico desta dicha armada, lo escribí segund que ante mi
paso, e por ende fize aqui este mió signo, que es a tal, en
testimonio de verdad. Pedro de Palenzia, escribano pu-
blico.— Martin de Espinosa. — Gongalo Hidalgo. — Frater
Ramundus Amielibas. — Frater Antonias de Mena. — Die-
go de Haro. — Francisco de Terracas.
Yo Pedro de Palenzia, escribano publico desta arma-
da, doy fe y verdadero testimonio a todos los señores que
la presente vieren, a quien Dios nuestro Señor honre y
guarde de mal, como en diez dias del mes de setiembre de
quinientos e treinta e nueve años el muy magnifico señor
Francisco de Vlloa, teniente de gobernador y capitán des-
ta armada por el ilustrisimo señor Marques del Valle de
Guaxaca, llego sobre el rio de San Pedro e San Pablo,
qu' esta en altura de veinte y seis grados y medio, que es
en la costa desta Nueva España hazia el norte de Culia-
can, y pidió a mi el dicho escribano le diese por testimo-
nio como empegaba a hazer su descubrimiento con esta
dicha armada desde el dicho cabo de San Pedro e San
Pablo, por el ilustrisimo señor Marques del Valle en nom-
bre del Emperador rey nuestro señor y rey de Castilla.
Testigos que fueron presentes a lo que dicho es, los reve-
rendos padres de la orden del señor San Francisco, fray
Pedro de Arache, y Francisco Preciado y Pedro de Busto
y Martin de Espinosa, estantes en dicha armada. Fecha
dia e mes e año susodicho. E yo, Pedro de Palenzia, es-
cribano publico desta dicha armada, la escribi segund que
ante mi pasó e por ende fize aqui este mió signo, que es a
tal, en testimonio de verdad. Pedro de Palenzia, escriba-
no publico. — Martin de Espinosa. — Francisco Preciado.
— 236 —
Yo Pedro de Palenzia, escribano publico desta arma-
da, doy fe e verdadero testimonio a todos los señores que
la presente vieren, a quien Dios nuestro Señor honre e
guarde de mal, como en veinte e ocho dias del mes de
setiembre de quinientos e treinta e nueve años, el muy
magnifico señor Francisco de Vlloa, teniente de gober-
nador e capitán desta dicha armada por el ilustrisimo se-
ñor Marques del Valle de Guaxaca, tomo posesión en el
ancón de San Andrés y mar Bermeja, que es en la costa
desta Nueva España hazia el Norte, que esta en altura de
treinta y tres grados y medio, por el dicho señor Mar-
ques del Valle en nombre del Emperador nuestro señor
rey de Castilla, atual y realmente, poniendo mano a su
espada, diziendo que si abia alguna persona que se lo con-
tradijese, que el estaba presto para se lo defender, cortan-
do con ella arboles, arrancando yerbas, meneando pie-
dras de una parte a otra y de otra a otra, y sacando agua
de la mar y echándola en la tierra; todo en señal de la
dicha posesión. Testigos que fueron presentes a lo que
dicho es, los reverendos padres del señor San Francisco,
el padre fray Ramundo, el padre fray Antonio de Mena,
Francisco de Terrazas, veedor, Diego de Haro, Gabriel
Márquez. Fecho dia mes e año susodicho. E yo, Pedro
de Palenzia, escribano publico desta dicha armada, la
escribi segund que ante mi paso; por ende fize aqui este
mió signo, que es a tal, en testimonio de verdad. Pedro
de Palenzia, escribano publico. — Fraier Ramandus Ami-
liíis. — Frater Antonias de Mena. — Gabriel Márquez. —
Diego de Haro. — Francisco de Terrazas.
Yo Pedro de Palenzia, escribano publico desta armada,
doy fe e verdadero testimonio a todos los señores que la
presente vieren, a quien Dios nuestro Señor honre e guar-
— 237 —
de de mal, como en seis dias del mes de otubre de qui-
nientos e treinta e nueve años, el muy magnifico señor
Francisco de Ulloa, teniente de gobernador e capitán
desta armada por el ilustrisimo señor Marques del Valle
de Guaxaca, tomo posesión atual, realmente por el di-
cho señor Marques, y en nombre del Emperador nues-
tro señor y rey de Castilla, en la baya de San Marcos,
qu' esta al Sueste del ancón de San Andrés, del mar Ber-
mejo, y en altura de treinta grados y medio, poniendo
mano a su espada, diziendo que si abia alguna persona
que se lo contradixese, que el estaba presto de se lo de-
fender, cortando con ella arboles, arrancando piedras e
yerbas, de una parte a otra y de otra a otra, sacando agua
de la mar y echándola en la tierra, todo en señal de la
dicha posesión. Testigos que fueron presentes a lo que
dicho es, los reverendos padres del señor San Francisco
y el padre fray Remundo y el padre fray Pedro de Aro-
che y Francisco de Terrazas, veedor, y Martin de Espi-
nosa y Pedro de Busto y Juan Montano. Fecha mes e
año susodicho. E yo, Pedro de Palenzia, escribano pu-
blico desta dicha armada, según que ante mi paso, por
ende fize aqui este mió signo, que es a tal, en testimo-
nio de verdad. Pedro de Palenzia, escribano publico. —
Martin de Espinosa. — Pedro de Basto. — Juan Montano.
— Frater Ramundus Amilius. — Francisco de Terrazas.
Yo Pedro de Palenzia, escribano publico desta arma-
da, doy fee e verdadero testimonio a todos los señores
que la presente vieren, a quien Dios nuestro Señor honre
y guarde de mal, como en quinze dias del mes de otubre
de quinientos y treinta y nueve años el muy magnifico
señor Francisco de Ulloa, teniente de gobernador e ca-
pitán general desta armada por el ilustrisimo señor Mar-
— 238 —
ques de Valle, tomo posesión atual e realmente por el
dicho señor Marques del Valle, y en nombre del Empe-
rador nuestro señor e rey de Castilla, en el rio del Carri-
zal, qu' esta en altura de veinte e syete grados y medio,
poniendo mano a su espada, diziendo que si abia alguna
persona que se lo contradixese, que el estaba presto para
se lo defender, cortando con ella arboles, arrancando
piedras de una parte a otra y de otra a otra, sacando
agua de la mar y echándola en la tierra; todo en señal
de la dicha posesión. Testigos que fueron presentes a lo
que dicho es, Diego de Haro, e Goncalo Hidalgo y Fran-
cisco de Terrazas, veedor, y Martin Sanches y Juan Mon-
tano. Fecho dicho dia mes e año susodicho. E yo Pedro
de Palenzia, escribano publico desta dicha armada, la
escribi según que ante mi paso, e por ende fize aqui este
mió signo, que es a tal, en testimonio de verdad. Pedro
de Palenzia, escribano desta armada. — Diego de Haro.
— Gongalo Hidalgo. — Juan Montano . — Francisco de Te-
rrazas.
Yo Pedro de Palenzia, escribano desta armada, doy fe
e verdadero testimonio a todos los señores que la pre-
sente vieren, a quien Dios nuestro Señor honrre e guarde
de mal, como en primero dia del mes de diziembre de
quinientos e treinta e nueve años, el muy magnifico se-
ñor Francisco de Ulloa, teniente de gobernador e capitán
desta armada por el ilustrisimo señor Marques del Valle
de Guaxaca, tomo posesión actual e realmente por el di-
cho señor Marques y en nombre del Emperador nuestro
señor y rey de Castilla, en la baya de Santa Catalina, en
la punía de la Trenidad, que esta en altura de veinte e
cinco grados, poniendo mano a su espada, cortando con
ella arboles, meneando piedras de una paite a otra y de
— 239 —
otra a otra, todo en señal de la dicha posesión. Testigos
que fueron presente a lo que dicho es, Martin de Espi-
nosa e Francisco de Terrazas, veedor, e Francisco Pre-
ciado, e Diego de Haro, e Juan Montano. Fecha dia
mes e año susodicho. E yo, Pedro de Palenzia, escribano
desta armada, lo escribi según que ante mi paso; por
ende fíze aqui este mió signo, que es a tal, en testimonio
de verdad. Pedro de Palenzia, escribano desta arma-
da.— Juan Montano. — Martin de Espinosa. — Diego de
Haro. — Francisco de Terrazas.
Yo Pedro de Palenzia, escribano publico desta arma-
da, doy fe e verdadero testimonio a todos los señores
que la presente vieren, a quien Dios nuestro Señor honrre
e guarde de mal, como en veinte dias del mes de enero
de quinientos e quarenta años el muy magnifico señor
Francisco de Ulloa, teniente de gobernador y capitán
desta armada por el ilustrisimo señor Marques del Valle
de Guaxaca, tomo posesión atual y realmente por el di-
cho señor Marques, en nombre del Emperador nuestro
señor y rey de Castilla, en la ysla de los Cedros, que esta
en altura de veinte y nueve grados y medio, poniendo
mano a su espada, diziendo que si abia alguna persona
que se lo defendiese, que el estaba presto para se lo de-
fender; cortando con ella arboles, meneando piedras de
una parte a otra e de otra a otra, sacando agua de la mar
y echándola en la tierra; todo en señal de la dicha pose-
sión. Testigos que fueron presentes a lo que dicho es, el
reverendo padre fray Ramundo, de la Orden del señor
San Francisco, e Francisco Preciado, y Martin de Espi-
nosa, e Pablo Blasco, maestre del navio Trenidad. Fe-
cho dia mes e año susodicho. E yo, Pedro de Palenzia,
escribano desta armada, la escribi según que ante mi
— 240 —
paso, e por ende fize aqui este mió signo, que es a tal,
en testimonio de verdad. Pedro de Palenzia, escribano
desta armada. — Fraier Ramundus Amielibus (sic) (1). —
Martin de Espinosa.
(i) El apellido de este religioso aparece de distintos modos en el
manuscrito.
ÍNDICE
Págs.
I. — Pedro de Heredia: Relación de sus primeros he-
chos de armas en la provincia de Cartagena de In-
dias I
II. — Anónima: Relación de las campañas de Pedro
de Heredia en Cartagena de Indias 9
III. — Maestre Juan: Relación de su naufragio y de
los trabajos que pasó en los ocho años que estuvo
en la isla de la Serrana 16
IV. — Juan Sánchez Portero: Relación de su entrada
al volcán de Masaya (Nicaragua) y de sus servicios
en otras regiones de las Indias 26
V. — Fr. Tomás de Toro, Obispo de Cartagena: Re-
lación del estado en que se hallaban las provincias
de Cartagena y Santa Marta 37
VI. — Memoria de las cosas que ha hecho García de
Lerma, suscrita por Juan de Cueto y algunos otros
vecinos de Santa Marta 46
VIL— Juan de San Martín y Alonso de Lebrija: Re-
lación del descubrimiento y conquista del nuevo
reino de Granada, años 1 536 a 1539 54
VIII. — Relación del descubrimiento y población de
la provincia de Santa Marta 76
P¿gs.
IX. — El Licenciado Cristóbal Pedraza: Relación de
varios sucesos ocurridos en Honduras, y del esta-
do en que se hallaba esta provincia 136
X. — Relación del viaje que hizo el capitán Francisco
de Ulloa, por orden de Hernán Cortés, por la cos-
ta de Nueva España, desde Acapulco hasta la isla
de los Cedros, y las posesiones que tomó en nom-
bre del mismo Cortés 181
SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES
JUNTA DE GOBIERNO
Vicepresidente. . . .
Secretario
PRIMERO ,
I
Presidente Excmo. Sr. D. Fidel Fita, Director
de la Real Academia de la His-
toria.
Excmo. Sr. D. Vicente Vignau, de
la Real Academia de la Historia.
Fuencarral, 96.
Excmo. Sr. Marqués de Laurencín,
de la Real Academia de la Histo-
ria. Serrano, 24.
Secretario segundo. Excmo. Sr. Barón de la Vega de
Hoz, de la Real Academia de la
Historia. Recoletos, 12.
Sr. D. Emilio Cotarelo y Mori, de
la Real Academia Española.
Sr. D. Manuel Serrano y Sanz, Ca-
tedrático de la Universidad de
Zaragoza. Coso, 1 18.
Excmo. Sr. Conde de Cedillo, de la
Real Academia de la Historia.
General Arrando, 1 5.
Vocales . . Sr. D. Adolfo Bonilla y San Martín,
de la Real Academia de la Histo-
ria. Velázquez, 18.
Excmo. Sr. D. Juan Pérez de Guz-
mán, de la Real Academia de la
Historia. Libertad, 2 duplicado.
Excmo. Sr. Duque de T'Serclaes,
de la Real Academia de la Histo-
toria. Serrano, 12.
SOCIEDAD
DE
BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES
1. S. M. el Rey D. Alfonso XIII.
2. Excmo. Sr. D. Vicente Vignau.
3. Sr. D. Jacinto Octavio Picón.
4. Sr. D. Eugenio Maffel.
5. Biblioteca Nacional.
6. f Sr. D. Fermín Hernández Iglesias.
7. Biblioteca del Ministerio de Gracia y Justicia.
8. Sr. D. Rafael Vidart y Vargas Machuca.
9. Sr. D. Mateo Azpeitia.
10. Excmo. Sr. D. Nilo María Fabra.
11. Excmo. Sr. D. Luis de Estrada.
12. limo. Sr. D. Julián Zugasti y Sáenz.
13. f Excmo. Sr. Marqués de Heredia.
14. Excmo. Sr. D. Fermín Lasala, Duque de Mandas.
15. Sr. D. Luis de Escalante.
16. limo. Sr. D. Juan Uña.
17. Ateneo de Madrid.
18. Biblioteca del Senado.
19. Sr. D. Pablo de Garnica.
20. Sr. D. Salvador de Torres y Aguilar.
21. Biblioteca de la Real Academia Española.
22. Sr. D. Emilio Ruiz de Cañábate.
23. Sr. D. Enrique Bailly-Bailliére.
24. Real Academia de la Historia.
25. Excmo. Sr. Marqués de Villasinda.
26. Excmo. Sr. Conde de Torre-Pando.
2J. Excmo. Sr. Marqués de la Torrecilla.
28. f Sr. D. Pedro Miranda y de Carcer.
29. Excmo. Sr. Marqués de Miravel.
30. Sr. D. José de Palacio y Viteri.
31. Sr. D. Juan Llordachs.
32. Sr. D. José Llordachs.
33. Sr. D. Ramón Sisear.
34. Excmo. Sr. D. Carlos de Uhagón y Arispe.
35. f Sr. D. Pedro N. Oseñalde.
36. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
37. Sr. D. Eduardo Corredor.
38. Excmo. Sr. Conde de Peñaranda de Bracamonte.
39. f Sr. D. Enrique García de Ángulo.
40. Biblioteca del Ministerio de Marina.
41. Librería Fernando Fe.
42. Sr. D. José Moncerdá.
43. Excmo. Sr. Conde de Toreno.
44. Sr. D. José Canosa y Martínez.
45. Biblioteca Imperial de Strasburgo.
46. Biblioteca del Congreso de los Diputados.
47. Excmo. Sr. D. Wenceslao Ramírez de Villa-Urrutia.
48. Sr. D. Nazario Calonje.
49. Sr. D. Luis Tusquets.
50. Biblioteca de la Universidad de Barcelona.
51. Sr. D. Juan Vidal.
52. Excmo. Sr. Conde de Sallent.
53- Excmo. Sr. Duque de T'Serclaes.
54. Sr. D. Carlos Volmóller.
55- Excmo. Sr. D. Francisco A. Commelerán.
56. Sr. D. J. C. Cebrián.
57. Sr. D. León Medina.
58. Excmo. Sr. Marqués de Laurencín.
59. Sra. D.a Blanca de los Ríos.
60. Excmo. Sr. Conde de Cedillo.
61. Excmo. Sr. Conde de Vilches.
62. Sr. D. Joaquín Hazañas y la Rúa.
63. Excmo. Sr. Conde de Estrada.
64. Sr. D. Calixto Oyuela.
65. Excmo. Sr. Marqués de Grigni.
66. Excmo. Sr. Duque de Berwick y de Alba.
67. Excmo. Sr. Marqués de Valdeterrazo.
68. Sr. Johannes Merck.
69. Excmo. Sr. Marqués de Santillana.
70. Sr. Karl. W. Hiersemann. (Dos ejemplares.)
71. Sr. D. José Manuel de Garamendi.
72. Excmo. Sr. Marqués de Comillas.
73. Excmo. Sr. D. Francisco de P. Arrillaga.
74. Excmo. Sr. Conde de la Vinaza.
75. Excmo. Sr. D. Francisco F. de Béthencourt.
76. Excmo. Sr. D. Anselmo Rodríguez de Rivas.
7J. Sr. D. José María de Urquijo.
78. Sr. D. Emilio Cotarelo y Mori.
79. Excmo. Sr. General Sanchiz.
80. Sr. D. Manuel Serrano y Sanz.
81. Sr. Otto Harrassowitz. (Cinco ejemplares.)
82. Gran Peña.
83. Sr. D. Adrián Romo.
84. Sr. D. Fernando Astier Balboa.
f
85. Excmo. Sr. XX Alonso Coello.
86. Sr. D. Antonio Rubiños.
87. f Sr. D. Juan Menéndez Pidal.
88. Sr. D. Victoriano Suárez. (Cuatro ejemplares.)
89. Biblioteca Universitaria de Sevilla.
90. Sr. D. Carlos Navarro Lamarca.
91. Sr. D. Eloy García de Ouevedo y Concellón.
92. Sr. D. Gabriel Molina.
93. Excmo. Sr. Conde de Polentinos.
94. Sr. D. Martinus Nijhoff.
95. Sr. D. Gabino Páez Melero.
96. Sr. D. Juan M. Sánchez.
97. Sres. Ruiz Hermanos.
98. University Library de Cambridge.
99. Sr. D. Alfonso Bonay.
100. Sr. D. Antonio Martínez Gayo.
101. Sr. D. Francisco Rodríguez Marín.
102. Excma. Sra. Condesa de Valencia de Don Juan.
103. Sr. D. Pablo Font de Rubinat.
104. Excma. Sra. Marquesa viuda de Aranda.
105. Sr. D. Luis Santos.
106. Sr. D. José María Moreno y Giménez de Borja.
107. Sr. D. Alejandro Lerroux.
108. Sr. D. Juan Hurtado y Jiménez de la Serna.
109. Sr. D. Gonzalo de la Torre de Trasierra.
1 10. Sr. D. Eugenio García Rico. (Tres ejemplares.)
111. Excmo. Sr. D. Juan Pérez de Guzmán.
112. Sr. D. Adolfo Bonilla y San Martín.
113. Sr. D. José Ramón Peláez.
114. Biblioteca Municipal de Santander.
115- Excmo. Sr. Conde viudo de las Atalayas.
116. Sr. D. Manuel de Solís y Desmaisiéres.
§'
117- Sr. D. José Luis Serra y Pickman.
1 1 8. Ateneo Barcelonés.
Iig. Sr. D. Juan Batlle.
120. Sr. D. Juan Roldan. (Tres ejemplares.)
121. Sr. D. Juan Givanel Mas.
122. Sr. D. Agustín G. de Amezúa y Mayo.
123. Sr. D. Ramón Domingo Viñas.
124. Excmo. Sr. Marqués de Toca.
125. Excmo. Sr. Marqués de la Puebla de Rocamora.
126. Sr. D. Valentín Martínez y Pérez.
127. Sr. D. Ángel Sabata Lara.
128. Sociedad Bilbaína.
129. Sr. D. Jules Jadot.
130. Sr. D. Eduardo Losada.
131. Biblioteca de la Facultad de Filosotía y Letras de
Zaragoza.
132. Biblioteca Universitaria de Zaragoza.
133. Sr. D. José Ramos y Loscertales.
134. Sr. D. Ricardo Fuente.
135. Sr. D. Antonio Graiño.
136. Sr. D. Melchor García.
137. Sr. D. Francisco Beltrán.
138. Excmo. Sr. D. Fidel Fita.
139. Excmo. Sr. D. Mariano Núñez Samper.
140. Sr. D. Leopoldo Martínez Ochagavia.
141. Excmo. Sr. Barón de la Vega de Hoz.
142. Sr. D. Mariano Rodríguez Miguel.
143. Sr. D. Pedro Vindel.
144. Sr. D. Gustavo Gili.
145. Sr. D. Francisco A. de Icaza.
146. Sociedad de Bibliófilos Españoles.
LIBROS PUBLICADOS
POR LA
SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES
I. Cartas de Eugenio Salazar, por D. Pascual de Ga-
yangos. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
II. Poesías de D. Francisco de Rioja, por D. Cayetano
A. de la Barrera. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la
edición.
III. Relaciones de algunos sucesos de los últimos tiem-
pos del reino de Granada, por D. Emilio Lafuente Alcán-
tara. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
IV. Cinco cartas político-literarias de D. Diego Sar-
miento de Acuña, Conde de Gondomar, por D. Pascual de
Gayangos. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
V. El libro de las aves de caca del Canciller Pedro
López de Ayala, con las glosas del Duque de Alburquer-
que. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
VI. Tragedia llamada Josefina, de Micael de Carva-
jal, por D. Manuel Cañete. Tirada de 300 ejemplares. Gra-
tis para los socios. Agotada la edición.
VIL Libro de la Cámara Real del Príncipe D. Juan, de
Gonzalo Fernández de Oviedo, por D. José María Escude-
ro de la Peña. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
VIII. Historia de Enrique fi de Oliua, Rey de Iheru-
salem, Emperador de Constantinopla, por D. Pascual de
Gayangos. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
IX. El Crotalón de Christóphoro Gnophoso. Tirada
de 300 ejemplares. Agotada la edición.
X. Don Lazarillo Vizcardi, de D. Antonio Eximeno,
por D. Francisco Asenjo Barbieri. Dos tomos. Tirada de
300 ejemplares. Agotada la edición.
XI. Relaciones de Pedro de Gante, por D. Pascual de
Gayangos. Tirada de 300 ejemplares. Gratis para los so-
cios. Agotada la edición.
XII. Tratado de las batallas y ligas de los ejércitos
del Emperador Carlos V, desde 1 52 1 hasta I545> Por Don
Martín García Cereceda. Tomos I, II y III. Tirada de 300
ejemplares. Agotada la edición.
XIII. Memorias del Cautivo en la Goleta de Túnez,
por D. Pascual de Gayangos, Tirada de 300 ejemplares.
Agotada la edición.
XIV. Libro de la Jineta y descendencia de los caballos
guzmanes, por D. José Antonio de Balenchana. Tirada de
300 ejemplares. Agotada la edición.
XV. Viaje de Felipe II a Inglaterra, por D. Pascual
de Gayangos. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edi-
ción.
XVI. Tratado de las epístolas y otros varios, de Mo-
sén Diego de Valera, por D. José Antonio de Balenchana.
Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
XVII. Dos obras didácticas y dos leyendas, sacadas de
manuscritos de la Biblioteca del Escorial, por D. Germán
Knust. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
XVIII. Divina retribución sobre la caída de España en
tiempo del noble rey D. Juan el primero, del Bachiller
Palma, por D. José María Escudero de la Peña. Tirada de
300 ejemplares. Agotada la edición.
XIX. Romancero de Pedro de Padilla, por el Marqués
de la Fuensanta del Valle. Tirada de 300 ejemplares. Ago-
tada la edición.
XX. Relación de la jornada de Pedro de Orsüa a
Omagua y al Dorado, por el Marqués de la Fuensanta del
Valle. Tirada de 300 ejemplares. Agotada la edición.
XXI. Cancionero General de Hernando del Castillo,
por D. José Antonio de Balenchana. Dos tomos. Tirada de
300 ejemplares. Agotada la edición.
XXII. Obras de Juan Rodríguez de la Cámara (o del
Padrón), por D. Antonio Paz y Melia. Tirada de 300 ejem-
plares. Agotada la edición.
XXIII. El Pelegrino Curioso, por D. Pascual de Ga-
yangos. Tomos I y II. Tirada de 300 ejemplares.
XXIV. Cartas de Villalobos, por D. Antonio María
Fabié. Tirada de 300 ejemplares.
XXV. Memorias de D. Félix Nieto de Silva, Marqués
de Tenebrón, por el Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del
Castillo. Tirada de 300 ejemplares.
XXVI. Historia del Maestre último que fué de Mon-
tesa y de su hermano D. Felipe de Borja, por D. Francisco
Guillen Robles. Tomo I. Tirada de 300 ejemplares.
XXVII. Diálogos de la Montería. Manuscrito inédito
de la Real Academia de la Historia, por el Excmo. Sr. Don
Francisco R. de Uhagón. Tirada de 300 ejemplares.
XXVIII. Libro de las virtuosas e claras mujeres, el
CUAL FIZO E COMPUSO EL CONDESTABLE D. AlVARO DE LüNA,
Maestre de la Orden de Santiago, por el Excmo. Señor
D. Marcelino Menéndez y Pelayo. Tirada de 300 ejem-
plares.
XXIX. Opúsculos literarios de los siglos XIV a XVI,
por D. Antonio Paz y Melia. Tirada de 300 ejemplares.
XXX. Nobiliario de Conquistadores de Indias, por
D. Antonio Paz y Melia. Tirada de 300 ejemplares.
XXXI. Dos novelas de D. Alonso Jerónimo de Salas
Barbadillo, por el Excmo. Sr. D. Francisco R. de Uhagón.
Tirada de 300 ejemplares.
XXXII. Relaciones históricas de los siglos XVI
y XVII, por el Excmo. Sr. D. Francisco R. de Uhagón.
Tirada de 300 ejemplares.
XXXIII. Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo
presente, del Bachiller Cristóbal de Villalón, por D. Ma-
nuel Serrano y Sanz. Tirada de 300 ejemplares.
XXXIV. Historia de D. Juan de Austria, del Licen-
ciado Porreño, por D. Antonio Rodríguez Villa. Tirada de
300 ejemplares.
XXXV. Arcipreste de Talavera (Corvacho o repro-
VACIÓN DEL AMOR MUNDANO), DEL BACHILLER ALFONSO MaRTÍ-
nez de Toledo, por D. Cristóbal Pérez Pastor. Tirada de
230 ejemplares. Agotada la edición.
XXXVI. Comentarios de D. García de Silva y Figue-
roa, de la Embajada que de parte del Rey de España D. Fe-
lipe III hizo al Rey Xa Abas de Persia, por D. Manuel Se-
rrano y Sanz. Dos volúmenes. Tirada de 300 ejemplares.
XXXVII. Cautiverio y trabajos de Diego Galán, na-
tural de Consuegra y vecino de Toledo, por D. Manuel
Serrano y Sanz. Tirada de 300 ejemplares.
XXXVIII. El Passagero, de Cristóbal Suárez de Fi-
güeroa, por D. Roberto Selden Rose. Tirada de 300 ejem-
plares.
DE ESTAS RELACIONES HISTÓRICAS DE AMÉRICA
SE HAN HECHO TRESCIENTOS EJEMPLARES
NUMERADOS EN LA "IMPRENTA IBÉRI-
CA „ DE D. ESTANISLAO MAESTRE,
CALLE DE LAS POZAS, NÚ-
MERO 12, MADRID, EN
EL MES DE OCTU-
BRE DEL AÑO
MCMXVI
/